... solamente con sus profesores
La sede que el British Council tiene en el número 31 del Paseo del General Martínez Campos dispone de una superficie de más de 3.338 m2 en pleno centro de Madrid. En sus señoriales instalaciones, además de las aulas, biblioteca y cafetería, podemos encontrar amplios espacios abiertos y en uno de ellos nos encontramos con un aparcamiento para bicicletas, hecho al que ya deberíamos estar acostumbrados en espacios como este pero que, desgraciadamente, todavía nos resultan exóticos.
El pasado martes, una alumna de este centro que está iniciándose en las lides de circular en bici por Madrid, y animada con la posibilidad de aparcarla con seguridad en esas horquillas que lleva observando desde principio de curso, decidió desplazarse hasta allí para darse de bruces con la triste realidad.
Cruzar en bicicleta todo el centro de Madrid para ir de A a B es un placer del que muchos disfrutamos a diario, pero quienes están aprendiendo a hacerlo están lejos de gozar con esta experiencia: el miedo a los coches, el temor a molestar o a ralentizar al resto del tráfico, los humos, las prisas... provocan en ellos cierto estrés que, en ocasiones, les lleva a posponer la decisión de utilizar la bicicleta y acaban usando otros medios de transporte.
Cuando alguien se encuentra en esta tesitura se enfrenta a un intenso e interno debate e intenta oponer a los contras ya mencionados una serie de pros: venga, que luego me voy a sentir mejor, mi cuerpo lo va a agradecer, y tardaré menos, y el aire en la cara, y además puedo aparcar la bici dentro y olvidarme de desmontar el sillín y las luces, y así fue como la protagonista de nuestro relato optó por bajar su bici en el ascensor y cruzar Madrid en hora punta para asistir a su clase de inglés.
Solo para profesores
Tras realizar, no sin esfuerzo, ese recorrido por primera vez, llegó al British Council contenta por salir victoriosa en la batalla de los contras y por la recompensa de haber obtenido casi todos los pros, y cuando ya se encaminaba a conseguir el último de ellos, ¡zas!, con dos empleados de seguridad se topó la muchacha:
- ¡Oiga, oiga! ¿Adónde va?
- A candar la bicicleta en el aparcabicis de dentro.
- No se puede.
- ¿Por qué no se puede?
- Porque solo es para profesores.
- ¿Pero está hoy completo?
- Los alumnos tienen que aparcar fuera.
Efectivamente, en la acera hay un aparcabicis municipal en el que se puede dejar perfectamente la bicicleta, pero en el que has de quitar todos los elementos robables o ir pertrechado de varios candados y otros elementos de seguridad si no quieres que te desmonten la bici en un periquete; es lo que pasa en esta ciudad.
Y eso es lo que hizo nuestra amiga, desmontar sillín y tija, atar el cuadro, las ruedas, desmontar luces... y entrar a clase con un cabreo mayúsculo.
¿Y si hacemos un Gala?
Tras presenciar la negativa de los dos celosos empleados del British Council decidí hacer uso del mejor sistema de sugerencias y reclamaciones del mundo con la esperanza de obtener una respuesta rápida y argumentada de la institución británica. Como pasaban las horas y los días sin obtener una contestación, pasé a la fase siguiente: hacer un Gala, es decir, publicar un artículo que espoleara a la institución demandada para encontrar una solución a una norma sin sentido porque, ¿qué razones pueden existir para negar a una alumna el poder dejar una bici en un lugar construido para ese fin y que, aun siendo utilizado, dispone siempre de plazas libres?
Mientras escribía estas líneas apareció en twitter una contestación a mi demanda, alegando motivos de seguridad y prometiendo un estudio de la situación.
Nos gustaría que el British Council nos explicara detalladamente cuál es el peligro que implica aparcar las bicis de los alumnos, y por qué las de los profesores no acarrean un problema de seguridad. En cualquier caso, y como se aprecia en las imágenes que tomé, hay sitio de sobra para instalar más horquillas sin comprometer la seguridad, esa palabra comodín que tanto se utiliza cada vez que se quieren imponer restricciones de todo tipo.
Así pues, esperamos ansiosos una solución que permita aparcar la bici a sus alumnos y al resto de personal no docente, y a que tomen ejemplo del caso de la Autoescuela Gala, cuya reacción fue ejemplar y, esperamos, espejo en el que otras empresas e instituciones se han de mirar.
Actualización a 11/06/2015
Esta semana hemos tenido noticia de que a otro alumno que tuvo este mismo problema le han robado su bicicleta, aparcada en el exterior del centro (en las mismas narices de la garita de seguridad del British Council).