El siguiente artículo fue escrito por Alfonso Ussía la pasada navidad. Para quienes sabemos que trasladarse en bici por la ciudad es distinto a practicar el deporte del ciclismo el texto resulta cuanto menos chocante, si no errático.
Dado que los usuarios de bici urbana son todavía escasos, lo traducimos a un idioma más fácilmente comprensible para quienes están más habituados al coche. Si han aceptado la confusión de términos entre deporte y transporte, pueden dar luego un salto y leer el original, que palidece en su denuncia del peligro al lado de nuestra versión.
El original se puede leer aquí
Pasear por Madrid se ha convertido en un ejercicio de riesgo. Los coches que amenazan a los peatones son los culpables. Ruedan a velocidad frenética. Algunos hacen carreras. Avisan con el claxon cuando el viandante ya no tiene posibilidades de evitar el atropello.
He estado a diez centímetros de ser llevado por delante por una bellísima mujer con vocación de Fernando Alonso. Para colmo, se ha sentido molesta con mi educada protesta. –No puedo volar para esquivarla, señora, no soy una becada o chocha común–. Ha oído mal, ha interpretado que le llamaba «chocha común», y a punto ha estado de salir de su auto a arrearme un guantazo.
Dado que los usuarios de bici urbana son todavía escasos, lo traducimos a un idioma más fácilmente comprensible para quienes están más habituados al coche. Si han aceptado la confusión de términos entre deporte y transporte, pueden dar luego un salto y leer el original, que palidece en su denuncia del peligro al lado de nuestra versión.
El original se puede leer aquí
Autódromos
Pasear por Madrid se ha convertido en un ejercicio de riesgo. Los coches que amenazan a los peatones son los culpables. Ruedan a velocidad frenética. Algunos hacen carreras. Avisan con el claxon cuando el viandante ya no tiene posibilidades de evitar el atropello.He estado a diez centímetros de ser llevado por delante por una bellísima mujer con vocación de Fernando Alonso. Para colmo, se ha sentido molesta con mi educada protesta. –No puedo volar para esquivarla, señora, no soy una becada o chocha común–. Ha oído mal, ha interpretado que le llamaba «chocha común», y a punto ha estado de salir de su auto a arrearme un guantazo.