Agosto, de vuelta en Madrid tras un par de semanas de vacaciones. Has desconectado y vuelves relajado, un poco perdido, bastante en tu mundo.
Primer dia de trabajo. Intentas no olvidar nada de lo que sueles llevar. El camino, por desgracia, aun lo recuerdas. Casi no hay coches y hasta casi que extrañas tu bici.
Notas que vas muy relajado, demasiado. Acostumbrado a rodar por caminos forestales y pueblos muy tranquilos, le has perdido el tino al tráfico de Madrid, al buitreo yo diría.
Demasiado confiado, tomas la rotonda y un coche, detrás, a la izquierda quiere pasar.
Lo ves por el espejo. Tras unas vacaciones eres mejor persona, te abres un poco para que haga el giro.
Resulta que lo que quería era salir de la rotonda y te cierra.
Frenazo de bici. No pasa nada, íbamos despacio.
El conductor da marcha atrás y se disculpa. “
Lo siento, no se que ha pasado. ¿Estás bien?”
“
Si tranquilo, no pasa nada.” “De verdad que te estaba viendo todo el tiempo, creía que había mas espacio”.
“No te preocupes, pero la próxima vez no adelantes para girar porque me cierras el paso”.