Relato sobre la ruta de Móstoles (Parque Coimbra) a Boadilla (El Olivar del Mirabal), por Janet
No he sabido ver o escuchar lo que tenía tan cerca de mí: Un camino a la vuelta de la esquina. A veces grotesco, otras duro, otras hermoso y dócil. Quizás la vida sea así como ir en bici por cualquier camino en el que te decides ir como un reto, una aventura. Cuando la actitud es la descubrir el camino que nunca has visitado antes todo resulta tan sugerente y emotivo. Pero cuando aprendemos a escuchar al camino, la brevedad, rapidez y apresuramiento de nuestros pensamientos adquieren una alegría sin precedentes. Entonces te reconoces y ya sabes que puedes enfrentarte a cualquier camino, en realidad puede ser una gran delicia en tu vida.
Quien ha aprendido a escuchar un camino en bici, ya no desea otra cosa. No desea ser más que lo que es mientras se pedalea.
¿Quién sabe hablar con los caminos mientras tu respiración es entrecortada? ¿O mientras una cuesta te pide inclementemente su apuesta? ¿Quién sabe escuchar estos montes y lugares?
Sólo sé que no predican doctrinas y no hay recetas. Solo el paseo el placer de persistir en tu propósito. Aun más si no hay prisa, si cuando descubres los obstáculos los pones tú y no la bici o el recorrido que eliges.
Un camino dice, mi fuerza es la confianza arropado por la hermosura de sus silencios o sus risas si te enfrentas a ella en compañía. Es surcar por territorios como grietas en la piel de la tierra, esto se hace con cuidado y ternura porque la piel que acaricias se merece más que un beso. Caminos, marcas singulares que ocultan pensamientos de aquellos ciclistas que discurren por estas vetas. Aunque podría imaginarme que cuando estas abatido el camino te dice “continua pero contémplame” lo único que has de hacer es seguir a tu ritmo. No hace falta hacerlo deprisa sino disfrutarlo, recorrerlo, perder el tiempo respirando recordando lo que uno es. Mientras me alejaba de la ciudad y la veía cada vez más pequeña iba recobrando mi cordura. En ese momento el cielo se vuele profundo y el camino se despierta fresco lleno de verde. Océanos de trigo y cebada que se despeinan por el viento. Una vaquería que parecía que llevaba siglos a la espera de ser descubierta en un encanto de hora donde el sol la pintaba de azul y dorado, formó parte de aquel encuentro entre perdices, liebres, mariposas, el olor de alguna encina…. Incluso el visillo blanco de polvo que arma un coche de paso es víspera de algo que fue pero ya no lo es más, al menos me encantaría que rodara más en mi memoria. Que vago nuestro espacio y que grande mientras se hace a pedales, casi se reconstruye la mañana.
Mil gracias.
Si tú también quieres ir en bici por Madrid, escribe a bicifindes@espormadrid.es
Cada vez lo tengo más claro y me reafirmo en mi afirmación.
ResponderEliminar¡Gente INTELIGENTE y sensible pasándose a la bici!
Y lo hacen porque han descubierto que la potencia sin control no sirve para nada. Que no hay mejor potencia que aquella que se puede manejar por su excelsa sutilidad y que brota de nosotros mismos; naturaleza en esencia.
Es de inteligentes vivir, en la medida de lo posible, acordes con unos principios básicos de respeto por el entorno, en ausencia de ruidos continuos y estresantes, y haciendo uso de formas que no crispen la paz de los otros. Yo no siempre lo consigo, pero cuando voy en bici, sí.
Tengo la certeza de que este aparato es como una buena dosis de antidepresivos y ansiolíticos.
Gracias, Janet, y a todos los que empezáis a daros cuenta.
Muy bonito y evocador relato Janet!!!!
ResponderEliminarHace unos días, Janet nos escribía al correo del blog pidiéndonos consejo para hacer la ruta en bici desde su casa, en la urbanización Parque Coimbra de Móstoles, hasta su trabajo en la urbanización El Olivar del Mirabal, en Boadilla del Monte.
ResponderEliminarLa verdad es que conocemos bastante bien las calles de Madrid, pero cuando se nos plantean retos como éste andamos un poco perdidos. Por suerte, contamos como guía con Agustín, de Alcorcón, que conoce bien la zona y se ofreció para ayudarnos.
Muchas gracias Janet por el relato de tu "camino en bici" al trabajo. No es una ruta urbana, y discurre por caminos solitarios, pero el dejar el coche y los atascos para disfrutar de esos caminos debe ser toda una gozada. Seguro que llegas más cansada al trabajo... pero más feliz, de eso no tengo ninguna duda.
Muchas gracias también a Agustín, por su inestimable ayuda. Esperamos volver a contar con él en las rutas del Sureste madrileño.
:) :) :)
<p><span>Perfectamente descrito el sentir de las sensaciones sobre el camino, enhorabuena Janet.</span>
ResponderEliminar</p>
Gracias por el relato Janet, escribes realmente bien: por favor, cada vez que hagas una nueva ruta enviala a este blog, ha sido un placer leerte
ResponderEliminarEstupendo relato, pero echo en menos algún mapita que nos ilustre por dónde discurre la ruta. Gracias y saludos.
ResponderEliminarjolín Janet, eres pura poesía pedales!!!
ResponderEliminarnos vemos mañana
bsss