Los unos con sus derechos y obligaciones como conductores de vehículos en el tráfico (y sólo en el tráfico) educando y preconizando la necesidad de reforzar las habilidades de los ciclistas noveles. Los otros enrocados en la necesidad insalvable de contar con vías específicas para la circulación de los ciclistas como eje principal de su abogacía, demostrando que las autopistas para ciclistas son el sueño y el camino para que haya ciclistas circulando. Cada uno con sus líderes y con sus séquitos. Como sectas. Prefiero no dar nombres para no alimentar al monstruo.
Para los que llevamos ya más de 20 años en la defensa de los intereses y las necesidades de los ciclistas este enfrentamiento, además de conocido, nos resulta ridículo, trasnochado y vergonzoso. Pero más allá de ésto, nos parece una pena. Una verdadera pena. Porque es una guerra que no tiene vencedores y vencidos. Como todas las guerras. Donde lo único que las justifica es la autocomplacencia de sus líderes y la miopía de sus seguidore
En fín. No quiero ponerme pesado con esto, pero veo que las batallas dialécticas se siguen reproduciendo demasiado frecuentemente y esto sólo va en detrimento de los intereses de los ciclistas y de un modo de ver la tan manida movilidad y las ciudades que queremos participar en configurar para los próximos años.
La bicicleta no es un arma arrojadiza. Es un medio de desplazarse, es un medio de relacionarse, es un medio de pacificar nuestras ciudades y pueblos y hacerlas más humanas, más sociales, más limpias... y más divertidas.
Por Eneko Oraintxe