viernes, 8 de diciembre de 2017

Cuatro cortesías que deberíamos de desterrar

Desde pequeñitos nos han enseñado a ser corteses con los demás: Por favor, Gracias, Usted primero, No, usted, son fórmulas que consideramos de buena educación y que ayudan a hacer más fácil la convivencia en sociedad al poner algo de nuestra parte para ayudar al de enfrente, y que otros hacen con nosotros. Nos enfadamos cuando esto no pasa porque hemos aprendido que no podemos ir cada uno a lo nuestro: Ni las gracias me ha dicho, Ya podía haber tenido al menos un detallito, No me cedió nadie el asiento...

Pero la sociedad evoluciona más rápido que las buenas formas, que copiamos generación tras generación sin filtrar. Lo que hace unas décadas era un favor ahora puede perjudicar a la persona que queríamos ayudar, o incluso a terceros que están presentes, pero nadie lo dice, porque las mismas normas nos recuerdan que es de mala educación.

Si se ve reflejado en alguno de estos cuatro casos, coméntelo con sus amistades, para ir rompiendo este círculo vicioso. Si conoce algún caso más, déjelo en comentarios, seguro que a todos nos aportará mucho. Igual dentro de unos años podremos decir cuando nos suceda "Es usted un maleducado" en lugar de "gracias".









"He traído unos pastelitos"


Durante años se han señalado a las grasas como causantes de la obesidad que ha ido diezmando a media faz de la tierra. Desde hace poco tiempo los medios de comunicación están denunciando la gran conspiración que permitió librarse de condena al verdadero responsable: el azúcar.

Es muy fácil encontrar páginas que alertan sobre el exceso de azúcares industriales en cualquier alimento, y la concienciación al respecto está llegando a gran velocidad a toda la sociedad. En estos días próximos de turrones y mazapán, escuche las conversaciones de familiares, amigos y compañeros de trabajo que tienen que ver con los dulces: "No debo" "El médico me ha dicho que no puedo" "Estoy a plan" "Esto no puedo tomarlo" "Estoy aborrecido de tanto dulce..."

Hace décadas, el azúcar era un lujo tanto por su escasez como por lo que suponía para una sociedad con trabajos físicos y expuesta a hambrunas frecuentes. Llevar pasteles era un gran regalo, pero ¿hoy? Hoy supone un problema más para una sociedad sedentaria que ingiere muchas más calorías de las que necesita.

Piénseselo dos veces antes de llevar dulces a casa ajena. Y si es usted la víctima, recuerde que la bici es su aliada para quemar esos excesos.





"¿Quiere un cigarrillo?"

Es el caso más evidente de cómo perjudicar a quien estamos ofreciendo nuestra cortesía. El problema no acaba con la pequeña merma de salud del agasajado que estamos ayudando a provocar: también es una pesadilla para quien está tratando de dejarlo, por no hablar de si hay terceros delante que se convierten en fumadores pasivos víctimas de nuestra cortesía.

Ofrecer tabaco ya no es algo que podamos considerarse un gesto de educación, cuanto antes desterremos esta costumbre, mejor para todos. Y si se piensa que eso se contrarresta haciendo bici, como con los pasteles, desengáñese.


 

"Mira lo que te traigo, pequeñín"


Al igual que con el azúcar, los juguetes eran un bien escaso y caro que los numerosos hermanos de las familias de antaño debían de aprender a compartir, así que se trataba de un regalo muy apreciado. Ahora la pirámide se ha invertido: la cantidad de productos a precios irrisorios, unido a la escasez de natalidad nos asegura que cada niño va a recibir montañas de peluches, juguetes y no pocos productos de escasa calidad de abuelos y tíos que no tienen más gente a quien mimar.

Esto provoca en los pequeños el síndrome del niño hiperregalado, desarollando poco su imaginación y con una baja tolerancia a no conseguir los bienes materiales que desean y que causa frustración en su adolescencia... además de la desesperación de los padres, que ya no saben qué hacer con tanto trasto.

¿Quieren tener algún detalle con algún sobrino, nieto o hijo de amigos? No les lleven regalos materiales, de verdad. Si quieren tener un detalle, estén un tiempo con ellos, llevándoles un día a hacer una excursión en bici, por ejemplo.


 

"Pero si no me cuesta nada acercarte"


Imagine uno de esas tardes de invierno todavía con sol en los que le apetece coger una bici de esas chinas que van apareciendo por la ciudad para bajar los polvorones de la navidad, despejarse del atocinamiento de la oficina y estar un rato con sus pensamientos. Y nada más salir, un compañero que le ve desde su coche: "Sube, que te llevo". Y a pesar de su primera negativa, el compañero insiste y acaba usted aceptando resignado, ya que nos hace el favor. El compañero además hace ruta de más para dejarte en la puerta de su casa.  Resultado: usted sigue atocinado, sin bajar los polvorones y el compañero ha generado más atasco y contaminación al resto de los mortales.

En algunas ocasiones el gesto será de agradecer, pero en otras no. Por favor, si es usted el que ofrece coche y le dicen que no, no insista. No está haciendo un favor a nadie y nos está perjudicando al resto.


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¿Le ha pasado algo así alguna vez? ¿Conoce algún otro caso de cortesías que habría que revisar?

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