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martes, 16 de junio de 2015

Madrid se ha transformado en capital mundial del ciclismo urbano

Imaginando el futuro en clave bici


Publicado por César Martín (Ciclista urbano y socio fundador de Rider State)

(Lo que a continuación van a leer es fruto de la imaginación de un ciclista urbano. Cualquier relación con la realidad es pura coincidencia).

Son las 7:35 de la mañana y tras un abundante desayuno compuesto de café, leche con cereales y galletas, llega el momento de salir. Tras bajar los 36 escalones que me separan de la calle y abrir la interminable puerta de hierro y enormes cristales de mi portal, dejo que el aire frío de la mañana me ponga en marcha. 

Por delante esperan cerca de 10 kilómetros para llegar a la oficina y un nuevo viaje para descubrir la ciudad en la que vivo. Recojo la pernera derecha de mi pantalón, coloco el pie encima del pedal y me acomodo encima del sillín. Todo listo. Tras recorrer los 200 metros que separan mi casa del carril bici me preparo para sumarme a los decenas de ciclistas que en ese momento inundan la calle.


Pacientemente, aguardo la llegada de la luz verde. Cuando el semáforo decide que ha llegado el momento, me incorporo al carril que da vida al anillo ciclista que recorre la ciudad de norte a sur y de este a oeste. El tráfico de coches ya no es tan denso como años atrás. La ciudad comienza a respirar a medida que la nube de polvo y humo que siempre le ha acompañado desaparece. Aún queda mucho por hacer, pero ya se ha conseguido lo más difícil: empezar a creer.

Tras dedicar un segundo al cielo abierto de esa mañana, vuelvo a fijar la mirada en el manillar. Hasta que en el siguiente paso para peatones llega uno de esos momentos que nunca esperas y que siempre te sorprenden. Como en otras ocasiones, entre pedalada y pedalada, comienza una conversación. Él se llama Dani, tiene 38 años, es ingeniero informático y trabaja a pocas calles de distancia. Llegó a la ciudad hace 10 años, pero hasta hace dos no se subió a su Orbea de color azul intenso para ir al trabajo. Le animó su hermano y desde aquel día no se ha vuelto a bajar del sillín.

Nunca le había visto antes y desconozco si le volveré a ver de nuevo. Es lo que pienso mientras aquel hombre delgado y de bigote poblado desaparece en la siguiente calle para convertirse en uno de los miles de ciclistas que cada día atraviesan las calles de aquella ciudad. De nuevo, la bici lo ha vuelto a conseguir. Sin ser consciente, 'ella' se ha convertido en el motivo de esa conversación que ha sacado del anonimato a dos ciclistas.

Después de 28 minutos dando pedales, abandono el anillo ciclista para coger el carril bici que me deja a pie del trabajo. Es primera hora y aún hay sitio en estos 'aparcabicis' que acogen a más de 500 bicis en este área de oficinas. Tras candar mi Trek, me estiro, cojo aire y disfruto de mi buen momento de forma. Ya hace 8 años que dije adiós al cansancio crónico que me provocaba un agotamiento difícil de paliar. Activarme fue tan sencillo como desempolvar mi vieja bici.

Antes de entrar por la puerta, echo un último vistazo a las decenas de bicicletas que 'descansan' para el viaje de vuelta. Y mientras las observo, me siento orgulloso. Por fin, ese medio de transporte tan perseguido disfruta de su protagonismo en aquella ciudad. Ahora los coches dejan paso a formas de transporte más saludables y la restricción de vehículos a motor en la zona centro ayuda a mejorar la salud de la capital, aquejada de una severa contaminación ambiental apenas unos años atrás.

De pronto, me doy cuenta de que este movimiento no para de crecer. Y no sólo es por el efectivo anillo ciclista que une toda la ciudad, los puentes o los cientos de carriles y 'aparcabicis' que han transformado todo. En ese instante de reflexión y justo antes de cruzar la puerta mi mirada se fija en unos jóvenes padres que acompañaban a sus dos hijos al colegio montados encima de sus bicicletas. Una imagen única que cobra vida en esta ciudad ya transformada sobre dos ruedas. Y sí. Esta ciudad es Madrid.