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viernes, 20 de septiembre de 2019

Vacaciones Enbiciadas: Recorriendo el Loira hasta Paris


Por Alaia y Rober

Nuestro mes de descanso en Agosto da para mucho. No, no es que descansemos, es simplemente que nos tomamos un tiempo para descubrir nuevos paisajes, otras rutas, y cargamos nuetras bicis con esas alforjas que les sientan tan bien, para descubrir esos paisajes a otro ritmo, el que nos da la bici.

Historias para ser contadas, y para animaros, porqué no, a atreveros a descubrir esto que es el cicloturismo.


NUESTRO VIAJE DE CICLOTURISMO AL VALLE DEL LOIRA Y PARÍS: UN VIAJE A CASTILLOS DE CUENTOS DE PRINCESAS Y A LA CIUDAD DE LA LUZ


Hace algo más de un año me hablaron por primera vez del Valle del Loira, en Francia, y por alguna razón, entre unos y otros, a partir de entonces no paré de oír acerca de las maravillas de esta ruta. Una ruta de ésas que sueñas hacer alguna vez en la vida, pero que por alguna razón crees que nunca se alinearán los astros y nunca podrás hacer.

Sin embargo, la semilla que quedó sembrada en mi subconsciente aquella primera vez fue creciendo y en ratos libres fui informándome, leyendo, viendo fotos, escuchando comentarios, buscando opiniones, mirando tracks,… Incluso me compré la guía de bici:map, que casualmente han actualizado y reeditado este año 2019. ¡Cualquiera diría que tenía ganas de ir! Sólo me faltaba convencer a mi pareja, que parecía algo (muy) reticente porque se me ha hecho fan de los puertos de montaña y en el Valle del Loira no hay ni uno. Para que os hagáis idea de los mundos totalmente ajenos en los que estábamos, él quería hacer el Camino de Santiago del Norte.


(La realidad es que estaba deseando ir al Valle del Loira, pero aún no lo sabía…)


Teníamos varias opciones para este verano. ¡Demasiados planes y demasiadas ideas para tan poco tiempo! Cuando nos sentamos a terminar de decir qué hacer, puse toda la carne en el asador y solté la pregunta que sabía que inclinaría la balanza: “¿y si recorremos el Valle del Loira remontando el río hacia el interior de Francia y después rodamos hasta París?”. Vi esa mirada que sabía que ya lo tenía en el bote. Teníamos el plan de este verano. ¿Veis como en el fondo estaba deseando ir? Sólo me costó la promesa de que algún día haremos el Camino del Norte. No sé por qué me meto en estos líos…

En fin, a partir de entonces vinieron muchas horas de organización y de logística. Muchas más de las que nos podíamos imaginar, a pesar de que yo tenía muchas cosas miradas previamente. Hacíamos la broma de que estábamos dedicando más horas a organizar el viaje de las que íbamos a tardar en rodarlo.

Era nuestro primer viaje de cicloturismo internacional y había mucho por encajar y cuadrar. Lo primero fue, lógicamente, el track completo. Lo normal, al parecer, es que los cicloturistas recorran el Valle del Loira desde un pueblo llamado Nevers, en el interior de Francia, hasta una pequeña localidad en la costa oeste francesa llamada Saint Nazaire. No hay ninguna explicación concreta, puesto que el nivel de dificultad o facilidad es muy similar en uno u otro sentido, pero se piensa que quizá sea por terminar el viaje viendo el mar.

Nos planteamos empezar en París y recorrerlo hacia Saint Nazaire pero, en el fondo, la idea de terminar en la Torre Eiffel tenía su punto y además queríamos aprovechar a pasar unos días en París al terminar.

La logística de llegar a Saint Nazaire era bastante complicada y después de buscar información acerca de este pequeño pueblo, decidimos que lo mejor sería sacrificar una etapa (los 60 últimos kilómetros del río) y no comenzar desde la desembocadura, sino desde Nantes.

Para no aburriros, no voy a explicaros la infinidad de posibilidades de transporte público que barajamos para poder llegar hasta Nantes con la bici y por qué fuimos descartando una a una, pero sí os diré cómo fuimos. Por cuestiones familiares, esta vez salíamos desde Bilbao, así que el plan más lógico era un autobús de Alsa Bilbao-Irún, cruzar la frontera hispano-francesa rodando (apenas 2 kilómetros), coger un tren Hendaya-Burdeos y trasbordar a un último tren Burdeos-Nantes. Sí… un infierno de viaje, pero os aseguro que era la mejor de las opciones, además de la más barata, aunque tampoco fue el factor más decisivo.

La vuelta, os la adelanto ya, era algo mejor porque al menos nos ahorrábamos un tren. Cogimos un tren de alta velocidad París-Hendaya, pedaleo cruzando la frontera y un Alsa Irún-Bilbao.

          Teníamos el punto de origen y el punto de fin, pero entre medias también teníamos unas cuantas posibilidades. Incluso estuve hablando con un par de compañeros del grupo, que en su día hicieron algo similar. La idea original era hacer Nantes-Nevers, es decir, todo el Valle del Loira (quitando la etapa de su desembocadura). Pero la forma de unir Nevers con París nos alargaba demasiados kilómetros para los días que teníamos, así que la decisión final fue partir desde Nantes, remontar el río Loira hacia el interior hasta un pueblo llamado Briare y ahí desviarnos hacia el norte por la EuroVelo 3 hasta París. Total: 749 kms (aunque terminamos haciendo 800, luego os explicaré por qué).

          Rodamos los 800 kms en un total de 14 días, a una media aproximada de unos 60 kilómetros diarios. Unos días algo más y otros días algo menos. Aunque es una zona con muy poco desnivel y muy cómoda de rodar, que permitiría meter etapas de bastantes más kilómetros, una cosa que teníamos clara es que, además de pedalear, también queríamos “turistear”. Es una zona que no se puede visitar sin hacerlo porque cada centímetro del Valle del Loira merece la pena, así que las etapas las planteamos para poder tener tiempo para hacerlo. Queríamos visitar las ciudades más importantes y queríamos, por supuesto, entrar en algunos de los magníficos castillos que se asientan en torno al río Loira, que hicieron a este valle ser declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde el año 2000.      

Con los días que teníamos y el track ya preparado “sólo” quedaba decidir las etapas. La idea inicial era no reservar alojamientos y que el día a día nos hiciera decidir dónde dormir, pero siendo agosto en una zona bastante turística, tras informarnos al respecto, decidimos que lo mejor era llevarlo todo reservado, a riesgo, en caso contrario, de encontrarnos sin sitio donde dormir o con disponibilidad tan sólo en los sitios más caros, lo cual queríamos lógicamente evitar.

Llevar todo cuadrado tiene el inconveniente de obligarte a llegar al punto final de la ruta de ese día sí o sí y pase lo que pase, pero también da la tranquilidad de poder llegar a un sitio seguro donde descansar. Conocimos a una pareja barcelonesa que iban sin reservas y con el comodín de una tienda de campaña, dado que Francia está plagada de campings. Nos los encontramos varios días en distintos puntos. Siempre era una alegría poder charlar en español y siempre que nos cruzábamos dedicábamos un rato a comentar las experiencias vividas desde el último encuentro y uno de los días nos dijeron que la noche anterior no había ningún hotel disponible en kilómetros a la redonda ni ningún hueco en ningún camping de los de alrededor. Finalmente durmieron en uno de ellos porque una familia que tenía una parcela para una autocaravana se apiadó de ellos y les dejó un hueco a su lado para la tienda.

Por tanto, para viajar al Valle del Loira, sobre todo en épocas que puedan estar más saturadas, mi consejo es llevar las reservas hechas. En nuestro caso, recurrimos a hoteles/hostales, chambres d'hôtes (similar a los bed&breakfast) y Airbnb y nos salió por un precio medio similar al de los alojamientos en España.

Con el track completo, las etapas partidas, las reservas de alojamiento hechas y los billetes de ida y vuelta comprados, ya sólo quedaba esperar al día de partida. Hasta aquí, toda la organización y logística del viaje. Por supuesto, quedo a disponibilidad de quien lea estas líneas para resolver dudas, contestar a cualquier curiosidad, comentar experiencias y opiniones, pasar los kilos de información que tengo e incluso los demás tracks de las distintas posibilidades que planteamos, porque los pintamos todos. El track grabado que realmente hicimos lo podéis ver aquí: https://es.wikiloc.com/rutas-cicloturismo/valle-del-loira-y-eurovelo-3-nantes-paris-41266652 (las vueltas innecesarias por pueblos o las salidas de track para buscar comida y similares están borradas).


El día antes

Antes de salir de viaje hacia Nantes fuimos en coche Madrid-Bilbao y estuvimos por allí un par de días. Como las bicis fueron en el portabicis, para no generar riesgo en la carretera no llevábamos nada montado y la idea era poner las bicis a punto y montar todo ya en Bilbao.

Salíamos dirección a Nantes el 5 de agosto. Quizá pecamos de exceso de confianza y cometimos un error de novatos. ¿Qué no se debe hacer antes de un viaje de cicloturismo? Probar todo el día antes. ¿Qué hicimos nosotros? Probar todo el día antes. Para colmo, era un domingo de agosto por la tarde sin, por supuesto, nada abierto.

Lavamos las bicis, engrasamos, ajustamos, probamos, vamos colocando todo y, de repente, veo a Rober entrar en pánico. Un tornillo del transportín no agarraba porque uno de los agujeros del cuadro estaba pasado de rosca. Empezamos a probar, aprieta aquí, aprieta allá, coge este otro tornillo, pruebas para un lado y pruebas para el otro. Cuando ya estábamos mirando talleres abiertos en Irún para el día siguiente y echando cálculos de si nos daba tiempo a llegar al tren de Hendaya con una parada intermedia, se me ocurre ir a mendigar ayuda a uno de los vecinos.

Se apiada de nosotros y saca su arsenal de tornillos y finalmente decide rehacer la rosca. Aprieta el tornillo y parece que agarra e incluso nos da una solución más para caso de emergencia. El aire empieza a entrarnos de nuevo en los pulmones hasta que vemos al hombre completamente subido sobre el transportín empujándolo a lo bruto para probar la resistencia del tornillo. Nos miramos y sabemos que a los dos nos vuelve a faltar el aire pensando que iba a romper el tornillo nuevo y también todos los demás, pero oye, el invento aguantó, no sólo hasta París, sino también la prueba vasca de resistencia.

Terminamos de montar todo y dejamos a nuestras compañeras de viaje listas para partir al día siguiente.


Los “días durante”

Creo que todos los que lo practicamos estamos de acuerdo en definir el cicloturismo como libertad, pero si, además, tuviera que describir este viaje con una sensación, ésta sería la de “tranquilidad”. Si tuviera que describir sus paisajes con una sola palabra, sería “impresionantes”. Y si tuviera que describir sus castillos, los llamaría “de cuento de princesas”.

Un valle para recorrer sobre dos ruedas, porque sobre cuatro te perderás infinidad de cosas y de rincones e infinidad de sensaciones. Un río cuyas costas son para recorrer en esta modalidad que llamamos ciclismo sin prisa. Unos atardeceres para observar en silencio. Unos paisajes para llenar el corazón. Una tranquilidad para rodar sin fin.



Os decía al principio de esta crónica que, a pesar de llevar 749 kilómetros planteados inicialmente, terminamos haciendo 800. No reconoceré errores de orientación si no es delante de mi abogado, así que justifico esos 50 kilómetros de más con las variantes que tomamos. El Valle del Loira está plagado de rutas de bici, por lo que no se puede decir que tenga una ruta oficial establecida. Quizá la más típica sería la que va más paralela al río, pero hay infinidad de posibilidades. Ojo en las épocas de crecidas del río, que el nivel sube (y mucho), y hay rutas de las más cercanas que recomiendan no tomar.

Siendo pleno agosto, el track que llevábamos, salvo momentos puntuales y un apaño que tuvimos que hacer para visitar un castillo, estaba planteado precisamente para ir junto al río Loira. Pero cada día al llegar a destino nos estudiábamos la ruta del día siguiente y en varias ocasiones decidimos tomar variantes que proponía la guía de bici:map, que nos alejaban del río pero no pintaban nada mal y que nos daban el plus de diversión de tener que orientarnos con el mapa en la mano. A pesar de perder de vista el río, los paisajes no desmerecían lo más mínimo, encontrándonos con bosques impresionantes, curiosas canteras o viñedos que parecían no tener fin.

Ayer hablando con Rober acerca de cómo plantear esta crónica me decía que si tuviera que quedarse con una sola cosa de todo el viaje se quedaría con los túneles infinitos de vegetación completamente cerrada que recorríamos durante kilómetros en los que sólo podías ver verde a tu alrededor. Y es que el Valle del Loira, cerca del río o alejado de él, es así, Naturaleza en estado puro.




Pero no todo iba a ser rodar y ver el río y también tuvimos ocasión de conocer los pequeños pueblos con encanto que se asientan en sus orillas y de visitar ciudades como Nantes, Angers, Tours (con su catedral que, a sus pies, te deja con la boca abierta), Blois u Orléans, donde por cierto coincidimos con un par de compañeros del grupo, que esta vez habían dejado su bici en casa, pero no perdimos oportunidad para compartir una buena comida y unas cuantas experiencias junto a la impresionante catedral de Orléans. ¡Enbiciados por el mundo!

Además del río y sus paisajes y los pequeños pueblos y los no tan pequeños, no puede hablarse del Valle del Loira sin hablar de sus castillos. No existe una lista oficial y depende qué regiones se incluyan en la lista se dice que hay entre 40 y 70 castillos que se incluirían en los llamados “Castillos del Loira”. Lógicamente no podíamos visitar todos, pero sí llevábamos una lista de los que no nos queríamos perder. Planteamos el track para pasar por ellos y esos días las jornadas de rodaje eran más cortas porque visitarlos por dentro lleva horas.

Vimos por fuera los castillos de Saumur, Angers, Amboise, Blois, Ussé, Sully-sur-Loire o Villandry, con sus preciosos y cuidados jardines. Mención especial al castillo de Ussé, puesto que al parecer es en el que se basó Charles Perrault para el castillo de La Bella Durmiente y también la factoría Disney para crear su mítico logo.

Y entramos a los castillos de Chenonceaux, Chambord, Azay-le-Rideau y Cheverny. Para este último tuve que hacer un apaño en la ruta. Desde Amboise habíamos cogido ya una variante hacia el sur del río para visitar el castillo de Chenonceaux y no tenía sentido volver a subir hacia el norte para volver a bajar hasta Cheverny, así que tracé una diagonal por carreteras secundarias y pistas que podéis ver en el track para unir de forma directa ambos castillos (es la etapa 7: Chenonceaux – Cheverny – Blois). Sería la única etapa que rueda por zona no oficial.

Son los castillos que nosotros elegimos ver dentro del tiempo del que disponíamos, pero hay mucha información al respecto en cualquier guía o en internet. Tras un duro debate con Chenonceaux y Chambord como claros finalistas, nuestro favorito fue el Castillo de Chenonceaux, también conocido como “el castillo de las damas”, construido sobre pilares sobre el río Cher, precioso y cuidado tanto por fuera como por dentro y con un muy interesante papel en la historia de Francia y de la Revolución Francesa.




El Valle del Loira se trata, en definitiva, de una zona que creo que todos debemos visitar una vez en la vida. Un viaje, en definitiva, 100% recomendable y al que las fotos, las informaciones y las opiniones que puedas ver sentado delante de tu ordenador no le hacen justicia. Tanto nos gustó que, a punto de entrar en Briare antes de coger la EuroVelo 3, pasábamos por última vez sobre el río Loira y sin siquiera hablarlo, los dos nos paramos en mitad del puente a observarlo por última vez. Llegar hasta allí significaba el triunfo de haber recorrido todo el valle y saber que ya nos enfocábamos hacia París, que empezaba a sentirse ya cerca. Pero el cicloturismo tiene esa extraña sensación: quieres llegar, cumplir el objetivo, pero a la vez no quieres llegar. Nos despedimos del Loira en un día lluvioso, pero hasta con nubes grises sobre él resulta imponente. Y allí nos quedamos un rato, en silencio, viendo el agua correr. ¡Au revoir, mon ami!

Así como del recorrido del Valle del Loira hay muchísima información disponible, la EuroVelo 3 era la perfecta desconocida. Hasta allí habíamos llevado un rodaje muy cómodo y ligero, por zonas asfaltadas y pistas muy rápidas. Pero una vez alejados del Loira, no teníamos ni idea de lo que nos íbamos a encontrar, sabiendo además que esta zona de la EuroVelo 3 está en vías de desarrollo.

La EuroVelo 3 nos iba a llevar remontando los canales de Briare y del Loing hasta Saint-Mammès, donde rodaríamos ya a orillas del Sena hasta entrar en París.

Ese “en vías de desarrollo” significó algún que otro campo a través (nuevo test superado por el tornillo del transportín de Rober) y algún que otro sendero divertido, pero en general es una zona que no presentaba grandes dificultades. Pensábamos que una vez dejado atrás el Loira esta zona desmerecería bastante y la esperábamos bastante más urbana, pero nada más lejos de la realidad. Además, como es una zona menos turística disfrutamos del silencio y de no cruzarnos con absolutamente nadie durante horas, sabiendo que teníamos esos paisajes sólo para nosotros.

Fuimos superando etapas y recorriendo kilómetros cuando nos levantamos el día 14 sabiendo que sería el último con la emoción de llegar a París enfrentada con el sentimiento de no querer terminar y de querer pedalear, pero en dirección contraria. Por un lado, llevábamos un pedaleo en parte ansioso y ligero y, por otro, hacíamos paradas sin sentido y más largas de lo habitual.

Y, así, a orillas del Sena, entramos en la Ciudad de la Luz buscando inconscientemente la Torre Eiffel en el horizonte. Y, por fin, apareció ante nuestra vista en el Puente de la Concordia, donde nos fundimos en un abrazo y, por qué no decirlo, corrieron las lágrimas.



Los días de después

Como este viaje de cicloturismo lo planteamos bajo la premisa de que queríamos tanto ciclo como turismo y ya que estábamos en París, no podíamos irnos de allí sin visitarlo y aprovechamos los últimos cinco días de  nuestro viaje para hacerlo.

Una ciudad sencillamente impresionante a cada paso, que no se puede conocer si no es pateándola de arriba a abajo y admirando la majestuosidad de sus edificios.

Recorrimos sus lugares más emblemáticos y los no tan emblemáticos, nos empapamos de su historia, subimos a la Torre Eiffel, nos dejamos perder por sus calles, miramos con nostalgia Notre Dame, paseamos a orillas del Sena, comimos helados cada tarde y jugamos con un barco de vela en los Jardines de Luxemburgo y al futbolín en Galerías Lafayette.



Un viaje perfecto de principio a fin, con lugares inolvidables, con imágenes grabadas a fuego en nuestra retina y con experiencias que quedarán para siempre en nuestra memoria.


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