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viernes, 31 de julio de 2015

La bici en Laos (I): Vientiane

ລົດ​ຖີບ​ໃນ​ປະ​ເທດ​ລາວ (I): ວຽງ​ຈັນ


 “Laos está despegando, gracias a las crecientes inversiones extranjeras, los trabajadores inmigrantes y una juventud más urbanita. Pero incluso con todo este dinamismo no verás las palabras 'ajetreo' ni 'bullicio' para describir Vientiane, la que todavía puede ganar una discusión cuando presume de ser la capital más tranquila del mundo. Con sus amplias calles planas y sus todavía escasos coches, Vientiane es una ciudad fácil de explorar en bici” 
Lonely Planet, Diciembre 2011

Vientiane, 3 años después

Desde las 8 de la mañana las calles del centro están atascadas por un novísimo parque automovilístico del que sorprende el olor que genera: es como estar en la Gran Vía madrileña. A diferencia de otros países vecinos cuyos envejecidos motores dejan en la ciudad un aroma a taller mecánico setentero, en Laos los coches no tienen más de dos años, y por tanto su polución está algo más controlada por catalizadores. Este es el resultado de las millonarias inversiones que desde China tratan de convertir a Laos en una gigantesca carretera de paso entre la pobre provincia interior de Yunnan y el mar, 2000 km al sur.

La hora punta de Vientiane dura 6 horas todas las mañanas

El contraste con la descripción de sólo 3 años atrás, que motivó la historia de Verónika, provoca un terrible impacto en el viajero que se dispone a investigar si quedan vestigios de esta cultura ciclista arrasada con tanta ligereza como inconsciencia. EnbiciporMadrid ha estado allí.

Fotos de EnbiciporMadrid si no se indica otra cosa



El único tren de Laos

Una de las maneras más evocadoras de llegar a Laos es usando el expreso nocturno Bangkok-Vientiane. En la céntrica estación de Lamphong, el capitán del tren instruye al ejército de oficiales tailandeses insuflándoles orgullo militar por el viaje que van a desempeñar. Desde allí tendrá lugar la espectacular salida de un larguísimo tren que atravesará (literlamente) los mercados de tarde de Bangkok. Si no habéis visto las imágenes, son impactantes.


Ejército de ferroviarios tailandeses antes de emprender el viaje

En España hemos perdido las virtudes de los trenes lentos que permiten ir con la ventana abierta disfrutando del aire de las tardes calurosas del monzón según anochece.  Los dos asientos enfrentados se convierten en una litera con cortina paralela a la ventana, un privilegio que permite recostarse viendo durante horas cómo Bangkok se desvanece y el exterior se vuelve negro. Ocasionalmente se escucha el sonido descendente (estilo Doppler) de la campana de un paso a nivel al alejarse, cabañas flotantes con las puertas siempre abiertas en las que se vislumbra una familia cenando en torno a la única luz del poblado, el fuego con el que cocinan, o la rareza de una bombilla fluorescente dentro de un bosque iluminando un buda dorado encima de un altar. La duermevela del tren mezcla esas visiones con el propio sueño.

Así, a llegar a la frontera con Laos la sensación es de cierta irrealidad. La pequeña estación de Nong Khai tiene el andén partido por el control de aduanas. Y al otro lado espera el único tren que tiene todo el país, y que además esta compartido con Tailandia: un ferrobus de dos vagones, que ya era viejo cuando lo trajeron hace una década.

La última estación antes de entrar en Laos

El legendario río Mekong es la frontera, y se atraviesa con el "Puente de la Amistad", una carretera que se cierra unos minutos cuando pasa el trenecillo. A mitad del puente, un cartel nos indica el cambio de país... y de sentido de la marcha, que en Tailandia se circula por la izquierda.



Y tras 5 minutos de viaje, llegamos a Vientiane a bocajarro, sin preámbulo alguno que nos permita conocer el país. Pues bien, ese kilómetro de este ridículo tren es toooodo el ferrocarril que hay en Laos. Eso significa que cualquier transporte público se hace en bus y que quien va en bus se come todos los atascos de la hora punta que va desde las 8 de la mañana hasta las 6 de la tarde. Por supuesto, todos prefieren usar sus nuevos coches (con catalizador, eso sí). Hay proyecto de prolongar el ferrocarril hacia el centro de la ciudad para desde allí trazar una línea que recorra el pais y blablabla.


La dictadura de los pasos de peatones

En Vientiane, los coches que invaden la ciudad no respetan los pasos de peatones. Realmente, apenas hay, ya que la gente ha cruzado la calle siempre sin preocuparse, y eso no ha cambiado. Ahora hay más coches y cuando pueden van más rápido, así que quien cruza en silla de ruedas tiene que hacerlo a la carrera. El concepto es similar a un videojuego de los ochenta que se puede ver en el vídeo más abajo.


Monje budista cruzando como puede hacia cafetería con cartel en francés
Señor jugando al Frog Street Game empujando una silla de ruedas

Por eso, sorprende ver un único paso de peatones para cruzar la avenida principal del centro de la ciudad. No hay uno en cada manzana, o cada 300m, no. Hay uno sólo. El que ven a continuación:


Después de examinar el tráfico un tiempo, uno se da cuenta del sentido de ese paso. Está indicando a los peatones que pasen antes del cruce, ya que después se incorpora el tráfico de las calles laterales.  Es decir, el paso de peatones no se ubica para tener ningún derecho que ya se sabe que no se va a respetar, sino para que el que camina moleste a menos coches ralentizando su tránsito. Perverso.

No es el único gesto que indica la fascinación por el nuevo juguete de cuatro ruedas que todos abrazan con entusiasmo. En los días que estuvimos allí varias calles de dos carriles estaban cambiando su doble sentido por sentido único, algo que perjudica a las bicis que tienen que dar rodeos y a los usuarios del transporte público, que tienen que caminar más para llegar a las paradas, sólo para beneficiar la rapidez del coche... hasta que hay tantos beneficiados que ya no sirve de nada claro.

El guarda de la foto se encargaba de recordar a los conductores despistados que eso ya era dirección prohibida. Por ahora hacían la vista gorda a motos y bicis.

Guarda vigilando el sentido del tráfico


Una capital frívola al caer la noche

Si el panorama de día en el centro puede ser desesperante por la continua hora punta, por la noche la relativa tranquilidad del tráfico da pie a un ambiente mucho más sórdido.

Ya en la habitación del hotel debería de habernos alertado el cartel que entre diversas restricciones absurdas, como no dar saltos en la cama o freir langosta, advertía muy seriamente la absoluta prohibición de llevarse ladyboys a la habitación (de otro tipo de proxenetismo no decía nada).

Curiosamente, según Vientiane se llena de coches, también se hace más turístico y los hoteles explotan la bici como recurso, pensando sus gerentes que todavía viven en aquél lejano pasado de 2011, y así es normal que las calles principales sean también exposición de pequeñas bicis de alquiler como se puede ver (no aptas para grandes distancias si mides más de 1,80m, que te dejas las rodillas).




Así que los turistas aprovechan la noche para recorrer la ciudad en bici, cuando el calor y los coches desaparecen. Sin embargo, esta ciudad está lejos del ambiente espiritual de Luang Prabang, la antigua capital del norte. Tras la puesta de sol, las calles se llenan de estos ladyboys que persiguen con sus motos a los turistas que van en bici para ofrecerles sus servicios, mientras escuchamos de banda sonora música bakala a todo trapo de algún todoterreno deportivo del hijo de un adinerado nuevo rico, que lo usa como improvisado bar al aire libre para hacer botellón en una de las calles adyacentes.

Algunos turistas empiezan a pedalear más rápido, intentando (en balde) huir de las motos de los ladyboys, aunque algunos se dejan alcanzar y ambos se dirigen al hotel. Un billete de 10.000 kips para el recepcionista bastará para saltarse las prohibiciones habituales. Cuentan que no todos son conscientes de que en realidad se trata de travestis (es cierto que no es fácil detectarlo a simple vista).


La salvación: La autovía del Mekong

Como en muchos otros sitios, la orilla del río local (el gran Mekong) ha servido para crear una vía rápida de tráfico rodado. Desde que se hizo ha sido un lugar asolado sin una maldita sombra ni un ser humano que no fuera sobre motor.


Ver mapa más grande



Sorprendentemente, las mismas autoridades que permiten que el coche campe a sus anchas decidieron recuperar el río para las personas hace pocos meses. De una manera práctica, han encontrado una solución mucho más rápida y barata para lograrlo que construir un túnel para soterrar el tráfico:
 Cómo eliminar el tráfico de una autopista para convertirlo en un paseo marítimo: un bloque de hormigón

Eso es, un simple bloque de hormigón. Efectivo a la par que rápido, corta el tráfico, incluso a las motos. Bicis y carritos de niños se pueden levantar a pulso con la ayuda de cualquiera que pase. Con esa sencilla inversión, la autovía se ha convertido en peatonal.

Bien es cierto que de día nadie quiere estar en esa terrible solana asfaltada, pero al caer la tarde, las gentes de Vientiane se desperezan y salen de sus refugios con sombra para invadir el mejor espacio público de la ciudad.

Y entonces es cuando se ve la ciudad en toda su salsa: chavales exhibiendo su camiseta del Barça, alguno haciendo yoga-parapente, clases comunistas de aerobic aderezadas con J-Pop... y por supuesto bicis. Pero no para pasear (esas sólo las usan los turistas), sino para exhibirse. La moda de las fixies también ha llegado hasta aquí.

Las camisetas del Barça hacen juego con la bandera nacional

Señor enviando señales con su parapente a las casas del otro lado del Mekong, en Tailandia
Si no tienes una fixie no eres digno de mostrarte en público


Igual no es tan bonito como Madrid Río, y es cierto que el clima subtropical hace horrible su uso de día, pero ¿qué más da? Con el coste de cuatro bloques de hormigón los ciudadanos disfrutan de un excelente paseo fluvial desde que cae el sol. Este es el aspecto ya de noche.

Foto de Viajesalaos.files.wordpress.com
No busquen la otra orilla, está muy lejos y es otro país.


Encontrar el Vientiante de la tranquilidad

Lo que muchos turistas no saben es que es posible todavía rodar por aquel paraíso que describía la Lonley Planet si uno se arma de paciencia para sortear el atasco y llega a la periferia.

El viaje no es muy placentero, porque el tráfico para salir del centro es intenso, y hay que pasar por desoladas avenidas de inspiración napoleónico-soviética como ésta tan poco sugerente para caminar o ir en bici:

 Los campos Elíseos de Vientiane
Un mercadillo de ropa barata con forma de arco de triunfo
El tráfico de avenida no tiene nada que envidiar a su equivalente de la metrópoli en París. La influencia de los Campos Elíseos en su trazado es evidente, incluído el arco de triunfo con florituras locales, realizado con el hormigón previsto para un aeropuerto y que ahora tiene unos cutres puestos de ropa en su interior. Un cartel a la entrada nos pide disculpas por la fealdad del monumento.

Fíjense en ese ciclista verde de la foto, en una estampa no muy distinta a la que uno podría ver aquí en el paseo de la Castellana. Sin embargo, los pitidos que los coches le dirigen al adelantarle se sienten de otra manera aún siendo numerosos: se ve que no llevan la rabia que encierran en Madrid, sino que forman parte del paisaje, aunque el claxon suene igual. Te pitan, pero de tú a tú, no con superioridad. A fin de cuentas, la bici todavía forma parte de la normalidad y no se considera un paria de segunda a quien la usa (todavía). Eso sí, que nadie espere distancias de seguridad ni gaitas de esas.


En cuanto se sale de las grandes avenidas, el panorama cambia. Mucho. Las traseras son todavía trozos de campo conectados entre sí formando una realidad paralela. Es su peculiar red de "calles tranquilas" de la ciudad, que a sólo 400 metros de la anterior foto ofrece aspectos tan sugerentes como éste (si no creen que un contraste así pueda existir en tan poca distancia, pasen al modo mapa):




Si el azar de la serendipia nos sonríe mientras nos perdemos por estos caminos podremos acabar en algún parque-templo habitado por monjes budistas. En el caso de ver algunos turistas más en bici buscando algo entre los distintos pabellones ocultos tras la sombra de los sicomoros indochinos de hoja gigante, es posible que hayáis dado con Wat Sok Pa Luang, un lugar en el que los monjes ofrecen meditación vipassana de manera desinteresada para practicar su inglés.

  Foto: newyorktonomad.com

 

Foto: newyorktonomad.com

Es quizá el único resto de religiosidad que la bici nos pueda descubrir a quienes no vivimos en Vientiane. Porque los espíritus que poblaban el país huyeron hacia el norte hace tiempo ya. Tras ellos seguiremos nuestro viaje.



Próxima parada: Luang Prabang, la antigua capital del norte

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