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jueves, 25 de octubre de 2012

De cómo arreglar una bicicleta utilizando una falsa acacia

(o de los peligros que acechan a un ciclista urbano)


Por Juanítez

Desde hace poco más de un año vengo colaborando con los redactores de este blog como guía voluntario de los BiciFindes. Sin duda alguna, lo de poder enseñar a circular con seguridad por la calzada a futuros ciclistas urbanos es una experiencia de lo más reconfortante pero, para qué os voy a engañar, carente de aventura, riesgo y emociones o, al menos, no tantas como las que me deparó el episodio que a continuación os voy relatar.

Ayer al mediodía, y tras candar en una valla de la calle de Alcalá mi desvencijada bici –que es bien chula pero tiene el manillar torcido, una rueda cimbreante, la potencia desviada y el sillín literalmente destrozado-, aparecieron varios efectivos del SELUR y comenzaron a descargar lo que parecía ser una gran acacia desguazada cuyos grandes troncos y ramas se ocuparon de repartir cuidadosamente por la acera y la calzada, especialmente alrededor de mi bicicleta, además de regar toda la superficie con cantidades ingentes de serrín. Vamos, que lo pusieron todo perdido en un santiamén.

Pero no queda ahí la cosa, no, porque acto seguido aparecieron varias dotaciones del Cuerpo de Bomberos y de la Policía Municipal de Madrid que debían estar muy enfadados por haberse quedado sin paga de Navidad, porque precintaron la zona y, aunque os parezca increíble, la emprendieron con mi bicicleta y no se les ocurrió otra cosa que cargar sobre ella un pedazo de tronco que vendría a pesar más o menos lo que pesa un ciclista urbano con sobrepeso al uso.

De cómo arreglar una bicicleta utilizando una falsa acacia  (o de los peligros que acechan a un ciclista urbano)

Como veían que no se caía fueron a llamar a otros bomberos, tralarí, tralará, y decidieron agregarle más peso con un extraño artilugio de última generación; algo así –para que os hagáis una idea- como una motosierra que en vez de destrozar regenera milagrosamente cualquier objeto que toque. Me quedé atónito al ver cómo el tronco duplicaba su longitud y volumen, y horrorizado al comprobar que mi ya maltrecha bici se hundía cada vez más y más bajo el peso de aquel árbol.

De cómo arreglar una bicicleta utilizando una falsa acacia  (o de los peligros que acechan a un ciclista urbano)
Yo no salía de mi asombro, y ni articular palabra podía, pero los bomberos parecían cada vez más entusiasmados con su trabajo. Cómo sería, que decidieron agregar al tronco una tupida masa de ramas y hojas para darle color al asunto (aquello sí que era un arreglo bici-floral y no los que se gasta mi amigo Baldo), hasta el extremo en que la llanta de la rueda delantera de mi bici terminó golpeando directamente contra el suelo, y la cubierta a punto de reventar.

De cómo arreglar una bicicleta utilizando una falsa acacia  (o de los peligros que acechan a un ciclista urbano)
En ese momento los bomberos recogieron sus herramientas, se subieron a sus camiones y abandonaron la escena del crimen con las sirenas al viento, probablemente a causar más destrozos por la ciudad. Qué desolación, amigos míos.

De cómo arreglar una bicicleta utilizando una falsa acacia  (o de los peligros que acechan a un ciclista urbano)
No podía seguir soportando la visión de mi bici aplastada bajo toneladas de masa vegetal, así que me di la vuelta, subí a mi oficina con el rostro desencajado y me dirigí a mi cubículo dispuesto a concentrarme en el trabajo y olvidar lo sucedido cuando, de repente, una compañera me avisó para contarme que el tronco que reposaba sobre mi bicicleta se había elevado como por arte de magia para terminar adherido a la falsa acacia que lleva años plantada junto al quiosco de tabacos.

Increíble, ¿verdad? Pues eso no es nada, majos, porque al bajar de nuevo a la calle contemplé maravillado cómo el sillín, el manillar, la potencia, la rueda y la bici en general presentaban un aspecto impecable y reluciente. Aquellos bomberos no sólo habían comprobado que una bicicleta puede soportar el peso de un árbol, sino que repararon la mía en un pispás utilizando una falsa acacia y una asombrosa sierra reconstructora de objetos.

(imágenes de Marta Mérida y Juan Gª Alberdi)