Escrito por Mario Negro Marín
Hace un tiempo empecé a plantearme el uso de la bicicleta como medio de transporte. Tras leer mucho y asegurarme bien de la aventura que emprendía, me compré una bicicleta y me lancé a la carretera. Ya llevo un año usándola en mis desplazamientos, recorro al menos catorce kilómetros diarios en plena ‘jungla’ madrileña, y en ese poco tiempo he vivido todo tipo de situaciones, positivas y negativas, con las que puedo evaluar con cierta perspectiva mi experiencia personal como ciclista urbano.
Desde el primer día tuve claro que mi actividad no era un paseo y me informé sobre derechos, obligaciones y normas, y circulo intentando respetarlas al máximo, incluso cuando pienso que algunas deben revisarse como se ha hecho en Francia. Esto es así porque creo que el usuario es responsable prácticamente al cien por cien de dar al ciclismo urbano la reputación que se merece.
Siempre tuve muy claro que el casco sería un accesorio imprescindible en mi andadura ciclista aun no siendo obligatorio. Es incómodo, aparatoso, hay que andar pendiente de él cuando terminas el trayecto, da calor… pero, sin embargo, para mi es un elemento primordial. Ahora, tras el anuncio de las nuevas normas que se está contemplando aplicar en el Reglamento de Circulación, surge de nuevo el debate sobre la obligatoriedad del uso del casco cuando se circula por ciudad.
En realidad no considero que el casco deba ser obligatorio. Es un elemento de seguridad personal y, como tal, creo que debe dejarse a elección del usuario. Sin embargo creo que hay ciertos argumentos a favor del No que pueden llegar a ser irresponsables y que incluso invitan a no usar el casco.