Miguel Leal Cruz en laopinion.es Sin embargo, queda claro existe desconsideración patente a determinadas personas que se hallan imbuidas en el más estricto comportamiento social, académico, periodístico u otros, aspectos estos incluso con vulneración de normativa vigente. Ocurre con demasiada frecuencia, ahora más que nunca según constata cualquiera.
No es el caso; si bien, el pasado 8 de abril durante la presentación de la revista Naturaleza y Sociedad, número 15, Bioesfera, en la sala de actos del Museo Arqueológico del Cabildo de la Palma (Los Llanos de Aridane) su director, Jorge Pais, en el debate de la disertación (animada de polémica) nos sorprendió a todos cuando denunció un sendero para bicicletas que atravesaba la zona de protección arqueológica en la subida al Roque Bejenado, desde Valencia (El Paso), y que las ruedas de estos artilugios, a su paso, hollaban algunas inscripciones petroglíficas catalogadas sitas en este lugar protegido por la Carta del Cabildo. Lamentable.
Aunque resulte paradójico,
desde enfoque profesional llama la atención que los ciclistas invadan prácticamente todo: carreteras principales, secundarias, calles urbanas (en dirección prohibida, sin respeto a semáforos...), pistas forestales... (sólo les falta circular por el carril lento de las autopistas, y en algunos túneles, porque aquí si que peligra la vida del artista visto desde la terminología circense).
Es obvio que ocasionan molestias, retrasos y paralización del tráfico en pleno horario comercial por estas vías, que nadie con objetividad puede negar. Que nos exima el Dr. en Psiquiatría, Rojas Marcos, quién define este medio de transporte (para uso deportivo o similar, casi nunca laboral) como
relajante psíquico para el usuario, aunque produzca segura irritabilidad entre conductores de los vehículos que le preceden (a veces hasta diez), en estas islas donde apenas existen tramos viarios superiores a 100 metros para adelantamientos, la cosa se pone peor... Sin embargo, otro médico, cuya identidad guardamos por aquello del secreto profesional, da otra versión para justificar la conducta de algunos de los ciclistas, que llega a
catalogar de imprudencia suicida, a la vez que considera a muchos de estos usuarios como
personas afectadas de baja autoestima y profundo complejo de inferioridad, entre otras variantes de la personalidad; aspectos estos (dice) que superan en cuanto saltan a las vías públicas y
se sienten importantes al apreciar cómo varios vehículos marcan el paso que ellos (y las infraestructuras viarias sin carril bici)
imponen. Cuando se dispone de poco tiempo para llevar a cabo una gestión, en horario de oficinas,
resulta insoportable la tensión acumulada en el intento de adelantar a un ciclista (a veces varios) que mueven las caderas al ritmo del pedaleo (las nalgas dicen otros), causando, si cabe, mayor irritabilidad entre los conductores y ocupantes de vehículos.
Este novísimo y cada vez más prolífico deporte,
apenas herramienta de trabajo, de seguro dificulta el tráfico vial y económico de una determinada comarca, al tiempo que constituye
un serio riesgo para la integridad física de los mismos ciclistas donde queda probado que, un gran porcentaje de los mismos, han sido objeto de alcance por otros vehículos (o viceversa) con abundantes lesionados e incluso muertes, como es conocido a través de estadísticas oficiales.
Este comentario tendrá detractores, seguro; por aquello de que cuando una opinión no gusta, o no se comparte, se le llama, subjetivamente, disparate, sin analizar los pro y contras del contenido de la opinión vertida.
Estos "deportistas" de nuevo cuño (moscas cojoneras les llaman otros) sí que constituyen un disparate cuando colapsan carreteras principales como queda dicho. Otros "disparatan" desde posturas corporativas, ideológicas o académicas..., sin entrar a fondo en la cuestión que se dilucide.
Lo anteriormente expuesto sería aplicable, en menor medida, a los llamados moteros por todo lo contrario: excesiva velocidad en los adelantamientos invadiendo el carril contrario, a más de imprudencia temeraria en la conducción de estas máquinas que producen enorme cantidad de accidentes de tráfico, en todo el país, con resultado de muerte para los motoristas, casi siempre, como apuntan las mismas fuentes estadísticas.