Circular hoy en bici no es más arriesgado que hacerlo en otros medios de transporte. La circulación en calzada, lejos de lo que la gente cree, no entraña más riesgos que los que pueda correr un motorista al que a la exposición que sufre, por ser su cuerpo la carrocería, se le suma la velocidad que puede alcanzar. De hecho, y a diferencia de lo que suele ocurrir en carretera, donde muchas veces el ciclista pasa desapercibido (de ahí la razón del por que se quiere circular en paralelo o en grupo) son raros los accidentes por alcance por detrás.

En ciudad, el conductor está mucho más atento a lo que ocurre delante suyo, pues son múltiples los obstáculos que puede encontrar. Los accidentes suelen venir entre otras cosas de puertas de coches estacionados que se abren, incorporación a la vía por donde circula el ciclista de vehículos, intersecciones, adelantamientos sin guardar distancias y cierre de la trayectoria del ciclista por parte de vehículos que quieren abandonar la vía por donde circula el ciclista. Así pues,
al ciclista urbano, para circular seguro sólo le basta con colocarse en el centro del carril y hacerse visible, tomar posesión de su espacio. De esta manera, obliga a ser adelantado por el carril contiguo y no por el mismo carril por donde circula, evita los accidentes por abertura de puertas y marca mejor su espacio, evitando que se le cierre el paso en los giros que hacen otros conductores para tomar otra calle. Incluso, sería interesante que se autorizara (cosa que no ha querido hacer el ayuntamiento en su ordenanza) a ir en paralelo de a dos dentro de un carril de circulación, para así reforzar todo lo dicho.