lunes, 24 de octubre de 2011

Ironía y sostenibilidad (II): Hágalo usted mismo

Intervención de enbicipormadrid en el matadero

Continuación de la intervención de EnbiciporMadrid en la mesa redonda del 22 de septiembre, dentro del ciclo "Ironía y Sostenibilidad"

La bici en Madrid: ejemplo de cómo la iniciativa ciudadana puede ser eficiente


El ayuntamiento tiene poco dinero, y que el poco que tiene no lo emplea en bicis. Mucha gente protestaría ante esta dejadez municipal; yo no. Antes que ciclista soy peatón, y antes que eso un ciudadano que quiero que haya servicios sociales o bibliotecas. Si descubro que la sociedad civil puede hacer una política ciclista más eficiente que el ayuntamiento, protestaré por cada euro público que se malgaste en bicis.




We want it all, and we want it now!
De estas peticiones, hay una que los ciudadanos pueden resolver por sí mismos


En muchos casos la sociedad civil es capaz de movilizarse para encontrar una solución a sus problemas (no, no me refiero a la manera que tiene un español de movilizarse: votando o protestando, sino a arreglar el problema con lo que tenemos a mano). Imaginemos por un momento que esto fuera posible con el tema de la bicicleta. ¿Podemos transformar la ciudad para hacerla más amable no sólo para la bici, sino para el peatón, y el ciudadano, sin depender de esos escasos euros en manos de la administración pública o de la iniciativa empresarial, y logrando una mayor eficicencia en la gestión de recursos?

La política ciclista ideal


En concreto, se trataría de descubrir si la implicación ciudadana puede conseguir una política ciclista que no caiga en los errores descritos en el anterior artículo. ¿Cómo tendría que ser?:

- Coste medioambiental cero de implantar. Eso implica invertir en la formación de personas, antes que en gastar recursos materiales.
- Coste medioambiental cero para rectificar. Medidas lo suficientemente flexibles para ajustarse a los cambios de necesidades ciudadanas sin dejar residuos derivados de la "prueba y error".
- Que se adapte gradualmente, lo que significa un cambio lento y sutil, que difícilmente puede ser propagandístico.
- Económica desde el primer momento para todos, ya que se están optimizando recursos, incluso los del erario público.
- Que mejore la calidad de vida urbana para todos, no los de un colectivo a costa del interés general.

Lo que uno se encuentra en Madrid


Esas son las condiciones ideales, pero ¿cómo llevarlo a la práctica en una ciudad, que cuando sale en los mediosjunto a la palabra "bici", siempre es para remarcar su posición en la cola de las ciudades españolas, no digamos de otras europeas?
Eso, unido a unos miedos, rechazos y prejuicios instalados a fuego en la sociedad madrileña, que opina sin dudar que "con las cuestas que hay no es viable", o que el "tráfico no respeta a los ciclistas", y su nefasta conclusión "el ayuntamiento debería hacer algo, nosotros no".

¿Creen que exagero? En el año que llevo colaborando con Enbicipormadrid he visto muchos reportajes sobre la bici. En algunos he participado activamente. Y quitando honrosas excepciones, casi siempre las respuestas estaban escritas de antemano, daba igual lo que contaras, la conclusión era la misma: “Madrid no es para bicis, el alcalde olvida a las bicis.” Madrid sí es para las bicis, y lo mejor es que el ayuntamiento no siempre es imprescindible en la ecuación.

Lo que los prejuicios no permiten ver


1. La red de calles tranquilas y pendientes moderadas

Todos conocen las calles tranquilas de su barrio, y las grandes vías de la ciudad para llegar lejos, pero nadie sabe que sus calles de barrio conectan con las calles residenciales de otros barrios. Se puede ir a cualquier parte de la ciudad sin usar ni una gran avenida con pendientes inferiores al 4%, simplemente callejeando.

Rutas desconocidas por toda la ciudad

El día que acompañas a alguien por primera vez por uno de esos recorridos, la sorpresa es triple:
1. Por descubrir que hay un recorrido tranquilo
2. Por descubrir que no hace falta más que circular con normalidad con la bici para recorrerlo
3. Por descubrir un paisaje oculto de calles traseras que sólo conocen los vecinos.

Colonia Cruz del RayoEsa fue la sorpresa que me llevé yo el primer día que llevé a un grupo por una alternativa a Príncipe de Vergara. Justo detrás está la colonia Cruz del Rayo. Quien la conozca y compare la diferencia de ir por un sitio o por el otro sabrá de qué le hablo. Eso es un lujo y yo tengo el lujo de hacer ese recorrido a diario.








Con esta red ¿debemos pedir al ayuntamiento carriles-bici porque no se puede ir por Madrid? Lo realmente responsable es primero conocer lo que tenemos, y aprovecharlo al máximo, porque en un porcentaje de recorridos altísimos no es necesario hacer cambios. Cuando ya sepamos qué tenemos entre manos, podremos juzgar dónde hace falta algo más, pero no antes.

2. La demostración ciudadano a ciudadano: los bicifindes

Luchamos contra prejuicios. Puedes decirle a alguien que hay calles tranquilas, que sabiendo cómo circular el tráfico no es un problema, que las cuestas no son para tanto... pero poca gente se anima a probarlo, porque hay miedo.
Bicifindes

Así que hacemos la segunda demostración, la más directa y convincente que se puede hacer. Acompañamos a la gente a hacer su ruta, la que emplearían de su casa al trabajo, y les enseñamos que es viable, y cómo conducir por la ciudad para poder usar esa y cualquier otra ruta.

Es una implicación extrema, pero empieza a funcionar. La gente lo prueba, le sirve, empieza a ser autónoma y ve que no es tan difícil, que el tráfico no era tan terrible, que las cuestas no eran para tanto... y se lo comentan a sus conocidos. A su vez, la gente que ya sabe que Madrid es una ciudad apta para la bici cuando se sabe cómo se ofrece voluntaria para guiar a otros ciudadanos desconocidos.


El resultado: una ciudad ciclista a coste cero


El único coste de esta medida es el tiempo que empleamos la gente que hacemos esto, que además nos gusta. Es por lo tanto una política de coste material nulo, incluso para el ayuntamiento, y que permite adaptarse y rectificar sin dejar resíduos, y que el usuario ve como ahorro en su bolsillo desde el primer momento. 
La decisión de enseñar a circular por la calzada no sólo implica aprovechar lo que ya hay, sino que dota de autonomía y seguridad al ciclista, sin perjudicar al peatón, que no olvidemos que es el medio de transporte más ecológico que existe. 

¿Hasta dónde sómos capaces de llegar? No lo sé, pero tengo la intención de probarlo, porque está dando resultados. Se puede cambiar la realidad de la ciudad sin depender de la voluntad del ayuntamiento, no siempre cercana a la del ciudadano y sin caer en el extremo opuesto, de ser antisistema, que corre el riesgo de convertirse en protestas sin propuestas viables. 

Es un cambio lento, lo sé, pero quizá por eso pueda funcionar. Merece la pena probarlo.

Una calle de Madrid