Si para muchos, el hacer una ruta de más de 100 kilómetros de Segovia a Madrid, subiendo un puerto por el camino, puede ser algo muy complicado... el hacerla bajo la luz de la luna llena, puede parecer toda una locura.
Puede que estemos un poco locos, pero el sábado pasado nos juntamos 21 ciclistas en Segovia para enfrentarnos con un nuevo reto, y una vez más conseguimos superarlo con éxito.

Nuestra aventura empezaba en la Estación de tren de Segovia a las 21:10. Hasta allí habíamos llegado 20 ciclistas en el último tren que hace el recorrido de Madrid a Segovia. Bueno, en realidad debería decir, de Cercedilla a Segovia, porque con las últimas modificaciones en el servicio hay que cambiar de tren en Cercedilla y esperar 7 minutos a la salida del nuevo tren.
El ciclista número 21, que había quedado con nosotros junto al Acueducto era Giovanni, que por problemas logísticos no podía venir en tren, pero como no quería perderse esta ruta había convencido a su mujer para que le llevase en coche hasta Segovia. Desde luego, hay mujeres que tienen ganado el cielo.
Aunque todavía no era de noche, nuestras bicis ya estaban preparadas para la aventura. Hay quien llevaba un solo foco de gran potencia, otros como yo, varias linternas más normalitas para ir encendiendo en función de las necesidades. Por supuesto, también luces en el casco, fundamentales para ver lo que ocurre alrededor nuestro, y no solo delante de nuestra bici.

Lo primero, antes de empezar nuestra ruta, era hacernos la foto de grupo delante del Acueducto. Para llegar hasta la plaza del Azoguejo, en esta ocasión bajamos por estrechas calles siguiendo el recorrido del Acueducto desde su inicio. Un poco de turismo tampoco viene mal.
Se está convirtiendo en todo un 'clásico' esto de hacerse la foto frente al Acueducto. Ya lo hicimos en Abril en nuestra ruta de Madrid a Segovia y la semana pasada en nuestra ruta por el Carril del Gallo y el Eresma.
Siempre hay que buscar un "voluntario" para que nos haga la foto, y podamos salir todos juntos. En este caso el fotógrafo estaba en una despedida de soltero, jajaja.
Se acaba la foto de grupo, las fotos personales que se hace cada uno (hay que actualizar la cabecera de nuestro Facebook), y los 21 ciclistas ya estamos preparados para una nueva aventura, en la que lo importante es divertirse montando en bici y disfrutar de la buena compañía.
Salgo tirando fuerte del grupo por los cuestarrones de Segovia en dirección a la carretera de La Granja, pero veo que mis compañeros se lo toman con más calma y se va estirando el grupo. Olivares se presenta voluntario para cerrar el grupo, ayudado por un walkie (llevábamos 5 en el grupo).
Entramos en el carril bici que discurre paralelo a la carretera, pongo plato grande, y una vez más me voy por delante en solitario. No hay problema, el carril no tiene pérdida. Eso de irme escapando por delante es algo que se repetiría una y otra vez a lo largo de la ruta, aunque siempre controlando que me siguieran los de detrás.

El carril bici son 5 km con una pendiente ascendente muy suave, pero se pasan muy rápido, y antes de darme cuenta ya he llegado al desvío. Nos reagrupamos, dejamos el carril bici, atravesamos el área recreativa de “El Robledo” y salimos a la carretera de Riofrío. Rodamos 500 metros y giramos a la izquierda por una pequeña carretera hacia Valsaín.

Este tramo de carretera me gusta mucho. Son unos 4,0 km por una carretera solitaria por la que suelen pasar muy pocos coches. Es un tramo muy divertido con muchas curvas y una pendiente ascendente suave, que nos permite rodar muy rápido... y con algún susto al encontrar caballos en mitad de la carretera.
Al llegar a Valsaín paramos para desviamos a la derecha en dirección al cementerio por la carretera del Robledo. Siempre que hay que tomar un desvío, el que va delante para y espera para reunir a todo el grupo y evitar que nadie puede perderse.
Después de esperar un buen rato, me dice Olivares por el walkie que Fabián ha tenido un problema con la cadena y están arreglándosela.
Cuando volví un par de kilómetros atrás pude comprobar que el problema era más grave que una simple cadena. El desviador trasero se había roto, y el "apaño" que habían conseguido hacerle le había dejado la bici con solo tres platos y un piñón útil. Se complicaba mucho la subida al puerto para Fabián.
A partir de aquí empieza la subida al puerto de la Fuenfría. El primer tramo hasta la Cruz de la Gallega es el más duro. Tiro una vez más delante y me llevo a rueda a Olivares, que se había cansado de ir cerrando el grupo. Metemos plato mediano y vamos subiendo a nuestro ritmo, escapándonos por delante. En este tramo había muchos que iban con el plato pequeño, incluso alguno que tuvo que bajarse de la bici. Los primeros kilómetros habíamos rodado rápido y alguno empezaba a notarlo en sus piernas.
Paramos en la Cruz de la Gallega para reagruparnos, y afrontar el siguiente tramo. Al salir, me equivoco, meto plato pequeño y se me sale la cadena, con lo queme adelantan algunos compañeros. Arreglo el problema y ya con plato mediano me lanzo a su captura. Nos quedan 11 km para llegar a lo alto del puerto, aunque íbamos a parar antes en la Fuente de la Reina.
En este tramo ruedo muy rápido con Ermore, y David, que van muy bien de fuerzas.
La pista de asfalto se acaba en la Fuente de la Reina. Aprovechamos para reagruparnos, beber un agua muy fresca y comer algo. Alguno pensaba que no sería necesario llevar mucha comida, y luego seguro que lo lamentó por el camino.

En la subida al puerto va bajando la temperatura, y las tormentas que oíamos de lejos están cada vez más cerca. Al final nos descargó encima un poco de agua, pero poca cosa, que no nos hizo dejar de pedalear.
La espera en el Puerto de la Fuenfría se nos hizo muy larga, pero es que Fabián tenía muy complicado rodar con la bici en esas condiciones y tuvo que hacer la mayor parte de la subida a pie.
La bajada hacia Cercedilla iba a ser fresca, por no decir que muy fría, porque al frescor nocturno había que sumar la velocidad que íbamos a coger en la bajada. En esta ocasión me habían hecho caso, y la mayoría de mis compañeros llevaban en la mochila ropa de manga larga y pantalón largo... incluso periódicos para meterse entre la ropa ¡qué previsores!
Yo iba "de corto" y creo que no he pasado tanto frío en todo el invierno.

Paramos en el Mirador de la Reina, en el de Vicente Aleixandre, incluso algunos bajamos hasta el de Luis Rosales, que tiene unas vistas alucinantes de todos los pueblos de la Sierra iluminados a nuestros pies.
Qué pena no llevar una buena cámara con trípode para sacar mejores fotos.

La bajada del puerto es muy rápida, por una pista de arena en la que se suceden los sustos por derrapes. El tramo de carretera es todavía más rápido, rodando por encima de 50 km/h... y yo helado de frío!!!

Nos reagrupamos en la barrera que da acceso a la zona recreativa de las Dehesas, y afrontamos el último tramo por carretera hasta Cercedilla. ¡Qué velocidad... y qué frío!
En Cercedilla Fabián y Marianna deciden abandonarnos y volver a Madrid en bus o en tren. El primer tren pasaba a las 6:30, pero tuvieron la suerte de que el conductor del bus de las 4:00 quisiera montar sus bicis y llevarles a Madrid. Según me contó Marianna, en conductor muy amable, que incluso les ayudó a desmontar la rueda de la bici para poder meterla dentro.
Con mucho retraso acumulado por los problemas mecánicos, y por los que van más "flojos", los 19 ciclistas del grupo seguimos ruta saliendo de Cercedilla por el Camino del Calvario. ¡Vaya cuestarrón infernal!
Desde allí, bajamos por carretera hacia Navacerrada, y entramos en el pueblo por un sendero muy empinado que hicimos a pie. Es muy difícil hacerlo sobre la bici, y más por la noche.
Aprovecho las dos siguientes imágenes para mostrar la diferencia entre una luz potente y otra más débil. Alguno llevaba focos muy potentes, aunque no podía ponerlos a tope por reservar la batería (al máximo duran 2-3 horas), había que pensar que la ruta era muy larga.
Atravesamos las calles de Navacerrada y salimos hacia el Este por un estrecho y divertido sendero que lleva a la carretera. Alguno creo que se mojó un poco al cruzar un arroyo.
Al otro lado de la carretera, tras pasar una cancela, llegamos a una de las bajadas más divertidas de la noche. Es un sendero muy estrecho y muy rápido, con curvas, subiendo y bajando, en todas estas zonas iba yo delante bastante rápido, pero mis compañeros se pegaban detrás como lapas para no perder mi rueda. Yo solo podía ir pendiente del camino, y ni me di cuenta de las vacas que había en los bordes. Creo que alguno se llevó un buen susto, incluso acabó en el suelo.
En esta zona ya hay alguno muy, pero que muy escaso de fuerzas ¡y no habíamos llegado a la mitad del camino!
Bordeamos la urbanización Vista Real por un estrecho sendero entre jaras, con grandes piedras. Una zona trialera en la que nos llevamos bastantes rozaduras en brazos y piernas con los arbustos.
Un par de rápidas y empinadas curvas nos anuncian y llegamos a Mataelpino ¡Qué cuestarrones tiene este pueblo! Por suerte, esta vez las cogemos hacia abajo, a gran velocidad. Nueva parada para reagruparnos, que se hace eterna.
Otro pequeño sendero pedregoso, y entramos en la amplia vía pecuaria que nos llevará a la ermita de San Isidro para descansar y para beber un poco. El agua de la fuente salía bastante caliente, pero no había muchas más fuentes en el camino.
Tras un pequeño despiste al cager el camino equivocado, llegamos a Manzanares el Real. Está amaneciendo, vamos con mucho retraso acumulado, y parece que el último tramo de nuestra ruta lo vamos a hacer con luz de día.
Cruzamos el embalse de Santillana, aprovechamos para hacer unas fotos y enfrentarnos a la penúltima subida de la noche, el Alto del Enebrillo. Son tan solo 2 km, pero con las piernas cansadas me obligan a poner el plato pequeño y a tomármela con calma.

Paramos para hacer más fotos a mitad de camino, y ya con algo de luz dirigirnos en una larga bajada hacia el puente del Batán.

Pasado el puente llegamos a una zona que todos esperábamos, las trialeras del Camino bajo de Cerceda. Bajadas divertidas, grandes piedras, senderos estrechos, más piedras… me habría gustado volver a hacerlas de noche, a la luz de la luna, pero el sol ya iluminaba perfectamente y habíamos apagado las luces.
Tras pasar las trialeras, llegábamos a Colmenar Viejo. En las piernas llevábamos 80 kilómetros recorridos y casi 11 horas de viaje. Alguno iba muy tocado, pero quería llegar a Madrid aunque fuese andando.

Cruzamos Colmenar y paramos en la ermita de Santa Ana para beber en la fuente. Rápida bajada de 4 km por delante del cementerio, por el camino de la Tejada hasta llegar al arroyo, que ahora en verano va seco. Otros 4 km por el arroyo, para coger el camino de subida a Tres Cantos, ¡Vaya subida! y llegamos al carril bici.

Solo nos faltaba un último esfuerzo para completar nuestra ruta y llegar a Madrid para disfrutar de nuestro merecido chocolate con churros (bueno, o con bollos, porque se habían acabado ya los churros)
Desde aquí, y ya con algo más de fuerzas, bajamos por la Castellana y cada uno se fue retirando hacia su casa, para dormir y descansar de la paliza que nos habíamos pegado. A mí, que me retiré cerca del Bernabéu, me salieron 112 km, a otros que siguieron hacia Atocha les salieron más de 120 km. ¡Vaya palizón!
Entre las cosas positivas de esta ruta destacaría lo emocionante que es rodar en silencio y casi a oscuras en mitad de la noche, lo divertido de pasar por senderos y trialeras controlando con poca visibilidad, y sobre todo, el buen ambiente de grupo.
En la parte negativa, el que amaneciera tan pronto y se acabara la "nocturna" antes de tiempo. El ir tan lentos, y con tantas paradas, al final hace que la gente se canse mucho más que si la ruta es más "ágil" y rápida.