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jueves, 27 de mayo de 2021

Los artistas que están creando un Madrid de bicis


Escrito por Mila Rodman (coolhunter) & Jesús García (consultor de movilidad)

Lo que encabeza este artículo es una tradicional postal de Madrid, de las que se encuentran fácilmente en los quioscos de la Gran Vía y que representan los monumentos más fotografiados por turistas: La propia Gran Vía, la Puerta de Alcalá, la Plaza Mayor... y el Santiago Bernabéu, cuyo museo sólo es superado en número de visitantes por el triángulo de oro del Prado, Thyssen y Reina Sofía.

Una muestra más amplia muestra que los temas que definen nuestra ciudad para el turista no van mucho más allá: en este estante de 25 postales sólo hay 10 sitios, se repiten una y otra vez y aún sobran un par de huecos para vender fotos de perritos, gatitos y toros de Osborne.


Lugares nuevos

Algunos artistas están tratando de ampliar el foco de las miradas hacia lugares menos tópicos, convirtiéndolos en clásicos: Bares o comercios tradicionales son quizá el primer lugar evidente, pero también aparece una voluntad de manifestar que lugares más modernos o más discretos también pueden tener una fuerte identidad.

Madrid Lines (Pablo Jorge) forma parte de este grupo de ilustradores que está identificando locales tradicionales que están en la memoria de Madrid y que por su fuerte personalidad pueden convertirse en iconos al ser transformados en láminas.


 

Elena Gómez se fija en pequeños rincones del Centro con carácter que aún no han sido claramente manifestados dentro del imaginario madrileño, pero que realmente sí que son característicos de la ciudad: desde el quiosco de La Latina, el Mercado de Flores de Tirso o incluso los balcones de edificios antiguos poblados por perros lustrosos, gatos de invierno y mesitas para tomar el fresco en verano.




Bobby Q (Roberto Quiñones) Con su trazo rápido y ligero de lineas imperfectas está introduciendo dentro de la iconografía lugares poco típicos, incluso algunos fuera del Centro histórico: El Teleférico, el Matadero o la Cineteca se convierten en nuevos referentes alejados de los tradicionales monumentos y comercios centenarios.



 

Escenarios típicos repensados

Otras miradas no huyen de los lugares tradicionales: La Puerta del Sol, Gran Vía o Plaza España son objeto frecuente de muchos diseñadores, pero con una relectura bastante más personal en el que se transforman en escenarios de mundos sorprendentes, a veces divertidos, poéticos e incluso apocalípticos.

Estudio del Mar (Mar Cerdeira) es un buen ejemplo. Sobre el gris de los edificios archiconocidos de Madrid añade una capa de color en forma de exhuberante naturaleza de fábula que convierte estos lugares en ilustraciones casi de cuento, y aportando así otra posible interpretación de una realidad ya manida y gastada.

 

 


El Lucernario comercializa lámparas artesanales, decoradas con diseños retroiluminados en los que se muestra su entusiasmo por los grabados antiguos de botánica, la zoología o las fábulas. Con esos elementos, una estampa tradicional madrileña se transforma en escenas tan entretenidas de mirar como estas:

 

 


Nicola Zonno ahonda en esta tesis de transformar la ciudad conocida en escenarios del fin del mundo, como en su serie "Madrid Apocalíptico" en el que los lugares tópicos de las idílicas postales para turistas se transmutan en escenarios de destrucción.  




 

La bici como parte del paisaje tradicional madrileño

En muchas de esas nuevas relecturas de lugares de Madrid, son varios los artistas que introducen a gente montando en bicicleta. Se trata siempre de escenas costumbristas completamente opuestas a la fantasía de los ejemplos anteriores,  y siempre con una identidad completamente urbana: la manera de vestir, el tipo de bicicleta, incluso la aparición de bolsos o mochilas como complemento práctico. La bici cotidiana supone una novedad en España, siempre atada a los clichés de las competiciones deportivas o el ocio juvenil de Verano Azul.
 
Los ciclistas en esas estampas no aparecen como mero paisaje de fondo, sino que son elementos muy conscientes, usados como parte indispensable de la composición pictórica y que quieren mostrar un rasgo de identidad propio de la ciudad: en Madrid ya hay bicis y por fin forman parte de la idiosincrasia local.
 
 
El ya mencionado Bobby Q, dentro de su búsqueda de referencias nuevas también emplea la bici en algunas de sus láminas, con la . El mítico bar El Brillante deja de estar en el punto de más tráfico de todo Madrid y pasa a tener esta idílica visión con la simple presencia de una mujer con su bolso y su bici urbana como única presencia humana.
 

 
 
Tina Paterson (David Rodríguez) nos habla de un Madrid moderno en clave años 30 muy poco explorado aún en el imaginario pictórico, de las arquitecturas de Antonio Palacios o el racionalismo de Luis Gutiérrez Soto, con una presencia fuerte de tranvías, dirigibles, trolebuses, el metro... y bicis circulando sobre ciclocarriles.  Es quizá la mirada más interesante, puesto que mezcla un pasado medio desaparecido pero todavía reconocible con unas bicis que en aquel entonces no formaban parte de las estampas tradicionales, pero ahora empiezan a serlo.
 
Al poner el mismo nivel la bici actual con elementos tradicionales madrileños desaparecidos se establece una interesante transgresión de la memoria colectiva: por un lado, se está reescribiendo la historia, introduciendo un pasado de bicis que Madrid nunca tuvo, plantando cara al manido "en Madrid nunca ha habido cultura de bicis". Por otro, propone una hipótesis de un presente alternativo en el que los tranvías aún siguen circulando por el centro en el año 2021 y aún existe el patrimonio arquitectónico desaparecido. La reconstrucción estos días del templete del ascensor de Gran Vía se convierte en un peculiar caso de materialización de ese anhelo. Si ese cambio ha sido posible ¿por qué no el resto?

 

El Chico Llama (Javier Navarrete) se fija en lugares tradicionales que tambien podrían aparecer en postales clásicas a poco que salieran de los 10 lugares típicos: comercios coquetos, bares míticos, teatros centenarios... Algunas son encargos de los propios comercios, otras son sus propias elecciones descubriendo lugares maravillosos en los que nos fijamos poco, a los que les añade una parte humana de la realidad de Madrid, y la bicicleta siempre aparece en primer plano, a veces aparcada, a veces con alguien montando. No es un elemento más, sino una figura muy prominente, en algunos casos completamente protagonista tanto como el lugar representado, hasta el punto de que las composiciones no tienen sentido sin ella.




¿A qué se debe esta presencia cada vez mayor de la bici en estas relecturas de las estampas madrileñas? La primera sospecha es que buena parte de estos ilustradores son ellos mismos ciclistas urbanos y que por lo tanto hay algo de militancia, queriendo convencer de una normalidad que aún no es tal, por lo frágil y reciente que la bici es todavía en Madrid. 

Una lectura más profunda intuye que se trata de una sensibilidad a un cambio aún sutil para muchos, pero que ya es inevitable, como tantas veces los artistas de muchas culturas y épocas han anticipado antes que nadie. Es decir, están percibiendo ya que en veinte años esto será lo normal y los turistas comprarán estas estampas en la Gran Vía.

Pero la interpretación más audaz es la más sugerente: están realmente cambiando Madrid, al recrear un nuevo imaginario colectivo hacia el resto de ciudadanos que aún no conciben la bici como parte de la ciudad. Están redibujando la historia, creando desde cero una cultura gráfica de bicis desde el campo de la publicidad, la moda y el arte, que son poderosas atalayas para imaginar futuros alternativos que muestren el camino a los demás y así lograr que se hagan realidad.


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