ລົດຖີບໃນປະເທດລາວໄດ້ (II): ຫຼວງພຣະບາງ
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La bici en Laos (I): Vientiane
En los tiempos en los que los vikingos asolaban los restos del imperio carolingio y Abderramán III se convertía en califa de Córdoba, cuentan que un artesano entregó al rey Jemer una excepcional estatua dorada del Buda que Protege del Miedo (Phra Bang), y que serviría para preservar la Ciudad Real de Angkor por los siglos de los siglos siempre que la estatua no se moviera de allí. Impresionado por tal profecía, el rey decidió aceptar dicho regalo y le dedicó un altar.
Las generaciones pasaron y el Buda permaneció en el centro de la ciudad durante cuatrocientos años, hasta que el heredero de los herederos de aquél rey decidió regalar a su hija el norte de su reino. Para que nadie pusiera en duda la legitimidad de aquella decisión ni se atreviera a atacar al nuevo pais, la nueva reina debía llevarse consigo al Buda que Protege del Miedo, que custodiaría en la ciudad que sería la nueva capital, un pequeño conjunto de monasterios en una península en la confluencia del Mekong con el más modesto río Kahn. La ciudad recibió el nombre del Gran Buda Real que Protege del Miedo, o Luang Prabang.
Desde el día que la estatua fue movida, Angkor empezó a caer en decadencia hasta ser olvidada y comida por la selva. En cambio, la ciudad que surgió en torno al Buda fue próspera durante cientos de años. Sobrevivió a la colonización francesa, la ocupación japonesa en la Segunda Guerra Mundial, una posterior invasión de Tailandia, otra china, una guerra civil y la desolación de ser campo de operaciones de una y otra superpotencia en la guerra del Vietnam. Sin embargo lo que las armas no lograron, las grúas estuvieron a punto de hacerlo. Afortunadamente, una vez más el Buda protegió la ciudad y la proclamación de la república comunista en 1975 la dejó sin función de capital, preservándola de las veleidades del desarrollismo de inspiración soviética que sí sufrió Vientiane.
Su extraordinario grado de conservación le ha permitido ser nombrada Ciudad Patrimonio de la Unesco gracias a su combinación de arquitectura tradicional lao, templos budistas, palacios reales... y sus casas de la campiña bretona. Es lo que tiene haber sido parte de la Indochina francesa.
Esta decisión atrae turismo, pero también tiene otra consecuencia: la Unesco obliga a definir las zonas de mayor valor y a restringir allí el tráfico motorizado. Por eso, por las calles del centro sólo pueden rodar motos, coches residentes... y bicis.
EnbiciporMadrid ha estado allí.
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Las generaciones pasaron y el Buda permaneció en el centro de la ciudad durante cuatrocientos años, hasta que el heredero de los herederos de aquél rey decidió regalar a su hija el norte de su reino. Para que nadie pusiera en duda la legitimidad de aquella decisión ni se atreviera a atacar al nuevo pais, la nueva reina debía llevarse consigo al Buda que Protege del Miedo, que custodiaría en la ciudad que sería la nueva capital, un pequeño conjunto de monasterios en una península en la confluencia del Mekong con el más modesto río Kahn. La ciudad recibió el nombre del Gran Buda Real que Protege del Miedo, o Luang Prabang.

Desde el día que la estatua fue movida, Angkor empezó a caer en decadencia hasta ser olvidada y comida por la selva. En cambio, la ciudad que surgió en torno al Buda fue próspera durante cientos de años. Sobrevivió a la colonización francesa, la ocupación japonesa en la Segunda Guerra Mundial, una posterior invasión de Tailandia, otra china, una guerra civil y la desolación de ser campo de operaciones de una y otra superpotencia en la guerra del Vietnam. Sin embargo lo que las armas no lograron, las grúas estuvieron a punto de hacerlo. Afortunadamente, una vez más el Buda protegió la ciudad y la proclamación de la república comunista en 1975 la dejó sin función de capital, preservándola de las veleidades del desarrollismo de inspiración soviética que sí sufrió Vientiane.
Su extraordinario grado de conservación le ha permitido ser nombrada Ciudad Patrimonio de la Unesco gracias a su combinación de arquitectura tradicional lao, templos budistas, palacios reales... y sus casas de la campiña bretona. Es lo que tiene haber sido parte de la Indochina francesa.
Esta decisión atrae turismo, pero también tiene otra consecuencia: la Unesco obliga a definir las zonas de mayor valor y a restringir allí el tráfico motorizado. Por eso, por las calles del centro sólo pueden rodar motos, coches residentes... y bicis.
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