Hay una idea generalizada de que la democracia consiste en votar una serie de opciones cerradas para sacar adelante la que tenga más apoyos y descartando así otras más minoritarias. Aunque parece que es lo más fácil para tomar decisiones, este mecanismo da muchos dolores de cabeza cuando se trata de temas complejos que afectan a mucha gente y que tienen permanencia en el tiempo: las opciones en estos casos manejan muchas variables, las opiniones minoritarias descartadas afectan a miles de personas…¡y la opinión de la gente cambia también! Piénsese en las políticas públicas: El ejemplo de las reformas educativas en España, que van cambiando según lo hace el color del gobierno es bastante ilustrativo, conocido y frustrante.
Frente a esta manera de tomar decisiones existen otros mecanismos que permiten llegar a soluciones que incorporan los factores que defienden las opiniones minoritarias, resultando en propuestas con más aceptación, más estables en el tiempo y que funcionan mejor al contemplar más factores. Es lo que se llama Democracia Deliberativa.
Por supuesto, el proceso es más largo: implica juntar a gente diversa que pueda ser representativa de las distintas posturas, que estén dispuestos a debatir y a aprender del otro haciendo madurar su idea inicial, capaces de elaborar propuestas que no sean simplemente un punto medio tras un regateo, sino que incorporen ideas nuevas que satisfagan a todas las partes y finalmente, que el resultado pueda ser aceptado por quien no estuvo en la mesa de negociación. Un rollo, vamos.
En Bélgica hicieron un experimento exitoso con 1000 personas, llamado el G1000, pero tardaron bastante en montarlo, financiarlo y que luego los políticos se lo tomaran en serio. Por suerte, las redes sociales de internet han venido a hacer estos procesos mucho más fáciles.
Para ver cómo funciona un proceso así, vamos a usar un ejemplo que este blog ha ido gestando en los últimos años con una de sus polémicas más habituales: El carril-bici.