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domingo, 28 de septiembre de 2014

En bici de Madrid a Santiago. Epílogo.

 Etapa 9 Santiago – Finisterre


En bici de Madrid a Santiago  al fin del Mundo!!!!!



Día:07/09/2014
Trackhttp://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=7770751 
Kilómetros: 94.2
Desnivel positivo: 1441 metros
Tiempo total: 12 horas 6 minutos

Para la mayoría de los peregrinos, Santiago es el fin del Camino. Para la mayoría de nosotros también.

 Pero algunos de nosotros teníamos aún ganas, y sobre todo, tiempo  para más.... Si no os he cansado ya con esta sucesión de aventuras aquí llega la última

Aún no ha amanecido en Santiago de Compostela y cinco intrépidos ciclistas se preparan. Mientras nuestros compañeros tratan de recuperarse de los estragos de la noche santiaguesa, nos ponemos en marcha con la rutina ya bien aprendida. Preparar alforjas, bajar a por las bicis, montarlas.

Le dejamos a nuestros compañeros algunas cosas que no vamos a necesitar en nuestro viaje: La esterillas, la Compostela, y otras pequeñas cosas que metimos por si acaso y que ya a estas alturas sabemos que no vamos a emplear.

El desayuno lo tomamos en una confitería cerca del Albergue. Y nos hacemos una foto de grupo. El Escuadrón Fisterra está constituido.

El escuadrón Fisterra


Somos cinco: Laura, Auxi, Pablo, Niko y yo. Muchas incertidumbres en el ambiente. Nos espera una etapa complicada. Muchos kilómetros por el complicado tobogán gallego. No contamos con Fernando y Antonio para tirar del grupo. Y ninguno conoce la ruta, porque ni Laura ni yo hemos hecho el Camino hasta Finisterre antes. Así que no sabemos lo que nos espera. Pero aun así estamos relativamente tranquilos. Ya llevamos mucho recorrido, y sabemos que las piernas no nos fallarán. La disciplina está hecha. Solo falta hacer lo que sabemos. Así que nos ponemos en marcha. Deshacemos el recorrido desde el Albergue de vuelta a la Plaza del Obradoiro, que a esas horas esta increíblemente vacía. Es una visión muy curiosa. Solo por esto ya ha valido la pena el madrugón (no negaré que los compañeros que se han quedado en la cama nos dan cierta envidia).


Ver la Plaza del Obradoiro vacía bien mereció el madrugón
Y emprendemos el Camino. Como pronto descubriremos, hay flechas amarillas. No tantas, pero las hay. Y en todo caso, llevamos el GPS, y a Pablo que se mueve por su tierra como pez en el agua.

 
 Si la entrada y salida de las ciudades suele ser muy fea, la salida de Santiago es una clara excepción. Tras pasar junto al parque de la Alameda, se sale rápidamente a una zona residencial de urbanizaciones inmersas en bosques, con lo que se alternan zonas de pistas de tierra y pequeñas zonas por calles, sin tráfico y entre casonas. Algunas pistas están asfaltadas en lo que aparenta ser una zona de ocio para los compostelanos, porque nos encontramos con alguna bicicleta de montaña haciendo rutas por la zona.
Las primeras rampas,justo a la salida de Santiago
 
Apenas ha amanecido y ya nos estamos dando el primer calentón
Adiós a Santiago
Todo ello, unido al hecho de que hay una niebla importante hacen que la salida de Santiago sea realmente hermosa. Eso nos anima aún más, el viaje promete. El terreno es un absoluto rompe piernas. Bajadas cortas y trepidantes seguidas de rampas en las que hay que tirar de arrestos y voluntad para conseguir no poner pie a tierra. La bruma, y los calentones nos hacen sudar como en una  sauna. Pero es realmente una experiencia muy divertida. Ahora lo sabemos. Hay Camino más allá de Santiago.

El paisaje, aunque duro,merece la pena.
Una fuerte subida que nos deja casi sin resuello nos lleva hasta Trasmonte.


 

Ya hemos cumplido 17 km de ruta y son poco menos de las 10:30. Pero todo lo que sube baja. Un descenso suave por una pequeña carretera y nos encontramos de bruces con el Puente Maceira, un precioso puente de piedra de cerca de 100 metros de longitud sobre el río Tambre, y junto a una cascada.  Al lado, algunas casas de piedra en un conjunto idílico.  Paramos unos minutos a hacer fotos del conjunto, y tras cruzar, recorremos otro pequeño tramo de pistas antes de llegar a Negreira.

Ponte Maceira. Una brillante e inmensa construcción en un lugar idílico
El rumor de la cascada le da aun más encanto a Ponte Maceira
 

   
Puestos a cambiar de montura, esta no sería mala elección.
Como es seguramente el pueblo más grande que recorreremos hoy, paramos junto a un supermercado con la intención de hacer algo de compra. Sin embargo, junto a la puerta vemos un cartel, que anuncia un "mercado medieval". Basta asomarnos para descubrir que está apenas a 50 metros más arriba, y que en él, podemos encontrar de casi todos los productos que necesitamos.

Un descanso en nuestra ruta, mientras vemos el mercado medieval de Negreira

Asesorados por Pablo, adquirimos una graciosa muestra de productos locales. Pan de Pasas, Pan de Maíz, Queso, un chorizo picante exquisito… y Aprovechamos para tomarnos también unos churros recién hechos.  Así bajamos la calle de la fiesta medieval que nos conduce a las murallas, también medievales de Negreira.  Allí, nos encontramos con un grupo de ciclistas de carretera que nos advierten que está cayendo "la del pulpo" justo en la dirección a la que nos dirigimos. La verdad es que lleva toda la mañana amenazando. Estamos guardando la comida en las alforjas, cuando empieza a llover. Así que toca sacar los cobertores de las alforjas (algunos sin estrenar) y los chubasqueros.
La lluvia hace su aparición. Esto es Galicia, no podemos quejarnos
La lluvia le da a Galicia otra gama de verdes
Sin más dilación,  arrancamos, saliendo rápido de Negreira por la carretera.  Como aperitivo, tenemos una subida suave, pero continua, que, bajo la lluvia no es precisamente agradable. Al poco, un desvío nos marca una ruta por camino, pero preferimos no tomarlo. Bastante mal vamos con la lluvia como para tentar a la suerte con barro. Seguimos por carretera, lo que además, nos tiene que servir para avanzar un poco más,  porque vamos un poco retrasados y nos queda mucha jornada.  Hasta San Vicente, el Camino transcurre por carretera en una rampa que va empinándose continuamente, con pequeños descansillos que suelen coincidir con aldeas.  Intentamos mantener el tipo bajo la lluvia pero es complicado, porque cada vez llueve más. Así superamos Zas,  luego Camiño Real y finalmente Portocamiño. Ahí acaba la última de una sucesión de repechos. Seguimos, llaneando hasta Villaserio, por la misma carretera.  El día es realmente duro, por la lluvia y el frío. 
Cuando la lluvia da una pequeña tregua el Camino se hace más fácil
Poco después, en Cornado, dejamos la carretera principal, para salir a una menor, que nos lleva hasta As Maroñas, donde nos saludan ya dos de los hórreos típicos de la zona, construidos íntegramente con piedra. Seguimos por la carretera y bordeamos Santa Mariña. A pesar de la lluvia no dejamos de disfrutar de la ruta. Atravesamos grandes campos verdes de cultivo, alternados con colinas boscosas. Por una pista asfaltada seguimos cresteando a Busto. Una suave bajada por carretera y estamos en Olveiroa. Allí, de nuevo, los típicos hórreos de piedra adornan las casas del pueblo. Son más de las dos y llevamos 50 kilómetros. La carretera nos ha ayudado a avanzar, pero estamos calados hasta los huesos y helados. Solo a ratos deja de llover, pero incluso entonces, nos mojan las bicis al salpicar.
Al mal tiempo buena cara. Laura nunca pierde la sonrisa


 
Hórreos el Olveiroa

Cuando salimos, de nuevo por carretera (en este caso, el Camino va por ahí). Una fuerte subida estira de nuevo el grupo. Arriba, reina la niebla. Una breve bajada, y llegamos a Hospital. Allí cambiamos de carretera, pero no de tiempo. Sigue lloviendo pero comenzamos una suave bajada. De repente llama Laura. Auxi ha pinchado y esta con ella junto a una iglesia. Damos marcha atrás para ayudarlas. Cuesta arriba pasamos junto a tres aldeas, cada una con su iglesia. No conseguimos encontrarlas, porque la cobertura es muy mala, y no logramos contactar con ellas. Seguimos. No pueden estar tan atrás. ¿O sí? Seguimos subiendo. Tras deshacer 3 kilómetros (cuesta arriba) las encontramos. Casi han acabado de arreglar el pinchazo. Terminamos, y retomamos la cuesta abajo. El incidente nos ha retrasado prácticamente media hora, y ha añadido a nuestras piernas 6 kilómetros más de aventura.
Nuestras caras son un poema antes de llegar a Cee
Bajamos hacia Cee. Allí se ve el agua.

Pero seguimos bajando, y de pronto, entre las colinas, aparece el agua. Es la ría de Cee. Ya estamos en el mar!!
El cementerio de Cee. Mirando al mar, como todo el pueblo.
El problema es que nos hemos retrasado mucho. Son las cuatro y media y es domingo. Y lo malo es que la opción de comernos nuestro pan y el embutido en el exterior parece poco tentadora, estando el campo tan mojado como nosotros. Definitivamente, con el día que llevamos necesitamos algo caliente. De nuevo, Pablo acude a nuestro rescate, ofreciéndonos un bar que conoce en Cee. Nos dirigimos allí. Mientras el resto atan las bicis Auxi y yo entramos al bar. Pero el dueño nos dice que la cocina está cerrada, que la cocinera ya se marchó. Desconsolados, salimos afuera. Ahora que hacemos? Decidimos volver a entrar, a ver si nos dejan comernos nuestra propia comida. Pablo, emplea sus habilidades, y el gallego abre la cerradura, Venga, qué queréis? El hombre nos saca una fabada que devoramos mientras prepara una fuente enorme de Raxo con patatas. Pero no deja de protestar cada vez que le pedimos algo más. Un poco de pan, otra cerveza. Pablo nos explica que los de la zona son así, un poco "especialitos". Como descubriremos después, lo que le pasa es que le pillamos a la hora de comer. Con protestas o sin ellas, la comida esta buenísima. Y sobre todo, nos permite entrar en calor algo que necesitamos imperiosamente después del día que llevamos.

 
Casi son las seis cuando salimos de nuevo. Nos faltan poco menos de 20 kilómetros para llegar. La carretera nos lleva, bordeando el mar a Corcubión, otro precioso pueblo de la llamada "Costa da Morte" por la cantidad de barcos naufragados. Pero hoy el mar está tranquilo y paramos a hacer unas fotos.
Corcubión, y su precioso paseo junto al puerto

La ría (que Corcubión comparte con Cee), las casas junto al mar, los barcos en el puerto. Esto es otro ambiente, tras tantos días rodando tierra adentro. Seguimos bordeando el mar un rato y luego la carretera gira a la derecha metiéndose en el interior. Una breve subida, que nos dirige a la siguiente ría. Cuando llegamos arriba, paramos en un mirador, uno de muchos junto a la playa de Sardiñeiro. Al otro lado, se vislumbra ya. Finisterre y su faro. Nuestro destino de hoy. El fin del mundo. El día nos hace un último regalo. De repente sale el sol. ¡¡Vamos a tener puesta de sol de Finisterre!!
Finisterre al fondo, y sale el sol. ¡No se puede pedir más!

Desde aquí rodar es muy fácil. Ya no dejaremos la carretera, ni el mar en todo el resto de ruta, que vamos bordeando. Playas y acantilados se suceden en un paisaje que conserva el verde gallego… Y llegamos por fin al pueblo de Finisterre. Hemos vuelto a conseguirlo!! Nos dirigimos al Albergue municipal donde conseguimos prácticamente las últimas camas. Allí esperan a Pablo su madre y una Prima que han venido a su encuentro. El Albergue no es ninguna maravilla, y está demasiado masificado, con camas demasiado juntas, pero es lo que hay.
Ahora sí.Estamos en Finisterre.

Dejamos las cosas en el albergue para, poco después, salir con las bicis, rumbo al cabo y el faro, ya sin alforjas. Aún no son las ocho, falta poco más de una hora para el atardecer, y la sensación de ir ligeros sin las alforjas nos anima. Son solo 4 kilómetros cuesta arriba por una carretera sin más tráfico que los coches que van al cabo. Alguna rampa llega al 20%, pero ni nos enteramos. Yo solo siento que la bici pesa poco, y que hemos llegado. Es un paseo. Un paseo al fin del mundo. Al lugar donde cada día, el sol muere en un baño de sangre, para volver a renacer al día siguiente.
Una bonita estatua de un peregrino adorna la subida a Finisterre
No importa que sea cuesta arriba. Con estas vistas y sin alforjas, esun paseo

Tras ese breve paseo alcanzamos el faro. Es un faro pequeño, coqueto, en el que ponemos nuestro último sello. Cobran 0,5€ para el mantenimiento del faro, pero todos lo ponemos. Este sello, el último en nuestras credenciales hay que tenerlo. Junto al faro, un mojón marca el kilómetro 0. Es el final de este otro Camino. El Camino ha terminado. Nos abrazamos y saboreamos el momento. Entre las rocas, los peregrinos buscan su hueco para disfrutar del espectáculo. Algunos queman su ropa según la tradición.

El faro de Finisterre.

Nosotros picamos unas galletas, y comentamos nuestro viaje mientras esperamos sentados a que caiga el sol. Ha sido un día duro, bajo la lluvia precedido de todo un Camino de vivencias. El escuadrón Finisterre ha alcanzado su objetivo. Nos han pasado tantas cosas… Pero todas y cada una de ellas las hemos disfrutado. Juntos, Amigos.
Otro reto conseguido. Ahora a disfrutar del espectáculo
Las bicis esperan con nosotros entre las rocas.

 


 
El escuadrón Finisterre. Juntos al fin del mundo!

El resto, ya lo conocéis, sucede todos los días. La luz se fue apagando, como todos los días. El sol cayó, más allá del mar, como todos los días. Con una única diferencia. Nosotros estábamos allí, para ver el milagro. En el fin del Mundo. Y habíamos llegado de la mejor manera posible, en bicicleta.


Pd. Creo que mirar tanto el sol nos debió afectar a la cabeza, porque algunos aún bajamos a darnos un baño en las aguas heladas del mar…
Pd2. Si alguno se pregunta cuál fue el destino final del pan de pasas, el queso y el chorizo, he de confesaros que fueron devorados en otra ruta, que nos llevaría, costeando de playa en playa hasta La Coruña. Pero esa es una historia que no voy a contaros. Mejor la veis




Cosas del Camino: Fe de erratas.

 

Cuando llegamos a Santiago, y ya de cañas, uno de nosotros preguntó "Si lo tuvierais que hacer otra vez, ¿Qué mejoraríais?". No diré quién, que luego todo se sabe ;-). 
Entonces pensé, nada. Porque nada de nuestro Camino es mejorable. De nada me arrepiento.
Sí tengo que pedir perdón a mis compañeros por las innumerables veces que retrasé al grupo por hacer una foto, o conseguir otro sello para mi credencial. Pero no puedo decir que lo cambiaría, porque sé que lo volvería a hacer.
También he de confesar, y alguno de mis compañeros ya me lo ha dicho, estoy seguro de que me he dejado muchas cosas en el tintero. Esto no pretendía ser una crónica exhaustiva, sino un pequeño "cuento" de lo que fue nuestra ruta, que he disfrutado casi tanto como pedaleando.
Aun así, les pido a todos disculpas si lo que he contado es "mi versión". En ocasiones el grupo se separó. Unos vieron o vivieron unas cosas, y yo viví otras. Cada uno vive su Camino.
Sí hay sin embargo un consejo que le daría a quien quiera hacer el Camino de Santiago. Si haces el Camino no compres de antemano tu billete de vuelta. Muchas cosas te van a pasar, aventuras, lugares en los que te gustaría quedarte. No te obligues de antemano pagando un billete. Haz un plan, sí. Pero sáltatelo a voluntad. Deja días de sobra para poder cambiar de plan, yendo más lento, o cubriendo cualquier contingencia. Si al final te sobran días, siempre podrás seguir a Finisterre, o volver a Madrid en bici. ;-) Nosotros tuvimos que hacerlo así por las obligaciones laborales de algunos de nosotros. Y no cambiaría por NADA el placer de vivir el Camino con los compañeros con los que lo he vivido. Así que reitero, ha sido un Camino perfecto. Como todos los que he vivido hasta ahora. Porque los problemas cuando se superan acaban convirtiéndose en el recuerdo en aventuras memorables.
Vaya por delante que como ya he dicho en una de las entradas, una de las mejores maneras de aclarar dudas antes de hacer el Camino es hablar con alguien que ya lo haya hecho, y desde aquí, tiendo mi mano a quien la necesite.

 
Solo me queda darle las gracias a mis compañeros por hacerlo tan especial. Tan fácil. Y a este blog por darme la oportunidad de rememorarlo, y, espero, picar a alguno a iniciar la ruta que a mí me ha enseñado tanto. Porque en bici se puede llegar ¡Al Fin del Mundo!   Ultreya!!



Escrito por Agustín Felipe Farelo

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