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viernes, 19 de julio de 2013

Pues claro que se puede


Escribo este texto para animar a la gente a que coja la bici. Lo que yo hago ahora, antes me parecía una locura. Ahora la locura es no hacerlo... Nunca he sido deportista; no entiendo que la gente disfrute yendo a un gimnasio o corriendo sin ir a ningún sitio. A regañadientes, ahora reconozco que todas esas zarandajas de las endorfinas que genera el cerebro con la actividad física sean ciertas, pero ojo, yo la bici no la uso por deporte, la uso para moverme. Y para moverme de la forma más eficaz, ahora sí que lo digo convencido. Bueno, y a este paso me acabo animando a una ruta de las del blog, que salir al campo siempre me ha gustado.

Aprendí tarde a montar bici, con más de doce años, yo creo. Con una BH naranja de mi hermana. Estuve un tiempo cogiéndola con ruedines y todo. Un tipo de doce añazos con ruedines, la vergüenza de la mocedad en el pueblo... y encima ya entonces debía parecer mayor que mi hermana, que me saca seis años... Luego mis padres me regalaron una ‘mountain bike’, una GAC modelo “Tucán”, colores fosforito por doquier además, muy noventas todo. Un hierraco con tres platos y seis piñones que a mi me parecía el colmo de la tecnología. Creo que me costó varias semanas entender lo de los cambios...

Foto de lucastar.com

En primavera del año pasado me traje la bici del pueblo. Llevaría unos quince años cogiendo polvo debajo de las escaleras de las cuadras. Y la última vez que la usé allí, me llevé pegados en el cuerpo unos quince metros de asfalto. Todavía recuerdo a la cabrona de mi hermana con la botella de alcohol en la mano cuando llegué a casa, después de arrastrar la bici durante seis kilómetros (la rueda delantera se había torcido completamente). No puedo decir que le cogiese manía, pero sí un poco de respeto... bueno, digámoslo claro, miedo. Después de aquello me la traje una temporada a Madrid y fui un par de veces con mi vecino desde el barrio hasta el Retiro. Íbamos por detrás de Moratalaz, por donde luego hicieron la ampliación de O’Donnell. Hasta que un día en el Pueblo de Vallecas “atropellé” a un coche por no parar a tiempo en un semáforo. Después de aquello, el hierro se quedó un tiempo cogiendo polvo en el cuarto de las bicis del bloque de mis padres, hasta que me la volví a llevar a su hueco debajo de la escalera. Allí al menos vivía más tranquila.

Pero hace un año pensé que ya era hora de darle otra oportunidad.
Así que con más miedo que vergüenza (hombre, ruedines con doce años, después de eso la vergüenza es imposible, digo), y tras un par de meses cogiendo polvo en el trastero de donde vivo ahora (¡qué fijación con el polvo!), saqué un día la bici que me regalaron mis padres en la adolescencia para dar una vuelta a la manzana y ver si no me caía. Fui caminando por la acera hasta la acera bici de la Avenida Donostiarra, que me pilla cerca, y me puse a pedalear a contramano (sin saberlo). Llegué hasta la Avenida de Bonn, donde se terminaba la pintura roja; vamos, menos de un kilómetro. Muy orgulloso de haberme mantenido en equilibrio todo el tiempo, o casi, me volví a casa pensando que aquello empezaba bien. Hasta que cruzando un semáforo por un paso de cebra (claro, ¿no?) noté que perdía tracción. Tardé unos segundos en darme cuenta de que aquello que se había quedado en el suelo era la cadena. Mi cadena.

Foto de lucastar.com

Poco a poco fui reemplazando las piezas que iban resintiéndose de la holganza de tantos años: cadena, ruedas (ambas), frenos, cambio delantero, una bomba (tenía tres, ninguna de las cuales funcionaba), pedí para reyes un transportín.... Aún recuerdo el primer día que me fui hasta el Parque Juan Carlos I como una gesta épica. Para finales de verano ya me veía bastante suelto. Y más o menos a partir de septiembre comencé a usar la bici, la “Pájara”, como medio de transporte habitual. Con el paso de los meses he terminado casi cogiéndole manía al Metro, yo que siempre he sido mucho de transporte público. En bici tardo menos y voy mucho más a gusto... y los horarios me los marco yo.

Y hoy me he vuelto del trabajo a casa en bici. Estoy trabajando en San Sebastián de los Reyes y vivo en Madrid, cerca de Ventas. Me han salido 18’80 km según el cuentakilómetros que me compré en otoño pasado. Habrá gente que le parezca una chorrada, pero ni cansado me he quedado. Hoy creo que definitivamente ya me lo creo. Lo de que sí se puede. Llevaba ya un par de semanas combinando bici y tren para ir y volver del trabajo. Para ir sobre todo está bien. Quince minutos hasta Nuevos Ministerios, tren hasta Alcobendas y menos de cuatro kilómetros hasta el parking de mi curro (soy el único empleado que va en bici me temo; cuando le pregunté al de seguridad si podía candar la bici allí me miró como quien mira un cerdo volando). Y la vuelta, me bajo en Chamartín y el trayecto hasta casa me quita todos los malos rollos acumulados en la jornada laboral.

Aún así me quedaba la espinica de intentar volverme a casa en bici directamente... hasta hoy, claro. Así que hice lo que suelo hacer en estos casos: me planifico la ruta en bikemap (para ver el relieve), o en google maps (si quiero que me calcule una ruta automáticamente, a pie, que luego modifico según el sentido de las calles); a veces incluso utilizo ridethecity para ver qué tipo de trayecto seguro ofrece (para mi criterio actual, se pasan de precavidos hasta en las ‘direct routes’); busco información en “En bici por Madrid” sobre si hay carriles bici, las normativas de otros municipios... Hasta que un día me decido. A pesar de que la distancia que me salía eran de unos 16 kilómetros, más o menos asequible aparentemente, no las tenía todas conmigo. Las cuestas de La Moraleja, las avenidas interminables de San Chinarro... como que no animaba.


View Accesos radiales en bici in a larger map

Pues a pesar de parar cada dos por tres a mirar el mapilla, a beber agua, a sacar dinero que me caía de paso, dudar en un par de intersecciones... he tardado menos que volviendo por el tren. Así que definitivamente, sí, se puede. Eso sí, los días que me quede dormido tendré que seguir cogiendo en coche (que tardo entre 20 minutos y media hora, según el atasco). Y por la mañana la opción sigue siendo el tren, que trabajo en un sitio cerrado y sudo a mares... Pero la vuelta ya sabéis cómo va a ser. Y seguro que va a ser el mejor trayecto del día.

Así que si estás pensando en usar tu bici para moverte por la ciudad ni lo dudes. Si yo que soy un negao, he acoplado la bici a todos mis trayectos, es que lo puede hacer cualquiera. Cada uno tendrá sus tiempos, claro. Yo me fui soltando poco a poco, primero con el carril-bici, aunque tardé poco más de un par de semanas en darme cuenta de que en general es poco práctico. Luego calles tranquilas, luego horas tranquilas... ahora me adapto al tráfico independientemente del tipo de vía o el momento del día. A mi me ha costado un año (¡con mis antecedentes!). Y me considero más bien lentico, así que ¿por qué no pruebas tu las próximas dos semanas?

Y por último, aunque quizá sea lo más importante, agradecerle a este blog... todo. Llegué a vosotros por casualidad, buscando en internet, pero desde la primera vez que entré en la página me pareció que todo lo que en ella se decía era muy sensato. Me ayudaron vuestros consejos, vuestros mapas, vuestras opiniones... Más de una vez me he planteado devolver el favor ayudando a otros como yo “bicifinde” mediante, pero cuando estaba en el paro tenía tantas actividades que no tenía tiempo, y ahora que estoy trabajando malgasto todo mi tiempo en el horario laboral y el fin de semana ¡tengo que hacer todo lo que antes, parado, hacía a lo largo de siete días! Para cuando me vuelva a quedar en paro prometo buscar un hueco, en serio.

Bueno, sólo espero que este texto sirva para que alguien más se anime. Un saludo para todas.

Juanma