jueves, 15 de enero de 2015

La bici en Valparaíso




"Me recuerda un poco a mi pueblo en Cuenca, Valparaíso de Arriba". 

Juan de Saavedra, 1535, camino de la conquista del Perú

La bici en ValparaísoQuizá no haya lugar tan peculiar en su urbanismo y la manera de resolver la movilidad en toda Sudamérica como esta ciudad congelada en el tiempo. La bici busca su sitio, y no es fácil encontrarlo entre los trolebuses más antiguos del planeta, inclinados ascensores victorianos, buses con narradores, locos taxis colectivos, colaboración vecinal para realizar el transporte de las mercancías a los ancianos de los barrios altos y un censo oficial de 7000 perros vagos.

Su declaración de los barrios altos como Patrimonio de la Unesco como reacción ciudadana a la construcción de un edificio en el puerto volvió a poner a Valparaíso en el mapa internacional tras un siglo de decadencia, pero a su vez deteniendo artificialmente la espontaneidad de una ciudad "desgreñada, que nunca acaba de peinarse", en versos de uno de sus habitantes de aquellos barrios, Pablo Neruda.

EnbiciporMadrid ha estado allí.



El camino hacia la quimera del oro

Hubo un tiempo que Valparaíso fue el centro del mundo. La fiebre del oro que se desató en Norteamérica allá por 1848 atrajo a millones de europeos que se embarcaron durante décadas en largas travesías marinas a través del Atlántico, pasando por Buenos Aires, el Estrecho de Magallanes y recorriendo toda la costa del Pacífico. Ahí esperaba Valparaíso ofreciendo servicios y acomodo a los europeos que iban hacia California, y recogiendo parte del oro de los que viajaban de vuelta.

Muchos se quedaban unos pocos días, otros semanas, otros no llegaron a continuar su viaje, pues descubrieron que también se hacía oro atendiendo a los que vendrían detrás. En pocos años la llanura ocupada por la vieja colonia española se convirtió en el principal puerto del Pacífico, una ciudad cosmopolita con tranvías de dos pisos, comercios con caros productos de ultramar e imponentes edificios imitando la arquitectura de moda en París.


La bici en Valparaíso
Foto: Museo Histórico Nacional de Chile

Entre todas, destacaba la calle Serrano, la arteria principal que llegó a ser la más cara y lujosa de Sudamérica. Allí abrieron los mejores negocios aquellas familias que decidieron quedarse y que prosperaron a la par que la ciudad: boutiques con perfumes franceses, elegantes trajes traídos de Inglaterra o incluso algún hotel de lujo capricho de un noble italiano.

Los recién llegados iban construyendo sus residencias en los terribles desniveles de las colinas circundantes, el único suelo barato que iba quedando disponible. Allí se iban agrupando por afinidades culturales: alemanes en una ladera, ingleses en aquel terraplén, serbios en ese otro montículo. En esas ubicaciones incómadas construyeron con su arquitectura natal extrañas casas colgadas, templos de cultos no católicos permitidos en Chile por primera vez e importaron la última tecnología punta de Europa: ascensores de trayectoria oblícua a vapor (posteriormente eléctricos). Muchos. Hasta 30 llegó a haber funcionando a la vez para comunicar cada una de las colinas de inmigrantes con la llanura que era el centro y el puerto.

La bici en Valparaíso
Foto: Museo Histórico Nacional de Chile

Todo terminó en verano de 1914. La Gran Guerra que el asesinato del Archiduque desencadenó provocaría un éxodo masivo sin precedentes de europeos hacia América, pero ya no harían escala en Valparaíso. La misma semana Panamá abría un canal que evitaba el gran rodeo por el Estrecho de Magallanes y condenaba a Chile a ser una esquina periférica de las cartas de navegación. 


Y el tiempo se paró. Los inmigrantes dejaron de llegar. Los negocios que vivían de atender a los inmigrantes cerraron. Se paralizaron los nuevos proyectos. Los ascensores fueron abandonados graudalmente cayendo en la ruina y el olvido según los terremotos los derrumbaban o la vegetación se los comía.

La calle Serrano perdió su esplendor y sus edificios fueron decayendo. Aquel hotel de lujo que construyó el noble italiano nunca llegó a abrir: se terminó una semana antes. Su propietario pensó que ya no habría clientes y lo convirtió en su residencia familiar. Así pasó a sus hijos, y de estos a la única nieta que sigue viviendo en lo que ahora es un edificio de cinco plantas que amenaza ruina. Es la anciana señora de la foto, la última italiana que queda en Valparaíso y que te saluda con un "buon giorno" al pasar.


La bici en Valparaíso
La bici en Valparaíso


Han pasado cien años

Los habitantes de las ciudades más fascinantes que he visitado han sabido reaprovechar las ruinas caídas de las estructuras de un edad de oro anterior que ya no se pueden seguir usando tal y como fueron planeadas, como los líquenes que aparecen sobre un gran tronco caído.

Barrios medievales que han ocupado un gran palacio de tiempos del Imperio Romano, las huertas cultivadas entre los restos de hoteles de lujo en Detroit, o las autopistas elevadas en ruinas por las que corretean los lobos de la serie Wolf's Rain...


La bici en Valparaíso




La bici en ValparaísoValparaíso es uno de esos sitios mágicos. No tiene lobos, pero sí grandes perros que vagan libremente siguiendo con curiosidad la ruta de los otros habitantes (los porteños) o que toman el sol viendo pasar alguno de los viejos ascensores inclinados que todavía funcionan, en algún número entre cinco y dieciséis que nadie sabe concretar (en esta página lo intentan): algunos proyectos de nacionalización, otros de privatización, restauraciones que nunca acaban y ascensores que ayer funcionaban y que hoy tienen una pieza rota. Será necesario encargar el respuesto a Inglaterra o a Lyon, donde todavía conservan la antigua tecnología de hace un siglo. Tardará meses en llegar.

 





La bici en Valparaíso

Imprevisible. Cosas que un buen día aparecen y otro han dejado de existir; no es una exclusiva de los ascensores. Sucede con el propio paisaje urbano, que los propios ciudadanos van modificando con las reglas de un ecosistema selvático. Los grafiteros dejan sus tags en cualquier pared, como sucede en muchas partes del mundo. En esta ciudad el propietario de una casa puede decidir el aspecto de su fachada sin pedir permiso al ayuntamiento; para evitar cualquier firma con poco valor estético, encarga a algún artista urbano que le pinte la pared con algo de mejor calidad. Éstos encuentran así un escaparate para su creación, que defienden con uñas (y pintura) de cualquier invasión grafitera posterior.

Los artistas compiten entre sí. Saben que los mejores pueden recibir encargos en otras partes de la ciudad, o incluso dar el salto de fama internacional. Quizá en la parte baja no sea muy común esto, los bloques de viviendas implican acuerdos entre vecinos. Pero la parte alta está llena de casitas unifamiliares. ¿Se imaginan coger uno de esos ascensores y al salir encontrarse con alguna de estas estampas?


 La bici en ValparaísoLa bici en Valparaíso




























Por supuesto, el arte urbano, una vez que florece, no se limita a esperar encargos, sino que modifica una calle de un día para otro.

Aprovecha tapias jugando con la vegetación espontánea...

La bici en Valparaíso ...realiza miniaturas del tamaño de un escalón...
La bici en Valparaíso
 ...o decora rampas de hormigón, que gracias a la pintura se vuelven lisas y pueden usarse como toboganes.
La bici en Valparaíso
No es el único sitio donde los toboganes forman parte de los desplazamientos cotidianos. En algún jardín junto a la parte alta del Ascensor Concepción el tobogán es una alternativa entretenida a las escaleras.

La vida en los barrios altos


Quedémonos en uno de estos cerros de difícil acceso para descubrir cómo los problemas de movilidad han moldeado a los habitantes porteños. Aunque llegaran a funcionar alguna vez los treinta ascensores, sólo unas pocas casas antiguas los tienen cerca para salvar los casi 100 metros de desnivel. Las fachadas decoradas suben 2 km colina arriba por calles de difícil tránsito con muy pocas tiendas para abastecerse.



No todos los habitantes tienen auto, y los más ancianos del lugar no están para tonterías como escalar las épicas cuestas o cruzar esas calles por donde bajan los autos a 90 km/h de los que sólo cabe salvarse trepando a unas aceras con vocación de andén de metro.
 La bici en Valparaíso


Afortunadamente, tampoco faltan los jóvenes, que avisan a sus vecinos mayores cada vez que van a bajar, por si necesitan un porte. Éstos les agradecen su recado con algún alfajor casero. El resultado de esta dependencia mutua son unos fuertes lazos vecinales, y eso dota a las colinas de una fuerte personalidad, y a los habitantes de Valpo de una gran sociabilidad, algo que permite algunas maneras de moverse algo peculiares.

Colectivos locos, buses teatrales y trolebuses históricos

Viniendo de Europa, se cree uno integrado cuando le hablan de "tomar el colectivo de la compañía Pacífico, el de cartel naranja hasta el museo" y se imagina que le hablan de un bus, que es como los llaman en varios países americanos. Hasta que desembarca uno en la terminal rodoviaria por primera vez y ve pasar buses sin ninguna identificación similar. Pero sí taxis.

En Valparaíso, los taxis son "colectivos". Funcionan como una línea de autobus, con ruta y tarifa fija, más rápidos y algo más caros. Y claro, hay que aprender a llamarlos indicando con los dedos de la mano cuántas plazas se requieren, porque ya pueden ir parcialmente ocupados.

  La bici en Valparaíso

¿Se han dado cuenta que en Madrid los taxis libres no se adelantan entre sí para coger clientes? Es una norma no escrita para evitar que las calles no se conviertan en la jungla. Es algo que uno descubre cuando monta en uno de esos colectivos, pasajes hacia una muerte temprana. No sólo hacen carreras en mitad de las transitadas calles del centro, sino que se dedican a cerrar el paso al autobús para quedarse con alguno de sus clientes. Si han sido rápidos, habrán conseguido llenar los 4 asientos antes de tomar alguna de las colinas con sus cuestas del 20%, sus curvas de 180º, todo ello a gran velocidad. Para compensar la emoción del viaje, suelen tener la cortesía de acercar a la gente a la puerta de su casa, una vez terminada la ruta oficial.

Quizá más desconcertante sea la experiencia del viaje en bus. Verlos pasar con los chavales colgando por fuera para ondear la bandera de su equipo de fútbol ya indica que esta ciudad hace tiempo que funciona con normas poco comprensibles para las cuadriculadas y timoratas mentes europeas. Esa informalidad se hace patente al leer los avisos de "no hable con el conductor". Mejor verlo.

La bici en Valparaíso


Y cuando ya uno cree que lo ha vivido todo, es cuando sube el predicador vegetariano.

La bici en Valparaíso

Su dicción era apasionada, su discurso creciente en busca de un clímax... "el bus no sigue más" comenta el conductor. "¿Cómo? No me pueden hacer esto ¿dónde van todos? ¡Ahora venía la mejor parte, no pueden irse sin conocer la importancia de la dieta vegetariana!" grita desconsolado mientras la gente abandona el vehículo.

Por último, si el calendario nos agracia con un día laborable, podremos experimentar el mejor viaje en el tiempo que proporciona esta ciudad. Miren la foto, no es de 1950 sino de 2014.


La bici en Valparaíso
Si tienen la mala suerte de ser festivo, no podrán subir en los trolebuses de Valparaíso, pero sí verlos  dormir en la Avenida Argentina, donde está tomada la estampa. Con las líneas ya instaladas, el primer encargo de trolebuses en 1948 se fue a Santiago nada más desembarcar (algo habitual), y sólo las protestas consiguieron los fondos para una nueva remesa años más tarde... que de nuevo fue a Santiago. Eso sí, devolvieron los primeros, ya usados. Así, con material reciclado de otra ciudades (algunos también vienen de Suiza) se conforma esta increíble flota de los trolebuses más antiguos del planeta.


La bici en Valparaíso

¿Y la bici?

Pues no hay. En una ciudad de cuestas infernales, algunas empedradas, con autos corriendo como alma lleva el diablo y un transporte público que de una manera ingeniosa ha conseguido hacer que la ciudad volviera a funcionar por encima de sus cenizas (algunas metafórica y otras reales) ¿quién se plantea ir en bici? Valparaíso es también extraña en esto, no hay muchas ciudades en Chile donde la bici no se esté haciendo un hueco.

Sí, es cierto que este es un blog de bicis. Pero también les confieso que en esta ocasión, este vehículo ha sido un simple anzuelo desde el título hasta el final para contar la increible historia de esta ciudad, que ya ven que merece la pena ser contada.

Tanto como descubrir la única bici que verán allá: 

Foto: strassenfotojournal.com

 

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