Las dos ruedas son más populares que nunca, pero un nuevo tipo de ciclista trae el peligro a la calle -y de paso nos da mala imagen a todos, dice un ciclista harto-.
Publicado por The Guardian el 5 julio del año 2014 08.00 BST (British Standard Time) por un tal Anónimo. Traducción de Anónimez con ilustraciones de Juanítez.
Tras 12 años montando en bici por Londres he llegado recientemente a una conclusión sorprendente: lo que más miedo me causa como ciclista no son los coches, ni los camiones, ni los pasajeros de los taxis que súbitamente despliegan la puerta ante ti, sino otros ciclistas.
Sea en agitadas calles o en vías privadas, sea en caminos de sirga o en callejones, se mueven con un sorprendente desprecio por todos los demás, dejando a los peatones de todas las edades y a los otros ciclistas rumiando su arrebato de hipocresía. Se compran una bici y un timbre y me hacen desesperar porque adonde quiera que vayan hacen retroceder la causa del ciclismo.
Detente por un momento si es que, considerándote ciclista, estás pensando en saltarte estas líneas y leer otra cosa o en enviar una carta al director (o un comentario) con la ira y el desprecio que no has sentido desde que aquel peatón irrumpió sin mirar en tu trayectoria mientras escribía en su smartphone. No es éste un ataque a los ciclistas o al ciclismo; más bien al contrario, es un ataque al nuevo tipo de chulito que lo reviste de mala reputación.
Publicado por The Guardian el 5 julio del año 2014 08.00 BST (British Standard Time) por un tal Anónimo. Traducción de Anónimez con ilustraciones de Juanítez.
Tras 12 años montando en bici por Londres he llegado recientemente a una conclusión sorprendente: lo que más miedo me causa como ciclista no son los coches, ni los camiones, ni los pasajeros de los taxis que súbitamente despliegan la puerta ante ti, sino otros ciclistas.
Sea en agitadas calles o en vías privadas, sea en caminos de sirga o en callejones, se mueven con un sorprendente desprecio por todos los demás, dejando a los peatones de todas las edades y a los otros ciclistas rumiando su arrebato de hipocresía. Se compran una bici y un timbre y me hacen desesperar porque adonde quiera que vayan hacen retroceder la causa del ciclismo.
Detente por un momento si es que, considerándote ciclista, estás pensando en saltarte estas líneas y leer otra cosa o en enviar una carta al director (o un comentario) con la ira y el desprecio que no has sentido desde que aquel peatón irrumpió sin mirar en tu trayectoria mientras escribía en su smartphone. No es éste un ataque a los ciclistas o al ciclismo; más bien al contrario, es un ataque al nuevo tipo de chulito que lo reviste de mala reputación.
