jueves, 23 de julio de 2015

Vía de la Plata 4. Mérida - Cáceres

Etapa 4. Mérida- Cáceres.

17 de Abril

Distancia: 78 km
Distancia acumulada: 300 km
Desnivel positivo acumulado: 921 m.

Y a mí enterradme sin duelo
entre la playa y el cielo...
En la ladera de un monte,
más alto que el horizonte.
quiero tener buena vista.
mi cuerpo será camino,
le daré verde a los pinos
y amarillo a la genista.
Joan Manuel Serrat. Mediterráneo


Hoy salimos pronto porque la etapa será más dura que el día anterior, y estamos mentalizados después del “descanso” y para llegar a una buena hora y disfrutar también un poco de Cáceres. Vemos en el perfil alguna cuesta que puede ser complicada y un perfil en relativo ascenso hasta el kilómetro 32, y leemos que además es camino de piedras sueltas.

Como siempre la salida de Mérida supone salir de una ciudad “grande”,  que al cicloperegrino se le suele hacer tirando a pesado. Vamos por un carril bici  medio eterno. Pero salir de Mérida también supone empezar a encontrarnos con la presencia de la calzada romana, y los vestigios que quedaron de la misma: miliarios, puentes... El primer encuentro lo tenemos con la Presa de Proserpina. Dice la leyenda, la que está al pie del embalse,  que Proserpina era uno de los tres sistemas de abastecimiento de Emerita Augusta, abarca 5 millones de metros cúbicos. Se rehabilitó en sucesivas ocasiones, y hoy en día se utiliza únicamente de forma recreativa y cultural., y nos da una foto mañanera de las de colocar la bici para que se luzcan ellas solas.


Seguimos rodeando el embalse por un camino que se deja seguir, y que nos deja una imagen para quedarse contemplando un buen rato. Es lo que ocurre, que el agua hipnotiza, te deja mirarla, y pasar así largo tiempo.

Pero este no es el momento de pasar el rato, vamos a pedalear. Hemos hecho unos 11 kilómetros y nos encontramos en Aljucén, y no sólo eso, sino que estamos a punto de llegar a la provincia de Cáceres. Aún para eso tendremos que entrar en el Parque Natural de Cornalvo. Cornalvo nos lleva de nuevo a ese paisaje de dehesa al que ya nos tienen acostumbrados las tierras del sur, pero no por eso dejan de maravillarnos.

Entrando en Cornalvo nos volvemos a encontrar con los alcornoques
Amplios caminos nos llevan por el Parque Natural de Cornalvo
Así que con esta maravilla de paisaje, que vayamos con tendencia ascendente subiendo la Sierra Centinela ni se nota, un falso llano lo llamarían algunos, y cuando tienes una pendiente en ascenso, te encuentras en determinados puntos que te dan vistas de toda la arboleda, donde una vez más te puedes quedar a contemplar. Mala suerte, de nuevo, que lo nuestro es la vida ciclista, así que seguimos una vez más no sin antes hacer uno de los rituales mañaneros: cambios de ropa, atuendo veraniego, búsqueda de un baño, y a seguir. Hoy por fin nos echamos crema protectora con ganas, parece mentira que hoy sea el cuarto día y el bote esté casi de estreno. Nos han vendido una Andalucía y una Extremadura que no corresponden.

Con todo y con eso, lo bien que nos encontramos con el paisaje, hacemos varias paradas, fotos, contemplar, ..al paisaje de alcornoques los acompañan flores silvestres. Estamos en primavera y aquí toma su mejor imagen. Repartimos así fotos a expuertas, flores moradas y amarillas que colorean un parque siempre en verde, que mi informadora oficial me confirma como cantueso y genista, alias escobas. La primera vez que conocí las escobas fue en otro viaje a Cáceres. Entonces lo contemplábamos, incultos, como algo extraordinario, casi extranjero (era casi Portugal), y llamativo. A mi vuelta a Madrid, y en todas las rutas que llevo recorriendo, la genista, la jara y la encina es el paisaje madrileño, el nuestro,  el del noroeste. Es hasta casi triste que tengas que irte fuera para conocer y valorar lo tuyo.

Seguimos con las jaras, que se han convertido en testigos de nuestro periplo, por un camino que se estrecha y nos escolta cada vez más espeso. En la retina quedan muchas de las fotos que no haces, y te das cuenta de que esas son las mejores. Siempre me pasa. Yendo en bici los ojos toman unas fotografías que en estático no quedan igual. Sentirse escoltado por un pasillo de jaras es algo que queda en la vista de uno, en el recuerdo que luego a la larga distorsionas, creando una imagen y narrativa de lo que te encontraste en ese lugar. Por eso las mejores fotos son las que no se hicieron. Aunque tengas la suerte de llevar buenos fotógrafos. Ese mismo sentimiento es más presente según pasan los días, y según las etapas se hacen más largas.

La bici de Jesús en la Cruz antes de iniciar el pasillo de Jaras
Y si antes nos admirábamos de las flores, ahora Jesús, que aún nos tiene secretos escondidos, detecta las setas que se encuentra a su paso. Le ayudan para eso algunos viandantes que nos encontramos en camino. De repente Jesús empieza a chapurrear latín, relacionarse con los paisanos, y esto es un no parar... que si amanitas no se cuantos, amanitas muscarias, amanitas ponderosas. Nos explica Jesús que estas son especies de setas que crecen en primavera y habla con los paisanos de las setas que se encuentran por aquí. Jesús los identifica por sus palos, por esa forma de recolectar tan específica de este tipo de setas.

Las setas que tanto gustan a Jesús... Amanitas ponderosas
Con este disfrute del paisaje nos hemos plantado en el kilómetro 36 de nuestra ruta, y no nos hemos dado ni cuenta. Lo que sospechábamos una etapa algo más dura se ha hecho especialmente llevadera, con subidas que nos gustan. Nos merecemos un premio, y hacemos la parada debida en Aljucén, hoy es día de mercadillo,  así que nos sirve para hacernos con unas frutas, y Jesús nos trae unos quesos como a mí me gusta. Cada uno con su especialidad, Fernando aprovecha para desmontar la bici entera (según mis criterios), y en eso que Jesús y yo nos entretenemos cada uno con sus cosas: él comprar buenos quesos, yo tomar el sol... Fernando ya ha arreglado sus problemas de cambios, ya ha recogido, y parece que nos marchamos de nuevo.

Prueba de que no se puede abarcar todo, es que a mi vuelta a Madrid descubro que en Alcuéscar podríamos haber contemplado una pequeña joya arquitectónica, la basílica visigótica de Santa Lucía, la única que permanece en pie en el sur de la península de esta época, y que fue descubierta y restaurada a partir de 1980.

Fernando monta y desmonta y todo a la mínima distracción de sus compañeros
El camino a partir de aquí será una sucesión de monumentos romanos en forma de puentes y miliarios, que se acercan paralelos a la N-630 por un camino perfectamente ciclable, salvo algún tramo que habrá que salvar vados sin que lleguemos a tener especial dificultad en cruzarnos, y que han facilitado al caminante colocando cubos de granito, que permiten cruzar sin problemas. Unos vadean ríos, otras caminamos por granito.

El primero en encontrarnos será el puente romano de Casas de Don Antonio, que cruza el rio Ayuela y nos da paso a este pequeño pueblo, donde apenas hay un bar integrando supermercado y panadería tres en uno. Poco después encontraremos otro puente, el de Santiago de Benicáliz, que reposa junto a la carretera junto a un miliario, casi con la impresión de abandonado, si no fuera por un merendero que invita a lo propio al que viaja rumbo a Cáceres. Toca sacar quesos, que no dar queso, y dar buena cuenta de las adquisiciones de Jesús. Cada vez más para mí conocer un lugar también tiene que ver con conocer sus quesos, es el mejor recuerdo que puedo llevar a mi familia de un lugar, y ellos los degustan con buen agradecimiento. En este caso nos lanzamos a por un queso de cabra blando de la Cooperativa Carantoña.

Puente de Santiago de Benicáliz
Este miliario romano nos indica que estamos en camino, sobre la Calzada Romana
Y parece mentira, pero según llegamos a cada pueblo, un nuevo puente nos espera, nuevos miliarios, en concreto en esta etapa pasamos los miliarios XXVII al XXXII.

Después de esta parada, queda continuar por cerca como siempre de la carretera nacional y la autopista, pasando en esta ocasión en todo el medio del aeródromo de Cáceres, amenizando con algunos vados  hasta que  debemos cruzar un nuevo puente n Valdesalor, donde la Vía de la Plata se cruza de nuevo con un Camino Natural, en este caso el de Cáceres-Badajoz. Apenas nos quedan 13 kilómetros para llegar a Cáceres, pero nos damos el último descanso, en un lugar donde los peregrinos caminantes, que siempre acaban la etapa antes que nosotros, están dándose un premio con una buena barbacoa. Eso es saber vivir bien. Una vez más hay que seguir, que Cäceres nos espera, pasando antes por el Puerto de las Camellas, de nuevo en paralelo a la nacional, y repetir de nuevo la llegada a una gran ciudad, esta vez por polígono industrial. Es curioso, que hay partes del camino que quedan ensombrecidas, no tengo ni una sola imagen de este tramo. Sí recuerdo sin embargo, que en mi afán por seguir el track mis compañeros de viaje y yo dimos un voltio de esos en los que recuerdas que Cáceres tiene cuestas, unas pocas, y que para llegar al albergue parece que haya que recorrerlas todas. AsÍ que culminamos con llegada apoteósica subiendo cuestarrones de adoquines cacereños ante la admiración y asombro del turisteo de esta ciudad. Foto de llegada, que a Jesús nunca se le olvida este pequeño detalle, y búsqueda del albergue, que parece que se nos ha escondido en esta ocasión.

En nuestra vuelta nocturna nos encontramos con un bar que ponen esas amanitas que tanto le gustan a Jesús, y decidimos que hay que probar eso, después de haber visto la primera parte del proceso.


Nos alojamos en el Albergue Privado Las Veletas, de esos con sabor propio y en formato de pequeño negocio que se convierten en nuestros favoritos. En este caso, adornado con patio y sus flores, y un huerto con sus bancales en terrazas. Rematan la faena con un desayuno de esos que nos gustan, fruta y zumo para el comensal, pan sin racanería, mantequilla, aceite y tomate rallado en una mesa larga donde compartimos varias nacionalidades sin distinción. Nos vamos de Cáceres más felices de lo que llegamos. Esta ciudad es preciosa, pero en eso de convertirse en un escaparate medieval, hace que el equipo cicloturista busque destinos menos embarullados.


Cosas de los Caminos: Viajar solo o acompañado


Por peticiones del oyente voy a contar un par de cosas de este asunto. Cuando alguien se plantea viajar en bici surge más que en otras ocasiones la idea de viajar en solitario. Si saco este tema es porque es la idea que me planteaba en un inicio, y habría hecho de este viaje algo muy diferente.

Para explicar esto, me acuerdo de algunas cuestiones que vienen de la psicología de las organizaciones. Podríamos decir que hay personas más bien orientadas a la tarea, y personas más bien orientadas a las personas. No es una cuestión pura, desde luego, pero enseguida sabrás decir en qué grupo te encuentras. Así, en mi opinión, quienes viajan solos es porque quieren cumplir un viaje en concreto, siguiendo el ritmo que ellos marcan y visitando aquellos lugares que en un principio han decidido. Las personas que viajan acompañadas en general tienen como prioridad la compañía. Como digo, esto se entremezcla, y los motivos habitualmente son un poco de todo.

Quien viaja solo tiene más tiempo para sí mismo, para la reflexión, la meditación. Y también para algo curioso, para conocer gente nueva. Cuando vas solo, la gente se acerca más a ti, y tú estás más proclive a relacionarte con cualquiera, aunque desde luego depende de tu carácter. Cuando vas solo decides dónde parar, el tiempo que paras, posiblemente degustas los lugares a tu ritmo y eso denota mejor sabor, o al menos más intenso, es como cuando vas al cine solo, ¿alguna vez lo has vivido?

Quien viaja acompañado tiene más tiempo para las anécdotas, para las risas, para compartir con sus amigos, para hacer grupo, para fomentar la amistad. En grupo es más fácil llegar a soluciones ante los problemas, y en grupo te atreves a más distancia, más esfuerzo y a tomar decisiones más arriesgadas. En grupo se resuelven los accidentes con más rapidez, y en grupo fomentas tu capacidad de convivencia.

Hay personas que solas se pueden llegar a aburrir, si eso de escribir, meditar o socializar con desconocidos no les va. En grupo debes renunciar a visitar esa iglesia, a tomar una cerveza más, o una menos, a alargar distancias, gastar más o gastar menos...

Es una decisión personal. Yo me decanto por el grupo porque me oriento claramente a las personas, aunque  reconozco que cuando he viajado en solitario he disfrutado como una enana de todas esas cosas que digo. Eso sí, por hache o por be, cuando he estado sola, he acabado rematando la faena en companía.

¿Quieres seguir la historia? Aquí tienes las otras etapas:
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