Antes de pensar que me he vuelto loco, les ruego lean mis motivos y verán que esta decisión es cabal. Sé que algunos me pondrán a parir, porque sólo leerán el titular (un saludo a mis amigos de meneame.net). En todo caso, no espero que nadie comparta esta decisión. Lo escribo una vez para no tener que contarlo cien.
Hay dos maneras de no romperse la crisma: una es llevar un buen casco si hacemos algo peligroso, la otra es evitar el peligro. Ambas son respetables, yo he elegido la segunda cuando uso mi bici para desplazarme. Sé que muchos de ustedes piensan que eso no es posible, que la bici es demasiado insegura como para poder elegir no tener riesgos. Lo cierto es que sí podemos elegir, pero todavía poca gente lo sabe.
Llevo tres años colaborando como redactor en este blog en el que miles de lectores entran y cuentan sus propuestas, consejos y problemas. También cuentan sus accidentes, y eso es una información valiosísima de primera mano que no conoceremos jamás por los atestados policiales, que no se hacen públicos. Los accidentes ciclistas siguen pautas predecibles, aquí y en todo el mundo (donde sí se publican estudios sobre los atestados) y se pueden evitar con sencillos consejos. Incluso en esas caídas tontas que siempre pueden pasar tenemos capacidad para minimizar los daños y no sólo los de la cabeza, sino los de todo el cuerpo. Basta con ir suficientemente despacio y tener espacio a nuestro alrededor para poder esquivar imprevistos o poderse caer en un suelo libre de obstáculos, sin mayores consecuencias que alguna contusión.
Sé que hay ciclistas que les gusta correr, ir por terrenos accidentados, usar vías ciclistas demasiado estrechas, o incluso saltarse semáforos. En esos casos, el golpe es probable y me parece totalmente cabal llevar un casco para amortiguar el impacto si sucede en la cabeza. Pero déjenme elegir no participar en esas actividades de riesgo. Las calles de mi ciudad no tienen ramas ni farolas en medio de la calzada contra las que abrirse la cabeza, y jamás circulo cerca de un bordillo por ese motivo.
¿Y los otros vehículos? pensaran ustedes.
Hay dos maneras de no romperse la crisma: una es llevar un buen casco si hacemos algo peligroso, la otra es evitar el peligro. Ambas son respetables, yo he elegido la segunda cuando uso mi bici para desplazarme. Sé que muchos de ustedes piensan que eso no es posible, que la bici es demasiado insegura como para poder elegir no tener riesgos. Lo cierto es que sí podemos elegir, pero todavía poca gente lo sabe.
Llevo tres años colaborando como redactor en este blog en el que miles de lectores entran y cuentan sus propuestas, consejos y problemas. También cuentan sus accidentes, y eso es una información valiosísima de primera mano que no conoceremos jamás por los atestados policiales, que no se hacen públicos. Los accidentes ciclistas siguen pautas predecibles, aquí y en todo el mundo (donde sí se publican estudios sobre los atestados) y se pueden evitar con sencillos consejos. Incluso en esas caídas tontas que siempre pueden pasar tenemos capacidad para minimizar los daños y no sólo los de la cabeza, sino los de todo el cuerpo. Basta con ir suficientemente despacio y tener espacio a nuestro alrededor para poder esquivar imprevistos o poderse caer en un suelo libre de obstáculos, sin mayores consecuencias que alguna contusión.
Sé que hay ciclistas que les gusta correr, ir por terrenos accidentados, usar vías ciclistas demasiado estrechas, o incluso saltarse semáforos. En esos casos, el golpe es probable y me parece totalmente cabal llevar un casco para amortiguar el impacto si sucede en la cabeza. Pero déjenme elegir no participar en esas actividades de riesgo. Las calles de mi ciudad no tienen ramas ni farolas en medio de la calzada contra las que abrirse la cabeza, y jamás circulo cerca de un bordillo por ese motivo.
