Aunque bajaron algo las temperaturas diurnas, anoche en Madrid hacía un calor sofocante… y nosotros, mientras tanto, pedaleando por la Sierra bien fresquitos
Por la noche hay que extremar la precaución sobre la bicicleta, buscando rutas conocidas y relativamente sencillas para nuestro nivel como bikers. Si te pierdes por el día, hay muchos elementos conocidos que puedes utilizar como referencia, pero con la oscuridad de la noche no hay referencia que sirva.
Antonio, MiguelS y Aalto nos animamos ayer a hacer una ruta nocturna en bici por un camino muy sencillo y que conocemos muy bien: la subida al puerto de la Fuenfría.
Un poco antes de que se pusiera el sol, sobre las 20:30, dejamos el coche aparcado en la zona recreativa de las Dehesas de Cercedilla, frente al restaurante Cirilo para empezar a pedalear con luz e ir poco a poco acostumbrándonos a circular en la oscuridad.
Según íbamos subiendo por la pista nos cruzábamos con senderistas y ciclistas que querían llegar a Cercedilla antes de que les pillara la oscuridad de la noche. Nosotros, al contrario, íbamos buscándola.
La noche cayó rápidamente. Había luna nueva, y por lo tanto la oscuridad era absoluta en el bosque. Hacia el este, tras las montañas, todavía se veía la claridad de la puesta de sol. El silencio se iba haciendo dueño de la noche, y sólo oíamos el ruido de nuestras bicis sobre la arena del camino.
Al llegar a los Miradores de los Poetas, un grupo de chicas se había "instalado" en lo más alto del mirador de Vicente Aleixandre para ver el atardecer y quizás pasar allí la noche lejos del bullicio de la ciudad. Nosotros paramos unos minutos para contemplar las impresionantes vistas nocturnas.
Si no disponéis de una cámara digital, y un buen trípode, las fotos nocturnas no serán de mucha calidad, y hay muchas posibilidades de que os queden "movidas".
Las vistas hacia Madrid son impresionantes. Aquí tenemos una completa oscuridad, y ahí abajo, luces, luces y más luces. Ahora entendemos mejor qué es eso de la "contaminación lumínica". Nosotros podemos ver un precioso cielo estrellado, ellos no creo que puedan hacer lo mismo.
Seguimos nuestro camino hacia el puerto, pasando junto al reloj de sol de Cela, que no creo que pueda ayudarnos a saber la hora, y cruzando la pradera de Navarrulaque. El camino es más suave en este tramo, y circulamos los tres juntos iluminando el camino con nuestras luces.
Dicen los entendidos que lo ideal es llevar tres luces:
- una luz corta, que ilumine el suelo cerca de la rueda delantera y te permita ver el terreno por el que circulas.
- una luz más larga, que ilumine al frente, y te permita ver obstáculos que puedes encontrar en el camino.
- una luz en el casco, que ilumine allá donde miremos, algo muy útil en los giros.
Nosotros íbamos más o menos bien preparados, aunque seguro que para la próxima ruta nocturna nuestro equipo lumínico mejorará. Nuestra recomendación es que utilicéis luces de leds potentes (es más importante la potencia que el número de leds). Puedes encontrar linternas muy buenas por poco más de 20 euros y adaptarlas luego a la bici. Las luces halógenas iluminan mejor el camino, pero su duración es escasa.
Además de ver, es muy importante que nos vean, sobre todo si vamos a circular en algún momento por tramos de carretera. Los leds rojos traseros y las prendas reflectantes son imprescindibles. En esta ruta no son tan necesarios, pero por si acaso los llevamos encendidos para localizarnos mejor entre nosotros.
Desde el mirador de la Reina, también llamado mirador de la Calva, de día tenemos unas impresionantes vistas del valle de la Fuenfría. Ahora por la noche, sólo vemos al fondo las luces de Cercedilla.
Unos metros más arriba llegábamos al puerto de la Fuenfría, donde aprovecharíamos para descansar, tomar unos bocatas y contemplar las estrellas. No había luna, lo que hacía que todo a nuestro alrededor estuviese en la más absoluta oscuridad… bueno, excepto el cielo estrellado.
Aunque en Madrid seguro que hacía mucho calor, aquí arriba hacía bastante fresco. Posiblemente serían unos 16 o 18 grados, aunque con el aire la sensación térmica era mucho más baja. ¡Qué fresquito más rico!
En cuanto empezamos a quedarnos fríos nos montamos en las bicis para entrar en calor pedaleando. La bajada hasta las Dehesas de Cercedilla, muy rápida y divertida y con sorpresas "animales" en la ruta.
Cuando íbamos sorteando las bostas que habían dejado las vacas sobre el camino (aquello parecía un campo minado), un enorme sapo apareció en mitad del camino. No se libró del objetivo de nuestra cámara, aunque tampoco parecía importarle mucho nuestra presencia.
Pero no sería el único animal que encontraríamos en el camino. Un poco más abajo unos caballos un poco asustadizos decidieron acompañarnos un tramo de nuestra ruta.