Hubo un tiempo en que desde Madrid mirábamos con envidia a Barcelona. Era la primera ciudad española en plantear la bici como transporte, que apostaba por hacer una red de carriles-bici y de aparcabicis, que hacía ordenanzas de movilidad en los que la bici tenía un trato preferencial y que decidía hacer un sistema de bici pública a una escala jamás vista hasta el momento.
Mientras tanto, en Madrid la Ameba que ocupaba el Excelentísimo Cargo decía que la ciudad "no era para bicis", y los de aquí nos avergonzábamos esperando el día en que pudiéramos seguir el Ejemplo Virtuoso.
Ya no. Barcelona hace tiempo que ha dejado de ser una referencia en movilidad ciclista. Ya no es la única. Nunca lo fue, pero se supo vender mejor que otras como Sevilla, Zaragoza o Vitoria. Tampoco es la que va por delante, los repartos modales de otras ciudades hace tiempo que han dejado atrás a la veterana ciudad Condal, estancada en un 2% del que no sabe salir.
Si eso fuera todo, podríamos dar la enhorabuena por los años que fue referente, alegrándonos de que otras ciudades la hayan adelantado, pero lo que está pasando en Barcelona no es nada de lo que sentirse orgulloso. No es que Barcelona necesite un empujón, es que tiene que cambiar de rumbo: Muchos de sus habitantes maldicen desde hace años ese 2%, deseando que desaparezca, mientras que muchos otros desdeñan las críticas y prefieren seguir creyendo la leyenda de "Barcelona, caso de éxito ciclista".
Esta semana han aparecido dos testimonios relevantes sobre cómo está la situación.
Barcelona era Europa. Barcelona era el futuro.

Mientras tanto, en Madrid la Ameba que ocupaba el Excelentísimo Cargo decía que la ciudad "no era para bicis", y los de aquí nos avergonzábamos esperando el día en que pudiéramos seguir el Ejemplo Virtuoso.
Ya no. Barcelona hace tiempo que ha dejado de ser una referencia en movilidad ciclista. Ya no es la única. Nunca lo fue, pero se supo vender mejor que otras como Sevilla, Zaragoza o Vitoria. Tampoco es la que va por delante, los repartos modales de otras ciudades hace tiempo que han dejado atrás a la veterana ciudad Condal, estancada en un 2% del que no sabe salir.
Si eso fuera todo, podríamos dar la enhorabuena por los años que fue referente, alegrándonos de que otras ciudades la hayan adelantado, pero lo que está pasando en Barcelona no es nada de lo que sentirse orgulloso. No es que Barcelona necesite un empujón, es que tiene que cambiar de rumbo: Muchos de sus habitantes maldicen desde hace años ese 2%, deseando que desaparezca, mientras que muchos otros desdeñan las críticas y prefieren seguir creyendo la leyenda de "Barcelona, caso de éxito ciclista".
A dónde se ha llegado tras una década de política ciclista
Esta semana han aparecido dos testimonios relevantes sobre cómo está la situación.