O de cómo echar siempre la culpa a los demás
Un chiste de los viejos: va Jaimito (ya entrado en años) a todo trapo por la autopista y escucha en la radio que por esa vía se ha detectado la presencia de un conductor suicida circulando en sentido contrario. Jaimito, todo alterado, grita: ¿Pero qué dicen? ¿Un conductor suicida? ¿Uno solamente?... ¡pero sin son cientos!
No sería descabellado comparar la confusión de este Jaimito maduro con la que padece la inmensa mayoría de los ciclistas que pululan por Madrid. Mientras se saltan semáforos en rojo y pasos de cebra, hacen zigzag entre los coches, o se suben a la acera a toda velocidad, estos cicleatones están convencidos de que el tráfico motorizado es su enemigo y que tras el volante de cada vehículo hay un asesino esperando el momento de espachurrarlos. Piensa el loco que los locos son los demás.
No sería descabellado comparar la confusión de este Jaimito maduro con la que padece la inmensa mayoría de los ciclistas que pululan por Madrid. Mientras se saltan semáforos en rojo y pasos de cebra, hacen zigzag entre los coches, o se suben a la acera a toda velocidad, estos cicleatones están convencidos de que el tráfico motorizado es su enemigo y que tras el volante de cada vehículo hay un asesino esperando el momento de espachurrarlos. Piensa el loco que los locos son los demás.