Soy una habitual del carril-bici. Una adicta. Adicta y satisfecha, porque cada año, sea cual sea el color político del ayuntamiento, hay más metros disponibles. La delgada línea roja que circunvala y/o atraviesa la ciudad es un sendero liso, terso, bien señalizado, antideslizante, antiadherente, ergonómico, un círculo de terciopelo con múltiples radios, expresión de una ciudad moderna que quiere ser una ciudad para todos, cercana, asequible, sana, respirable. La ciudad de las personas.
El carril bici yo me lo hago a pie. Mi podólogo me lo ha aconsejado dado que el suelo de los carriles es el mejor piso urbano de toda la ciudad para unos metatarsos ya molidos por la vida. Un piso liso, terso, antideslizante, sin arteras baldosas móviles que, como cepos de caza, se enganchan al talón de Aquiles ocasionando traidores tropezones; o recuerdan que llueve o acaba de llover con un salpicón oscuro, viscoso, que pone el sello de la naturaleza, abono puro, en las chanclas recién lucidas. Paseo por ellos y suelo cruzarme con personas de mi quinta, algunas más cumplidas, otras sin aparentes señales del adverso calendario, que cualquier autobús urbano o turismo propio o familiar traslada al costado del Ebro, a las peatonales, al parque de San Adrián, a Fontanillas, a esas rutas amables que acarician las extremidades inferiores y templan la visión. No los han hecho para nosotros, pero el ayuntamiento debiera compensarnos por la rentabilización que hacemos de la inversión efectuada, valiosa grava asfáltica.
Porque con quien no suelo cruzarme es con ciclistas. Los pedaleros urbanos, teóricos luchadores contra la contaminación y malabaristas de las dos ruedas se pirran por las aceras. Esto no es Alemania. Ni Austria. Ni de lejos Copenhague, donde el 50% de la población va a trabajar pedaleando por sus 330 kilómetros de carriles. Aunque si coincides con un dosruedas, él cree que sí, que esto es la Europa Cumbre del Clima, que tú sobras, y para demostrarlo primero te embiste y después te increpa. Te torea, pasándose a rueda la obligada protección de animalitos indefensos.
Es obvio que muchos ciclistas urbanos los usan adecuada y educadamente, pero son minoría. La mayoría recorre Logroño ligando losetas. Días pasados una pareja joven iba de trial con sus dos retoños, practicando maniobras gimnásticas y quiebros al aire que concluyeron con el más pequeño contra las piernas de una maruja. Los presuntos ecologistas ni se disculparon ni apercibieron al mocete, siguieron a piñón fijo. «¿Por qué no van por el carril bici?», les dijo molesta aunque no irritada la buena señora. «Porque no hay». La santa mártir se irritó: ocupaban una calle de El Cubo paralela a la que necesariamente iban, donde lucía uno esplendoroso. «Que está ahí mismo, j.». Ni caso. Ellos venían del cuarto puente, siempre por anchas aceras cara vista al solicitado carril. A esta molesta sección del colectivo ciclista o no les da la cabeza o no les da la gana saber que la norma prohíbe circular así, que para eso les regala alfombrillas mágicas, para que vuelen libres e invulnerables.
Ojos que no ven, conciencia que no siente. Aunque por inconsciencia, despiste, viciada voluntad o pura necesidad sea frecuente transgredir las normas generales de tráfico, también es frecuente que salga caro (para bien de la recaudación municipal). Salvo si se circula con la matrícula en el sillín. De esa parte les sale a algunos el sermón de la conducción sana y responsable. Se la pasan por el manillar.
El carril no es todavía un servicio -todavía no hay suficientes kilómetros-, es sólo un entretenimiento, y la obligada confluencia de intereses ciclista/peatón colisiona en demasiadas ocasiones. Una de las partes se empeña en ser la otra parte, la placa atacante.
Fuente: larioja.com
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domingo, 7 de noviembre de 2010
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Yo no le daría demasiado reconocimiento a un periódico que deja pasar una falta de ortografía tan flagrante como "enviste"—no es fallo del redactor porque este artículo lo vi tal cual en la edición digital— y publica un artículo sobre ciclistas y carriles en una ciudad donde los carriles que existen están en las nuevas actuaciones urbanísticas, o sea, bien lejos allí en la inutilidad absoluta. El llamar "presuntos ecologistas" a los que ve en bici tampoco dice mucho a favor de la imparcialidad en la apreciación de la realidad que trata de contar.
ResponderEliminarCualquiera que conozca Logroño, sabrá que es una ciudad con muchas zonas peatonales en el Centro y que a esas zonas es a las que se debe de estar refieriendo con lo de "ligar loseta" porque, desde luego, dudo mucho que la gente vaya en bici por unas aceras que son en su mayoría de una estrechez e incomodidad pasmosas para los peatones. Vamos, que en bici por las aceras logroñesas te pueden pegar los peatones con toda la razón del mundo porque irías atropelllando gente sin parar.
Da la sensación de que las reacciones escritas a la proliferación de cilcistas en las calles que inauguraron en su momento el ABC de Sevilla o La Vanguardia en Barcelona se extiende y seguiremos leyéndolas durante bastante tiempo. La cuestión es que siempre habrá quien vea a un cilcista molestando por la acera y sin encomendarse al diablo, o sí, agrupe a todo un colectivo en los mismos comportamientos incívicos.
Nos va a costar años y años quitarnos la capa de caspa que dejan los tubos de escape. *DONT_KNOW*
ups, vaya error mío no darme cuenta. Ya está subsanado el error.
ResponderEliminarAhora bien, sobre el artículo, comprendo el punto de vista del ciudadano-peatón que se queda atónito por la construcción de carriles bici que no van a ningún lado sino que forman parte de las nuevas urbanizaciones lejos del centro. No son más que grandes aceras con una banda pintada roja con mil vueltas y giros.
lo de siempre, esto es como pedir que dejen de construir carreteras porque hay canis que las usan para hacer carreras hasta arriba de farlopa, y locos pertenecientes al colectivo de conductores que van en direccion contraria...
ResponderEliminarPero ya se sabe que eso no ocurre en las carreteras, ni hay cruces peligrosos, ni nadie pierde la atención... eso sólo pasa en los carriles bici, que , como todo el mundo sabe son malos malosos.
ResponderEliminarPues si :-D
ResponderEliminarDeberia hacer la señora un articulo en el que comente que va por en medio de la calzada y que se ofende cada vez que un gruñón todoterreno la pita y la hace volverse a la acera, escudandose en que ella cada vez que quiere cruzar un paso de cebra los coches pasan y pasan sin cederla el paso.
Supongo que no lo hace porque la tildarian de loca, pero en el caso de las bicis, es fácil ya que es un colectivo contra el que no está mal visto meterse y es pequeño. Hasta el día que le pase lo que a otros tantos colectivos y pase de un extremo de la indefensión al otro, supongo.
Aunque un tanto demagógico el relato (a la altura de muchos de posición contraria), y tanto que suena a testimonio revanchista inventado, si nos quejamos por la ocupación del carril bici en conjunto salimos perdiendo, pues hay más aceras que carriles bici, y en más de una ocasión tendremos que recurrir a ellas (y no porque haya un carril bici justo al lado o una calzada con poco tráfico y amables conductores).
ResponderEliminarY en los carriles bici no son sólo peatones, niños y perros los obstáculos a esquivar, también hay ciclistas ocupando ambos carriles con una pachorra impresionante, porque van en grupillo de cháchara, y chavales haciendo eses erráticas, que no sabes muy bien por qué lado rebasarles.
Pero nada, "el carril pie yo me lo hago en bici" XD
Bueno, bueno, la gente antibici en general es capaz de escribir aburridísimos y larguísimos relatos sobre los horrores que han visto perpetrados por ciclistas.
ResponderEliminarA mí la verdad es que todo este rollo que cuenta me la sopla. Si va por un carril bici y le enbiste un crío, luego puede ir quejándose todo lo que quiera, pero oye, es lo que hay. Que se vaya a aburrir a otro con sus estereotipos y sus mitos.
Estoy cansado de intentar convencer a este tipo de personal que no soy un peligroso comunista izquierdoso abrazaárboles solo porque practico algo que ellos no hacen (ni tienen por qué).
Ni siquiera sé por qué esta gente relaciona tan bien los negligentes del todo. Es como si me voy al arcén de la M-30 y enpiezo a despotricar de esos babosos contaminadores destrozamundos que se pegan el día atropellando ancianas (cosa que nadie piensa, pero oye, con el tema de las bicis el rasero es distinto).
En mi caso, cuando voy en bici por el carril ciclista y me encuentro con peatones, lo que hago es tocar el timbre y pasar con mucha precaución y respeto al lado de ellos. Luego les miro y les entrego una generosa sonrisa para que no se enfaden. A veces se dan por aludidos y se apartan. Nada más. Aunque la verdad, eso es lo que hago, pero lo que pienso es que en ese momento me gustaría montar un precioso corcel y al modo del juego medieval de los bohordos, ensartarlos con mi espada y luego rajarlos de un certero golpe el estómago para luego, una vez en el suelo decapitarlos de un simple espadazo limpio y penetrante. Después cogería sus cuerpos y los tiraría a las alimañanas. Eso sí, yo no desperdicio nada y las tripas me las comería yo con un poco de cebollita y ajito picado y bla, bla, bla...
ResponderEliminar¡Que es broma, Joer! No me miréis así. Además, es sólo un pensamiento... El Señor me libre...