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sábado, 29 de noviembre de 2014

Peripecias de un loco en bici por Madrid

Os envío un relato de mis peripecias yendo en bici el otro día por Madrid, que demuestran lo difícil que resulta a veces hacerlo, dada la supremacía del automóvil, por si os parece de interés publicarlo.

Atentatmente

Jorge

Peripecias de un loco en bici por Madrid


El pasado viernes 21 de noviembre de 17h a 20h fui en bici (mi veterana híbrida Grisley Beartrack con alforjas) desde Alcobendas hasta Madrid (c/José Abascal) y vuelta, para realizar unas gestiones. No es la primera vez que circulo en bici por Madrid, de hecho suelo hacerlo una vez al mes y lo llevo haciendo desde hace 20 años, aunque cada vez más, pero quisiera contar algunas de las aventuras que me ocurrieron, muy cotidianas para los que usáis la bici a diario, y que demuestran lo lejos que está aún la normalización de la bici en esta ciudad, en gran parte por la falta de educación y respeto, pese a los notable avances que se han producido.



A la ida, aunque normalmente utilizo el carril-bici que conecta Alcobendas con los edificios de Telefónica y después el Anillo Verde, esta vez decidí atravesar por el hermoso encinar de Valdelatas y después una zona de campo abierto degradada, que desemboca en la rotonda de la carretera de Fuencarral a Alcobendas, con la M40 debajo. Mi idea era acceder desde allí hasta la calle Isabel Colbrand, y enseguida al Anillo Verde, para continuar mi ruta de siempre a Madrid (Fuencarral, cocheras de la EMT, calle Mauricio Legendre, etc). Y es aquí en la rotonda donde me encuentro con el primer problema: resulta que desde ella no se puede acceder a la calle citada (yo creía que sí, pero sólo está conectada en sentido inverso).





Ver la rotonda que impide a Jorge llegar al ansiado Anillo en un mapa más grande


Tampoco hay aceras ni pasos para peatones, por lo que de repente me vi apartado en la rotonda entre miles de coches y sin posibilidad de salir por ningún lado (salvo seguir por la carretera, lo cual es un peligro). Tras varios minutos, conseguí alcanzar una isleta a la carrera y tras otros minutos más, atravesar de nuevo corriendo los carriles que me quedaban, de lo que parecía un circuito de Fórmula 1, y así alcanzar la calle que me llevaría al ansiado Anillo.



El ansiado Anillo

No todos alcanzan el Ansiado Anillo



No acabarían mis problemas, pues dicha calle y sus intersecciones estaban atascadas de coches, y me costó acceder al Anillo, a pesar de tenerlo a escasos metros de distancia.


Más tarde, ya en Madrid, segundo incidente: bajaba por la calle Doctor Fleming por el centro del carril, y como es una calle de calzada un poco ancha pero con un único carril, me adelantaron varios coches por la izquierda a escasa distancia. Incluso uno de ellos lo hizo más tarde por la derecha, en el punto donde la calle desemboca en el estadio Bernabéu.





Ver el carril tan ancho como dos de Doctor Fleming en un mapa más grande


Ahí se me hincharon las narices y fui en su persecución, alcanzándole en el semáforo de Concha Espina con la Castellana. El conductor, un varón de unos 50 años un poco grueso, estaba mirando al infinito, como hacen siempre cuando les alcanzas tras una picia. Le hice bajar la ventanilla y le recriminé su acción, ante lo cual dijo que él lo había hecho correctamente, y la prueba era que yo no me había caído (sin comentarios…). Me despedí, no sin antes decirle que es muy fácil y cobarde que el fuerte ataque al débil.


El fuerte atacando al débil

El fuerte atacando al débil: uno de los posibles finales


Tras todo esto, me vi en la tesitura de cruzar la Castellana por la inmensa plaza de Lima, cosa que no tenía prevista en principio, pero la persecución al conductor me había obligado a ello. Sin embargo, no fue tan difícil el cruce, y además al llegar a General Perón me sentí arropado por un ciclocarril (sí, la verdad es que uno se siente arropado dentro de un ciclocarril). Poco duraría mi alegría ya que dicho carril finalizaba de repente y me vi en un problema para continuar por General Perón, pues tendría que atravesar a lo bestia dos carriles llenos de coches. No tuve más remedio que irme a la derecha, por Capitán Haya y subir a la acera para continuar andando como peatón hasta Orense.


Una vez en esta calle, así como por Modesto Lafuente, Bretón de los Herreros y Ponzano, bastante bien, llegando a mi destino de José Abascal , calle que para variar, estaba totalmente embotellada de coches.  De hecho a la vuelta por Alonso Cano, solo pudimos cruzar la enorme avenida una moto y yo, aunque la moto, conducida por un adolescente, me adelantó inesperadamente por la derecha. Los coches se quedaron todos atascados detrás, para gran alegría y tranquilidad mía.





Ver la doble fila de General Moscardó en un mapa más grande



Algunas anécdotas más en mi viaje de vuelta fueron, la imposibilidad de circular por el ciclocarril de la calle General Moscardó, al estar lleno de coches en doble fila (deporte nacional en Madrid), o un “meteorito Smart” que intentó adelantarme cuando me había parado en un paso de cebra de la calle Juan Ramón Jiménez, y que casi arrolla a varias chicas, aunque por suerte se detuvo en el último momento. Más tarde vi al individuo intentando aparcar ansiosamente.


El resto del viaje en general bien, a pesar de los coches y tanques por todas partes, pero bueno, así es Madrid mientras se siga dando tanto poder al automóvil. Pese a las peripecias, fueron muy divertidos los 35km en bici de esa tarde.