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sábado, 31 de octubre de 2020

En bici a un entierro en el Cementerio de la Almudena

Escrito por Verónika.

Este blog es una tribuna libre. Cualquier persona puede publicar su artículo enviándolo a enbici@espormadrid.es

 

Aprovechando que se acerca el día de difuntos, os voy a contar una experiencia personal. 

Mucha gente no lo sabe, pero el Cementerio de la Almudena se puede recorrer en bici. La mayor necrópolis de Europa, con más gente inhumada que habitantes tiene Madrid, tan grande que hasta la recorre una línea de autobús. Incluso El Punto sobre la Historia realizó un tour en bici por su interior contando sus curiosidades.


Yo misma descubrí este rincón cuando vi publicado en este blog que este fantástico plano lo recomendaba atravesar para llegar al centro desde San Blas y me encantó descubrirlo.

La primera vez que lo recorrí me pareció una aventura ¿Me dirán algo? ¿Me habré perdido entre los millares de tumbas? ¿Me cerrarán si no salgo a tiempo? Luego ya vi que nadie me decía nada y que el camino era fácil.

Cementerio de la Almudena - YouTube

Durante mucho tiempo me pregunté si además de atravesarlo se podría ir en bici como destino: para asistir a un funeral. A veces me he planteado que una de las barreras que tiene este vehículo son tabúes. No lo consideramos "adecuado" a la situación, sin habernos preguntado nunca de dónde viene esa idea.

Porque es cierto que poco a poco se ven más bicis en Madrid en situaciones que antes no se daban: gente de corbata a la oficina, otros a la compra, llevando niños, pero ¿para asistir a un oficio religioso?

No he visto aún bicis aparcadas a la puerta de la iglesia para una misa corriente de domingo, no digamos para asistir a algún sacramento como bodas, bautizos o comuniones. ¿Es sólo un tema de vestimenta? ¿O hay algo más, y nos parece irrespetuoso?

Cuando leí en su día en este blog sobre el fallecimiento de un antiguo redactor (Antonio Fabregat), y de cómo se convocó a sus compañeros de rutas ciclistas al funeral en la Almudena, me los imaginé asistiendo en bici y rompiendo ese tabú. Mucho tiempo más tarde, conocí a alguien que asisitó y me quebró mi fantasía: las bicis no entraron al cementerio de la Almudena aquel día.

Hace unos meses falleció una tía mía. Cuando la Funeraria se se puso a discutir los detalles del entierro con mi familia fue preguntando uno a uno si iba a venir en coche o en transporte público, para indicarles la puerta de entrada y el punto de encuentro desde donde partiría el cortejo fúnebre, algo muy necesario en un cementerio tan grande y con puertas alejadas kilómetros entre sí.

 "¿Se puede entrar con coche a un entierro que no sea el de ceremonia y nadie lo ve irrespetuoso?" pensé. Es más "¿Puedo entrar con mi coche y a nadie le chirría?" Mi coche:

Tienes un coche viejo o que no usas? | Cuidamostucoche

(Vale, no es exactamente mi coche, pero me da corte poner la foto. Pero más o menos esta es la sensación que causa)

Y ahí fue cuando decidí que no se preocuparan por mí, que iría por mi cuenta. Sin dar más detalles.

El día anterior al entierro estuve un buen rato pensando en qué ponerme. Era invierno, necesitaba ropa cómoda, formal, que abrigara, pero sin pasarse... Tras mucho buscar ideas en páginas de aquí y allá, encontré esta foto que aún guardo, porque tiene muchas decisiones de ropa que he usado posteriormente en no pocas reuniones de trabajo en la que necesitaba ropa formal.

Botas de media caña oscuras (con más tacón que en la foto, ideales para llegar bien al suelo cuando paras en un semáforo, mejor suela rugosa para que agarre al pedal, ved este ejemplo), pantalones por dentro de las botas, para que la cadena no manche los bajos ni los enganche, un abrigo tres cuartos sobrio, ideal para pedalear pero sin quedarse con los riñones al aire, y finalmente un foulard a juego con las botas, que uso los primeros minutos hasta que entro en calor. Y por supuesto, mi cesta, imprescindible para llevar bolso y la ropa que me voy quitando.

Y así me presenté, ante el estupor de padres, tíos, primos y cuñados. ¿Alguna vez habéis asistido a un funeral en bici en Madrid? Es algo muy especial. Tras los primeros momentos de desconcierto, te das cuenta de que nadie sabe muy bien qué hacer porque aquí no hay precedentes. Así que tampoco saben si es lo correcto o no. Y lo agradecí, ya me costó bastante tomar la decisión de romper mis prejuicios, así que la naturalidad (o indiferencia) de mi familia fue de ayuda en ese momento.

El cortejo fúnebre fue todo un espectáculo. Ahí estaba la ristra de cinco coches conducidos por mi primo, mi hermana, un cuñado, un tío y una pareja de esas recientes que se tienen que comer estos eventos como "bautismo". Algunos coches limpios, y otros tan vergonzantes como el que yo por fortuna no llevé (que vas a un funeral, por Dios, dale un manguerazo al menos).

Presidiendo, para mi asombro, una furgoneta blanca roñosa que llevaba el féretro, así como los dos enterradores que iban a hacer "la obra civil" vestidos como Manolo y Benito. No es que me esperara un carruaje negro tirara por caballos, pero qué menos que un coche de pompas fúnebres. Muy poco glamour todo.

Funeral procession with horse-drawn hearse | Hearse, Horses, History


Imaginaos una fila de coches de varios colores y distintos grados de limpieza siguiendo a una furgoneta de obra, eso fue el entierro de mi tía. El único rasgo de estilo entre toda aquella cutrez fue el cierre de la comitiva: yo, la que recorrí aquel paseo de cipreses y tumbas románticas de la manera más acorde que la ocasión merecía, con la elegancia de mi bici holandesa negra a juego con mi sobrio conjunto y el día frío y gris, con un rodar lento y en completo silencio.

Una vez puesta la lápida y realizadas las oraciones de rigor, todos se retiraron hacia sus coches de vuelta. Me quede unos segundos a solas con mi tía. 

Estaba contenta. Había despedido a un ser querido como yo creía que se merecía, con mis convicciones y no siguiendo inercias que no sentía propias. Creo que mi tía también estaba contenta de que lo hubiera hecho así, siempre le gustó que sus sobrinas fuéramos capaces de encontrar el camino que nos parecía correcto. Sobre todo si ese camino provocaba la extrañeza del resto, porque significaba una decisión auténtica que venía desde lo más adentro una misma.

 

Un abrazo desde mi bici, tía.

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