Sancionable pero desproporcionado
En agosto siempre se ha estilado lo de publicar serpientes de verano, esas noticias llamativas e irrelevantes que llenaban los huecos provocados por la ausencia de novedades importantes en la actualidad nacional, y esta entrada en el blog parece una de ellas.
La noticia, que ha resucitado en forma de reptil agosteño pero que saltó a la luz allá por el mes de mayo, fue difundida por la Federación Riojana de Ciclismo a través de su página en Facebook.
De acuerdo con esta publicación, un ciclista fue sancionado con doscientos euros de multa por circular vehículo ciclo (bicicleta) por vía interurbana no portando dicho ciclo timble obligatorio, según recoge el papelito de denuncia emitido por el Departamento de Seguridad del Gobierno Vasco, aunque no detallan ni el lugar ni la fecha en los que se produjo la denuncia.
Según el Reglamento General de Vehículos, concretamente en su artículo 22, las bicicletas deberán disponer de un timbre para poder circular, obligación que también recoge la Ordenanza de Movilidad de Madrid en el artículo 39, por lo que la sanción a la que este pobre ciclista tuvo que hacer frente no es tanto contraria a la ley como desproporcionada en su cuantía.
Desconocemos cómo se llegó a esta situación, y a falta de testimonio de los implicados lo único que podríamos hacer es fabricar interrogantes: ¿Estaría el agente de la autoridad bajo los efectos de sustancias psicotrópicas? ¿Sería el ciclista el que estaba tocándole los galones al agente y éste decidió multarle agarrándose al primer fundamento legal que encontró? En cualquier caso, doscientos euros de sanción es una auténtica barbaridad.
Desconocemos cómo se llegó a esta situación, y a falta de testimonio de los implicados lo único que podríamos hacer es fabricar interrogantes: ¿Estaría el agente de la autoridad bajo los efectos de sustancias psicotrópicas? ¿Sería el ciclista el que estaba tocándole los galones al agente y éste decidió multarle agarrándose al primer fundamento legal que encontró? En cualquier caso, doscientos euros de sanción es una auténtica barbaridad.

Una alternativa mucho más efectiva sería aprovechar el molesto chirriar de los frenos mal colocados o emitir un buen berrido a tiempo, porque la efectividad del timbre es más que discutible. De hecho, los conductores no suelen oírlo y los peatones creen que es una campanita que suena porque otro ángel se ha ganado sus alas.