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viernes, 27 de abril de 2018

CICLISMO EN FEMENINO: Primera experiencia Cicloturista en Uclés


Cuando empezamos Ciclismo en Femenino nos gustó tanto el testimonio de las primeras rutas de Ana con el grupo (Seis meses y ¡doce rutas ya!), que no dudamos un momento en pedirle que nos contara su experiencia de nuevo. Ana tampoco lo dudó y a velocidad supersónica tenía este relato que ahora os presentamos aquí sobre su primera experiencia cicloturista. Vemos continuamente muchos testimonios y experiencias de grandes cicloturistas. Pero todos empezaron por algún lugar. Y sabemos que compartir experiencias como estas animan más y más a practicar una forma de turismo y de vacaciones que para algunas de nosotras, y de nosotros, ya forma parte de nuestras vidas.

Esta semana Ana nos cuenta sus sensaciones antes del viaje, y ya nos adelanta experiencias durante el viaje. La semana que viene Alaia, que tampoco lo dudó un momento, nos contará cómo vivió Uclés, también su primera experiencia cicloturista. No os perdáis ninguno de sus testimonios, nos van a dar ganas de salir a rodar ¡pero ya!!

Aquí tenéis el testimonio de Ana:



Primera experiencia cicloturista 

Llevo un rato sentada delante del ordenador sin saber por dónde empezar. Me han pedido una crónica del camino de Uclés, pero los preparativos han tenido tanta emoción que me apetece también contarlos.    


Fue con bastante antelación que empezamos a hablar de la posibilidad de viajar con la bici, cosa que yo ya tenía entre ceja y ceja desde hace tiempo. Así que, según sale la convocatoria, me apunto sin pensarlo. Pensarlo vino después. ¿Qué trasportín? ¿Qué alforja? ¿Qué equipaje? ¿Hay que entrenar antes de la ruta? Ha dado para muchas conversaciones (en persona, en Facebook, en los chats... ), la de vueltas que le he dado. En su día, David compartió esta comparativa que me estudié antes de empezar a mirar qué comprar. Me pareció muy interesante, aunque nada como la experiencia para saber qué es lo que realmente te va mejor. Y esa oportunidad me dieron, de probar antes de decidir, porque me prestaron tanto el trasportín como las alforjas (gracias otra vez Ezequiel y Agus). Ahora tengo más claro lo que quiero utilizar a futuro. Después de la lluvia y la nieve de las rutas de prueba, la opción impermeable gana por goleada.
Luego estaba la preparación del equipaje. Agus de nuevo, que lo tiene todo controlado, nos compartió su lista de imprescindibles.  
Cada uno tiene el material que tiene, y no vas a pedir un crédito para comprarte de golpe todas esas prendas técnicas que nunca antes has tenido y que te vendrían tan bien. Pero no dejas de pensar si hay algo que te estás dejando que sería importante incorporar para la ocasión.  
Una de mis obsesiones ha sido el agua. De esta guisa salí a la ruta de Valdelatas en la que nos llovió todo y más.  
Fíjate bien, porque se ven los goterones de lluvia
Para la siguiente, de Alcalá a Arganda, probé otra cosa, pero ahí no solo nos llovió sino que nos nevó también. El resultado en ambos casos fue que acabé calada. Mis preparativos eran para enfrentarme a lo peor, porque según se acercaba la fecha cada vez tenía menos fe en que el tiempo mejorase para Semana Santa. Preguntando al resto del grupo descubrí los escarpines de neopreno que usan Felipe y Sam. Al final no he llegado a estrenarlos en condiciones extremas pero prometen ser una buena solución para mantenerme si no seca, al menos sí calentita.
Lo siguiente serían las pruebas. En la ruta de Alcalá ya llevaba las alforjas con algo de peso y me sentí muy cómoda. Así que para la ruta del Monte de Boadilla decidí ir a por todas y probar a llevar el equipaje que tenía pensado para Uclés. Es una ruta que ya había hecho otras veces y que, por lo sencilla que era, me parecía perfecta para probarme. Como nos había dicho Agus, solo metí lo "imprescindible" en las alforjas. Solo.
Hizo un día de viento horrible, nos llegamos a encontrar varios árboles caídos en el camino, y sufrí mucho con el peso de las alforjas. Tanto que llegué a hacerme daño en la pierna izquierda.
Me pasé los cuatro días que quedaban para la salida revisando mis "imprescindibles" y reduciendo el peso del equipaje. También aplicándome Voltaren como si no hubiera un mañana. No estaba dispuesta a quedarme en casa.
Esos cuatro días fueron también los del minuto y resultado del parte meteorológico. Todos los días íbamos mirando el tiempo, y animándonos con una predicción cada vez más favorable. Los enbiciados dicen que nunca hay que dejar de salir. Y la verdad, con el currazo que se habían pegado preparando el viaje, no hubiera dejado de ir por nada. Pero no sabía si tendría que retirarme si la cosa se ponía fea en ruta. En las rutas previas nos estuvieron contando de la TransCAM, la experiencia en cicloturismo de 2017, y lo que les cayó. Cada vez que pienso en que Yoli aterrizó con esa experiencia en el grupo... (una superwoman)
Pero fueron unos días de cuenta atrás emocionantes, cada uno contando sus preparativos (aunque alguno que otro hubo que lo preparó todo la noche de antes). Y de nervios para los promotores, me imagino. Aunque el trazado era bastante sencillo para el tipo de rutas que suelen hacer, gestionar un grupo de 30 personas en un viaje de varios días no parece nada sencillo. No solo es que se encargaron de buscar alojamiento las tres noches, y de buscar sitios donde, en plenos días festivos de Semana Santa, nos dieran de cenar a un grupo tan numeroso (K-li, ¡qué grande eres!). Es que, además, los problemas se pueden multiplicar con tanta gente viajando con alforjas. No todos nos conocíamos de antemano, y aún los que nos conocíamos no sabíamos cómo se nos iban a dar cuatro días de bici seguidos.
Además de no tener problemas técnicos de gravedad (excepto una cubierta rota que arreglaron con un parche de tetrabrik y duró varios días), solo puedo decir que la convivencia fue perfecta en mi experiencia, y muy  divertida. No he visto nunca a la gente pelearse por dormir en el suelo quedando camas libres.
Clases de tango esperando el turno para la única ducha que compartíamos
Y llegados a este punto, y como ya llevo bastante escrito y la crónica no va a ser solo mía, mejor dejo que los detalles del Camino de Uclés los cuenten otros.
A grandes rasgos. Mi pierna izquierda me dio la lata bastante el primer día en la primera subida hasta el punto de no saber si tendría que llamar a alguien para que me vinieran a buscar. Al final, entre el ibuprofeno y el Voltaren y teniendo un poco de cuidado, se pasó el dolor. Los siguientes días cada vez me sentía mejor y más fuerte. Cuando volví a Madrid no me dolía nada, y no diré que las alforjas no pesaran pero tampoco me molestaban demasiado. La sensación de todos es que hubiéramos podido y querido continuar más días de camino. Alaia presumía de que, con alforjas y todo, el domingo le sobraban piñones subiendo por la Cuesta de la Vega en dirección a Sol para poner punto y final a nuestro viaje.
Entre los mejores consejos, el de Felipe, que me insistió en que no llevara mochila. Mi espalda lo agradeció mucho. Creo que fue una muy buena elección.
Tuve algunas incidencias sin importancia. Como que perdí la cartera con todo el dinero y la documentación llegando a Uclés. Conseguí encontrarla retrocediendo sobre mis pasos. Y lo siguiente que hice fue colar mis gafas graduadas detrás de una pared de pladur en la zona de duchas en el alojamiento del Monasterio. Cositas para dar emoción al camino y entretener a los compis que se pasaron un buen rato pescando mis gafas con un pulpo y una correa (¡gracias otra vez!). Un día malo lo tiene cualquiera.
Nos hicieron unos días estupendos. Apenas cuatro gotas a primera hora el viernes, y eso sí, mucho viento el sábado, pero era de encargo; para los que tienen que entrenar para el Soplao. 
Agus, con su culotte del Soplao, a la cabeza del grupo
Siempre he dicho que la gente que no disfruta comiendo no me parece de fiar. Pero en este viaje teníamos lo mejorcito de cada casa, y no dejábamos nada en el plato. Laura, con su labor de coche de apoyo (entre otras cosas), nos mantuvo bien surtidos todo el camino. Nadie ha osado pesarse a la vuelta. Y gracias a Niko tengo en mente otros destinos gastronómicos.

Palmeritas en Morata

En resumen, ha sido una experiencia estupenda compartir este camino con los enbiciados. Yo sé que esta ruta se les queda muy pequeñita, porque son capaces de hacerse esos 300 kms en un día (quizá será uno de los próximos retos que lleguen con el buen tiempo). Por eso es de agradecer el doble que nos lo pongan tan fácil a los novatos con esta iniciación al cicloturismo. Por otro lado, cuatro días son mejor que uno. Disfrutar de la bici, del paisaje y de la compañía ha sido una gozada. Solo puedo pensar en la próxima escapada mientras intento que toda la buena energía que me he traído de vuelta me dure lo máximo posible. Al menos hasta el sábado que nos volvamos a encontrar (en el momento de entregar este texto, vuelven a dar lluvia para el sábado grrrrrrrr).
 Por cierto, ya van 16.





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