Pedalear por las ciudades españolas no es fácil: carriles bici escasos, inseguros y de dudosa utilidad ponen en aprietos al ciclista urbano. Realizamos una amplia encuesta para saber si algún día seremos como el norte de Europa: ¿puede la bici convertirse en el medio preferente de transporte?
Usar la bici en el corazón de una ciudad puede ser una liberación o un suplicio. No lo decimos nosotros sino los ciclistas urbanos que surcan el asfalto español con mayor o menor fortuna. Uno de cada diez cordobeses usa la bicicleta habitualmente para trasladarse por la ciudad, mientras que en Madrid o Bilbao solo hacen uno de cada cien ciudadanos. ¿Por qué tantas diferencias?
Por muchas razones, como el número de carriles bici, la limitación del tráfico motorizado en el centro de la ciudad o la preferencia de sus habitantes por un transporte limpio y sano. Durante la primera mitad de 2011, la OCU realizó una encuesta sobre transporte urbano.
Más de 4.200 personas ayudaron a plasmar una radiografía en la que la bici puede ser el medio de transporte preferente para un 10% de los habitantes de una ciudad o para menos del 1%, dependiendo de si hablamos de Córdoba o de Cádiz, de Sevilla o de Lleida:
¿Cuál es el medio de transporte que más usa?
Casi 3 millones de ciclistas habituales
Según el Barómetro de la Bicicleta 2011, ya hay casi 3 millones de personas que usan la bici a diario. Y su número crece cada año.
Aunque estos datos infunden esperanzas, seguimos muy lejos del norte de Europa, con ciudades como Ámsterdam y Copenhage, donde más del 36% de los trayectos urbanos se hacen en bici. En nuestra geografía, Madrid o Bilbao ni siquiera llegan al 1%. ¿Qué está pasando?
Políticos que no pedalean
La realidad es que usar la bici en las ciudades españolas sigue siendo una aventura, cuando no un deporte de riesgo. Los inconvenientes de moverse a pedales en la metrópoli son como el humo: densos y difíciles de ignorar.
Conductores y peatones: incomprensión compartida
La ausencia de carriles obliga a los ciclistas a jugársela en la calzada, compartiendo espacio con conductores que no están habituados a convivir con bicicletas. La mitad de los españoles cree que los conductores son poco respetuosos con los ciclistas: van rápido, adelantan peligrosamente y viven convencidos de tener más derechos que el resto. Al mismo tiempo, los conductores acusan a los ciclistas de no respetar las normas.
Los conflictos con los conductores empujan a muchos ciclistas hacia las aceras (aunque esté prohibido). Allí se encuentran con los peatones y vuelve a haber bronca: uno de cada tres españoles sostiene que los ciclistas no son respetuosos con los peatones porque invaden su espacio, van deprisa y creen tener prioridad sobre ellos.
¿Qué ocurriría si cada uno disfrutase de un espacio propio para circular? ¿Ciudades menos contaminadas, ciudadanos más sanos? ¿Un país más civilizado? Las respuestas a estas preguntas prometen inquietar a políticos y enfurecer a quienes sufren un hábitat poco amistoso con los pedales.