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jueves, 14 de abril de 2016

La Ciudad 30 y sus vehículos

Escrito por Iñaki Díaz de Etura

La reivindicación de la Ciudad 30 es legítima y necesaria pero está coja. Es inviable mientras haya coches. Sí, volvemos siempre al punto de partida: sobran los coches en la ciudad. No, no sobran algunos coches; sobran todos. Y, no, no es una fijación dogmática: es porque los coches son incompatibles con la ciudad a la que aspiramos.

La Ciudad 30 y sus vehículos
Un coche está diseñado para recorrer largas distancias a altas velocidades: docenas o cientos de kilómetros a un ritmo de casi 3 dígitos. Eso lo hace bien. Arrastra muchas externalidades negativas, sí, ya sabemos, pero, funcionalmente hablando, es una tarea que hace bien. Es normal: los coches actuales están diseñados para eso. Habitualmente habréis oído que los/as automovilistas se quejan de que no pueden ir a 30, que es demasiado lento, que el coche no va bien, que no saben qué marcha usar, que en segunda va muy revolucionado y en tercera se ahoga… tienen razón.

El diagnóstico es correcto: un turismo estándar no está hecho para ir a 30. Esto no quiere decir que haya que renunciar a la Ciudad 30: quiere decir que hay que dejar de usar ese tipo de vehículo. Desde el activismo por la Movilidad Sostenible, debemos admitir esto sin miedo. Digo “admitir” y digo “sin miedo” con plena intención: el discurso hacia el coche navega entre la agresividad y la prudencia según el grado de vehemencia o el de estrategia que se utilice. Es un equilibrio delicado: queremos cuestionar el statu quo pero no queremos asustar a la población automovilista ni dar pie al lobby del motor para que nos desprecie como extremistas sin credibilidad. Esto nos atrapa en una ambivalencia calculada. Nuestro discurso es incapaz de atacar la raíz del problema y acabamos hablando de parches y proponiendo parches. Aspiramos a vivir un poco mejor pero siempre entre coches. No es poco pero, como aspiración, es escasa.

El gran peligro es que acabemos por perder el horizonte real al que queremos llegar (la Ciudad 30, 8-80 ó, ya puestos, 0-100, como los juguetes aquellos) y no pasemos de los paliativos. Para evitar esto, es importante tener clara una cosa: el coche actual no cabe en la Ciudad 30, no cabe en la Ciudad 8-80 ni en la 0-100. No cabe en la ciudad. Y no cabe por decisión de diseño de quienes han implementado los coches. Es su problema y la movilidad y habitabilidad de nuestras ciudades no puede estar subordinada a hacer sitio para unas máquinas pensadas para otros ámbitos. Vuelvo a la calle en busca de orientaciones: habréis oído alguna vez aquello de “para ir a 30, no voy en coche”

Quien dice algo así desde detrás de un volante, pretende expresar su derecho a la velocidad. Da por sentado el uso del coche. Afirma que esa velocidad es inapropiada como forma de justificar la circulación a velocidades más altas. Una vez más, tiene razón en el diagnóstico pero no necesariamente en la receta: si la premisa fuera la Ciudad 30, esa frase estaría anulando la validez del coche.

Con coches no hay Ciudad 30


Es fundamental que nos demos cuenta de esto. Podemos poner todos los parches del mundo para intentar ralentizar a los coches pero no vamos a conseguir una ciudad poblada por coches a 30 km/h. Si la disuasión funciona, los coches desaparecerán y tendremos Ciudad 30. Si los coches permanecen, no van a ir a 30. La Ciudad 30 será sin coches o no será.

El vehículo personal


Esa posible Ciudad 30 sin coches no es una utopía, no hace falta ningún gran invento para llegar a ella y, no, tampoco hace falta que todo el mundo vaya en bici. La Ciudad 30 y la movilidad a escala humana se basan en el concepto de Vehículo Personal de Baja Potencia. No requieren ninguna revolución técnica ni ideológica: sólo se trata de dejar de usar maquinones desproporcionados para llevar a una persona por las calles de una ciudad a una velocidad media perfectamente alcanzable por otros métodos más racionales. Sólo se trata de aplicar sentido común y de dejar de basar nuestra movilidad urbana en los intereses del lobby automóvil.

Una bici es un Vehículo Personal de Baja Potencia. Hay otros: patinetes, patines… en general, cualquier cacharro pequeño con ruedas capaz de llevar a una persona. Puede tener motor. Puede necesitarlo, incluso, si no tiene otro método eficiente de tracción.

Es difícil que la sociedad vea en patines, patinetes o incluso bicis algo más allá de un juguete y, así, no podemos aspirar a generalizar su uso pero el concepto de Vehículo Personal de Baja Potencia es genérico y podemos permitirnos diseños vanguardistas que no sólo no sean vistos como un juguete sino que se perciban como un atractivo en sí mismos, que la sociedad vea en ellos un valor que sobrepasa el del propio coche. Que la gente prefiera usar estos chismes y esté encantada de dejar el pesado coche para otras tareas.

La Ciudad 30 y sus vehículos
Ya existen implementaciones; los Segway son exactamente eso: Vehículos Personales de Baja Potencia. En el futuro próximo, podemos permitirnos diseñar cualquier tipo de trasto similar mientras cumpla su función primordial -transportar a la gente de forma ágil y eficiente- y sus criterios de diseño: baja masa y potencia. Este tipo de vehículos tiene un potencial muy bajo para causar daños. No tienen ningún problema por circular a 30 km/h porque para ellos sería una velocidad natural. La Ciudad 30 es su hábitat normal, hasta el punto de que, en una ciudad poblada por Vehículos Personales de Baja Potencia, la Ciudad 30, simplemente, sucede. No haría falta ni ponerla en las normas.

El futuro


Imaginad una calle amplia, de esas que hoy día funcionan como autovías urbanas, poblada por vehículos pequeños en un flujo tranquilo. Sin atasco, sin prisa y sin ningún problema de convivencia, ni entre los vehículos ni con los peatones. No es una utopía, es una decisión que atañe al diseño de los vehículos. Lo único que nos separa de un futuro así es que decidamos, por activa o por pasiva, mantener las ciudades ocupadas por vehículos desproporcionados.

 

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