viernes, 14 de septiembre de 2018

Abusos y novatadas en el mugriento parque de la Virgen Blanca

Casi todo a mejorar y recuperar, entre basuras y abandono.




El parque de la Virgen Blanca está en un sitio privilegiado. Entre el Hospital de la Fundación Jiménez Díaz, el Hospital Clínico San Carlos, el Museo de América y varias universidades. A pocos minutos andando de Moncloa o la Plaza de Cristo Rey y a la sombra de una torre tan curiosa como cara e inútil, el Faro de Moncloa.

Lo he visitado últimamente con la bici y, por si sirve de algo, os cuento la experiencia y mi opinión particular.

El parque está en pendiente hacia la puesta de sol y por su superficie, ubicación y árboles antiguos, podría ser un lugar precioso para vecinos y visitantes. Ahora no lo es y está muy lejos de serlo.



El parque lo conozco desde niño y nunca ha estado bien cuidado. Siempre ha sido una especie de terreno de nadie, bastante abandonado. Pero no es campo, es un parque urbano.

En este parque hay unas cuestas en las que recuerdo haber probado la primera bici de montaña que tuvo un amigo del barrio, en los 80. La Peugeot de Germán, que subía con facilidad esas cuestas que, en ese momento, nos parecían increíbles para una bici. Aquí también, hace veinte años, volé con la misma bici que llevaba hoy dándome un tremendo hostión en unas escaleras. La bici conserva las huellas del hostión y ahora que tenía que coger un poco esa bici, me ha apetecido volver al parque.

Yo entro desde Moncloa, por la plaza de Cristo Rey. Entre coches aparcados, una puerta para vehículos permanentemente cerrada y una acera estrechísima, si vas andando no encuentras una entrada hasta los 100 metros de bordear el parque.


La entrada son unas escaleras, cuando el parque y la acera en todo el tramo anterior están prácticamente a nivel. Como forma de disuadir para que no entre cualquiera que venga desde Moncloa o desde el Clínico, es bastante eficaz. Especialmente si el que pretende entrar tiene movilidad reducida y no puede ir saltando setos. Os recuerdo que movilidad reducida la podemos tener cualquiera que salga del hospital a dar una vuelta, vaya o no en silla de ruedas o cualquiera que lleve un carrito de bebé, aunque no sea de gemelos.



Una vez en el parque, sorprende la cantidad de cristales que hay. No se si es más peligroso para los niños, los perros o las bicis, pero parece que nadie ha pasado a limpiar en décadas. Por lo menos, este año han desbrozado. Eso y las praderas con más tierra que plantas, facilitan que las hogueras que se hacen no causen un incendio.



Claro que tampoco se gasta en agua. Hay un par de praderas verdes junto al museo de América, pero el resto del parque está seco como la mojama. Hay un estanque entre el Museo de América y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, en el que jugábamos de niños con barcos (a reacción!). Ahora está sin agua y solo tiene cristales rotos.


Supongo que para que no se bañen los numerosos indigentes que suelen acampar ahí.



Lo único decente que he visto es la Virgen Blanca y su entorno más cercano. Con aspecto de un poco gastada y rodeada de flores y una pequeña zona verde.
Se ve que mucha gente la cuida, con más ganas y buena intención que medios económicos. Nada de cuidados profesionales pero mucha limpieza y cuidado de los que piden y creen. Me recuerda un poco a esta canción.
Seamos o no creyentes, merece un respeto, que ahí junto a hospitales grandes seguro que muchos le piden todo tipo de ayudas. Y seguro que, como mínimo, ofrece algo de consuelo, que no es poco.



Estaba yo con mi paseo y oigo la típica marabunta de gente . Algo gordo pasaba. Supuse que sería un superbotellón de principio de curso. Al acercarme vi que era algo así, pero con un matiz. Había dos tipos de personas.



Unos, muy cachondos y divertidos ellos, grababan con los móviles y daban órdenes entre risas y voces. Eran los veteranos. En realidad también había algunos veteranos que guardaban cierta distancia y que simplemente estaban por ahí sin hacer ruido ni meterse con nadie.

El otro grupo iban pintarrajeados, con plastas viscosas irreconocibles en el pelo y ropa y se movían principalmente por el suelo, arrastrándose o corrían en un juego parecido al pañuelo pero para beber lo que les ponían en los vasos del suelo. Eran los novatos.



Entre los novatos también se podían distinguir varias categorías. Estaban los pedos absolutos. Eran como zombis incapaces de dar más de dos pasos seguidos. Luego estaban los "que remedio". Bebían, hacían lo que les pedían e intentaban pasar el rato sin destacar y de la mejor forma posible. Y por último, estaban las chicas llorando. No eran el grupo más numeroso, pero a mi me impresiona y me pone de una mala hostia considerable el ver a una pobre chica, con alguna amiga tratando de consolarla, todas con una aspecto absolutamente lamentable y llorando por culpa de unos mamarrachos y mamarrachas que creen que el haber estado algún año antes en una residencia de estudiantes les da derecho a tratar así a sus compañeros y compañeras nuevas.



Según me comentaron y por lo que pude ver, esto se prolonga durante toda la primera semana del curso. Les hacen beber hasta perder el control y les someten a todas las estupideces que se les ocurre.
El problema es que estos veteranos putean a los novatos por lo que, en su momento les hicieron a ellos.

A su vez, (algunos de) los novatos actuales se lo harán a los que vengan después, consolidando así una estúpida tradición que consiste en devolver a gente débil que no tiene nada que ver, el mal que te han hecho unos con los que no has podido o querido enfrentarte varios años atrás.

Para eso abusan de gente que acaba de llegar a Madrid y que no tienen aún una red de contactos y amigos bien establecida. Gente que con gran ilusión y un fuerte desembolso económico de sus padres han conseguido entrar en alguna carrera y en alguno de los colegios mayores que consienten las novatadas. No se si este detalle lo incluyen los colegios en sus webs.

Valientes mamarrachos y mamarrachas tenemos de veteranos en esos colegios mayores. Es cierto que no todos participan, pero los mirones están siempre muchísimo más cerca de los culpables que de las víctimas.

¿Y la policía no hace nada?
-Nada

Aparecieron unos periodistas con cámaras el viernes, pero supongo que unos y otros se habrían ido a sus casas, todas fuera de Madrid, claro. Poco que grabar ese día, que encima llovió fuerte.

Se me ocurren muchos sitios mejores para dar un paseo. En bici o sin bici. Pero una vez visto y ya que no me puse a limpiar el parque ni me enfrenté con ningún rebaño de veteranos, me he visto en la obligación de, al menos, contároslo aquí.

Hay gente que no se cree que estas cosas pasen, pero pasan. Muy cerca, mientras la mala gente y los idiotas abusan y los borregos se callan.

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