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lunes, 13 de junio de 2016

Nuestros 10.000 del Soplao 2016. Un relato a dos voces.

Un Homenaje al estilo enbicipormadrid


Tras la divertida aventura del año pasado, este año aún más enbiciados decidimos apuntarnos a esa prueba mítica del MTB nacional. Los 10.000 del Soplao. Una prueba muy dura (162 km y más de 5.000 metros de desnivel) que este año tuvimos que afrontar con la pérdida de nuestro Capi, Antonio, muy reciente. Pero sabíamos que lo que al él le gustaría es que fueramos y disfrutáramos de un día de ruta.

Así que pese al dolor en el corazón, decidimos acudir y hacerlo en su honor.

Si el año pasado os contábamos toda la preparación desde el particular punto de vista de un "paquete" hoy queremos narraros las vicisitudes de dos participantes en un relato a dos voces. Dos puntos de vista, dos maneras de ver la prueba, las dos 100% enbicipormadrid. Un relato a dos colores, como la "Historia Interminable" para aquellos que la hayais leído en papel, y que esperamos no se os haga también "interminable". A colores, como nuestras rutas, en las que cada uno luce el suyo, pero todos llevamos dentro la impronta de un mismo estilo.

Esperamos que lo disfrutéis.

Estos son nuestros protagonistas:

Laura: La Molinillo, la reina del Negreo.
Agustín: Siempre de azul, un paquete venido a más. 




Agustín.  Este Soplao iba a ser muy diferente, especial, todos lo sabíamos. Después de todo un año preparándolo, con nervios, porque el entrenamiento no estaba siendo tan bueno como el año pasado, llega la desgracia, y todo, todo parece perder sentido. Coger un coche y viajar 400 km para montar en bici? Con lo que ha pasado? De entrada, el corazón dice no. Pero luego algo dentro se retuerce. Sí, tiene sentido, hay hacerlo por Antonio, para dedicárselo, porque eso es lo que él querría.

Aún así sé que no va a ser fácil, y ya antes de empezar la prueba advertí a mis amigos y compañeros que quizá me fuera solo. Por una parte, me apetece ir en grupo, tranquilo, y estar con ellos,con mi segunda familia. Por otra,sentía que necesitaba alejarme, y llorar en soledad.  Es algo que me alivia mucho sobre todo ante paisajes tan grandes, que te llenan hasta la emoción.

Laura. Puede parecer que una marcha ciclista empieza cuando pasas por la salida y empieza a contar el reloj, pero como ya quedó patente hace un año, una cosa así empieza meses antes. En el mes de febrero empecé a luchar con la frustración de que iba a disfrutar el Soplao como espectadora. A última hora, sin embargo, decido que esta es una de las grandes dedicatorias que le podía hacer a Antonio. Si alguien me ha picado en estos meses para que fuera, ese ha sido Antonio.  Yo me empeñaba en contestarle que solo lo hacía si iba a disfrutar.

Así que ahí me planto con todo el equipo pensando que esta no es mi guerra, pero que quiero disfrutar, y hasta donde llegue…Y por otro lado, ay, con lo bonito que fue hacerlo todo! ¡Laura, pero si no estás preparada! En fin, esos demonios que nos hablan y que quieren dirigir nuestra vida. Los que montamos en bici también tenemos demonios. Mi bici corrobora que no estoy preparada: llevo la bici a revisión y no me cambian las pastillas de freno, las pastillas que compro no valen, así que Fernando Mcgiver al rescate tiene que hacer un apaño recortando las que he comprado. Siempre que yo tengo un problema, ahí está Fernando, mi mecánico de moda.


Esto también es la preparación del Soplao. Hasta 10 bicicletas en una furgoneta
La noche anterior viene teñida de los recuerdos del año pasado. No puedo obviar que esa noche Antonio nos manda un mensaje a todos y cada uno de nosotros. Nos anima para el día siguiente, me dice que la marcha está hecha para mis características, y que podré con ella. Yo no tenía tanta confianza… Así era Antonio, un mensaje para todos y cada uno. Así que entre mis sueños y desvelos están esas y otras muchas palabras, hasta que ya no queda más remedio que ir a rodar. De nuevo resuena eso de que Antonio nos ha juntado y ha hecho todo esto posible. Tantas veces lo repetimos el año pasado… Estoy hecha un manojo de nervios, es lo que tienen estos eventos.


Esperando al final de la cola el equipo Enbiciado

Agustín. En la salida, eso sí, todos juntos. Nerviosos, nos conjuramos. "Enbiciados!, ¡Por Antonio!" Es un momento muy emocionante. Esta vez nos hemos colocado bastante mal. Llegamos un poco tarde y muchos se nos cuelan. Así que después de 25 interminables minutos, por fin la salida. Pasamos por la línea a ritmo del "Thunderstruck" de AC/DC. Acelero un poco entre la infinidad de ciclistas, siguiendo la rueda de Fernando, que culebrea entre la multitud. De repente le veo dar un golpe de pedal, aún por las calles de Cabezón. Y me tiro detrás de él. Sé que no es la rueda a seguir. Es una locura, pero quizá sea la excusa que emplea mi cabeza para alejarme de los demás. Le pierdo de vista, pero sigo adelante. Pienso que quizá en alguna parada pueda llegar a enlazar con él. Veo a Cecilia, la saludo y comparto con ella unos cuantos metros, pero ya he tomado una decisión. Arreo y me voy solo.

Los siguientes kilómetros sin embargo no dan para correr mucho. Interminables atascos que nos retrasan muchísimo. Prácticamente una hora sin poder montar en la bicicleta. Y cuando por fin podemos, intento acelerar, para ganar puestos en el grupo y evitar ser atrapado cuando vuelva a atascarse. Estoy cometiendo un error, forzando mucho la máquina cuando aún no han pasado ni 20 kilómetros, y mi pulsómetro me lo confirma, pero he venido a divertirme. Antonio siempre decía que este año haría un tiempazo y siempre le contesté que lo importante sería volver a disfrutar. Y en este momento disfrutar pasa por correr más, vaciarse.


Laura. Este año no tenemos la suerte del novato y nos colocamos en cola. Eso incluye el pack del aglomeramiento, salida veinte minutos después, y posterior embotellamiento de más de una hora. El primer repecho lo hacemos a ritmo senderista con bici a cuestas. Eso sin embargo lo que permite es que de inicio estemos todos juntos…casi. Fernando sale disparado y se va haciendo sitio, esta sea tal vez la única ruta en grupo en la que se permite ir a su propio ritmo. Agus sale detrás, les perdemos la vista, con la esperanza de que hagan algo épico. Les hemos visto rodar y sabemos de lo que son capaces.
Embotellamiento a ritmo senderista
El resto nos quedamos como si estuviéramos de parranda: paramos a hacer pis, nos regodeamos hasta que dejamos que la masa nos lleve. Con toda la aglomeración nos vamos separando en pequeños grupos, el que será de cabeza:  Fernando, Agustín,  con Jarein, Óscar, Nikolay, Fabián,  después Charo y Álvaro,y el que se dio en llamar “el grupo de Laura”: Sergio, Israel y Laura, los que aspiramos a llegar, “donde sea”.

En el alto de San Ciprián por fin conseguimos iniciar la marcha montados en la bici.




Agustín. Empieza la Cocina, este año, mucho más fácil. Han hormigonado la pista rota y llena de piedras donde el año pasado vi a Laura dejar atrás a todo el mundo a golpe de molinillo. Aún así, la pendiente es mucha y muchos van andando. La verdad es que se echa de menos una presencia amiga a mi lado, porque aunque yo igual me pongo a cantar "Con las manos en la masa", nadie me hace los coros. Me encuentro con Patricia, una chica que conocimos el año pasado, y me animo, pero sigo adelante. Quiero recuperar el tiempo perdido.

Por fin, después de una bajada muy rápida en la que la nueva bici y la mano recuperadas me dan mucha ventaja sobre el año pasado, llegamos al Soplao. Aquí empiezo a ver que los excesos se pagan. En vez de adelantar gente, más bien soy yo al que adelantan. Voy a la inversa. Si el año pasado adelantaba en las subidas y perdía en las bajadas este año es al revés. Entonces tengo que mentalizarme. Ahora lo sé, voy a sufrir. Es difícil pensarlo, cuando sabes que te quedan 120 km y todo lo peor y contra todo pronóstico te sientes muy cansado. En el llano y luego el Monte AA con sus rampones, la cosa se confirma. No voy y lo peor, no me estoy divirtiendo. Vienen las dudas...¿Seré capaz de acabar? SÍ, ¡es por Antonio!. La bajada del Monte AA esta muy seca y se hace muy peligrosa. Veo un accidentado tirado en la cuneta y atendido por médicos y me pone la carne de gallina recordando experiencias recientes. Y por fin, llego a la carretera. Me adelantan muchas ambulancias. Está claro que es un Soplao muy accidentado. Diferentes grupetas me pasan en el llano. Sigo sin encontrar mi ritmo.
Bajando El Soplao. Mucho,mucho polvo

Laura. Km 22…llevo mi perfil que me dice que ya estamos para subir la Cocina. Una subida de piedras en la que el año pasado nos abrían paso, pero ¡Oh! Decepción! ¿han asfaltado parte del terreno? Superar estas piedras se me hace harto sencillo ¡no es posible!  Aún así, ya hemos empezado los primeros ascensos importantes, y mis piernas responden, me voy sintiendo bien y voy ganando ritmo propio, esto marcha mejor de lo que pensaba. Cada tipo de terreno me recuerda a unas personas. Yo he aprendido a subir piedras, de Niko, de Fernando, de Guille, Adrián... Ellos me han enseñado a rodar.

Acabada la Cocina empieza la subida a las Cuevas del Soplao, la que da nombre a esta marcha, y al primer avituallamiento, primer escollo, primer objetivo. En ascenso me voy separando de mis compañeros. La carretera me acompaña, y yo me voy sintiendo cada vez mejor. Estoy como un niño con juguete nuevo. Esto es lo que me gusta hacer, me siento bien, contenta y a lo tonto empiezo a adelantar humanos, y bicis. Hace un día buenísimo, con un calor ligero que no se ha visto casi nunca en esta zona. Con las curvas voy mirando donde están Isra y Sergio, no les pierdo de vista, andan por ahí. Esto me permite “hacer sociales”, lo que viene siendo charlar con quien me voy cruzando.
Y sigo subiendo, y ¡sorpresa! atisbo un maillot rosa que se me antoja conocido…¡Patricia!! Increíble, es esa chica con la que charlamos el año pasado en las mismas circunstancias. Y no sólo eso, sino que ella se ha encontrado con Agus, nuestro Agus, allá por la Cocina, así que nos saca una media hora de ventaja. Ya le tengo localizado ;).

Un poco más de subida y llego al avituallamiento. En lugar de ser un sitio donde atiborrarse de plátanos, que también, esto acaba pareciendo un club social. Al fondo veo a Niko, deshaciéndose de sus líquidos restantes, pego un berrido, este no se me escapa…Pero “corre, tú sigue, que puedes hacer cosas importantes”, al poco veo a Fabián que también va por delante de nosotros. Niko me dice que por allá anda también Cecilia, quien me presenta a una amiga…¿Esto es una marcha o un club social? Me alegro de pertenecer a esta gran familia. A última hora me encuentro con Charo y Álvaro, que llevan su propio ritmo. Seguimos, luego nos vemos.
En fin, meto algo de prisa a “mi equipo” y nos tiramos para abajo, sabiendo que ellos van a afrontar esto mucho mejor que yo.


Avituallamiento en el Soplao. Y sí, el paisaje empeora con esos plásticos

Agustín. Poco después empiezo el Moral. Mi puerto mágico. La "Morcuera" cántabra. Me lo tomo con calma, primero en el bosque. La gente me anima "¡Vamos Valverde!" pero solo pienso en lo bien que iba yo por aquí y qué mal voy. Qué importante es la cabeza, retroalimentándo, positiva o negativamente. Esta vez toca la parte negativa, esa en la que te sientes mal, te das cuenta y todo lo negativo te hunde más y más. Así que me pongo a charlar. A falta de mejor compañero, con el que está en el cielo (en ese momento me pilla cerca). De las próximas rutas que vamos a hacer, de cuantos enbiciados harán el próximo Soplao, de K-li, de Natalia, de Pedro. Compartimos el paisaje, las montañas, los prados verdes, los caballos. Y no tengo que pensar en cuanto le gustaría. Lo sé. Lo está disfrutando conmigo, a través de mis ojos. Intento grabar algún vídeo para enseñar a los enbiciados el paisaje y me echo a llorar. Lo siento, tendrá que ser la próxima vez. Pero por fin empiezo a disfrutar, no de las piernas, pero sí de estos montes verdes, son un paraíso en la tierra. Compartirlos con él lo hacen aún mejor. 

El Moral. Lo más duro, pero también,lo más bonito, 
Laura. Ya iniciando el ascenso, Fabián se vuelve a separar de nosotros y sigue su ritmo. Yo me voy adelantando, y me separo de los chicos. Estoy segura de que me van a alcanzar en cualquier momento. Entramos en un camino, y volvemos a tener más ascenso…mis cambios van rarunos hasta que se sale la cadena ¡¡Grrrr!! No puede ser! ¡Estoy enfilada! La coloco y sigo. Pero esos cambios siguen rarunos, así voy haciendo pruebas hasta que oh! ¡horror! Se partió la cadena.
Sergio al rescate lleva todo lo que yo no llevo para esta ocasión. Él lo arregla con su acostumbrado buen hacer, con su paciencia y buen humor y en diez minutos estamos en marcha de nuevo.  Nos han pasado Charo y Álvaro, sabemos que ellos a partir de aquí van a coger cada vez más ritmo, así que mejor sigan, que vamos a ser incapaces de seguirles. Sergio me acaba de salvar de la tentación de abandonar por una tontería, una tontería para la que no estaba preparada.

Llegados a Puente La Riega, km 44,  es donde empieza lo bueno. Subimos rampas de hasta 19 % en asfalto rallado que nos deben llevar al Monte AA. En poco más de 5 kilómetros subimos 400 metros. Aquí es donde enfila enbicipormadrid para arriba. Me lanzo yo con mi molinillo y sus diez piñones (“El secreto de la molinillo”) y detrás me siguen Sergio e Isra. Vamos juntos adelantando caminantes. ¡Subidón!

Cojo la última curva y de repente, ese paisaje que ya veía a mi derecha, se hace más evidente a mi izquierda. Subo, el que está a mi lado grita ¡Antonio!. Miro al fondo y veo un paisaje de impresión, probablemente uno de los más bellos que puede haber en esta marcha. Para los que vivimos apegados a la tierra, a las cosas concretas, ver magia en las cosas es algo complicado. Sin embargo, en este momento veo toda la magia del mundo, Antonio está ahí, se ha quedado en ese paisaje, nos está acompañando, a nosotros, a sus enbiciados. Antonio se ha hecho presente en ese valle de profundo verde, en esas nubes cargadas, está conmigo y cada pedalada que doy. Antonio viene conmigo y me recuerda lo que le gusta la Morcuera en primavera, aún más todavía le habría gustado este paisaje.

Llego al final de la cima, se acaba el ascenso y empieza una bajada de 8 kilómetros por “anchos caminos”. Espero a que vengan Isra y Sergio para bajar juntos, tardan. Decido una vez más que me alcanzarán en la bajada. Mientras bajo, me encuentro un accidentado, y junto a él, Fabián. El chico se ha caído delante de él. Si quiero ver la magia de todo esto, puedo pensar que Antonio le ha puesto a este accidentado a Fabián delante para que nos espere. Igual que a mí me ha roto la cadena…

Agustín. Toca bajar de nuevo, y lo hago con cuidado, a pesar de lo cual vuelvo a adelantar muchos ciclistas. Mi nueva cabalgadura, a la que llamo "Mystique" es tan eficaz en estas bajadas, bacheadas pero rápidas, que a veces pienso si no estaré arriesgando demasiado, sin darme cuenta. Y justo cuando está terminando la bajada, empieza a llover. Son apenas cuatro gotas, poco más que una tormenta de primavera que los truenos llevan anunciando desde que empecé a subir el Moral. 

Afortunadamente,  para enseguida. Pero el aviso está dado. Nos vamos a mojar. Este año, sí que vamos a saber porqué lo llaman el infierno cántabro. Es curioso, pero casi me anima pensarlo. Porque a mi "experiencia Soplao" le faltaba eso. La lluvia, el barro, el frío... Estoy guardando el chubasquero (a mano, eso sí, que seguro que lo necesitaré más tarde), cuando de repente, empiezan los calambres. Toca estirar un poco, y no sé si le hace más daño a mis piernas o a la fuerza de voluntad. Pero hay que seguir. Es curioso, la breve tormenta nos deja unas fuertes ráfagas de viento. Y lejos de asustarme, me dan más ganas. Recuerdo la ruta de la vía verde del Tajuña. Capi, ponte a rueda, que ya tiro yo. Antes odiaba el viento. Ahora sé que aunque haga la carrera aún más dura, eso para mí es menos inconveniente que para otros.

Pronto, avituallamiento rápido en Ucieda. El más multitudinario, en el que aprovecho para coger algo de comida y sobre todo para mentalizarme. Hay que regular, o los calambres acabarán conmigo. 


Laura. A mi paso por Ruente me sorprende que no haya ese tapón de pasada por el famoso puente, así que paso rápido, bajo los ánimos de la gente. El paso por cada pueblo conmigo garantiza grandes coros de ánimo. No porque sea yo, claro, sino porque soy  mujer, y aplauden de forma entusiasta a todas y cada una de nosotras. Saben de nuestra escasez en estas lides.

Decido seguir hasta el avituallamiento de Campa de Uceda, el más grande. Mientras estoy aquí me encuentro de nuevo con Fabián, y al poco llegan Isra y Sergio. Comemos, este es el avituallamiento más grande: plátanos, bocatas, naranja… cantidad de bebida. Hacemos cálculos: nos quedan 20 kilómetros para llegar a Juzmeana, el punto de corte. Son las tres de la tarde y tenemos una hora para llegar. Es imposible. Pero Fabián quiere intentarlo, sale y le animamos a conseguirlo. Nosotros nos empezamos a resignar…es imposible.

Salimos juntos sabiendo que ya no llegaremos al punto de corte, y vamos haciendo piña. Nos vamos esperando los unos a los otros. Aquí nos cruzamos con los que hacen el recorrido caminando, la Ruta a Pie. Intercambiamos impresiones: a ellos les parece lo nuestro tremendo, y a nosotros viceversa. Así que nos animamos los unos a los otros y flipamos con lo que tienen que subir mientras nosotros vamos haciendo curvas. En este momento ascenso me empiezan a hablar mis demonios. A pesar del ascenso, no llevamos mala media, me siento realmente bien, y mi demonio me dice que llego a las cuatro a Juzmeana. Veo que me he separado de los chicos, Isra agacha la cabeza, cada vez estoy más separada, y según avanzo la brecha se hace más larga. Me tienta llegar, ¿por qué no? Veo que Isra y Sergio están juntos y me digo que tengo que subir. Les esperaré un vez más arriba, o tal vez abajo, en el punto de corte.
Oscar, todo un crack para su primer Soplao. Y Jarein siempre alegre.
Así que hago la subida como si no hubiera un mañana, con esfuerzo relativo. Con el suficiente para no cansarme en exceso, de nuevo estamos solos yo y mi molinillo y esa presencia de Antonio. Es el momento de dejar de nuevo rienda suelta a los pensamientos, dejar que mi verborrea mental no tenga freno, y casi me olvide del lugar donde estoy. Y cuando vuelvo, de repente me encuentro con esos montes al fondo. Las nubes que prometían no dar lluvia hasta las seis empiezan a amenazar. Todos con el chubasquero. Me encuentro de nuevo a Fabián, seguimos. Él se queda atrancado por un tirón, pero arranca enseguida. Mi demonio me hace seguir, estoy llegando. Sin embargo, la subida al Alto del Moral es tan engañoso, que parece que nunca llegues, una nueva bajadita, un falso llano, y de nuevo estamos en ascenso. 

Por fin llego al Alto, al Alto del Alto. Con esa niebla y frío, apenas paro un momento, tiro para abajo lo antes posible, sigo pensando que es imposible llegar al corte, pero,¡Ay! ¿Y si llegara? La bajada la hago rápida, alegre, el paisaje se va cerrando hasta que estoy rodeada de bosque, el entorno es precioso. Sigo la estela de otros que parece que piensen lo mismo que yo, que aún llegan. ¿Y si esperaran a y cuarto?

Cuando llego al corte el cierre es evidente. Son las cuatro y diez y casi lo consigo…¿qué habría hecho? Me relajo, me sonrío a mí misma y decido comer, ponerme ropa y esperar a mis valientes. Aquí era donde les iba a esperar. Estoy con los guardias civiles y  me entero de que podemos rodar por carretera directamente a Cabezón, o recuperar la marcha en Correpoco y subir el Negreo. Es altamente tentador. Quiero ver qué hacen los chicos, decidir con ellos.  Tengo la certeza de que es mejor que haya corte: sola no lo habría disfrutado de la misma manera. Al poco llega Fabián, y  se pone a llover. Esperamos a los chicos. Decidimos que vamos a Cabezón. Son treinta kilómetros más de carretera en la que me cuesta seguirles, está claro que cada uno tiene su terreno. El camino de vuelta nos da para charlar e intercambiar impresiones. Sergio me cuenta que Isra se paró porque no podía más: “Tío, yo me voy para abajo”. En ese momento, Sergio le dijo, “no te vas, tú sigues para arriba, vente conmigo”. Sergio me cuenta que se ha planteado el Soplao como una salida más de enbicipormadrid: “No man behind”.  Sergio se había convertido en el cierre de nuestra ruta: arregló mi avería, apoyó a Isra, e incluso presenciaron una caída en lo alto del puerto. No lo entiende de otra manera, así que nunca iba a dejar que Isra se desanimara, y nunca iba a dejar que volviera hacia atrás. Juntos consiguieron subir el puerto, y llegar hasta donde estábamos Fabián y yo.
Así que juntos, con una sonrisa de oreja a oreja vamos tranquilos y a buen ritmo hacia Cabezón. Hacemos varias conjeturas, pero finalmente decidimos esperar al resto de la tropa allí, queremos ver todas y cada una de sus llegadas, y así lo hacemos. Yo nunca podré llegar en las 11 horas que tarda Fernando, pero hago mío su triunfo y me alegro con él, incluso me puedo llegar a imaginar cómo se ha sentido. Les abrazo uno a uno y hago mías todas y cada una de sus aventuras. Las que otros os van a contar.

Agustín. Y empieza la subida de Fuentes. El año pasado aquí empezó el sufrimiento. Empiezo muy suave, dejando pasar a mucha gente. Sé que tengo que regular y usar el molinillo para tratar de evitar los calambres. Pero ese bosque verde me emociona hasta las lágrimas. Me repongo un poco, mentalmente, y al trantran, me junto primero con un chico Marcos, de Gerona, del que me despido varias veces, convencido de que me dejará atrás. Y luego me uno a Mel, un muchacho hablador de Valladolid. Con su conversación divertida me distraigo: Ciclismo, Caminos de Santiago… Compartimos muchas cosas. Lástima que no viva en Madrid, si no sería un enbiciado, seguro. Por fin el pulsómetro se sitúa donde debe, por primera vez en toda la carrera (y van casi 90 km). Fuentes es eterno. Son 14 kilómetros, pero distraído se me hacen cortos. Llueve intermitentemente, pero hasta eso, es tema de conversación. Nuestras rutas, el espíritu de salir a disfrutar de la bici, llueva nieve o haga sol, vence sobre todo. Por fin coronamos, y paramos en el avituallamiento. Estoy allí cuando aparece Oscar. Apenas unos segundos después, se nos une Niko. Le doy un abrazo enorme. Me he dado cuenta de cuánto he echado de menos a mis compañeros. El tiempo de ir solo ha terminado. Porque a pesar de salir solo siempre tuve en la cabeza la idea de esperar a mis amigos en meta para entrar juntos. Está visto que de esperar nada. Más bien, me esperarán ellos a mí. Llega Jarein. Ahora sí. Quedan 60 km, pero los haré en familia. Bajamos rápidamente para empezar juntos la subida de Ozcaba. De nuevo calambres. Niko me da un gel de masaje que me sienta muy bien, y mientras se pone a llover, ahora más fuerte. No parará en el resto de la subida (6 km, casi una hora). Niko y yo nos reímos recordando nuestra ruta a la Hoya de San Blas. Aquel día sí que llovía. Ese entrenamiento físico y mental nos ayudarán a superar esto.

Como se agradece el buen humor de Niko
Así que entre unos bosques cerrados, llenos de helechos (y posiblemente, de duendes, gnomos y trolls), y árboles cubiertos de musgo, casi de cuento de hadas, seguimos subiendo e incluso disfrutando a pesar de los calambres. Con la charla y los buenos amigos, todo se hace mucho más llevadero. Cuando llegamos arriba me sacan unos metros. Y empieza la bajada de Ozcaba. Un descenso peligroso, y en mojado en el que disfruto muchísimo adelantando ciclistas. Es la ventaja de tener una bici de 29' y doble. Y de conocer la carrera y llevar un GPS que te marca las curvas. Eso me da mucha seguridad para bajar como un rayo. En Colsa se acaba la pista y paramos un momento. Allí está la casa que hemos alquilado y aprovechamos para coger los focos, comer algo y refrescarnos. Ahora sí, el Soplao está hecho. Sé que queda Correpoco, y el Negreo. Pero lo más difícil para la cabeza ya pasó. Seguimos bajada, ahora por carretera. Tal y como nos habían advertido, Correpoco ha pasado a mejor vida. Han pasado la máquina, y el pedregal que hiciera las delicias de Jarein se ha convertido en una pista bastante manejable, si no fuera por que con la lluvia y el barro, algunas piedras se han convertido en una pista de patinaje. 

Este año Jarein disfrutó mucho menos con Correpoco.
Esta vez apenas tengo que bajar de la bici 100 metros (el año pasado fueron los 3 km enteros andando). Niko y Oscar van unos metros por delante y Jarein que se ha quedado un poco más de rato en la casa, por detrás. 

Pero sé que en el Negreo nos encontraremos. Empiezan las primeras rampas. ¡Madre mía! Todo el mundo pie a tierra. Solo unos pocos aguantamos. He aprendido de los secretos mágicos de Laura y mi bici monta un molinillo capaz de subir, no sin dificultad las rampas del 25%. Tras 300 metros imposibles en los que los ciclistas recibimos el ánimo de todo el público, llego al avituallamiento, donde me esperan Niko y Oscar. Le están dando a los bocadillos calientes a base de bien. Yo sé que no debo porque ya comí algo en casa y me queda algo para la subida. 

Apretando los dientes: Negreo en estado puro.

Y sé que voy a subir muy despacio, así que paro un momento y les digo que voy a ir subiendo, despacito, para no retrasarles cuando me cojan. Meto molinillo y me voy para arriba. Muy despacio, haciendo eses para quitarle algún grado a las rampas, del 28%, 30%, 34%. Los calambres me atenazan de vez en cuando, pero antes de recibir el latigazo, me paro, varias veces, para relajar el músculo y que descanse la musculatura. Pero no me bajo en ninguna rampa. Me voy animando. No seré el KOM del Negreo, pero no me voy a bajar (salvo para los descansos). Es un objetivo (que útil es marcarse un pequeño objetivo dentro del obajetivo). Muy despacio, pero subo, buscando las trazadas mejores, intentando no pisar las resbaladizas piedras que con semejante pendiente son peligrosas (vi caerse a varios así).
Las últimas rampas. Entre la niebla cerrada. Y muchos andando
Y a ese ritmo, llego, aún de día arriba. Es entonces cuando me doy cuenta de que a pesar de todo, he llegado antes que el año pasado. El sol, poniéndose tras las montañas, entre una bruma mágica. Solo por estas vistas mereció la pena el esfuerzo. Me sorprende que solo me ha pasado Oscar a pesar de que he subido muy despacio. 

El atardecer en el Negreo, entre la bruma. Una experiencia mágica
 

Y entonces me llama Niko. Ha roto el núcleo de su bicicleta. No puede dar pedales, pero quiere seguir (ese es mi chico). Me pide que le espere en la carretera para remolcarle desde Ruente a Cabezón. Jarein está con él. Pero aún le queda acabar el Negreo y después, a mitad de bajada, un par de cuestas que tendrá que hacer andando. Bajo el primer tramo, justo antes de la primera cuesta y decido esperarles. Llamo a Fernando para que vaya a buscarnos a la carretera. No sé mucho de la avería de Niko (a mí eso del nucleo me suena a física atómica), pero seguro que el "mago" algo se inventa. Y en las cuestas, pienso, entre Jarein y yo podemos intentar empujarle, como Fernando ha hecho en tantas rutas con los que van más flojos. Pregunto a la organización. Tienen que pasar por allí antes de las 11 o nos echan. Tardan casi media hora, y por fin aparecen, los dos juntos. Lo de Niko no es una bicicleta, sino un patinete muy caro. Y de repente Jarein tiene una idea genial. Algo que ha visto en la Titan Desert. Sacamos tres cámaras de repuesto de las bicicletas y las atamos a modo de cuerda elástica. La primera me la paso yo por el hombro y la última Niko. Jarein le empuja, sobre todo en las arrancadas, para que la goma no se llegue a partir. Y tiro de él cuesta arriba, sacando fuerzas no sé de donde, y agradeciendo el molinillo de nuevo. Otro pequeño "Negreo" de 1,5 kilómetros. Algún ciclista se para a nuestro lado ¿Qué hacéis? ¿Tan mal va tu compañero?. Les explicamos lo de la avería. Nosotros somos así. No dejamos a nadie atrás. #No Man Behind. No importa el tiempo en meta. Ni siquiera que nos echen por fuera de control. Importa llegar y disfrutarlo juntos. Superamos la primera cuesta, la peor. Una bajada corta en la que nos desatamos para evitar accidentes. Llega otra más corta. De nuevo atados, con Niko a remolque. Alguno bromea: "Al próximo Soplao te traes el látigo!". A pesar de todo pienso que es bonito, en cuanto le gustaría a Antonio vernos así, llegando juntos, felices y riéndonos, pese a las dificultades, sin dejar a nadie, ni por flojera ni por averías. Tenemos que llegar todos. Seguimos la bajada. Alguna subida más corta, que Niko supera con la carrerilla y algún paso más. Bajamos muy despacio, eso sí, porque sin pedalear su "patinete" no llega a coger mucha velocidad entre de curva y curva. Se ha hecho noche cerrada y vamos con los focos a tope, como el año pasado, alumbrando a muchos que no llevan luces (la gente está loca?). Y llegamos a la carretera. Allí nos espera Fernando. Lo de la bici no tiene solución, pero sí podemos cambiarle la rueda entera por la de Fabian, que obligado a hacer la corta ya ha llegado y es compatible. En cinco minutos estamos listos gracias a sus manos expertas, y ahora sí, pedaleando todos por la carretera. Vamos tranquilos, disfrutando, y aún así rodamos a más de 30 km/h, haciendo ponerse rojos los semáforos de los pueblos. Y por fin llegamos a Cabezón. Vamos a entrar juntos. Recibimos los ánimos de todo el público que abarrota, a pesar de ser casi las once de la noche, las calles del pueblo. Venga campeones!! Ya lo tenéis!!. Y yo pienso que tengo que darle las gracias al Capi. Otra vez más, enseñándonos el camino. Recordándome que con esta banda de AMIGOS se puede hacer cualquier cosa. Que mi cabeza sin ellos es débil, pero con ellos a mi lado es capaz de todo. Puedes pasarlo mal, pero ellos estarán a tu lado. Puedes tener un mal día, pero ellos no te dejan atrás. Están bien enseñados. Tienen un espejo enorme en el que mirarse. En meta, nos cogemos del hombro, y juntos, como lo que somos, hermanos enbiciados, entramos.



No podría haber soñado un final más bonito para una ruta tan difícil, que empecé triste, y acabé lleno de fuerza. El resto, podéis imaginarlo, abrazos, alguna lágrima, y el resto de enbiciados que vienen a felicitarnos. La emoción es increíble. Todo un cúmulo de sentimientos encontrados. Pero sobre todo, el agradecimiento a este grupo de amigos geniales, y a Antonio, el gigante que nos unió. Sin él, sin su espíritu impregnando el estilo enbiciado, no sería posible. Con él, todo es fácil. #ElSoplaoEstáChupao. #GraciasCapi.

Laura. Cuando Antonio me insistió en que hiciera el Soplao a pesar de mi mala preparación, le aseguré que sólo lo haría si conseguía disfrutar. El día que tuvimos que volver sin él pude darle sentido a todo esto, quería disfrutar de estos paisajes con mis amigos. Hoy le dedico que llegamos juntos a Cabezón, gracias a Sergio, nuestro cierre, con una sonrisa de oreja a oreja. Así lo habría querido Antonio. Él nos ha cambiado las vidas. Las semanas se convirtieron en el tiempo que pasa hasta que llega el sábado. No puedo dejar de agradecer todas las sinergias que él ha generado para que hoy muchos de nosotros nos sintamos más felices y que un viaje a una marcha ciclista se convierta en un fin de semana en familia.

PD: Después del Soplao Antonio me volvería a escribir. Sabía que lo haría, y de la forma en que lo hicimos. Si hubiera ido sola, nunca lo habría hecho. Sé perfectamente cuáles habrían sido sus palabras al final de este Soplao. Esa es su magia. 
GRACIAS CAPI


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