¿Os ha pasado alguna vez que un automovilista, molesto por ver ralentizada su marcha, os acuse de "ir haciendo eses"? A mí, sí; varias veces. En ningún caso iba haciendo ninguna "ese", nunca las hago, ¿para qué iba a hacerlas? Y, sin embargo, las personas que me acusaron de ello estaban convencidas de que así era. Lo tenían muy claro.
Lo que pasó en todos esos casos es que encontraron un elemento (esa bici) que no esperaban y que les molestó; que rápidamente encontraron un culpable de su malestar: por supuesto, la bici. Pero, como saben que no pueden acusar a la bici por estar ahí, la acusan de alguna otra cosa que sí sea punible. Lo de las "eses" es un lugar común: ¡todo el mundo sabe que las bicis hacen "eses"! Y que eso es peligrosísimo en este mundo de coches. Y no vamos a dejar que la realidad nos estropee esta magnífica explicación donde la culpa de mis males la tienen los demás.
Es un sencillo ejemplo de realidad fabricada. ¿De dónde han sacado estos automovilistas que las bicis zigzaguean? Quizá de sus propias experiencias infantiles... más probablemente, lo han oído en algún sitio en edades más recientes. ¿Dónde?
Me he acordado mucho de este ejemplo en las últimas semanas ante la actual campaña de la DGT. Observando fríamente lo que se cuenta, se podría inferir que algunas de las causas de accidentalidad ciclista en nuestro país son:
• las bicis ocupan demasiado espacio
• las bicis hacen cambios bruscos de dirección
• las/os ciclistas no oyen el resto del tráfico
• las/os ciclistas no usan casco
• las/os ciclistas no usan ropa reflectante
• las bicis no respetan los semáforos