jueves, 19 de agosto de 2021

Camino 2021: De Madrid al Camino de Invierno. La crónica. Primera Parte

Introducción


Parece que fue ayer, pero no. Año 2014. Con nervios en la salida e incertidumbre luego por si la crónica os gustaría. En aquel mes de Septiembre os contamos la crónica de nuestra primera aventura cicloturista en común. El primer Camino Enbiciado. Recuerdo mis nervios cuando Antonio me pidió que contara nuestro viaje. Le dije que no sabía escribir de otra manera, que no iba a quedar muy profesional, porque es tocarme el Camino y se me pone el corazón a flor de piel, y la emoción en la punta de los dedos. Pero será por eso, o porque nos pasaron muchas cosas y todas bonitas. Será porque el Camino de Santiago es especial y porque las flechas amarillas iluminan algo más que nuestra ruta, parece que os gustó, casi tanto como a nosotros. Para todos los que lo vivimos aquel Camino fue único y muy especial, particularmente por haber podido compartirlo con Antonio.


Después de aquella han venido más rutas y algunas maravillosas crónicas, como la de nuestro común Camino de Uclés, la de la Transgredos que viví con Fernando, o, aun sin una crónica “formal”, la de la Transcam 5, nuestra iniciación al cicloturismo más salvaje


Este año con las condiciones sanitarias aún muy complicadas, tocaba adaptarnos. Así que ha sido un Camino un tanto especial. Pero como siempre, un viaje en bici es algo que te divierte, y te ocupa desde mucho antes. Es tan bonito pensarlo, planificarlo, visualizar el plan de ruta, como luego disfrutarlo y vivirlo. Porque por más que lo prepares, por más que surja alrededor de tu idea luego el Camino tiene vida propia, y se desarrolla por sus propios derroteros. 


Y por supuesto recordarlo, y contarlo, es tan divertido como vivirlo. Viajar en bici es así, una aventura y las mejores aventuras merecen ser contadas.


Esta vez, podemos presumir de hacerlo aún mejor que entonces. Porque cuando viajas en grupo viajas de otro modo. Compartes vivencias, olores, maneras de entender la vida y el Camino. En el fondo, cada uno vive su propia aventura, su propio cuento. El protagonista de una historia es el actor secundario de otra. Y esta vez, os vamos a traer un relato a dos voces. Como hiciéramos en aquel Soplao de 2016. Mi visión, de ciclista amante de la po-épica, de la epopeya y de los datos y números. Y la de Fuencis, nuestra Lolaila Flores, siempre atenta a los olores, al sentir y el cantar de cada color del Camino.


Desde que empecé el Camino, sabía que quería contároslo. Pero cuando Fuencis me envió su crónica, supe que la una no podía ir sin la otra, ni viceversa (ni vice-verso). Y hoy veo que al igual que es difícil pedalear con una sola pierna, sería muy difícil entender todo lo que hemos vivido sin las dos visiones, sin los dos colores, de esta historia. Así que aquí la tenéis. 


El comienzo: 

 

A. Hay viajes que nacen como proyectos. Con su planificación, estudio. Otros en cambio, nacen como sueños. Y este es el caso. Los sueños nacen, de la manera más inesperada. Por casualidad, o por causalidad. Nacen en un postit o en la última hoja de la agenda.

Nacen en momentos de iluminación o de desesperación.

Pero, como semillas se quedan ahí a la espera de encontrar su momento.

Este Camino, el séptimo (llegaré a los 10 antes de morir, lo  prometí hace ya 25 años) nace en los convulsos tiempos de la pandemia. Cuando no podíamos movernos más allá de unas horas y los viajes parecían muy lejanos. Cuando en cualquier momento todo viaje podía tener que ser abortado. Pero también del vértigo que sentí años antes de no haber hecho ningún Camino con la Misty, mi bicicleta de 29, cuando mi mecánico intentó convencerme de que está vieja. Mi amiga y compañera de aventuras de cada sábado. 

Nace, de la necesidad, que tantos hemos sentido, de huir. En aquellos días de confinamiento, de apenas salir de casa, sentía la necesidad inexorable de irme muy lejos, muy rápido, y dejar atrás esta pesadilla. De montar en la bicicleta y huir hacia el horizonte. Nace de pensar... ¿Cuál es la ruta más corta y sencilla para llegar a Santiago cuando nos dejen? Porque cuando el sueño nació, no nos dejaban. No se podía. Y el solo hecho de pensar en viajar fue la válvula de escape, necesaria, imprescindible, para sobrevivir al confinamiento. Escribir el guión de un cuento que algún día esperas hacer realidad.

 

 

Etapa 1: Madrid-Segovia. 

A. Nuestra primera etapa la concebimos, como en aquel Camino de 2014, como una ruta más junto con el resto de la familia enbiciada. Madrid-Segovia, aquella que fue un reto, y lo sigue siendo. Hoy la dulcificamos haciendo salidas desde Colmenar, desde Cercedilla, en pequeños grupos, como llevamos haciendo desde que empezó la pandemia. Al final del día, unos volverán en el tren (y para eso tenemos que llegar a la hora) y otros nos quedaremos en Segovia para seguir Camino al día siguiente.

El grupo Madrid se ha citado en Sol. Pero yo tengo otro compromiso antes.. Los peregrinos viejos tenemos nuestras tradiciones:

Aquí empieza hoy mi Camino, donde siempre, nacido de un sueño con tonos de pesadilla y comenzado con la preocupación, con dudas, pensando en Manuela, en Pedriño. Y en todo lo que éste viaje tiene que curar. Nunc Coepi!

 

 

Salir desde Madrid tiene, sin embargo, sus inconvenientes. El calor hizo mella. Las piernas no son las de antes. La cabeza tampoco. Media ruta "persiguiendo" al grupo de Colmenar, mientras David y John se han retrasado por coger un “atajo” (“I told you Johny”) y pensando que en cuanto les cojamos será fácil que nos cojan los rezagados. Esa “persecución” es también la  excusa para no parar, para tratar de llegar al tren por los que hoy no se quedaban en Segovia.  Cogemos algún atajo para ganar tiempo. Vamos bien, pero las fuerzas van justas, y veo venir el bajón. En Cercedilla esperan muchos compañeros, algunos vendrán al Camino, Novoa, David.

La Fuenfría, con todos esos kilómetros y cargado se me hace de las más duras que haya subido. Momentos de mareo por el calor. Algo hay que no carbura bien en mi cuerpo y que empieza a despertar fantasmas. Toca tirar de pundonor, y, porqué no reconocerlo, de vergüenza torera. Estoy guiando mi grupo, debo animar a los compañeros, no al revés, ¿no?

  Y con esta tropa, con este equipo, y flechas amarillas señalando el camino, todo se puede. La parada en Los Poetas me tranquliza y parece que las cosas vuelven a su ser. Con más prisa de la “habitual”  llegamos a Segovia. Siempre es especial hacer un Camino saliendo de casa. Más aún hacerlo acompañado de mis enbiciados. Pero sé que el verdadero Camino empieza mañana. Cuando pongamos las piezas a encajar.

 

F. Mi camino empieza en Cercedilla, con los de siempre, con una cerveza (sí, con una cerveza) para recibir a los compañeros que vienen desde Madrid o sus moradas pedaleando, acompañando a los que para algunos será nuestro Camino 2021. ¡Ojo, Camino de Invierno!

Este Camino también empieza cuando Agus y K-li salieron a explorar, a crear unas huellas que se convirtieron en nuestros tracks. Y gracias a ellos rodamos sobre la seguridad de que va a ser tan duro como disfrutón y bello.

 

Etapa 2. Segovia-Tordesillas

A. Todo camino que se hace en grupo tiene su fase de aprendizaje. Incluso más si muchos somos, como esta vez, viajeros habituales. Hay que encontrar el encaje y esta mañana costó salir. Lo bueno: compartir desayuno con otros enbiciados que se quedaron en Segovia. Lo malo: salir casi dos horas tarde nos ha robado unos cuantos kilómetros de frescor. 

La compañía del Camino esta vez es corta y además algunos miembros tienen ya de salida previsto acortar: Fuencis, nuestra Lolaila, Carlos Gregorio (Carlinhos), Jesús Pastor, David Durán (malaguita), David Arranz (Merlu), JL Novoa (el Payo), Ibón y yo. Además nos sigue en la distancia Virginia a modo de coche de emergencia/apoyo porque Ibón nos dejará a partir de mañana. Además de darnos tranquilidad, Virginia alivia el peso de algunos de nosotros. Que siempre está bien estos primeros días. 

 

Ya en ruta, la primera parte va viento en popa (bueno, estrictamente hablando, el viento venía de cara, pero vamos bien). Vía Verde del Eresma, camino conocido, llano en ligero descenso hacen que los primeros 30k caigan sin darnos cuenta. Descanso en Miguel Ibáñez y seguimos. No obstante, el calor y algunas interminables rectas empiezan a hacer mella, y echo de menos ese par de horas de retraso.

Nos damos cuenta de que la cosa no va a ser tan fácil como pensábamos. El viento nos penaliza y vamos rápido, pero no tan rápido.

 Y a la altura de Ortigosa del Pestaño sucede lo peor del día. Nos encontramos a otro ciclista, pidiendo ayuda. Su compañero, su tío y padrino, mayor, se ha derrumbado hace un rato, entrando en parada. Lleva un rato intentando reanimarlo, sin éxito. Hacemos lo que podemos para ayudar, llamar a emergencias, acercarnos a casa de unos vecinos para asegurar la ubicación mientras otros ayudan a socorrerlo hasta que llegan las asistencias. Nos hemos quedado allí hasta que nos han pedido que nos retiráramos, ayudando en lo que podíamos e Ibón intentando consolar al chaval. Aún así, me quedo con el dolor de no saber el desenlace. 

Rezo por que fuera bueno. Con mal cuerpo, y la cabeza llena de recuerdos dolorosos tenemos que seguir. Vamos tristes y el calor duele aún más si cabe. Decidimos comer en Coca, aunque eso significa que nos quedarán muchos kilómetros para cubrir por la tarde. Nos recomiendan un restaurante, que no lo negaré, tenía unos platos espectaculares. Pero de nuevo nos hace acumular retraso, y lo que comemos no sirve precisamente para recargar energía. Cambiaría toda la “alta cocina”  por un buen plato de macarrones. Al punto que decidimos descansar un poco antes de salir. Para digerirlo y porque baje el calor. 

Ibon decide dejarlo en Coca. Iba a seguir hasta mañana, pero me temo que la carga emocional de lo que acabamos de vivir le ha dejado muy tocado, así que se va con nuestra asistencia en la sombra, Virginia. ¡Te echaremos de menos amigo!

A la salida de Coca tomamos carretera. En principio por evitar los arenales que conocemos bien. Pero luego, hacemos cábalas. Vamos muy cansados, el día nos ha dejado muy tocados física y anímicamente y se ha levantado un viento en contra infernal. Todo apunta a que a este ritmo llegamos a destino de madrugada, así que tenemos que mejorar la media.

La carretera, se convierte así en el recurso para, al menos, avanzar a un ritmo decente. 

Montamos trenes y eso además nos permite ayudar a proteger del viento a los que hoy no van tan bien. Y poco a poco, agotados pero felices nos vamos dejando pesos atrás y pedaleamos hacia el atardecer. Solo por estos momentos, por esas sonrisas, el día mereció la pena.

Ya queda menos para Santiago y seguro que los cuerpos aprenden

.

 

 

F. “No vuelvo a cruzar Castilla en bici”, eso dijiste la última vez me recuerdan mis compañeros. Sin ninguna duda lo más duro de estos diez días enbiciados: rutas muy largas, muy llanas, con mucho viento, con mucho calor, pero que con los gregarios (me lo he aprendido bien) que nos acompañaron los primeros días pudimos llegar a los destinos programados y disfrutado de los mejores atardeceres que Castilla te dibuja al final de esa carretera interminable.

 

Gregario: persona-ciclista que no solo pedalea delante de ti para aminorar el efecto del viento, también detrás para no dejarte sola, ponerte ritmo cohete, cantarte una canción, acompañarte en el silencio, en el llanto, en el abrazo, en la alegría de conseguir un sueño desdibujado. Lo que toda mi vida ciclista viene a ser un ‘enbiciado’

Se queda en mi memoria Ortigosa del Pestaño y la inutilidad del ‘y si…’: y si hubiéramos salido antes, y si no hubiéramos perdido tiempo… y si… Novoa te lo cuenta claro y conciso: afortunadamente estábamos ahí para aliviar la frustración del compañero que ve como la vida se va en un suspiro o en un mordisco a tu almuerzo. Respiramos hondo y tiramos de camino con la mirada perdida entre el manillar de la bici y el horizonte y flashes que maneja el subconsciente que intentan robarte tu energía. Ibón lo sabe bien.

 

Etapa 3. Tordesillas - Benavente.

A. Día duro, como pocos. Nadie lo diría viendo el desnivel. Pero hay cosas que no salen en los números del Strava. Salimos de Tordesillas, Foto en la plaza y doy un breve paseo por el centro monumental mientras algunos buscan un cajero. Aquí nos deja Jesús Pastor, que enlazará la ruta con su pueblo en Palencia.

Al salir del pueblo,  enseguida encontramos la que debería haber sido nuestra tónica del día: rodar por la zahorra de las pistas de servicio de la autopista. Y digo debería, porque afortunadamente me he currado un desvío para visitar Villalar de los Comuneros (otro viejo sueño realizado). Nos ayuda a entretenernos un rato. Los castellanos del grupo sacamos el orgullo patrio y además de sellar en el Ayuntamiento, hacemos cientos de fotos a los monumentos formales e informales de aquella rebelión castellana. El día que amaneció gris plomizo  se aclara, parece que hasta nos sonríe.

 Ya en la carretera nos enfrentamos, como ayer al viento. Solo es el aperitivo mientras re-enlazamos con el track "oficial" del Camino del Este.

De vuelta a la vía de servicio y a la zahorra y al viento. Impenitente. "Disfrutamos" una breve sucesión de repechos. Esto no estaba en los planes, pero es habitual en las pistas de servicio de las carreteras. Rampones que nos doblegan un poco, pero que al tiempo, nos distraen del aire, que no para, ni ha parado ni va a parar. 

Decidimos quedarnos a comer (un suculento menú, por fin, con macarrones) en San Pedro de Latarce. Es verdad que como ayer estamos dejando media ruta para la tarde. Pero el viento nos ha retrasado, por no decir “arrasado”. Todos vamos muy cansados, en una zona en la que deberíamos avanzar sin dificultades. David Durán acusa la falta de entrenamiento, aun siendo una zona en la que su gravel debería volar.

Así que con fuerzas renovadas volvemos... Por poco tiempo. Las energías enseguida se agotan por el enemigo invisible. No ha parado, no. En todo el día, siempre en contra.

 

Intentamos ir por carretera, para, como ayer, hacer nuestros trenecitos. Para ello, a iniciativa de Carlos, tiramos por una carretera que nos dirige hacia el Oeste, hacia el Parque natural de las lagunas de Villafáfila. Pero ni así logramos rodar por encima de unos miserables 12/13 km/h. Resulta desesperante. Llegamos a las supuestas lagunas. El paisaje es un erial, en el que se adivinan, apenas a lo lejos, lo que pensamos que serán charcas estacionales, hoy secas, y donde solo habita el aire. No, no conseguimos avanzar, y cuando lo hacemos es sólo a base de un gran esfuerzo que nos mella. 

En Villalpando nos damos un descanso. Allí nos enteramos del fatal desenlace de nuestro encuentro de ayer. Otro golpe para la moral. Comemos un rico y fresco melón y volvemos al “túnel del viento”. De vez en cuando alguno salta en un ataque de ira, que es más desesperación que otra cosa. David Durán, tras mucho tiempo sin hacer rutas largas es el que más está pagando los excesos. Porque remamos, remamos y no avanzamos, no nos cunden las horas ni el esfuerzo. 

Desesperados (en condiciones normales habríamos tardado no más de 8 horas y vamos por doce) volvemos a los caminos, (incluso nos planteamos pedirle a un paisano que nos ahorre esos últimos 20km de sufrimiento). Pero seguimos. 

Hace ya tiempo que nos olvidamos del track "oficial" y nos dejamos guiar por GPS. En busca del recorrido más corto que nos lleve a Benavente. Es así como acabamos en la vía Verde de la Plata. Una fantástica pista con numerosos puentes que cruzan el río. Habría sido un precioso final si no estuviéramos tan cansados. Por ella entramos en Benavente dejando de lado el Parador. Casi una colección de cadáveres, a las diez de la noche.

El viento infernal nos ha robado las fuerzas y casi ha doblado el tiempo de ruta. Son cosas que pasan.Y aunque no enviamos nuestras naves a luchar contra los elementos, mañana volveremos a plantar batalla. Porque juntos, nada puede pararnos.

 

 

F. Y van cayendo paradas, campos de cebada, trigo o centeno, campos de lavanda, otros de amapolas de opio, pinares, plazas de pueblos, iglesias y destinos: Coca, Olmedo, Tordesillas, Benavente, Villalar de los Comuneros (gran idea, Agus, el sábado pasado me recitaron el Cantar de los Comuneros entero, entre toques de dulzaina), Mota del Marqués, Villalpando y entre todos ellos el quejido de nuestras posaderas… incluso se me pasa por la cabeza que me acerque un paisano hasta Benavente.

 

 

 

 

Etapa 4. Benavente -Rabanal del Camino.

A. Podría hablar de kilómetros y de lugares. Podría contar de ciudades o de épica. De días malos o de monumentos. De pueblos con torres almenadas.

Pero hoy ha sido más un día de sensaciones.

De rodar por una vía Verde entre trigales. De disfrutar del olor del campo. De improvisar un track por caminos de servicio.

Y por fin, de llegar a Astorga.Y sentirme en casa. 

El punto malo: David Durán dice basta. Lo dice su cuerpo y su cabeza, que no dan para más después de 3 días batallando contra el viento, contra el cansancio y los elementos. 

Pero no adelantemos aún acontecimientos. 

La ruta de hoy tiene dos partes bien diferenciadas. La primera, llegar a Astorga. Allí nos espera el Camino Francés, la autopista de los peregrinos y allí se despedirá JL Novoa. Es nuestro último “hito” con horario de llegada, porque tiene que llegar al autobús. En la segunda parte, no sabemos hasta dónde llegaremos, pero sí que vamos sin reserva, y eso, lejos de preocuparnos, nos alivia. 

Salimos de Benavente temprano y tras alguna revuelta por la ciudad, y un corto tramo de carretera, retomamos la vía verde. Descubrimos que aunque nuestro track, por el Camino del Este fluye cercano, es bastante más duro, y ahora mismo, tenemos que cuidarnos. Porque todos estamos muy cansados, sobre todo psicológicamente (bueno, salvo Carlinhos, que es inagotable). Así que nos damos “vacaciones”. Descubrimos que la Vía Verde, pese a no ser el Camino oficial, se junta con él 20 kilómetros más allá, y no lo dudamos. Improvisamos. Dejamos que el Camino fluya y nos olvidamos de las flechas. La Vía Verde nos llevará casi hasta Alija del Infantado. Pero antes, a la altura de Pobladura David dice basta. 

En uno de los tramos más sencillos y a la vez bonitos hasta entonces. Quizá precisamente por eso, porque ni siquiera ahí puede ya estirar las fuerzas, domesticar los fantasmas. Aprovechamos que estamos ya cerca del Bierzo, para tomarle la palabra a José Manuel García Correa. Él se acercará a buscar a David. Tenemos la esperanza de que con los cuidados apropiados, descanso y cariño pueda recuperarse y volver al grupo. Así que continuamos. Tenemos que seguir para que Novoa llegue a su autobús. Atravesamos la zona del Infantado: Viñedos, bodegas-cueva. Y pueblos que esconden aquí o allá pequeños palacios-fortaleza.

La “continuación” de la vía verde nos lleva a un camino Natural, el del río Jamuz, que nos permite rodar largos tramos a la sombra antes de llegar a La Bañeza. 

Allí entramos a un supermercado a comprar algo de fruta y comida. Por una parte, tenemos la tranquilidad de que en los tramos por carretera y junto al río hemos avanzado bastante. Pero por otra, no queremos pillarnos los dedos, ni que Jose Luis tenga que “adelantarse” para llegar a su autobús. Así que seguimos con la improvisación. Montamos con nuestra aplicación de referencia Komoot una ruta que nos lleve a Astorga, alternando caminos locales, y algún tramo de pista. La cosa resulta porque nos lleva entre pueblos, rodeados de praderas, campos de cultivo, paralelos al río Tuerto. Vemos que los kilómetros caen, que llegamos, y nos permitimos disfrutar un poco. Pese al viento (que sigue) el cielo sobre los campos verdes ahora parece más azul.

Por la zona de las vías de la otrora industriosa Astorga, entramos por fin. 

Confieso que me emociono cuando tras subir el conocido cuestarrón nos plantamos delante del Albergue de los Padres Redentoristas.No solo porque en él he dormido tantas veces y del que siempre me he llevado, al menos, el sello en mi credencial. Sino porque por fin, de repente, me he sentido en casa. Es ese hogar que es el Camino, que es Soria, que son las personas a las que amas. Es de esas cosas que no sabes cuánto echabas de menos hasta que las tienes ahí. Hasta que las pierdes. Hasta que las recuperas. Y me doy cuenta de que estoy allí, en el lugar al que quería huir cuando todo esto nació. En el Camino.

Cuando consigo reponerme, empezamos a gestionar llegar al bus de Novoa. Antes, nos re-encontraremos con David Durán, que asistido por José Manuel, nuestro ángel de la guarda en El Bierzo, nos espera. Hacemos tiempo hasta que se va Jose Luis en su autobus, y los demás seguimos. Es una sensación extraña, como de que vamos perdiendo elementos, de que el Camino nos está pasando una carísima factura en compañeros. No es así, pero a veces lo sentimos. 

De Astorga en adelante, territorio conocido, lleno de recuerdos, de emociones, de momentos. Momentos de otros Caminos, con Rafa, con Alex, con Antonio, con Laura, con Niko, con Pablo. Es como si supiéramos que todas las facturas ya están pagadas. Ya no hay más. No será gratuito llegar a Santiago, pero sé que lo lograremos. De aquí en adelante, las flechas nos guían, Santiago nos protege.Y ya sin la prisa de llegar a destino, lo vamos a disfrutar, despacio. 

Cruzamos Astorga, su Palacio de Gaudí, y la imponente Catedral, y encaramos la suave subida dirección a Rabanal. Afrontamos el Bierzo, la Cruz de Ferro, con otro espíritu. Como si nos hubiéramos quitado un gran peso de encima, Con canciones de Tino Casal, Capercaillie y el Último de la Fila. Oliendo a tomillo, entre brezos en flor y montañas hasta donde se acaba la vista.

 

"Llévame, aire del camino

hasta donde nadie me pueda encontrar

Llévame, aire tibio y azul

y abandóname colgado de tu luz.

Y en tu luz brillante de cuchillo

adivinaré la rosa y el clavel.

Llévanos, aire del camino,

hasta donde nadie nos pueda encontrar"

 Disfruto sobre la bicicleta, como hacía tiempo. Nada como volver al hogar. Nada como estar de vuelta en el Camino.

  

Aún no sé ni cómo llegué a Rabanal. Solo recuerdo que los brezos estaban en flor, que en el cielo se deshilachaban sábanas de nubes, y que era infinitamente feliz.

Allí nos esperan David, el merecido descanso, y un plato de pasta.

F. De la ciudad señorial e imponente de Benavente salimos ya con aires de acercarnos al Camino, y digo el Camino porque lo anterior parece un trámite administrativo, como el que tiene que hacer la declaración de la renta o pedir una subvención. Queremos verde y frescor de bosques.

Y en este punto ya decide dejar de sufrir David, sufrir de bicicleta que de corazón nos acompaña y nos le llevamos en el corazón y mentamos en muchas de nuestras paradas. David, nos debes un Camino. Y por la tarde Novoa, que ya sabes donde continúa: Astorga.

Astorga - Ponferrada

Astorga- Rabanal del Camino ya tiene ritmo de...ya estamos en el Camino, ya tenemos montañas en nuestras pupilas, el aire es más fresco, las nubes, las dehesas de encinas, las pistas, los hitos del Camino, los cruceiros…y una piedra que recordaba un poema de Antonio Machado, que es pura descripción de todos los pensamientos que se te pasan por la cabeza:

Anoche cuando dormía,

Soñé, ¡bendita ilusión!

Que una colmena tenía

Dentro de mi corazón;

Y las doradas abejas

Iban fabricando en él,

Con las amarguras viejas,

Blanca cera y dulce miel

De todos los pensamientos que se te pasan por la cabeza y por el cuerpo porque las posaderas, a pesar de los kilómetros acumulados, ya hasta duelen menos.

Etapa 5. Rabanal del Camino-Puente de Domingo Florez.

 

Día de magia, no se me ocurre mejor titular. Mágica es la Cruz de Ferro, a la que hoy subimos bajo un cielo azul perfecto. Lugar de emoción, y de Paz.

Salimos tranquilos de Rabanal. Hoy se nos une Ezequiel al que Jose Manuel ha acercado desde Ponferrada. Y seguimos intentando convencer a David de que siga, que descanse y siga. Nos veremos en Molinaseca…

Salimos pausados, sabiendo que desde aquí, no hay prisa. Queremos saborear las montañas, por fin están aquí, el verde, el silencio. Después del aluvión de emociones de ayer en Astorga me quiero guardar la Cruz de Ferro para mí. Necesito estar solo así que me separo, pongo mi ritmo. Al principio, más lento que el de mis compañeros. Luego, en una parada, les adelanto. Y sin forzar, hago el propósito de llegar arriba. Tengo algunos deberes pendientes con amigos en el Cielo, y en la Cruz hay muy buena cobertura. 

Poco después llegan los demás. Para todos es muy especial, es un lugar único, colmado de magia y emociones, y lo sabemos. Así que disfrutamos el instante de Paz antes de empezar la bajada.

 

Mágico el albergue de Manjarín, con su hospitalero templario. La bajada a Molinaseca. Esa que se puede hacer en media hora, claro, si no paras 20 veces a sacar fotos desde cada uno de los balcones perfectos que se asoman al Bierzo y a Galicia.

Nosotros somos de disfrutar, de parar y de mirar. Así que nos deleitamos con mil y una paradas. 

 

En Molinaseca nos espera Jose Manuel Garcia Correa con un fantástico avituallamiento que será, aunque él no lo sepa, nuestra comida del día. Nada como un buen chorizo del Bierzo, pan de pueblo y unas cervezas para hacer felices a los peregrinos. Con él está David Durán ya desde ayer acoplado y agotado por los días previos. Jose Manuel, no solo nos ha dado ayuda, sino cariño. Y es que la familia, es así.

La escena del puente, sobre el río en el que otras veces nos hemos dado un baño, me trae recuerdos de otros Caminos. 

 

Y llegamos a Ponferrada, puerta del Camino de Invierno. Aquí dejamos la "autopista" francesa para tomar un Camino más recóndito. Felices llegamos al castillo, para poner nuestro sello, y re-encontrarnos, una última vez con David, nuestro malaguita David Durán. Pese a los cuidados de Jose Manuel, y los dos días de descanso, decide dejarnos. Su cara de los días anteriores, ahora lo veo, nos avisaba. Está vacío de fuerzas. 

Aun así, con esa pena encima Ponferrada es, así lo siento, un nuevo comienzo, un nuevo Camino. Apenas un día, Astorga y la cruz de Ferro han servido para reencontrarnos, para revivir. Mucha culpa tiene Jose Manuel y sus cuidados. Pero también, el buen humor de los compañeros. Ezequiel con su buena onda, David Arranz que lleva toda la ruta siendo el pegamento para unirnos, Carliños, buscando su camino y Fuencis, tan increíblemente fuerte, y al tiempo, capaz de hacernos ver más allá del manillar. 

F. Y por fin las montañas, y de nuevo la Cruz de Hierro y nuestro pequeño homenaje a los que desde arriba vigilan, y las vistas de por dónde rodarán nuestras bicicletas en los próximos días, se ve todo verde, todo alto, todo sonrisas, todo montañas.

La bajada a Molinaseca solo la frenan nuestros ojos y las ermitas a su paso y el deseo de tener en nuestra compostelana los mejores sellos del Camino (si es que los hay).

José Manuel y David nos esperan con un buen refrigerio de la zona y sus mejores deseos para lo que nos queda pues su compañía se acaba aquí y de nuevo cargo con mis cámaras de líquido que para eso he cargado con ellas. Y Eze ya se ha incorporado al grupo, fresco y feliz, con hambre de camino y de no dejarnos pasar la oportunidad de deleitar lo que esta tierra sabe cultivar y alimentar.

Ponferrada será nuestra despedida del camino francés y entrada al Camino de Invierno. Reconozco ahora que aquí me entró un poco de ese ‘¡madre mía dónde me he metido!’, sabía que lo que venía era duro, que tendría que empujar y penar y ganarme las cenas venideras. Y sí, hubo que tirar de pies y transpirar como testigos falsos (como diría Eze) pero lo que tiene esa primera ruta de este camino es verdaderamente mágico y adictivo, y quieres más cada día que pasa.

 

FIN DE LA PRIMERA PARTE


No hay comentarios :

Publicar un comentario