จักรยาน ในประเทศไทย (II): กรุงเทพฯ
Artículos anteriores
La bici en Tailandia (I): Chiang Mai
Fotos: EnbiciporMadrid si no se indica lo contrario
La Aldea del Ciruelo Silvestre
Difícil reconocer en la mayor megalópolis de la península Indochina algo de esa aldea que esconde el nombre de Bangkok, incluso para quien la visitó hace tan sólo una década. Los antiguos apartamentos y casas bajas son ahora bloques de 30 ó 40 plantas que satisfacen una demanda por vivir en el centro bastante ajena a lo que ha pasado en las culturas occidentales, en el que la pujante clase media huyó en coche a las periferias.
Aquí no, Bangkok es el mejor laboratorio que hay en estos momentos en todo el planeta para demostrar cómo la limitación de la oferta en carreteras es la mejor manera de evitar la dispersión territorial, tal como sugerían desde el blog de ecomovilidad.
La movilidad es tan deficiente no sólo en coche sino en cualquier medio de transporte, que los espacios céntricos y con acceso al metro son un bien escasísimo en el que se agolpan más y más altos complejos residenciales de lujo que venden un paraíso alejado del infierno de las calles con jardines y restaurantes exclusivos por encima de la planta 60 desde el que puedes ver en otros rascacielos próximos templos áulicos inspirados en una Europa idealizada.
Mientras, la ciudad allá abajo está al borde del colapso y dos modelos se plantean como solución al problema: Uno es copiar a Japón, donde las ciudades tienen el porcentaje más bajo de uso del coche del planeta gracias a las fuertes restricciones y la decidida apuesta por la red del transporte público (no necesariamente barato, pero sí más que el coche). O bien China, construyendo una impresionante red de autovías, que baja la densidad del tráfico a costa de triplicar las distancias, el espacio consumido y hacer inviable cualquier recorrido andando o en bici.
El camino elegido será el modelo para varios países emergentes de la zona, que miran fascinados la opulencia de esta ciudad. Su brillo cegador les impide ver las sombras.
Los habitantes de Bangkok disponen de 7 medios de transporte para sortear el infierno. EnbiciporMadrid ha estado allí, y lo cuenta en los siguientes 7 relatos.
1. Disfrute de los legendarios atascos de Bangkok
“Procuro moverme lo menos posible. Si por desgracia tengo que hacer un recado, sólo de 10 a 14h. El resto del día es hora punta.” Erik el sueco vive en Bangkok y no tiene coche, usa moto y aún así no puede escapar del caos que aumenta al caer el sol. A partir de las 17h los taxis ya no aceptan clientes con taxímetro y no se mueven si no va por delante un precio pactado 2 ó 3 veces superior. Flota en el ambiente la expectación ante un gran acontecimiento que todos conocen menos tú. Y en breve aparece el Leviatán: el mayor atasco del planeta, coincidiendo con las puntuales lluvias de la tarde.
El rápido crecimiento económico de la ciudad ha ido acompañado de fuertes subvenciones a la compra de automóviles para favorecer a las plantas de fabricación del país ¿Les suena? Este es el resultado: Desde hace una década, todo el mundo se puede permitir tener el mejor coche, pero no se ha producido el fenómeno de deslocalización laboral a periferia porque no hay infraestructuras que lo acompañen. El trabajo está en el centro, así que quien se va a las afueras se comerá 2 horas de atasco diario de media, ya que el transporte público es tan deficiente que no abarca sino una pequeña parte de la demanda.
Con ese panorama, quien más dinero tiene, más cerca del centro quiere vivir. Las promociones residenciales de lujo no hacen sino agravar el problema, proporcionando metros cuadrados para residentes y sus coches, y vendiendo un mundo de fantasía en las alturas en el que jamás aparece la calle. Vea esta promoción de clara inspiración sevillana en Sukhumvit road, una de las escasas avenidas con metro.
Voz en off "La sensación de una vida al estilo español"
Todos los nuevos complejos residenciales destinan 1 planta de cada 5 a aparcamientos. Como el nivel freático es alto, estas plantas no son subterráneas, así que los antiguos bloques de viviendas tienen enfrente zócalos de la misma altura llenos de coches. Algo así como esto:
En una ocasión, vimos cómo un semáforo en rojo tardaba tanto en cambiar que los coches se acumularon hasta el cruce anterior, bloqueándolo y expandiendo el atasco en las cuatro direcciones. Para cuando se puso en verde, el atasco había vuelto por el sentido contrario colapsando también nuestro cruce. Esto sucede todas las tardes.
La gente que no puede vivir tan céntrica ha logrado adaptarse y hace parte de su rutina diaria en los tiempos muertos que les proporcionan los siempre fiables embotellamientos: desayunar, maquillarse, cambiarse de ropa, e incluso dormir. Lo narran en Bangkokbizarro.com. Es una manera de recuperar parte del tiempo que han vendido a los hombres de gris.
En todo caso, en un panorama así, nadie quiere irse a vivir muy lejos. Los 14 millones de habitantes ocupan tanto como el área metropolitana de Madrid (6 millones).
El día que la gente tenga alternativas al coche, será un buen lugar para vivir.
2. La abrumadora experiencia de caminar
A pesar de tener distancias asumibles, caminar por Bangkok es una experiencia para la que nuestros sentidos occidentales no están preparados. La multitud de gentes que se empujan, llevando mercancías de fuertes olores en aceras estrechadas por los puestos de especias, bolsos de cuero, frutas madurando al sol, carnes a la brasa, o radios con su música y su tendero gritando, junto con los mendigos, monjes con flores y azafrán y el sol que se siente hasta en la sombra gracias a la humedad. Así es una tranquila calle secundaria sin apenas tráfico rodado.A poco que uno camine 5 minutos se encontrará con una de esas gigantesca avenidas imposibles de cruzar sin dar un rodeo de 300 metros hasta el semáforo más próximo. Y así, a todo el tremendo impacto de olores y sonidos, habrá que añadirle las motos que a pesar de los bordillos de casi medio metro, se meten por la acera y te pitan para evitar la calzada alicatada de taxis y buses que parecen consumir carbón o gasógeno, mientras esperas a que esos semáforos eternos te permitan cruzar y repetir la misma penitencia por la acera opuesta. No todo el mundo lo lleva bien.
Sólo en unos pocos puntos de la ciudad obtendremos refugio contra el sol, la lluvia y el tráfico. Son las avenidas bajo el metro ligero elevado que huye de las aguas subterráneas apoyando impresionantes estructuras en las exiguas medianas de las avenidas principales. Entre esta estructura y el tráfico aparece un universo intermedio de pasarelas peatonales de varios kilómetros conectadas con la tercera planta de todos los gigantescos centros comerciales que buscan la centralidad del transporte público. La imagen cuando dos líneas se superponen es realmente sugerente. Abstenerse gente con carritos y sillas de ruedas.
3. El metro no siempre te lleva a donde quieres, pero qué importa
Hay 4 líneas de metro gestionadas por 3 compañías independientes sin acuerdos tarifarios para dar servicio a un total de 50 estaciones. Compárese con las decenas de líneas y centenares de estaciones de cualquier gran ciudad europea o japonesa.No hay muchos sitios a los que ir en metro, y en hora punta tampoco se esfuerzan por ofrecer un servicio con mucha frecuencia: total, saben que no tienen competencia ni en comodidad ni en tiempos. Así que es normal esperar 2 ó 3 trenes hasta coger sitio.
Sin embargo, coger el metro elevado en hora valle es una experiencia hermosa: Imagínese volando por una estrecha calle a media altura entre altos rascacielos que de repente desaparecen dejando paso a parques y lagos que abren extensos panoramas de varios pisos de infraestructuras sobre ríos urbanos entre los cuales se descubren templos budistas allá abajo, mientras enfrente podemos ver lo que sucede en la 4ª planta de un edificio de cristal casi al alcance de la mano.
A veces, hasta merece la pena dar un rodeo con tal de ir en el tren elevado. Volar y ver a través de las paredes, dos superpoderes por el precio de un billete de metro.
4. Los canales de Bangkok
El barco se reparte con el metro el honor de ser el transporte más fiable, aunque no compite con él ya que abarcan zonas distintas de la ciudad. Dado que aún no es posible cruzar en metro el gran río Chao Praya, existe un verdadero servicio de barcobuses con alta frecuencia y capacidad que paran en todos o algunos embarcaderos a ambas orillas según el color de sus banderas. El de la foto es naranja, luego es exprés.Hubo un tiempo en que toda la ciudad se movía en barco, aprovechando una bella red de canales menores que articulaban todos los barrios. Ahora esos canales tienen avenidas encima... encima de las cuales se ha puesto otra autopista, y a veces hasta el metro.
En algunas zonas estos canales aún son recorribles en pequeños viajes para turistas que pueden llevarse la sensación de que esto fuera una Aldea de Ciruelos Silvestres mientras las tiendas flotantes nos persiguen para vender sus mercaderías. Las viviendas de los canales sólo son accesibles andando o desde el agua y por tanto, son por ahora inmunes a la invasión del coche.
...aunque no por mucho tiempo.
5. El cercanías más lento de Asia
A diferencia del metro, el cercanías va a nivel de calle. Y en los cruces no tiene prioridad frente a los coches. Si toca el semáforo en rojo, los trenes se paran hasta que se ponga en verde... eso si no está atascado el cruce.Pasado el semáforo, los trenes tampoco corren mucho, ya que pasan por zonas pobladas y estrechas. Muy pobladas. Y muy estrechas.
6. En bici por Bangkok
¿Y por qué la bici no se usa en masa en el paraíso del atasco y el transporte público deficiente? Desde luego, cultura de bici no les faltaba en 1951:
Como buena ciudad cosmopolita, años de desprecio hacia la bici se convierten ahora en una moda con su sistema de bici público y su red de carriles-bici. Pero la realidad es que el uso de la bici no es posible, ni pública ni privada, porque los errores cometidos con el coche pesan como una losa.
Los atascos de las calzadas desde luego no ayudan nada a rodar, más teniendo en cuenta que las calles secundarias desembocan ireemediablemente en ellos y la única manera de saltárselos es metiéndose en autopistas elevadas, a veces de peaje. Las motos lo tienen más fácil. En pocas calles es posible ver alguna persona mayor como el de la foto que todavía transporta mercancías con su bici, pero los recorridos que puede hacer sin acabar en una ratonera son escasos.
Al llegar al final de la calle, desembocará irremediablemente en Yaowarat Road, la calle principal de Chinatown. Es la misma calle de la foto de 1951.
Las aceras con sus bordillos de medio metro atestadas de gente ya las conocemos. No es posible ir más rápido que andando, aunque hay quien lo intenta cabezonamente.
En este escenario, las nuevas estaciones de bici pública Pun Pun parecen una broma de mal gusto, Jamás ves a nadie coger alguna después de 6 meses que se abrió el servicio. Es el segundo intento, el anterior cerró por falta de uso. Por su escasa extensión (un tercio que el biciMAD de Madrid) y su servicio tan poco práctico, como narran aquí, no parece que vaya a cambiar el panorama de la ciudad.
Al final, las únicas bicis que se alquilan son para dar vueltas a circuitos cerrados en parques.
7. La mayor aventura: Un viaje en autobús
Nos lo comentó una familia argentina afincada en Barcelona: "De venir ya varias veces a Bangkok uno va ganando confianza y se atreve a entrar a sitios que ni se plantearía la primera vez, y mucho menos con niños. Cuando ya vos conocés una ciudad lo suficiente, es el momento de arriesgarse a tener nuevas aventuras. Así que este año nos hemos subido al colectivo. Bus lo llaman ustedes".Sábado, 18h. Noche. 35ºC, sudor ambiental. Viaje al mítico estadio de Lumpini. Bajo su tejado de uralita cochambrosa los entusiastas apostantes asisten todos los fines de semana a los mejores torneos de boxeo tailandés, amenizados con unos incoherentes chinchines y clarinetes tocando danzas locales. Algo similar a los pasodobles en los Toros, vamos.
Ávidos de conocer un espectáculo tan kitsch, decidimos salir con tiempo por si hay atasco en lugar de caminar 30 minutos y arriesgarnos con un bus. La aventura nos va a llevar una hora.
La información de google transit no coincide con la realidad: las paradas no están donde pone que están. Su ubicación real tampoco está señalada más que por unos bancos de espera con unos pocos viajeros. No hay números que indiquen las líneas que allí paran. Hay quien sabe inglés, pero sólo saben de su línea.
Tras media hora de espera, nos montamos en el
siguiente bus que pasa (rojo=línea regular sin aire acondicionado) y le pedimos que nos pare lo más cerca del estadio, que ya haremos el resto andando. El cobrador nos factura según una distancia que desconoces. El motor está al aire y echa parte del humo dentro. Algunos asientos están destartalados. Los traseros están reservados a monjes budistas. En otras filas los monjes no pueden sentarse junto a una mujer.
Y es un lugar como éste cuando descubres que lo importante para poder viajar por cualquier parte del mundo es ... saber de la Liga española. La de fútbol, sí.
Tras averiguar nuestra procedencia, el conductor pregunta en inglés: "¿Barça o Madrid?". Y luego busca tu complicidad comentando aquél injusto penalty o el nuevo fichaje de la temporada. Pena ser un gafas y no tener ni idea. Te desconciertan las reflexiones políticas: "No pelear. Cuando fútbol termina, Madrid y Barcelona hermanos, no pelear. Sólo es juego". Cómo explicarle que en España el fútbol nunca termina.
En dos paradas tienes ya un amigo conductor. En cuatro, sucede el milagro: "No andar amigo, yo acerco". Y así, 15 ó 20 viajeros (3 de ellos monjes) ven cómo la línea regular sin aire acondicionado cambia su ruta fija para que unos simpáticos extranjeros se ahorren caminar dos manzanas.
La ineficacia de la red se suple con el calor del trato humano. La mejor experiencia sin duda.
Otros relatos de viajes
Vietnam en bici
La bici en Israel