Menú horizontal

Este blog lo escriben exclusivamente voluntarios

¿Echas de menos un tema? Pídelo o escríbelo tú y enviálo a enbici@espormadrid.es y te lo publicamos en un par de días.

Si quieres colaborar sin escribir o si te ha gustado un artículo, puedes invitar a una caña a quien escribe, que siempre hace ilusión.


viernes, 31 de julio de 2015

Vía de la Plata 12. Ourense - Santiago

Etapa 12. Ourense- Santiago


25 de Abril
Distancia: 105,2 Km
Km acumulados:  1031,23 km
Desnivel positivo: 2309m

Nunca perseguí la Gloria
Ni dejar en la memoria
De los hombres mi canción
Yo amo los mundos sutiles
Ingrávidos y gentiles
Como pompas de jabón
J.M. Serrat.

Chove en Santiago, na noite escura. Luar na Lubre

Con el mismo pensamiento que me acosté el día anterior, me levanto hoy. Deseando volver al centro, disfrutar de esas aguas termales…Volvemos al centro, sí, pero nada más que para tomar nuestro obligado desayuno. El centro tiene ahora un aspecto bien diferente, con la soledad de la resaca de un viernes de fiesta. Somos tres almas vagando por ahí, y nos adentramos en un bar decorado en ambiente jazzístico. Me encanta para disfrutar de una jornada nocturna rodeada de jazz. Orense me pide que me quede.

Preparativos en la puerta del albergue
Pero va a ser que el camino me pide que siga, así que atravesamos el centro buscando el puente que pasa sobre el Miño, nuestro cuarto río, y el último de los importantes. En torno al Miño no encuentro Camino Natural, al menos en lo que me informa la página del Ministerio.



Pasando sobre el Río Miño
Una vez más, se nos plantean dos alternativas. No sé si ha quedado claro a estas alturas, pero Fernando y yo tenemos cierto orgullo y autoexigencia e ir por la alternativa fácil no es nuestro reto. Eso, aunque ya se note el cansancio de los días, las nubes como plomos que caen sobre ti, y que avisan que la alternativa llega a rampas del 20% por caminos enlosados y “habrá que echar pie a tierra”, ahí es na. Creo que cuando lo vuelvo a leer no me lo creo. El aviso es real, aún no he terminado de arrancar y me encuentro subiendo unas cuestas que no sé medir, pero me creo lo del 20%. Mi fuerza de voluntad sufre ciertos estragos y voy lamentándome por dentro, y a veces por fuera mientras mi molinillo circula y circula. Creo que algo nota mi compañero, pero sabemos que aquí, seguir y seguir, no queda otra. Llegamos a la iglesia y mirador, que luego resultan no ser la iglesia y mirador que anunciaban como final de la cuesta. Así que de nuevo toca seguir…hasta que pincho en medio de una cuesta. Es la primera vez que pincho, o tal vez la segunda y mi cara transmite lamento y mal humor.  

El bosque que nos encontraremos antes de llegar a Tamallancos
Fernando lo soluciona rápido, es un rescatador nato, y me transmite la tranquilidad que necesito, además de arreglar el asunto antes de que me entere. Mientras, pasa un grupo de portugueses todos engalanados con sus maillots. Se paran y hablamos un poco sobre nuestras etapas. Ellos son unos cuantos, 8 tal vez y están haciendo una etapa de unos 40 kilómetros durante el fin de semana con la idea de llegar a Santiago el domingo. Así que cuando les contamos que venimos desde Sevilla flipan y les entra curiosidad, por lo que les damos charla durante el arreglo de la rueda. Después durante un tramo seguiremos viendo a estos portugueses y encontrándonos con ellos.
Superado este tramo horrible, retomamos alternando carretera y camino, disfrutando de un entorno de robles y otras arboledas que reconozco. A pesar de la lluvia se disfruta este paisaje, y no dudamos en aprovechar en el momento en que no cae para sacar la cámara y hacer la foto que recoja esta belleza.



Un poco más y nos encontramos en Cea. Cea es conocido por ser el primer lugar en España con un pan con denominación de origen. En una encrucijada de calles te puedes encontrar los vestigios de los antiguos hornos donde se cocía el pan de este pueblo. En su plaza pedimos el pan en un bar, para degustar y conocer este pan con pedigree. Sin embargo para tomarlo como tostada no nos lo recomiendan. Charlamos sobre el pan y ahí es donde nos dicen que en la zona hay como quince hornos que suministran a toda España, por lo que el pan de Cea lo podemos encontrar en muchas panaderías y por supuesto en grandes supermercados. Degustamos un trozo que nos da a probar y compruebo que cumple con ese modelo de pan gallego que ya ha protagonizado mis últimos viajes a esta zona. Aparte de preguntar por este asunto, hago mi pregunta de siempre ¿va a llover? Es obvio que sí.


Uno de los hornos de Cea que se conservan para recuerdo del turista
Desde Cea se plantea la alternativa de ir hacia el Monasterio de Oseira. Es una alternativa que añade a la etapa 4 kilómetros, y con la que está cayendo, y parece que va en aumento, no queremos alargar más. Además, estamos rodando muy lento, y no deja de estar en nuestras cabezas la llegada a Santiago. Eso sí, si tienes tiempo, y ganas, es una alternativa a tener en cuenta, un desvío que merece la pena según he oído comentar. Mientras nosotros seguimos por ese camino que nos da un entorno verde y gris, un paisaje precioso, y que nos da una auténtica Galicia. El camino nos lleva por una carretera que va en ascenso hacia el Alto de San Martiño. De unos 812 metros. Esto no es nada, pero si tenemos en cuenta que salimos a 200 metros sobre el nivel del mar, no está nada mal.

Vistas de los pueblos a los pies de la carretera
Con todo esto, llegamos a Castro Dozón bajo chaparrones. Ahora ya ha empezado a llover de forma importante. Este es el momento en que renacen esos pensamientos, ese Pepito Grillo que me dice: “no hay necesidad”. Y Pepito se manifiesta al exterior. Aquí tenemos un albergue y está cayendo la del pulpo. Tal vez sea el momento de abandonar nuestra idea. En este debate decidimos entrar a comer en el bar que hemos dejado atrás, aunque sea algo pronto, entrar en calor y tomar decisiones.

Mi ramo a estas alturas está tan marchito como yo
Dentro del bar nos ofrecen caldo gallego, aunque en esta ocasión no cumple con las expectativas generadas. Mientras mi compañero se acicala en el baño, yo contemplo la televisión gallega…van a hablar del tiempo. El pronóstico para la tarde no es nada esperanzador: según nos acerquemos a Santiago irá lloviendo más, y según vaya avanzando la tarde lloverá más, el pronóstico se sitúa en 40l/m. Lo cierto es que no sé cuánto será eso de los 40 litros, pero el tono sensacionalista de la periodista gallega me lo dice todo. Pregunto, de nuevo a las dueñas del negocio y ellas me confirman, “ es que en Orense no llueve tanto, pero en Santiago sí, en Santiago siempre llueve más, y dan 40 litros”. Recuerdo la canción “Chove en Santiago, na noite escura…”. No lo veo nada claro, pero este pueblo tampoco me inspira demasiado. Fernando sí lo tiene claro, él quiere seguir, ¿qué vamos a hacer aquí con esta lluvia? Hay que tener en cuenta que hemos rodado muy lentos hasta ahora porque llevamos 40 kilómetros en ascenso, pero ahora la tendencia, a pesar de tener subibajas es más descendente…podemos seguir a ver qué tal. Eso me convence, vamos a seguir, y tenemos posibilidad de parar en Silleda, a 25 kilómetros y en Ponte Ulla, a 45.
A los cuatro kilómetros hemos abandonado la nacional por la que íbamos desde Castro Dozón, y seguimos por camino que alterna asfalto y camino. Por suerte en su mayoría se trata de camino asfaltado, y en algunos casos, corredoiras donde a pesar de la lluvia aún se puede seguir rodando.

Este paisaje te lo encuentras exacto en el Camino Francés. Son lo que llaman “corredoiras”, dan sombra en verano y protegen de la lluvia
Salimos con los espíritus renovados, y con ganas de afrontar nuestro reto. Efectivamente llueve cuando salimos, y nos ponemos manos a la obra en la carretera. Yo ya no me quito los pantalones de lluvia, forman parte de mi vestuario de hoy, y está claro que no me van a abandonar. Pero hay quien dice que hay algo peor que la lluvia, el viento. Nuestra salida triunfal no es tendencia descendente o tal vez sí lo sea, pero eso no se nota cuando tienes que subir cuestas y repechos, bajo la lluvia y contra el viento. Soy plenamente consciente de que somos unos campeones y unos atrevidos, estamos sufriendo de lo lindo pero seguimos hacia adelante. Sabemos que tenemos la suerte de ir acompañados por alguien con una fuerza de voluntad y tesón necesarios para estas circunstancias, y así además, se sigue forjando el espíritu.

Cualquiera diría que estamos en Otoño
El paisaje es espectacular, alternamos arboledas, caminos distintos,  estrechos, perfectos para rodar, con algunos tramos con más barro. Nos rodeamos de árboles, cada bosque más mágico. Me digo, como otras muchas veces, que esto hay que repetirlo sin lluvia, yo soy de secano y esto lo tengo que ver con sol y buenas condiciones. Mientras intentamos continuar lo máximo posible, con las menos paradas posibles, porque nuestros cuerpos están calados, y no se puede hacer otra cosa que continuar.

Iglesia de Taboada
Pasamos por A Xesta, Reguengo, Botos, unos pueblos de mayor y otros de menor tamaño, pero en todo caso pequeñas poblaciones. Damos finalmente con A Laxe, donde también hay albergue, y vemos a cierta distancia el Pazo que se ha convertido en hotel. Poco después, en Taboada, nos encontramos con un pequeño lujo: una iglesia románica a la que le añadieron pináculos, y que queda ahí como una joya en medio de la nada. Muy cerca, el Apóstol la contempla, acompañando al peregrino. Dice la leyenda que todo peregrino que pase delante de esta iglesia debe golpear la puerta con la cabeza. Será porque esa es la forma de que nos acerquemos y veamos esculpido en el tímpano  de la puerta principal  que representa la lucha de  Sansón y el León. Según dicen, lo que más merece la pena de esta iglesia. Entre aldea y aldea estas pequeñas iglesias están presentes, junto con cruceros, estatuas, puentes…Este camino no sólo da naturaleza, que para mí en este momento es el atractivo incontestable, sino que regala obras de arte que contemplar a cada paso.

Estatua del Apóstol, conocida como “El peregrino anónimo”
En A Laxe además encontramos el Albergue público de peregrinos. Se trata de un edificio moderno con mucho espacio dentro, incluido en un pueblo que poco más puede tener. Tiene precio de albergue público gallego, que este año se sitúa en 6 euros. Aprovechamos para pasar al baño y de paso un poco de cotilleo. A estas horas está vacío, dos peregrinos pululan por ahí, y me dan de nuevo las tentaciones de quedarme. Pero una vez más seguimos. Fuera hay un cartel que enuncia que este albergue fue construido con fondos de desarrollo rural, lo que me recuerda lo que nos contaba el dueño de un albergue privado sobre lo que el camino ha dado al desarrollo de la zona. Esto también es desarrollo, otra forma de turismo, que también llamamos peregrinación, y otros llaman turismo activo. Así también se forjaron los caminos en la Edad Media, peleándose unos y otros porque el camino pasara por ahí, porque tal vez se convertiría en su modo de subsistencia.


Albergue de peregrinos de A Laxe
Y con esta reflexión sobre la economía del camino, y que no todo es religión y deporte, sino todo lo contrario seguimos recorriendo el Concello de Silleda, tan pronto por carretera, por la N-525 como por camino, comiendo lluvia, barro y lo que se tercie, pasando así por Bandeira. Se trata de poblaciones de muy pequeño tamaño. Bandeira, siendo la segunda más grande, después de Silleda no alcanza los 1000 habitantes, en todo el municipio y 200 en el núcleo que ahora visitamos. Siguiendo camino de nuevo nos topamos, con otra pequeña sorpresa, una nueva iglesia románica, esta vez en Dornelas, San Martín, otra pequeña iglesia románica, enclavada en medio de este pueblo pequeño.

Foto 12. Iglesia Dornelas
Iglesia de San Martín de Dornelas. Esta es la vista según bajas por el camino
Los cuerpos ya nos están pidiendo parada y comer, así que decidimos que el siguiente lugar con un bar será nuestro destino. EL problema es que los pueblos son tan pequeños, que no hay forma, en Dornelas, pasando rápido no vemos nada, seguimos camino, y ponemos nuestras miras en Ponte Ulla, que parece una ciudad más grande, y es el lugar donde pretendo reflexionar sobre lo de “no hay necesidad de llegar a Santiago”. Llueve, y cada vez más. Lo bueno es que hasta Ponte Ulla tenemos 6 kilómetros, pero cuatro de ellos cuesta abajo sin sentir. Venga, que no queda nada.

De sólo verlo me siento empapá
Aunque haya cuatro kilómetros de bajada, lo cierto es que los dos de subida son matadores. No lo he dicho antes, pero los pantalones de lluvia agotan. Y bueno, agota ir cuesta arriba después de 80 kilómetros pedaleando, la mayoría cuesta arriba. El caso es que con estos pantalones acabas también mojado por dentro. Yo sólo los recomiendo si llueve como llovía este día y algunos más, o para proteger del barro-lluvia. Al final hacen un microclima de calor y protegen algo, y en las paradas no acabas tiritando. Fernando en su caso no llevaba estos pantalones, mallas que se secan rápido y él tan feliz y tan contento.
Después de esa subida dolorosa, empieza la bajada…me flipooo!!...Veo un pueblo y flipo más, esto tiene que ser Ponte Ulla y llueve que es un escándalo. Entro en el bar apresurada…¿esto es Ponte Ulla, verdad?” “No, esto es un pueblo antes, Seixo”. Puf! Pues dame un colacao….Rostro para abajo, y miro hacia afuera llover. No puedo más. Fernando hace gala de su paciencia una vez más, y mantiene silencio y está tranquilo. Yo le digo que con la que está cayendo no podemos llegar a Santiago, esto es una locura. Y salir de Ponte Ulla supone además otra subida de las buenas. Él opina que otro día más así no merece la pena, ahora ya estamos mojados y tiramos veintinco kilómetros más y ya estamos allí, no hay nada más que hacer, y así hasta podemos intentar coger el autobús a Madrid, y que yo me plante en el cumpleaños. La idea me sigue tentando, a pesar del desánimo y que la lluvia va a más. Después de este debate productivo llegamos a la conclusión de que vamos a llegar a Santiago, pero el camino va todo el tiempo paralelo a la misma nacional, la N-525, y por el camino original aún nos quedan repechos de los buenos. Esto está hecho, vamos por la nacional y conquistamos Santiago.

Ponte Ulla
Antes nos encontraremos con el Ponte Ulla, tan impresionante como pintaban, daremos algún rodeo buscando la carretera hasta que cazamos la nacional. Vamos los dos juntos tragando agua, Fernando guiándome a mí, abriéndome el camino, los dos por el arcén. Lo que sigue desde aquí son unos cuantos kilómetros a todo lo que se puede dar a estas alturas, comiendo agua y carretera, pero con esa dulce sensación de que no te crees que ya estás llegando. Nunca me ha gustado llegar, pero en este caso, las condiciones te lo piden a gritos. En este momento la carretera me lo está pidiendo a gritos, mientras, a medida que nos vamos acercando a Santiago, aumenta el número de coches que van con nosotros queriendo entrar en la ciudad.
Según vamos avanzando yo sigo teniendo mi mapa delante bien protegido de la lluvia. A pesar de llevar Gps, confieso que me sigo sintiendo mejor con esos mapas de papel, me permiten calcular mejor las distancias a destino y plantearme las alternativas. En el mapa veo que podemos retomar el camino original en un punto donde ya sólo hay carretera. Me emociono, y le digo a Fernando que tiremos para allá…estamos llegando pero tenemos la última sorpresa: nos acabamos de meter en el repecho del siglo. “ Te odio”, jajajaj, esta será la última vez que me lo diga, a partir de aquí Fernando ya me quiere para siempre. Ahora ya sí este es el último esfuerzo. Vamos pasando pequeñas poblaciones que preceden a Santiago, hasta que ya vemos la auténtica señal de que ya estamos cerca. Ahí sigue con sus andamios, como ya la vi hace unos meses, y hace algo más de un año.


Santiago, tan cerca, y tan lejos
Cuando ya ves tu destino, cada vez lo ves más lejos. Este tramo se nos hace largo, pero para mí resulta ser la llegada más bonita, los barrios que la preceden dan un conjunto que remata el derroche de paisajes y pueblos bonitos que hemos visitado hasta ahora. Si miro hacia atrás, no me lo creo, muchas son las asignaturas pendientes para seguir conociendo lugares preciosos tan cerca de casa.
Pero por otro lado, tal vez este sea el camino con más ganas de llegar. Me pueden las ganas de quitarme esa ropa mojada, y me pueden las ganas además, de saber que mañana me sentaré en una mesa con mi familia, como a nosotros nos gusta, que me darán además las mejores risas gracias a mi querido Frank de la jungla y su afición por las serpientes, y me pueden además las ganas de saber que me esperan. Es dulce, muy dulce saber que te esperan, que a los dos nos esperan. Me sobran los motivos para volver, y eso me parece precioso.
Regreso con estas ideas encima al asfalto que no me ha dejado de escupir, y de repente sin darnos cuenta volvemos a estar ahí, en la Plaza del Obradoiro, con esa Catedral llena de andamios. Pedimos que nos hagan la foto rápida, y no lo dudamos ni un momento ¿a ti te interesa la Compostelana? No. A mí tampoco, formas de ver el camino. ¿Nos vamos a la estación de autobuses? Sí…

Entre prisas y lluvia esta foto es casi el único testigo de nuestra llegada a la Catedral
Vamos a la estación de autobues y aquí, como al principio empieza la etapa 12bis. Son las 8:30 de la tarde, tal vez aún estemos a tiempo de coger el último autobús y viajar de noche. Llegamos y la ventanilla de Alsa ha cerrado hace unos quince minutos. Pregunto en información, y nos dan justamente esta información y que el último autobús sale a las 9:30. Me dicen que la única manera es comprar por internet. Lo intentamos varias veces con el teléfono de Fernando (yo sigo sin estar comunicada con el mundo), pero acaba siempre dando errores y problemas. De repente nos acordamos de que también existe la venta telefónica, así que compramos los billetes, con las bicis montadas y nosotros empapados. Por teléfono le piden a Fernando que las bicis vayan lavaditas. Miramos a las bicis…necesitan un repaso.

 Ahora empieza la operación acondicionamiento a la civilización. Cerca de la estación hay pocos recursos, pero los suficientes: tú a por unos bocatas en el bar, que yo voy lavando las bicis. Fernando se afana en lavar las bicis con los bidones en una fuente que hemos detectado al lado de la estación, mientras yo voy al bar, pido bocatas, bolsas de basura, voy al baño, bebidas…Perfecto. Cuando llego las bicis ya están lavadas, este chico es supersónico.

Ahora toca el acondicionamiento de personas. Por turnos vamos pasando al baño, haciendo lo que podemos con agua y toallitas. Cuando salimos, nada puede indicar que llevamos más de cien kilómetros bajo la lluvia, somos como las de ese anuncio de champú, qué bien, me acabo de ver en medio de un anuncio.

Con esto, vamos bajando al andén, son las 9:20, y sólo falta empaquetar las bicis en las bolsas de basura. Empaquetamos la parte trasera y ya están listas, no sin antes recibir cierta bronca del conductor que nos pregunta qué pasa que no están envueltas ya. Llegamos a tiempo para subir, y degustar nuestra rica cena en el autobús, ¿se puede pedir más? De ahí a dormir, y directos a Madrid. Se acaba la aventura. Eso sí, abandonar las costumbres de nuestro viaje no es tan fácil. Según llegamos, desayuno de nuevo como nos gusta. Aquí ya nos despedimos, y podemos ser un poco más conscientes de lo que ha pasado.
Pensar en que fue tan complicada la etapa, me lleva eso de la necesidad de llegar a destino. Como he dicho otras veces, montar en bici me da las mejores metáforas y mientras monto reflexiono sobre ellas. Esto no deja de ser un deporte y unas vacaciones, pero ¿qué pasa si no llegas?

No nos preparan para el fracaso, y más difícil que afrontar las dificultades para llegar es afrontar la frustración, el fracaso de no hacerlo. Nos venden que si quieres, puedes, en esa mentalidad americana de que todo depende de uno. No es así. Montando sobre bicicleta, como en la vida, te puede pasar cualquier cosa que dé al traste con todos tus planes. Más increíble que llegar a cualquier destino es llegar a superar la frustración de no hacerlo, de no cumplir con tus objetivos. Me acuerdo de nuestra pareja de amigos valencianos, que tuvo que abandonar por una caída en su primer viaje, de Jesús, que abandonó por una lesión. Hoy lo hemos conseguido, pero como siempre digo, si no llegas, no pasa nada. La cuestión, siempre, es disfrutar del viaje. Por cierto, que nunca supimos si llegaron, pero no dudo que lo hicieron.

Con esta reflexión afronto un reto aún peor. El Soplao se celebra dentro de un mes, y no me siento preparada. Ni física, ni psicológicamente. Quiero descansar al calor del hogar. Un mes después afrontaré ese reto. Como ya aparece en este blog, no sólo terminaré el Soplao, sino además de la mejor manera en la que puede hacerlo una “globera paquete”, subiendo el Negreo sin bajarme de la bici, adelantando a todos los ciclistas que se encuentran a mi paso, apretando los dientes como nunca lo he hecho sobre la bici.(Los 10000 del Soplao) Cuando terminé el camino pensaba que había perdido el tiempo para preparar el reto del Soplao, después de acabarlo me di cuenta de que la Vía de la Plata había resultado la mejor preparación que podía haberme planteado, y Fernando, el mejor entrenador personal que puede acompañarte en esto. Le doy a Fernando las gracias, porque aunque me trabajo eso de no llegar a destino, llegar al final del Soplao ha sido el mejor regalo que he podido tener en los últimos tiempos, y sin esta etapa en la que se combinaron belleza y sufrimiento a partes iguales habría sido un poco más complicado. Pero sobre todo le doy las gracias a Fernando y a Jesús, porque una vez más me habéis permitido reír, disfrutar y sentir que viajar en bici en buena compañía es una de las cosas más bonitas que me ha pasado.




  

¿Quieres seguir la historia? Aquí tienes las otras etapas:

Etapas 0 y 1, Etapa 2, Etapa 3, Etapa 4, Etapa 5, Etapa 6, Etapa 7, Etapa 8, Etapa 9, Etapa 10, Etapa 11

No hay comentarios :

Publicar un comentario