2/2 El gran reto:
El viernes, llenos de nervios, salimos juntos desde Madrid. Serán 4 horas de viaje en coche que acometemos en grupo. Los maleteros llenos de recambios, herramientas, mudas. Por si acaso, nunca se sabe. Laura y Niko salieron unas horas antes con las bicicletas. Y a el resto de Soplaos (Fernando, Jarein y yo) nos acompañan nuestras parejas/sufridoras. Vienen a darnos unos ánimos que seguro que necesitaremos, y soporte vital en ruta, si algo falla. Llevo toda la mañana nervioso en el trabajo, pensando una y otra vez dónde me he metido.
Por el camino rememoro los puntos por donde pasamos en la ruta desde el Burgo de Osma, donde nos quedamos arreglando la avería de David, donde nos perdimos… Vaya Odisea
Atravesamos Burgos y Palencia entre fuertes ráfagas de viento que no hacen sino acrecentar mis nervios… Odio el viento. Nada me desmotiva más sobre la bici.
Al cabo de tres horas de viaje, empezamos a acercarnos a Cantabria, y el horizonte se cubre de nubes, y peor aún, de montañas. Empiezo a resoplar, mientras Marta, mi mujer al lado se ríe: ¿Qué pasa? ¿Esto era lo que querías no?
La verdad es que da miedo, hasta que subimos los primeros puertos y llegamos a Cantabria. No es que la cosa mejore, pero sí la perspectiva. Tremendos paisajes de colinas de verdes pastos en las que las vacas rumian tranquilas. Las vistas son emocionantes. Aquí
y allá se ve alguna pista con cuestarrones de vértigo,
y pienso que alguna será para nosotros. Pero nos puede la belleza del paisaje. Lo tenemos claro. Fácil no va a ser, pero sí bonito.
Por fin llegamos a la casa rural en la que vamos a alojarnos, donde nos esperan Laura y Niko ya con
los dorsales.
Y empieza un aluvión de pequeños arreglos de última hora. Las cosas que seguramente no
servirán de nada, pero que si no las hacemos no nos dejarán dormir.
Tras un repaso a cadenas, ruedas, etc, colocamos los dorsales en las bicicletas (momento en el que descubrimos que a Fernando le han cambiado su dorsal por el de un tal "mylord") . Jarein nos ha preparado una sorpresa más. Unas pegatinas para adherir a la bicicleta, con lo que ya se ha convertido en nuestro lema. #ElSoplaoestáChupao y otras con el perfil de la prueba.
La verdad es que me hacen una ilusión tremenda porque sé que nos ayudarán a recordar la epopeya soriana, y a vencer cualquier dificultad.
 |
Últimos retoques antes del gran día |
 |
Esto es lo que leerá Jarein cuando se retuerza en el Negreo. Efectivo! |
Una vez hemos acabado con la mecánica pasamos a la acción. Una maravillosa cena especialmente preparada por Fernando a base de pasta y toda clase de condumios de alto aporte energético para dejar la baterías bien cargadas. Laura insiste una y otra vez en que ella solo va a hacer la ruta corta de 116 km y los demás en que puede con todo y más. Y con esos paisajes, ¿Por qué acortar la ruta pudiendo disfrutarla entera?.
Es una noche mezclada de sensaciones. Estamos alegres. El día que tanto hemos esperado ha llegado. Nuestras parejas a nuestro lado, María, Marta, Auxi planifican el día de mañana, en el que mezclarán un poco de turismo por la zona, y cruces con la ruta para hacernos de "supporters" y de coche escoba. Para nosotros es algo muy importante. El pronóstico del tiempo es muy variable, lo que nos hace dudar si la indumentaria deberá ser de verano o de invierno, y, sobre todo, si la lluvia hará imprescindible tirar de chubasquero y ropa impermeable. Así que la mejor opción es salir con un plan y contar con ellas por si hay que cambiar de estrategia en ruta. Además de llevarnos las más que previsiblemente necesarias luces para cuando se nos haga de noche. Es ya tarde cuando por fin nos vamos a la cama. Mañana es el gran día.
Madrugamos mucho. Hay que arreglar el problema del dorsal de Fernando y además
intentar conseguir una buena posición en la salida. Hace bastante frío, y nos decantamos por equiparnos de largo y tras aparcar a las afueras, entramos con las bicis a Cabezón. Multitud de ciclistas ruedan por las calles rumbo a la salida. Todo son nervios. Ahora falla el GPS, que se ha liado con los pulsómetros de otros ciclistas alrededor. Todos estamos un poco histéricos, hasta el punto de que olvidamos hasta hacernos la tradicional foto de grupo. Esta,
que hizo David es la única constancia de nuestra salida.
Al final, con el lío del dorsal nos confundimos y acabamos colocados en un callejón sin saber que nos estamos "colando" por delante de multitud de ciclistas que seguramente habían llegado antes. Prometo que lo hicimos sin querer….
 |
Listos para la salida |
 |
Diez... Nueve... Ocho...Siete... |
Y empieza la cuenta atrás. Al ritmo del "
Thunderstruck" de los AC/DC, el himno del Soplao, empezamos a pedalear. La salida por las calles de Cabezón es increíble, mientras oímos la música, todo el pueblo nos anima en calles y balcones. Me emociono tanto que hasta se me cae una lagrimita. Ya estamos aquí. Pero no hay tiempo para el relax. Rápidamente empiezan a adelantarnos otros ciclistas, ansiosos por coger posición. Son los PRO's que ruedan como alma que lleva el diablo. Laura y yo nos hemos quedado atrás del resto. Tal y como le he dicho, vamos a ir a nuestro ritmo, juntos. Los nervios hacen que el pulsómetro vaya 30 pulsaciones por encima de lo normal, casi como si estuviéramos subiendo un puerto, y eso que estamos llaneando. Las calles son una auténtica montonera, en la que más que esquivar ciclistas, solo puedes dejarte llevar. Y enseguida empiezan las hostilidades: San Ciprián (km 6). Es poco más que una tachuela de 3 kilómetros.
Pero también una declaración de intenciones: algunas rampas próximas al 19% nos recuerdan que esto no va a
ser un camino de rosas. Es muy difícil no caerse entre tanto ciclista.
 |
Laura inicia la primera subida: San Ciprián. Ahora entiendo lo de la "Serpiente multicolor" |
No puedes elegir tu trazada y todos culebreamos un poco por la pista estrecha. Un poco de molinillo y ya estamos arriba. La subida ya nos ha dado otro adelanto de lo que va a ser el día: Verdes praderas y un paisaje de ensueño. Estamos alucinados con los campos, y eso nos anima. Una vez que muchos de los PRO nos han pasado, empiezan las bromas, el buen rollo entre todos los que casi obligados, vamos juntos. Silbamos "Verano Azul" mientras trepamos entre risas y preguntamos al público "Queda mucho?". Tras coronar, empieza una rápida bajada, y una desagradable sorpresa. Casi tras la primera curva veo engancharse delante de mí a dos ciclistas que se van al suelo. A punto estoy de comérmelos y a duras penas logro parar la bici a tiempo. Laura también. Gritamos y por fortuna, nadie nos atropella. La peor parte del accidente se la lleva una chica. Está en el suelo bastante dolorida y con heridas en rodillas y codos. Laura la socorre mientras yo procuro desviar al resto de ciclistas porque estamos en un punto muy peligroso. Repite una y otra vez "Me ha tirado, ese tío me ha tirado". El tío se ha dado a la fuga. Sin preguntar siquiera como estaba. Seguramente es uno de esos "PROs" más preocupados por hacer tiempo que por disfrutar. Un impresentable al que solo puedo desearle que un par de pinchazos le amargaran la ruta. Como puede se pone en pie, para intentar volver al alto (apenas hemos bajado 300 metros) a recibir ayuda de la organización. Así que
seguimos, algo tristes, la verdad. Ese rollo no nos gusta.
 |
Bajo el sol, toda la gama de verdes destaca aún más. |
Tras la bajada, que nos tomamos con mucha calma subimos otro par de tachuelas: San Vicente del Monte y Carrancias. Sigo entusiasmado con el paisaje y hago fotos, conforme por fin el grupo empieza a abrirse. la gente me mira extrañada: "Tan sobrao vas que haces fotos?". Lo cierto es que no, pero los paisajes son demasiado bonitos para no llevarme un recuerdo. El pelotón vuelve a compactarse en cada estrechamiento y hay que extremar la precaución y es difícil rodar cuando la subida se pone complicada. Es en esas cuando llegamos a uno de esos puntos
míticos del Soplao: La Cocina. Son apenas 2 kilómetros, pero con rampas del 10 al 22%, que encaramos con sentido del humor (al menos los "paquetes" de cola) cantando: "Siempre que vienes a casa,me pillas en la cocina, embadurnada de harina, con las manos en la masa....". Lo peor de la Cocina no son las pendientes, sino el suelo roto, lleno de piedras en el que traccionar es imposible, y más si entre tanta gente no puedes elegir la trazada. En cuanto algún ciclista se bloquea, obliga a los demás a bajarse. Un par de veces me toca echar mano del empujabike. Laura en cambio, con su molinillo demoledor devora las piedras y se abre camino entre los ciclistas atónitos.
Sin siquiera un descanso, salimos a una carretera para encarar la subida al Soplao (6 km al 7%). Aquí sí me siento en mi terreno. Una carretera ancha en la que ya nadie estorba. Subo a mi ritmo mientras adelanto a uno, a otro. Bueno, no va mal la cosa. Las piernas empiezan a desentumecerse y el pulsómetro va mejor, alto, pero mejor. En el alto, junto a las preciosas
Cuevas del Soplao y unas vistas de impresión, está el primer avituallamiento. Como en casi todos los avituallamientos, hay plátanos, bollería (en alguna hay también algún bocadillo despistado) y una bebida isotónica. Cogemos
algunos plátanos, bebida y a seguir.
La bajada es muy peligrosa (divertida dirá alguno): Pendientes muy fuertes, bacheada, por un suelo de tierra que afortunadamente está bastante seco. Como muchas de las bajadas la hago despacio, y buscando la peor trazada: Sé que si me fuera a la mejor me pasarían por encima. La bajada acaba con un tramo de hormigón rallado con pendientes del 30%.
El rallado hace que la mano me moleste mucho, pero lo importante, el objetivo principal
que es no caernos lo conseguimos.
Abajo nos esperan Celis, lleno de gente que me anima a mí y vitorea a Laura. Esta chica vale mucho… Los siguientes 10 km los hacemos por una carretera por el medio del valle. Junto al río
recorriendo un cañón . Rodamos
a unos "tranquilos" 24 km/hora, aprovechando para subir la denostada
media. No es que nos importe, pero sí que necesitamos hacer la ruta al menos a 10 km/h si queremos entrar "dentro de control". Un reto dentro del reto. En el km 42, un desvío nos saca de la carretera a una pista, con tramos de hormigón rallado. Es el comienzo del Monte Aa. Se hace más duro de lo que pensábamos (5,5km al 2,5% y 3km al 9% con rampas del 15%), con el hormigón rugoso, roto en muchos puntos. Empiezo a ver a gente bajarse y caminar. No es nuestro caso. Laura y yo seguimos, cada uno a nuestro ritmo, con tramos de molinillo, y tramos de potencia. A pesar de los resoplidos del personal, se me hace fácil, y sobre todo hermoso. La subida tiene unas impresionantes vistas al valle así que hago muchas fotos antes de alcanzar el alto.
Bajada
rápida, bacheada (aquí la mano vuelve a vengarse de mí) y llegamos a Ruente. Allí, además de pedir un ibuprofeno para la mano a un coche de la organización paramos en el avituallamiento. Miro el GPS. Llevamos más de 2.000 m de desnivel positivo acumulado. Tanto como en nuestra ruta doble de Morcuera, pero en apenas
60 km. Y lo que nos queda. Pero el paisaje nos tiene embelesados. Nos estamos divirtiendo de lo lindo, disfrutando de cada subida, de cada pedalada. Queda mucho, hay que reservar, sin confiarse. Pero la cosa va bien. En fila de a uno
y tras esperar la pertinente cola, atravesamos el puente de Ruente, un paso singular, y otro de esos puntos típicos en El Soplao, que hay que atravesar uno por uno. Atravesamos Ucieda, de nuevo entre los ánimos de los paisanos, que nos saludan en pueblos, en carreteras. Es de las cosas más bonitas de la carrera y salimos a una pista ancha, que sube suavemente a las primeras rampas del Alto del Moral. Un portachón de 13 km, los 10 primeros a un continuo 7% con alguna rampa de hasta el 20%. Ya hemos estudiado el recorrido y dicen que aquí se decide el Soplao. O pasas bien el Moral o te hundes, y si lo haces, más vale que cojas la escapatoria que hay justo a la bajada. Empiezo tranquilo, con cabeza, tirando de pulsómetro. De
nuevo cada uno a su ritmo, dejo atrás a Laura (aunque me coge de vez en cuando cuando paro a hacer innumerables fotos).
 |
Las vistas desde el Moral. El "Paraiso Cántabro" |
Empiezo a pasar ciclistas, uno, otro. Gente a pie. Me animo tanto que tengo que contenerme. Queda mucho, pero aun regulando voy como un tren. Las rampas recuerdan a mi querida Morcuera. Los paisajes, son igual de indescriptibles. Lo tengo claro, a mí nadie me va a hacer perderme esta diversión. Voy hasta el final. A falta de 1 km para el alto cojo a Jarein.
Juntos coronamos el Moral. Tengo un subidón increíble. Una auténtica borrachera de paisajes. Quiero más. Cogemos líquidos en el alto, y Jarein sigue adelante por su cuenta. YO no sé si esperar a Laura, pero mientras busco el teléfono para llamarla y ver dónde anda, aparece.
Feliz como siempre, y ¡Dispuesta a seguir!
Casi sin darse cuenta pasamos por Juzmeana, el primer punto en el que Laura "pretendía" escaparse. Pero lo estamos pasando tan bien que no hay duda de seguir adelante.
Por el camino he hablado con Marta un par de veces. Tras algo de turismo, van a encontrarse con nosotros en Bárcena Mayor. María, Auxi y Marta nos dan todos sus ánimos, algo de avituallamiento y les damos los chubasqueros que ya sabemos que no vamos a usar. Otra cosa bonita de hacer esta carrera, tener el privilegio de recibir ánimos de nuestra "hinchada" personal. Nos cuentan que Jarein pasó hace un rato pero no saben nada de los demás. A la salida de Bárcena, un pueblo precioso, que conserva la construcción tradicional de la zona, nos adentramos por una pista en un tupido bosque de hayas, junto al río, internándonos en lo mejor del Parque Natural del Saja-Nansa.
 |
Jarein saluda a nuestras animadoras |
 |
Auxi nos anima a pie de carretera. Así da gusto dar pedales. |
De nuevo se pone cuesta arriba. Son las primeras rampas del alto de Fuentes. Es un puerto eterno, de más de 16 km, y una pendiente media del 4%, que va endureciéndose más y más.
Empiezo fuerte, de nuevo dejo a Laura, y al poco cojo de nuevo a Jarein. Disfruto del bosque, del rumor del agua, y de ir pasando uno tras otro a otros ciclistas. Los primeros 10 km por el bosque se me hacen muy agradables.
 |
Laura empieza la subida de Fuentes. El bosque es mágico |
 |
El rumor del agua refresca los motores en la subida |
Luego el monte se abre, estamos ganando altura, y las pendientes duelen un poco más. Muchos tramos al 12, 15%. Las piernas se me están cargando.
Paro un momento, vuelvo al ataque y llego arriba. Allí, avituallamiento, de líquidos, y le envío un mensaje a Laura. Voy a seguir adelante así me tomo la bajada con más calma. Una bajada muy rápida, por una pista de tierra bacheada que hace que la mano duela aun más y en la que me pasan muchos muchos ciclistas. Casi sin tiempo a lamentarse empieza la subida de Ozcava
no sin antes tomar otro ibuprofeno por cortesía de la organización (la mano está molestando más que de costumbre) lo que me retrasa mucho. Arranco de nuevo, y ZAS, un tremendo calambre me bloquea la pierna izquierda. No puedo doblarla y el dolor es insufrible. Por no poder no puedo ni sentarme. Otro compañero que me ve me ofrece ayudarme a estirar, pero como le digo, no tengo claro poder sentarme sin que la otra pierna se acalambre también.
No sin
dificultad consigo ponerme a caminar. Tengo miedo de que no se desbloquee, y de que el tirón me deje los músculos agotados. Es entonces cuando aparece Laura. Ha dejado atrás a Jarein y se pone a mi paso. Tenerla al lado me anima, y vuelvo a subir en la bici, con desarrollo muy corto consigo que poco a poco la pierna se vaya soltando. Cada vez que la dejo quieta vuelve a amenazar, así que pedaleo hasta cuesta abajo. Hay que seguir, y a ser posible, dando pedales, que si no, el tiempo se nos va, y con él el objetivo de llegar en control. Gracias a Laura y a sus ánimos corono Ozcava.
 |
Las vistas desde Ozcava te dejan sin palabras |
Empieza la bajada. De nuevo rápida, con unas vistas impresionantes del valle. Casi da pena ir deprisa. Hay puntos bastante complicados, torrenteras en mitad de la pista que nos obligan a ir despacio. Bueno a nosotros,
que solo queremos llegar. De nuevo nos pasan muchos de los que adelantamos en la subida. En Colsa, dejamos la pista para seguir por carretera, aún de bajada, muy rápida y curveada en la que más de uno está a punto de llevarse un disgusto. Y así llegamos a Correpoco. Allí nos esperan de nuevo nuestras animadoras.
Fotos de rigor, reaprovisionamiento, besos y ánimos, imprescindibles a estas alturas. También luces porque Laura se ha olvidado la batería. Estas asistencias son un LUJO.
Ya quisieramos contar con ellas en muchas de nuestras rutas (Chicas, os animáis? ;-) )
 |
El descenso de Ozcava. ¿De verdad hay que ir rápido? |
Mientras estamos allí aparece Jarein. Va a cambiarse de ropa mientras Laura y yo salimos. Correpoco es un tremendo pedregal. Una zona muy técnica en la que Laura y yo nos aburrimos de caminar de piedra en piedra. Difícilmente ciclable y menos para nosotros y con estas piernas (sobre todo las mías que amenazan tirones cada dos por tres). Así que lo tomamos con calma, como casi todos. Luego descubriremos que Jarein sí se ha sentido como pez en el agua, a este vasco le encanta comer piedras, y se ha repuesto del todo.
 |
Correpoco |
Bajamos por fin a Neredo (km 134). Es la última escapatoria… para el que la necesite. Para aquellos que quieran escaparse del "coco" del Soplao: El Negreo .
Llegar aquí ha sido el objetivo mental que me he marcado en mi preparación. Porque todo el mundo dice que es un puerto imposible, que todo el mundo se baja. Y si hay que caminar, pues se camina, no hay de qué avergonzarse. Son más de las ocho de la tarde, y siento que el objetivo está cumplido. Vamos a llegar. No podrán echarnos porque en Neredo está el último punto de control. Aquí acaba el agobio por la media, por los tirones. Así que me animo. Las primeras rampas del Negreo son tremendas, pero las hacemos montados. Van endureciéndose más y más. Me animo a gritos "¡Vamos! "y tiro por esas rampas primero del 18%, y que luego suben hasta el 29%!. Es una locura. Todo el mundo camina. Yo aguanto hasta que un nuevo tirón me obliga a bajar.
 |
Marta "trepando" las primeras rampas del Negreo (y estas eran las fáciles). Evidentemente la foto es del día después. El de la carrera no estábamos para mucha foto. |
¿Dije todo el mundo? Noooooo! Hay una chica con un molinillo prodigioso que deja con la boca abierta a todo el mundo. Laura sigue a los pedales. Tras 300 metros eternos llegamos al último avituallamiento, en el que no cogemos nada , salvo una buena untada de Reflex que me ofrece una chica de la Organización. Con ese bálsamo de Fierabrás, y con la pequeña parada, las piernas se recuperan un poco. Vuelvo a montar (Laura sigue y sigue) y tiro adelante. Llega Jarein y me voy detrás de él. Las rampas son del 29, hasta el 31%. Las miras. Piensas: Es imposible subir eso. Metes la cabeza en el manillar y para adelante. Casi lo consigo hacer entero. De nuevo calambres. Pero ya no van a detenerme. Paro un momento, camino hasta el siguiente descansillo, y vuelta a montar. La pendiente suaviza (15-17%) y pasa de una pista de hormigón rallado a una pista de tierra, con piedras sueltas. No es mucho más fácil, pero se agradece. Y de nuevo, otro paredón al 30%. Esta vez aguanto. Me da un calambre esta vez en la derecha, pero ni me paro. Con el dolor y todo sigo pedaleando. Laura y Jarein me dejan atrás. Salvo ellos, son muy pocos los que no van caminando. Son seis kilómetros que tardamos una hora en subir.
Ya es de noche cuando llego arriba. Me espera Laura, entre la niebla. Colocamos las luces. Esto esta hecho, ahora sí que es solo dejarse caer. Entre la niebla y las gafas empañadas no veo apenas, así que arranco muy despacio la bajada. No deja de sorprenderme ver a gente sin luces. La bajada es complicada, y con mucho polvo. Varios ciclistas sin luces se nos unen así que vamos abriendo camino. Otros nos pasan. Ya no hay prisa. En esa bajada se produjo el único accidente grave del Soplao. No lo vimos, pero fue de noche, y no me sorprende nada. De repente, tal vez asustada por nuestros focos, una vaca se cruza en la pista. Aún no sé como conseguí parar la bici a tiempo de no convertirla en carne para hamburguesas. Pero el susto es monumental, así que vamos aún con más cuidado, solo nos faltaba echar a perder ahora tanto trabajo, tantas horas, tantas ilusiones. Otro rebaño de vacas, curvas peligrosas, roderas. No hay prisa. Pero casi agradezco cuando el terreno se pone de nuevo cuesta arriba. Son apenas un par de rampas suaves, cerca de Terán. Y vuelta a bajar, hasta llegar a Ruente. Ahora sí, esta hecho. De Ruente a Cabezón es todo por carretera. Son 6 km, llanos en los que cogemos a otro ciclista sin luces al que animamos a que se nos una. Volamos a más de 30 km/h. Quedan fuerzas, pero sobre todo, queda corazón. Lo hemos conseguido. Son las 11 de la noche. Entramos en Cabezón. Un último sprint. Puño al cielo. Esta es la mano que me trajo aquí. Reto conseguido. Dificil? Sí. Imposible? Ni mucho menos. Si se quiere, si de verdad se cree, se puede. #ElSoplaoestáChupao.
En meta me llena el orgullo. Encuentro a todos mis amigos: Fernando, que ha hecho un tiempazo, Nikolay, David, Jarein y Laura que va conmigo. También Pelayo, un compañero de David que se nos ha unido en este periplo. Es un pleno de enbicipormadrid!!
 |
La imagen de la victoria |
Para cada uno de nosotros, para cada uno de los que acaban la prueba el Soplao es una victoria. Para los paquetes como yo, una victoria contra la falta de fe en uno mismo. Parecía imposible y lo hemos conseguido.
Al menos yo, no habría podido hacerlo sin mis amigos en todas esas rutas con las que lo preparé. Ni me lo habría planteado sin la compañía de mis amigos, y sé que sin ellos a mi lado, me hubiera desinflado a la primera dificultad. Tampoco sin la ayuda de nuestras sufridoras
antes,
con la eterna paciencia de prestar horas de vida en pareja para un reto que no es el tuyo y que a veces ni entiendes, y durante la ruta, en que nos dieron todo el apoyo cuando lo necesitamos.
Así es fácil. Ahora, a por el próximo reto!!
El Soplao: ¿Está Chupao?
Esta semana mucha gente me ha preguntado por la ruta. Y a todos digo que a mí se me hizo fácil. Muy fácil. Al menos yo iba preparado para lo peor. Para el prometido "Infierno Cantabro", de lluvia, barro y frío. Tuvimos mucha suerte. Un día de sol radiante, frío solo en las cumbres. No hubo accidentes (extremamos la precaución) ni averías. Así que la única lucha fue contra las pendientes y el cansancio. Cuando vas preparado para lo imposible, lo difícil es fácil. Casi eché de menos un poco de "salsa" con la que sazonar la épica del reto. Viendo las fotos, y rememorando la prueba y las caras de muchos de los que estoy seguro de que abandonaron, me doy cuenta de que disfrutar del paisaje fue fundamental para mí. Mientras otros sufrían con las subidas, Laura y yo las disfrutábamos más que cualquier otra cosa. Tenerla a ella a mi lado, a Jarein intermitentemente, y a nuestras compañeras en cada arcén de la carretera fue fundamental para que los kilómetros pasaran casi sin darme cuenta. No hice un gran tiempo. No era ese el objetivo. Y donde esperaba sufrir, disfruté como nunca.
Repetiría? Sin duda. Aunque siento que no lo necesito. Las muchedumbres siempre me han agobiado. Lo recomendaría? Seguro, pero con un buen entrenamiento previo. Seguramente, sin él no habríamos subido tan fácil como para disfrutar oteando el paisaje o charlando con otros compañeros de ruta.
Sí,ya sé que suena chiste, pero con la actitud adecuada, e incluso para un paquete como yo, el Soplao no es más ni menos dificil que cualquiera de nuestras rutas MTB de los sábados: Un precioso paseo por amplios caminos... ;-)