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miércoles, 25 de marzo de 2020

Al trabajo en bici. Sospechoso en tiempos de Alarma

Escrito por Alejandro el 25 de marzo.
Cualquier persona puede publicar un artículo enviándolo a enbici@espormadrid.es

Cuando llevamos ya 10 días en estado de alarma y aunque la mayoría estéis en casa, algunos tenemos que seguir acudiendo a nuestro centro de trabajo, ya sea por trabajar en sectores básicos o en infraestructuras críticas como es mi caso que trabajo en el aeropuerto en la T4.

Habitualmente acudo a mi centro de trabajo desde el barrio de Tetuán. Al estar abierto 24/7 lo normal es utilizar el coche para poder llegar a cualquier hora, pero la realidad es que al menos desde el norte de Madrid se pueden conseguir tiempos competitivos o mejores que en coche con una combinación de bici + metro o directamente en bici. De hecho la mayoría de las veces la intermodalidad es mi opción elegida pues me permite ir con la corbata al viento en un corto trayecto de menos de 10 min hasta la parada de metro de la línea 8.

Con el estado de alarma y trabajando en un punto caliente y potencialmente peligroso, no sólo decidí aislarme de mi familia, sino del resto del mundo en la media de lo posible y la bicicleta es la decisión óptima al respecto. Además siempre he tenido claro que el hecho de utilizar la bicicleta como transporte es un acto reivindicativo en sí mismo y vistas las noticias que vienen desde fuera de España sobre la bicicleta y el tratamiento opuesto que recibe aquí se convirtió en una obligación.





Eso si, estos días de primavera me lo han puesto complicado a la hora de escoger el camino. En la zona de Valdebebas hay un atajo que desde el norte de Madrid le puede ahorrar a uno 4/5km si va camino de la T4, aunque hay que pagar el precio de pasar por un barrizal. Lo cual suma un riesgo extra desde el punto de vista mecánico y una vez más el desprecio hacía la bicicleta al no considerarla un medio de transporte prioritario en casos de alarma o catástrofe mantiene los talleres cerrados. Así pues algunos días mi recorrido era de 12km y otros de 16km.

Por comodidad y para no romper el uniforme de trabajo me disfrazo de ciclista profesional. Y por responsabilidad utilicé colores chillones, casco y luces durante el día, cosas que no suelo hacer, pero hay que minimizar el riesgo de terminar en el hospital y dar más trabajo a los sanitarios. Así me lancé a las calles, con mi bicicleta y mi alforja.



Haciendo un recorrido que cruza desde dentro de la m30 hasta el exterior de la ciudad tenía claro que me iba a tocar enseñar el certificado de empresa. Normalmente me han dado el alto una vez por cada recorrido. Los primeros días cuando había más laxitud al respecto, al explicar la situación no me hacía falta enseñarlo si bien según fue avanzando la semana ya se hizo necesario enseñarlo. He decir que en todo momento han sido situaciones agradables si obviamos el hecho de la presunción de culpabilidad que supone ir en bici en estos momentos. He tenido toda clase de situaciones, como toparme con controles, coches de la policía secreta que se colocan en paralelo y sacan la placa por la ventana. Cambios de sentido para perseguirme. O incluso salir por el portal de casa y que me estuviesen esperando (esto fue casualidad).

El problema es el sabor amargo que me han dejado todas estas situaciones y que me han retrotraído a hace 9 años cuando empecé a moverme en bici. Sabor amargo en forma de dudas, preguntas y cuestionamientos que deberían estar superados.

-¿Es que no tienes mejor forma para ir?
-Te hemos visto vestido así y claro.
-¿No es mucho trayecto?
-¿Como llegas hasta allí sin ir por autopista?

Algunos son lógicos como el de ir vestido de lycra, aunque sospecho que me lo hubiesen dicho también con traje y corbata, puesto que ya me ha pasado. Pero el resto son los que me han hecho pensar que nos hemos avanzado mucho. Sí que es verdad que existe una criminalización desde los medios durante el estado de alarma, pero eso ha hecho aflorar esas convicciones culturales que no hemos conseguido desterrar en estos años. De la noche a la mañana somos sospechosos. Sospechosos por utilizar el medio de transporte más eficiente en términos energéticos, somos sospechosos por utilizar el medio de transporte óptimo en caso de distanciamiento social, somos sospechosos por utilizar un medio de transporte que nos causa felicidad en estos días tan oscuros.

Todo esto se está traduciendo en situaciones desagradables para los que nos movemos en bici. Se están reportando casos de ciclistas a los que amenazan desde las ventanas e incluso tiran huevos. Personalmente en los primeros días sufrí dos maniobras con coches cerrándome que no venían a cuento con la poca densidad de tráfico existente, pero las achaco más a la falta de respeto habitual. Si bien ya había empezado la campaña desde lo medios contra los ciclistas deportivos delincuentes. Y como todos sabemos, matizar que la bicicleta se debería usar como medio de transporte resta dramatismo a las noticias.

En días sucesivos aparte de pitadas desde coches que he respondido con saludos y sonrisas, sólo he tenido dos incidentes verdaderamente desagradables. El primero un vigilante de seguridad en la ciudad deportiva del Real Madrid gritándome que iba a llamar a la policía. Y segundo y aun más desagradable en el parking de bicis del aeropuerto un policía municipal increpándome desde lo alto de un viaducto diciéndome que no podía utilizar la bici para ir a trabajar.



Esto último sin duda lo que peor sabor de boca me ha dejado y una vez más dejando en evidencia la falta de formación de los cuerpos de seguridad en materia de movilidad.

De todo este proceso que estamos pasando espero que salgamos fortalecidos. Las graves diferencias que hay dentro del colectivo ciclista van a seguir ahí. Pero de nada sirven estas luchas del modelo de ciudad que queremos para Madrid y la bici, si a la mínima oportunidad se sigue dudando de nuestra legitimidad para circular, de todo lo que podemos aportar a la sociedad y del verdadero potencial de cambio que tiene la bicicleta en el futuro del planeta.


Nota aclaratoria: el artículo está firmado por error por Villarramblas. Su verdadero autor es Alejandro

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