
Madrid está a punto de estrenar una
nueva ordenanza municipal de movilidad del Ayuntamiento. En ella se regula especialmente el asunto de las bicicletas, que pasan a tener que ir obligatoriamente por la calzada en las calles en las que no está autorizado explícitamente su tráfico por la acera. Quisiera explicarle a la autoridad municipal por qué voy (a veces) por las aceras; es que, señores del Ayuntamiento de Madrid, no lo hago por gusto. Porque yo intento ir por la calzada siempre que puedo, y ahora veo que injustamente muchos ciclistas vamos a ser multados, cuando en ocasiones
ir por la acera es un asunto de vida o muerte.
Un ejemplo de tantos. Hace un par de días, domingo, 8 de la tarde, subía en bicicleta por la calle Hortaleza, muy tranquila los domingos. Iba
por la calzada y ocupando el centro de la misma, como por otro lado insta que hagamos la nueva ordenanza y además es de sentido común. Esto es: circulaba cumpliendo las normas. Detrás de mi
apareció un taxi con prisa. Empezó a hacer señales acústicas. Yo iba a 20 por hora, no podía ir a más sin que me saliera el corazón por el pecho. Pues bien, el taxi se pegó a escasos centímetros de mi rueda trasera agresivamente. Siguió usando la bocina. La gente se giraba a mirarnos. Bruscamente, me adelantó por la derecha, rozándome. Se detuvo en un semáforo ante mi, me paré y le recriminé su actitud. Le pedí respeto. El semáforo se puso en verde, yo arranqué un par de metros, y
el taxi me cerró el paso, con una espantosa agresividad. Acabé teniendo que girar bruscamente, a punto de colisionar y
acabé en la acera, magullado y en el suelo. El taxi siguió su camino. Ese taxista se había saltado la norma de circulación al menos cuatro veces (conducción agresiva, uso indebido de señales acústicas, adelantamiento indebido, conducción temeraria...). Yo sólo hacía lo que la ley me permite y me insta a hacer.