Menú horizontal

Este blog lo escriben exclusivamente voluntarios

¿Echas de menos un tema? Pídelo o escríbelo tú y enviálo a enbici@espormadrid.es y te lo publicamos en un par de días.

Si quieres colaborar sin escribir o si te ha gustado un artículo, puedes invitar a una caña a quien escribe, que siempre hace ilusión.


martes, 30 de mayo de 2023

MIS 10.000 DEL SOPLAO...¡NO HAY DOS SIN TRES!



Corría mediados del año 2021 cuando me uní a este maravilloso grupo de ciclistas llamado En Bici por Madrid: unos verdaderos “enbiciados” amantes de las dos ruedas y de descubrir lugares únicos de la Comunidad de Madrid.

Una persona que rodaba con ellos me los presentó un buen día y me dijeron que salían todos los sábados así que me decidí a probar y me gustó mucho la forma y su manera en la que desde el principio me dieron la bienvenida al gran grupo que ya tenían formado. Desde el primer momento sentí que los conocía como si fuera de toda la vida.

Con el correr del tiempo y después de varias rutas juntos fui conociendo a todos sus guías, a su gente y algo llamado El Soplao llegó a mis oídos: ¿El Soplao? ¿Qué sería eso tan maravilloso y que con tanta alegría contaban varios de ellos?. Recuerdo que cada vez que hablaban del tema sinceramente me entraba más curiosidad: en sus rostros algo cambiaba cada vez que hablaban del famoso Soplao.

Logotipo del Soplao


En mi vida había participado en una carrera, competición o prueba cicloturista y tampoco rondaba por mi cabeza semejante desafío, lo veía algo tan lejano e imposible para que yo pudiera llevar a cabo. Yo, con una bicicleta tan normal y sin grandes sofisticaciones a donde iba a ir.

En una de las tantas rutas que hicimos y ya cuando pasó la pandemia (y volvimos al formato que habitualmente tiene el grupo, el cual consiste en ir todos juntos, con un guía y una persona de cierre que se encarga de ayudar al que vaya a un menor ritmo) cumpliendo así nuestro lema de no dejar a nadie atrás (#NoManBehind), tuve la posibilidad de tener una conversación con uno de esos guías que se llama Agustín. Es una de las tantísimas y maravillosas personas que componen esta gran FAMILIA, (como nos gusta denominarnos). Fue él quien empezó a hablarme y a motivarme por si me interesaba la idea de unirme a la próxima edición, del año 2022, la cual consistía en realizar un recorrido 166 km, con 4783 m de desnivel positivo.(Track oficial de Wikiloc del Soplao edición 2022)


Aunque algunos me decían que era una tortura la gran mayoría me decía lo contrario y que era una experiencia única, la cual pensé que me daría la posibilidad de superar los propios límites a los que me sometía. Y entonces me pregunté... y ¿por qué no me apunto?

Tras varios meses rondando por mi cabeza esa idea, al final me decidí y me apunté. Me dijeron... “¡¡¡tú estás loco!!!”. Pues sí, y la verdad que un poco, pero ¡bendita locura!

Ya apuntado, solo nos quedaba esperar a que llegue ese fin de semana. Era la primera edición post pandemia y la expectación era máxima ya que el año anterior no se había podido celebrar.

Llegamos a Cabezón de la Sal que es el municipio cántabro donde tiene lugar la competición y que pertenece a la comarca de la costa central de Cantabria. Se asienta en un paraje natural único en la Hoz de Santa Lucía que atraviesa la sierra del Escudo de Cabuérniga. Está cerca del litoral cantábrico y de las montañas por lo que es un destino idóneo para todo tipo de turismo y lugar de obligatorio paso llevar a cabo la recogida de nuestros dorsales (en mi caso el número era el 2003).

Fuimos a una carpa habilitada por la organización, que quedaba en la arteria principal del pueblo, la Avenida de Cantabria, a tan solo unos metros de la línea de meta y tras su recogida nos tomamos varias fotos en la escultura de la bicicleta y dimos un paseo con David, Yoli, José Manuel, Fernando y Sagrario.

Participantes recogiendo sus dorsales, el día previo a la prueba

Foto con los "enbiciados" en la avenida de Cantabria

Recuerdo que David, me contaba su experiencia de años anteriores, yo alucinaba con el ambiente que se vivía, aunque él me decía… ¡espérate a mañana!

Monumento a la bicicleta en el corazón de Cabezón de la Sal

Luego fuimos a la casa que teníamos alquilada en Colsa donde nos esperaban otros enbiciados: Ángel, Sergio, Sandra y Álvaro que habían llegado un día antes y luego más tarde llegaron ya de noche: Agustín, Guillermo, Juan Carlos, El Merlu, Paloma, Andrés, Carlinhos, Jose Manuel, Fuencis, Vir, Ibón y Rafa. Cenamos prontito y planificamos todo para el día siguiente, pues a las 6 de la mañana había que estar arriba. Obviamente esa noche no pegué ojo y seguramente a muchos de los que estaban en la casa les habrá pasado lo mismo.

Imagen exterior de nuestra casa en Colsa, localidad del Municipio Cántabro
de los Tojos. Situada en un alto, a 730 m., se trata de uno
de los primeros núcleos de población del Municipio

¡¡¡Y por fin!!! Llegó el día más esperado por todos: era el sábado 21 de mayo de 2022. La previsión del tiempo era buena. El día arrancó con las típicas neblinas matutinas, pero poco a poco el sol fue haciendo acto de presencia y las nubes se fueron disipando. Igualmente ya no había vuelta atrás y daba igual el tiempo, había llegado hasta aquí y no iba a ver vuelta atrás ¡Ni hablar!

Puntuales a las seis de la mañana, salimos de la casa y tomamos dirección hacia a un pueblo llamado Carrejo, a tan solo 2,5km de Cabezón de la Sal, donde dejamos los coches y me dispuse como el resto del grupo a preparar las bicicletas.

Foto de los "enbiciados" conmigo, minutos previos a la salida.
(De izq. a derecha: Sergio Romero, Álvaro, José Manuel Correa, Juan Carlos Alcañiz, Ángel Díaz, José Luis del Caz, Guillermo, David, Agustín, Andrés y Yoli)

Los nervios rondaban por todas las partes de mi cuerpo. Mientras nos acercamos rodando hasta la zona de la salida estaba amaneciendo, hacía un poco de frío y aquello está abarrotado de gente. Empiezas a oír las dudas que hay entre el resto de participantes: que si la rueda y la presión, que si el manillar, que si pongo el Garmin ya o no, etc…

Minutos previos al inicio de la prueba, por lo altavoces se oyó al speaker dar la bienvenida a los participantes y de ahí sin más preámbulos vino el himno del Soplao, el famoso Thunderstruck de los AC/DC, es oírlo y todo me recuerda a ese mismo instante. Nos abrazamos los unos a los otros y nos deseamos mucha suerte.

Posterior a esto dieron el pistoletazo de salida y había tanta gente que nosotros no empezamos a caminar hasta siete minutos más tarde. La salida tiene además ese puntito de emoción porque el pueblo está totalmente volcado con el evento y hay un montón de gente animando, aplaudiendo ¡Nunca me habían aplaudido!

Imagen de la TV local, donde se nos puede ver a Ángel detrás a la izquierda (con el maillot blanco) y a mi adelante (con el maillot negro y amarillo)

Recuerdo que Ángel me decía "¡tu tira pibe!...¡TU TIRA!" (me ponía más nervioso pero a la vez era el empujón que necesitaba para soltarme y arrancar)… le hice caso, menos mal, nunca me olvidaré de ello Ángel. ¡Gracias pibe!

Comencé a dar pedales hasta que ya no lo escuché más y lo perdí de vista. Fue ahí cuando ya entramos en la primera subida del día hacia el Alto de San Ciprián (tiene una pequeña pendiente como para empezar a calentar las piernas), pero como por delante me quedaban otros 160 kilómetros con muchísimo desnivel positivo y sabiendo que aún hay fuerzas me mantengo a un buen ritmo y continúo adelantando gente (también hay otros que me adelantan a mí, obviamente yo era el recién llegado y había que ganarse el lugar también).

Perfil del Soplao, edición 2022

La neblina continúa haciendo acto de presencia con mayor o menor intensidad pero al menos en esta zona no hay viento.

Niebla en el alto de los Torneros

Se producen los primeros tapones de ciclistas, subiendo hacia San Ciprián

Al terminar el primer ascenso seguía sin encontrarme a ninguno de los enbiciados. Por delante tenía tres puertos: San Vicente del Monte, Alto de los Torneros y Alto de Corona de Arnero que había que superar para poder llegar al primer corte de las 11:30h en la localidad de Celis. Una vez superado el primer corte tuvimos que estar parados varios minutos debido a la caída de un ciclista. Luego me enteré que el accidente había sido en un tramo nuevo que puso la organización y que desafortunadamente la persona se había fastidiado la cadera. En fin, son lances de carrera, solo espero que aquel ciclista esté ya recuperado y en plena forma.

Subida hacia Alto de Corona de Arnero

Ya en Celis y habiendo ingresado en el tramo de la categoría bronce me encuentro con “El Merlu”, el primer enbiciado que veo desde la salida. Me alegró mucho verlo, comimos algo juntos y bebí agua como nunca. El Soplao me decía que no iba a dejarme las cosas tan sencillas. Pasados unos pocos minutos continué. Él me dijo que quería esperar un poco más y recuperarse, le deseé suerte, nos dimos un abrazo y continué con la prueba.

"El Merlu" descansando y de fondo las maravillosa vistas de la Cordillera Cantabra

Comencé a subir el Monte AA (vistas preciosas). Hacía ya calor una vez que llegue a lo alto (ya la niebla había desaparecido) e hizo acto de presencia el sol. Recuerdo que me encontré con Yoli y Guillermo que me pasaron (ya nos los volví a ver más) y al poquito llegó David, que rodamos un tramo juntos, me dio un par de consejos y finalmente él que es más fuerte se fue alejando. Como bien dijo Yoli, una vez coronada la cima, solo te quedan fuerzas como para decir …¡¡¡¡AAAAAAAAAHHHHH!!!!
Vistas desde el alto del Monte AA

Empiezo a bajar a localidad de Ruente, con su puente de piedra de estilo medieval y con sus nueve arcos sobre el río denominado como el pueblo. Veo al público totalmente volcado con la prueba, alentando a medida que te adentraras y gritándome: ¡vamoooossss, tu puedes!. Gente con cencerros entre sus manos haciendo todo tipo de ruidos para darte ánimos, me sentía como un ciclista profesional que ves por la televisión. Mis pulsaciones a mil por hora y a la vez un subidón de adrenalina.

Ruente con su puente medieval que atraviesa el río del mismo nombre

Finalmente pasó por el pueblo y me adentro en el bosque de Casa del Monte: una reserva natural, en pleno corazón del Saja, con sus diferentes bosques de hayas, robles, acebos, así como entrada y salida de una gran multitud de pequeños arroyos, los cuales atravesamos los participantes, gracias a unos rústicos puentes o pasarelas de madera.

Puente de madera en el bosque de Casa del Monte

Una vez que paso el bosque, llegó al avituallamiento donde nuevamente me encuentro con David (él estaba ya casi terminando) y prácticamente solo nos dio tiempo a decirnos “un hola y chau”, nos volvimos a desear suerte y ya no lo volvería a ver hasta el final de la prueba.

Bajada de Celis

Entré en la abarrotada carpa blanca donde había comida y bebida servida por voluntarios de la zona. No tenía hambre, pero sabía que tenía que meterme algo en el cuerpo porque si no lo pagaría luego muy caro, así que cogí un bocadillo de jamón y queso, un par de coca-colas y unos plátanos y me tiré en el césped.

Minutos más tarde y tras haberme recuperado, comienzo mi ascenso al cuarto puerto, El Moral, con sus 1050 m de altura y donde hay que tener bien alta “la moral” como para llegar hasta su cima, que una vez alcanzada solo quedaba bajar hasta el arroyo Juzmeana y alcanzar el segundo corte de las 15:30h a la altura del km 86.

En mi vida creo haber bajado una pista como esa, con tantísima velocidad, ya que tan solo me quedaban unos pocos minutos para cuando llegué al paso, quedándome solo a un minuto para que lo cerraran: Lo pasé por los pelos.

Bajada hacia Juzmeana

Una vez que aterricé en la carretera que me llevaba hasta el pueblo de Barcena Mayor fui consciente de lo que había conseguido: entrar en el tramo de la categoría plata.

En ese momento, como si me estuvieran viendo por algún lado, por el altavoz del teléfono escuché que por el Zello me entra un mensaje de voz de los compañeros que nos vinieron a dar su apoyo, cantando una canción para animar a todos los que estábamos participando: que lo íbamos a conseguir y que siguiéramos así.

Me emocionaba mucho al escucharlos, ya que ni yo me lo creía y ya llegados hasta aquí, teniendo a toda esa gente que te animaba a seguir adelante, ¿porque no ir a por la categoría Oro? ¡¡¡CLARO!!!

Dirección a Llano Castrillo

Pero para eso, solo tenía que alcanzar el km 91,4 en Llano Castrillo antes de las 16:30hs. De la emoción que llevaba terminé dando tantos pedales que cuando llegue al corte me sobraron hasta 15 minutos. Ya era oro, ¡sí oro! ¡créetelo!

Allí me relaje un poco porque ahora se me venía lo bueno. Para la última categoría y la más importante, la FINISHER, aún quedaba mucha pero mucha tela por cortar: más de 50 kms y dos puertos (Cruz de Fuentes y el del Alto de Tambuey) antes de llegar al temido Alto del Negreo.

Sabía que mis fuerzas ya no eran las mismas, los calambres iban y venían, los dolores en la espalda daban sus primeras apariciones en escena. La temperatura era agradable por suerte pero entre los nervios y las cuestas por dentro mi cuerpo era un horno.

Cogí la bicicleta y aproveché para limpiar la cadena, que estaba muy seca y llena de polvo y le puse algo de cera para hidratarla. Lo suyo hubiera sido lavarla bien pero no era el momento, os lo aseguro. Así que rápidamente me dispuse a continuar.

Me encontraba a 500 m sobre el nivel del mar pero por delante, como ya os conté, tenía el ascenso a la Cruz de Fuentes, el punto más alto de todo el recorrido del Soplao: un puerto con vistas espectaculares. Pero para llegar hasta su cruz hay que pedalear nada más y nada menos que hasta los 1270 m de altura. Si lo piensas ya te cansas pero si recorres sus sendas te confieso que bien vale la pena el sacrificio.

En la mitad de su ascenso fuimos hablando (lo justo para no agotar las fuerzas) con un chaval que ya había estado haciendo parte del mismo recorrido y me contaba acerca de lo que nos quedaba por recorrer. Tras varias curvas y contracurvas logré divisar su cruz.

Alto de Cruz de Fuentes

El sillín a esas alturas ya era muy molesto, me levantaba cada tanto para poder descansar, estirarme y en cuanto llegué a la cima había otro avituallamiento. Rápidamente solté la bicicleta y me lancé a la última bebida isotónica que había en la mesa. Enseguida el señor que atendía en la carpa, muy amable, me consiguió otra botella y me sirvió un segundo vaso, me decía: “¡hidrátate chaval y come algo si quieres también, que ya lo tienes. ¡Como si estuvieras en tu casa!”. Me sacó una sonrisa, a pesar de estar reventado por la subida.

Voluntarios en uno de los avituallamientos

Mientras recuperaba el aliento y bebía escuché por el walkie de uno de los agentes de la Guardia Civil, que se encontraban por ahí controlando en la zona, que solicitaban que bajará la ambulancia, ya que un ciclista había sufrido una caída hacía Ozcaba.

En ese momento, me quedé en shock y pensé ¿cómo será la bajada para que se haya caído?, pero luego me enteré que solo había sido un simple mareo y se había caído debido a una bajada de azúcar.

Minutos más tarde tuve que pasar por la zona del accidente. La bajada no era muy pronunciada (comparada con las anteriores) y uno de los allí presentes nos desviaba por un lateral para no molestar mientras atendían al herido los del servicio médico. Al pasar muy rápidamente observé que ya estaba consciente y de pie, cosa que me alegró bastante y continué mi periplo hacia el Alto de Tambuey, muy parecido al anterior puerto, con la diferencia que en vez de 1.250 m este tiene 1.248 m.... ¡¡¡Solo 2 mts menos!!!

Alto de Tambuey

Voy a morir (pensé) pero no, ¡se puede! y si hay que poner pie a tierra se pone, pero se intentará. Así que hice estiramientos, bebí mucho líquido, comí algo sólido, (los plátanos ya me empezaban a aburrir pero no había otra cosa) y vuelta para arriba: a por el anteúltimo, el Alto de Tambuey.

Se encuentra en la zona alta de Cabuérniga. Sus pistas anchas y de terreno con demasiada hierba hacen que el paisaje vuelva a cambiar y una vez coronada su cima puedo ver toda la reserva del valle del Saja, la cual se extiende hasta otros montes de Campoo, Cohilla y sierras de peña Labra y Sagra. En ese momento y sin tiempo a nada comienzo a descender nuevamente a la que creo para mí es la mejor bajada de todo el Soplao: la bajada desde Tambuey hasta la localidad de Correpoco pasando previamente por Colsa (donde tenemos la casa alquilada). Pasando por la misma puerta de la casa hay que girar a la derecha y comienza el descenso asfaltado, donde se coge muchísima velocidad y hay que tener mucha precaución con sus 8 curvas y contracurvas muy cerradas todas ellas, hasta alcanzar la carretera CA-817 que me lleva hasta Correpoco.

La gente en la carretera toca el claxon y te dan su apoyo. Miro mi reloj y veo que son las 18:35h y que tengo menos de una hora para poder llegar hasta Renedo, lugar de último corte y donde si no llevas luces puedes pasar antes de las 19:30h y si las llevas el límite se extiende hasta las 20h… y sino ya sabes, desvío y a meta por asfalto.


Curvas de la bajada de Colsa a la carretera CA-817

En ese momento, me entra otro mensaje de aliento de Agustín: él conoce la zona (no recuerdo cuantos Soplaos ya tiene acumulados a sus espaldas) y la tiene muy clara. Es como si estuviera conmigo a mi lado y me fuera diciendo lo que me queda, me da su apoyo y me dice que siga adelante, que ya lo tengo, solo un esfuerzo más.

También me van entrando otros mensajes de algunos de los que fueron llegando a la meta, que no habían hecho la ruta larga, como el caso de Ángel, que luego me enteré que fue debido a que su rodilla le jugó una mala pasada y si no fuera por la ayuda de Sergio, que estuvo en todo momento a su lado y decidió dejar la prueba para acompañarlo hasta la meta, no la hubiera acabado. También van llegando Andrés, Juan Carlos, José Manuel, Álvaro, Sandra y Agustín (Ellos sí que fueron unos verdaderos FINISHERS también)

Escucho como os decía, que son recibidos por el resto de nuestros compañeros entre vítores y gritos de ¡¡¡VAMOOSSSS!!!. Es el día de hoy que se me pone la piel de gallina, al escuchar los mensajes de Paloma, Vir e Ibon gritando.

Finalmente, tras atravesar Correpoco y bordear Fresneda, logré llegar a Renedo de Cabuerniga, lugar del corte y puerta de entrada al temido Alto del Negreo con sus interminables rampas de hormigón y luego todo de piedras. Personal de la organización me pregunta si llevo las luces y me las hace probar, acojonado por si tenía batería suficiente (aunque las había cargado la noche anterior) ven que funcionan y ¡UFFF! me dejan pasar.

Llegando al ultimo corte Renedo de Cabuerniga

Una señora se acerca, me mira a la cara y me dice: “lo lograste, ya estás en la categoría Finisher. Ve tranquilo, come algo y recupérate en el avituallamiento” ¿dónde está? le pregunté y me respondió “tienes que subir la primera rampa y en el descansillo lo verás. Tienes de todo, come y relájate que ya lo tienes”. Entonces, miro la rampa que ella me indica y lo único que veo son una serie de rampas interminables de hormigón rayado y unas pocas bicicletas subiendo como si fueran a cámara lenta. Mis ojos no pueden creer lo que ven, pero si quiero comer hay que subir.

Ciclista subiendo una de las primeras rampas de hormigón del Negreo

Así que saque fuerzas de donde podía y comencé a subir la cuesta. En un momento dado tuve que parar, bajar y hacer 200 ó 300 metros a pie porque ya no podía.

Y llegué al avituallamiento donde había lomo, caldo caliente, bebidas, etc.. Los participantes que se encontraban ya ahí, se felicitaban entre ellos y decían ¡¡¡lo hemos conseguido!!!!

Es verdad que por delante teníamos un margen amplio de horas para poder llegar hasta la meta, (mientras estuviera antes de las 00:00hs no había problema). Así que comí algo nuevamente, repuse fuerzas y me monté en mi bicicleta.

Para ese momento a la bici le sonaba todo, parecía un sonajero aquello. Ella me pedía que le tuviera paciencia y por eso me lo tomé con mucha calma. No quería que fallará nada, ya estaba a relativamente muy pocos kilómetros y en ese entonces es cuando volvían los dichosos calambres, paraba y vuelta a empezar, así como hasta en tres ocasiones.

A mí alrededor algunos pasaban rodando y otros agotados por el esfuerzo subían caminando entre las piedras.

Comenzaba a escuchar por el teléfono que iban llegando a meta los primeros finisher de la larga, Carlinhos ya había llegado hace ya un buen rato y había logrado ser cajón otro año más. ¡un crack!. Luego fue el turno de Yoli, nuestra “Pocahontas” campeona y luego fue el turno de Guillermo.

Comenzaba a caer la noche y a lo lejos veía las luces de los ciclistas que venían subiendo por detrás. La Guardia Civil que pasaba en moto para controlar que todo fuera bien, también te daba ánimos y nos decía “vamos chaval que ya lo tienes” y pensaba “que fácil se ve todo desde una moto que subía a toda velocidad… ¡jajajaja!”.

Una vez que llegue a lo alto del Negreo, veo que de un lado del monte es de día y del otro lado ya de noche: ¡una vista preciosa!

Vista desde el Alto del Negreo

Esta vez era un poco más espesa, comencé a bajar el Negreo y escucho que Fernando había llegado a la meta. A mí ya solo me quedaba bajar pero las gafas las tenía totalmente empañadas y no podía ver bien. Para colmo comenzaban a caer las primeras gotas de lluvia, no eran muy fuertes y hacían que aflorará ese olor a tierra mojada que tanto gusta.

Al llegar a un cruce de carretera, me indican por donde tenía que seguir con unas balizas en color naranja y entro a un sitio en donde no había indicaciones, cogiendo por error un camino por el que hice 200 mts aproximadamente en paralelo al camino original hasta que llegué a toparme con una valla y tuve regresar. Parecen poco 200 mts, pero a esas alturas para mis piernas fueron como el triple. Debido a la oscuridad no observé en el suelo un cartel de la organización que indicaba por dónde debía ir.

Empezaba a hacer frío y me puse el chubasquero ya que a lo lejos se veían los primeros rayos y la lluvia amenazaba junto con la niebla, esa que estuvo al inicio en San Ciprián.

Carteles indicativos típicos, que coloca la organización

En ese momento, escuché que entraba en meta David, otro que lo había conseguido también: ya solo quedaba yo.

Una vez que llego nuevamente a Ruente, esta vez por carretera sin entrar al pueblo, ya solo me quedaban 6 km para estar en Cabezón de la Sal junto a los enbiciados y en cuanto pisé la carretera CA-180 me empieza a escoltar un coche del servicio médico con dos chavales que me gritaban “¡vamos campeón, no te queda nada!” Y me acompañaron durante unos 4 km hasta el Puente de Santa Lucía, a menos de 3 km de la meta.

Ormas
Carrejo

Ya entrada la noche, mientras paso por los últimos pueblos (Ormas y Carrejo) la poca gente que aún espera me da palmas y me alienta. Ya voy entrando en Cabezón de la Sal y me van indicando por donde debo ir (el corazón a mil por horas): entré por la calle San Martín, pasando por la Parroquia que lleva su nombre y tras un giro a la izquierda y otro a la derecha alcancé la Avenida de Cantabria y entré en meta.

Entrando en meta edición 2022

Ahí estaban todos los enbiciados juntos: tenía ganas de llorar, de reír … fue y será un momento que JAMÁS olvidaré en la vida: ese abrazo de todos ellos junto a esa sensación de haber logrado algo que no me habría imaginado hace unos meses atrás y qué bien se merece volver a repetir la hazaña.

Por ese mismo motivo, el pasado 20 de mayo y como para seguir avivando la llama de esta locura denominada “Los 10000 del Soplao” me volví a presentar en Cabezón de la Sal nuevamente con los enbiciados. Esta vez con algunos cambios en el trazado anterior, como por ejemplo 150km en total y un desnivel positivo de 5100m, una climatología y condiciones del terreno completamente diferentes a las de la edición anterior … y ¿saben qué? ¡Lo volvimos a lograr!

Dorsales recogidos en Cabezón de la Sal (de izq a derecha, Juan Carlos Alcañiz, Lur, Roberto, Juan Carlos Navarro y un servidor) edición 2023

Para algunos de los enbiciados apuntados, como ha sido el caso de Lur, Juan Carlos Navarro y Roberto, era su primera vez y lo han dado todo. Sé que han disfrutado de la experiencia del “Infierno Cántabro” y que repetirán con seguridad.

Y para otros fue una edición más en su ya “dilatado palmarés”, como es el caso de Juan Carlos Alcañiz, Carlinhos, José Manuel o el propio Merlu, con el que tuve el honor y el privilegio de entrar en meta juntos y hacer un segundo FINISHER, y al cual le agradezco toda su ayuda y apoyo durante la prueba, dándome las fuerzas y el ánimo (hasta chuches jajaja) para poder seguir adelante. En realidad, como muy bien me dijo, yo también tuve algo que ver y realmente puede ser, pero eso es algo que aprendí gracias a esta gran familia de “En Bici por Madrid”, que NUNCA nos dejamos a nadie atrás y nos ayudamos el uno al otro y más en aquellos momentos en los que las cosas se ponen cuesta arriba.

Entrando en meta con “El Merlu”, edición 2023

Y obviamente no quiero olvidarme de los que estuvieron alentando durante toda la prueba (Vir, Paloma, El Malaguita, Patri, Ibón, Agustín y David). Fueron fundamentales para todos nosotros, preparándonos comida, diciendo “¡aquí estamos, a por ello!”. Y así fue, que dejamos el nivel más alto que el desnivel acumulado.

Celebrando el final de la prueba con los enbiciados, edición 2023

Ahora pienso, que si en la vida hay algo que te gusta o te apasiona, no dejes de hacerlo y más si te permite superarte.

Y como bien dice el dicho, en mi caso creo que no hay dos sin tres. Entonces tú, ¿te unes a nosotr@s al próximo Soplao 2024?

Darío, Mayo 2023

No hay comentarios :

Publicar un comentario