Relato de un nuevo Camino (8/10)
Corren al mar dos arroyos,
y en el camino se juntan
para no caminar solos.
Salvador Rueda
Seguramente ya os habéis cansado de leer mis aventuras rumbo a Santiago. Por octava vez, mis ruedas me han llevado hasta allí. En una aventura, un maravilloso viaje de ida y vuelta (guiño para fans de LOTR). Ida y vuelta a Santiago, por uno de los Caminos más bellos, agrestes y solitarios que he recorrido. Luego vendrían un final esperado en Finisterre y uno inesperado en Muxia. Pero esa es una historia que será contada más adelante. Ahora dejad que os presente lo que nos ocupa:
El Camino Primitivo
Introducción.
Oviedo, comienzo del Camino. Corría el siglo IX y Alfonso II el Casto, rey de Asturias, habiendo conocido de la milagrosa aparición del sepulcro del apóstol Santiago en Compostela, salió junto con todo su séquito a visitar las reliquias.
De ese modo se instituye la incipiente peregrinación.
El Camino Primitivo sigue en gran medida el itinerario documentado de aquella primera peregrinación.
Para mí, la idea de éste camino surge de la ruta hecha en Semana Santa, en que uní el Camino Lebaniego, Vadiniense y San Salvador. Tras acabar ruta en Oviedo, éste está lleno de señales que lo pregonan como el "Origen del Camino". Y para alguien enamorado de la peregrinación a Santiago, eso es , más que una invitación, casi una provocación. Estudié la historia y no pude por menos que ponerlo en mi debe.
Además, en ese itinerario seguimos el Track del imprescindible Zinatzli, el cual prolongó (me parece titánico) su ruta siguiendo el Primitivo. El reto estaba servido.
Una de las principales características de este camino, en comparación con los otros Caminos de Santiago, es la dureza del recorrido. Puede parecer corto, apenas 330 km separan Oviedo de Santiago, pero suman casi el mismo desnivel que el que tendrías saliendo desde Madrid. Un continuo sube y baja, engañoso, por la ausencia de grandes puertos, pero de gran dureza, a lo que hay que unir con frecuencia tramos con cierta dificultad "técnica": trochas, senderos, pistas de tierra, caminos pedregosos o de piedra suelta, y pistas de asfalto. Pero esa dureza va de la mano de una belleza increíble y de unos pueblos y gentes acogedoras en extremo. Ríos, prados arroyos e interminaples bosques en los que perderse, valles, colinas, montañas, aldeas... y los paisajes, sobre todo en el tramo asturiano, son fabulosos. No hay un metro de descanso, de rodar en terreno llano, por pistas tranquilas. Nada te es regalado.
Ibamos bastante precavidos por la por la posibilidad de de que hubiera tramos de difícil ciclabilidad, llevando algún track "alternativo" de gente local en el que abundaba la carretera. Pero la verdad es que apenas hemos tenido que recurrir a ello. Si bien hubo algún tramo de empujabike, fueron siempre cortos, y de una belleza tal que compensaba. Las más de las veces que echamos pie a tierra fue para guardar fuerzas para los días por venir, antes que por no poder ciclar.
Sí sufrimos mucho, particularmente los dos primeros días por la humedad, que unida al calor (y al bajo estado de forma), nos hizo pasarlo mal. Eso, y algunas averías mecánicas nos pusieron en aprietos hasta Lugo.
Otro enorme atractivo fue la escasa afluencia. Siempre agrada coincidir y compartir Camino con otros peregrinos, pero la masificación de la ruta Jacobea en los últimos años llega a ser agobiante. He de decir que no coincidimos con ningún ciclista en los primeros 250 km, cuando ya olíamos Santiago. Peregrinos a pie sí, pero desde luego que en un número menor que en otras rutas, teniendo cuenta que fuimos en pleno verano. Apenas 20 o 30 adelantábamos cada día hasta llegar a Lugo (100k a Santiago).
Nos alojamos siempre en hostales, hoteles o albergues con habitación privada. Somos algo burgueses en eso, pero es verdad que yendo dos se hace muy cómodo. Eso nos obligó a forzar en alguna etapa. No obstante la disponibilidad de albergues es suficiente. En algún caso, digo, tuvimos que alargar la jornada, pero solo porque no quisimos ir con todo reservado.Es importante contar con que buena parte de los peregrinos que empiezan en Oviedo coinciden cada día en los mismos albergues, al ser éste un camino con las etapas bastante predeterminadas por la situación de los mismos. Eso tiene sus ventajas (las etapas "fijas" tienen más infraestructura) y sus inconvenientes (también tienen más demanda).
Las Etapas
El habitual callejeo hasta salir de Oviedo, y tras un terreno de sube y baja, descenso hasta el río Nora.
Subida corta, pero dura a la Ermita de Fátima y de nuevo bajar, para rodar junto al Nalón unos cuantos km.
Por tramos, nos internamos en bosques, auténticos túneles verdes en los que se diría que el sol no puede entrar. En Paladín hacemos la primera parada del día. El hostal/albergue nos ofrece una tapa de guiso absolutamente exquisita, y nos divertimos con unos peregrinos norteamericanos que se quedarán allí a pasar la noche. Nuestra ruta, en cambio sigue. Pasamos Grado, y rodamos junto a una finca cuyas vallas están plagadas de flores. Ello ameniza algo la subida que nos espera .En apenas 4 km nos toca subir casi 300 m de desnivel. Y esa es la media. Sus buenas rampas del 17 y hasta el 20%, hacen que Fernando sude con su bici cargada (yo también, pero menos :-P ). También empiezan a dar problemas sus cubiertas, algo necesitadas de mantenimiento, pierden aire, lo que nos obliga a parar varias veces a hincharlas.
El descenso (no siempre las bajadas son mejores) nos lleva hasta Cornellana, y su espectacular Monasterio. Aprovechamos para comer allí, un rico menú del día si bien nos demora bastante, porque en el restaurante estaban bastante saturados.
La verdad es que pese a los pocos kilómetros, estamos cansados, y sobre todo, la humedad del ambiente nos está matando. Cada subida se hace aun más difícil en un ambiente realmente agobiante. Han sido solo 37 km, pero clara demostración de lo que nos espera. Salimos de Cornellana, de nuevo en subida.
Eso sí, cuando la subida es por un espectacular sendero, todo compensa. Nueva parada a hinchar las ruedas. Ahora, las paradas a hinchar son cada 20'.
Y llegamos a Salas. Fernando necesita liquido para sus ruedas pero es imposible conseguirlo, solo encontramos cámaras en una ferretería, que nos llevamos por si acaso. Así que bastante cansados y sin agua, decidimos echar el ancla, para que Fernando haga algo de su magia con las ruedas, y porque francamente, estamos cansados. Salas es sin duda uno de los pueblos más bonitos de este camino, así que somos afortunados, y aun más cuando el único alojamiento que encontramos a nuestra medida es un antiguo palacio, Así que mejor no puede ser. Bueno, sí, con una copiosa cena al estilo "asturiano". Siéntate, que vas a comerte todo lo del puchero ;-P
A la derecha, nuestro alojamiento éste día en Salas |
Tras la experiencia del dia anterior, intentamos madrugar.... pero no podemos. Al fin y al cabo, hay que desayunar, y cómo no hacerlo en nuestro precioso palacio?
La salida de Salas, más y más de lo mismo. Increíbles sendas por un bosque esmeralda, no pude ser más verde. Entre la bruma, la subida a La Espina es tan bella como dura. No se puede explicar con palabras. A mitad de camino, nos acercamos a ver la cascada de Nonaya. Es un pequeño desvío pero merece la pena. Un lugar mágico.
La subida sigue, y en el último tramo nos toca empujarla bici unos 200 m. Nada de lo que avergonzarse. Queda mucho Camino, y aunque quizá se pueda, hay que ahorrar energías. Pasamos por la Espina, junto al curioso albergue El Minero y seguimos ruta. De nuevo, encerrados por un bosque interminable, que de repente se abre antes de bajar a Tineo. Este es fin de etapa de los caminantes, y vamos aprendiendo a medir la ruta con esa medida. Paramos pues, a tomar un pincho de tortilla, para coger fuerzas. Cinco km de subida nos llevan a Borres. Allí echamos el alto para comer un delicioso menú, compuesto de sopa, pote asturiano y tortilla con ensalada. No pudo haber mejor parada (en el albergue de Borres).
Allí, aprovechando la parada, planificamos nuestro descanso para la noche. Se abren dos alternativas, pero, la falta de alojamiento nos fuerza a tomar la de Pola de Allande. La de Hospitales, más inhóspita, dicen, y más bella, tendrá que quedar para otra ocasión. El precio, en cambio, son más kilómetros, y un puerto que ya subiremos mañana.
Desde Borres, nos quedan 8 km de subida antes de 4 de una bajada en la que mis manos (y mi técnica) sufren con mi bestia sin amortiguación.
En Pola de Allande, bonita localidad encajonada en el valle, disfrutamos del paseo, de una buena cena, y de las fiestas de los emigrantes, con todo el pueblo disfrazado de indianos
Después de dos días sin llegar a los 50 km, este sabemos que viene difícil. Acometemos de buena mañana la subida al Alto del Palo. 12 km por carretera muy llevaderos, con espectaculares vistas. Dejamos los senderos emboscados y los cambiamos por las vistas 360º sobre esos mismos bosques. Una vez arriba, unos frutos secos, nos abrigamos y empezamos la bajada, también por carretera, no sin antes parar en cada mirador. Llegamos así a Berducedo. Allí tomamos un café y un segundo desayuno (km 24,7). Hasta aquí fue casi todo carretera, y aquí salimos a camino. Una pista (por llamarle algo) de pura piedra con un desnivel casi imposible me pone pie a tierra (digo casi porque a Fernando no ;-) ). Tarde, ya arriba, descubrimos que hay una alternativa. Paramos en la Ermita de Santa María Magdalena. Sencilla, pero con ese algo acogedor de las ermitas en mitad de la naturaleza. Todo el valle detrás para ver mientras rezas. Un pequeño oasis de recogimiento.
Es el comienzo de la bajada al Embalse de Grandas. Una bajada trepidante, entre lascas de roca pizarrosa. Algo peligrosa por la fuertísima pendiente (media del -13% y rampsa cercanas al 20%) y que tengo que sufrir sin amortiguación. nada que no se arregle parando de vez en cuando a descansar las muñecas mientras contemplas un paisaje sencillamente brutal. Fernando me deja y me espera sucesivamente, pero los dos lo pasamos bien, porque esas paradas son una excusa maravillosa para disfrutar.
De repente, la pista se acaba y se transforma en un sendero emboscado. Y es otro de esos tramos que recordaré siempre. A la altura de aquella bajada al Miño del Camino de Invierno. Bajada lo justo de técnica, bellísima, encerrada entre árboles, enlazando curvas y tramos rectos. La disfrutamos como enanos. Acaba en la carretera, junto al embalse y antes de bajar del todo, nos asomamos al mirador "boca de ballena", precioso e impresionante, encaramado a la pared del embalse. Fernando aprovecha y saca el dron, para sacar unas tomas de la mina abandonada frente a nosotros, pero tiene un susto que a punto está de dar con el dron en el agua.
Resuelto ello, seguimos bajando, y disfrutamos de las vistas de las montañas reflejadas en el agua mientras subimos, también por carretera hacia Grandas. Quizá la subida, quizá el calor me dan un pequeño bajón, de esos de sentirse vacío y sin fuerzas, toca tirar de experiencia, y a ritmo lento, avanzamos.
Comemos en Grandas, que está lleno de gente, parecen fiestas, unas raciones, hablamos con otros peregrinos a pie (no hemos visto ciclistas en todo lo que llevamos). Ellos admiran lo nuestro y nosotros lo de ellos. Este es un Camino duro, muy duro, pero TAN bello!. Y seguimos, aun subiendo otro rato, porque la subida a Grandas se prolonga hasta el Alto del Acebo. Famoso para los de carretera, nosotros alternamos tramos de pistas de servicio, con otros por carretera y finalmente, el final, por un camino tremendo. Y sí, lo subimos, pero apretando lo imposible. Tanto, que en unas piedras, Fernando desllanta y tiene un reventón, además de romper un radio. Subiendo puede parecer raro, pero la tensión en esa subida era brutal y, por lo que sea, porque nos sentimos mejor, nos hemos picado a intentarlo. La avería nos toma un buen rato. Fer tiene que meter cámara y centrar la maltrecha rueda. Aunque todas las averías le están tocando a él, tenerle al lado es una tranquilidad. Coronamos el Acebo (km 59) y seguimos hacia nuestro destino final, en tendencia descendente (que no quita para algún repechón de vez en cuando). Será A Fonsagrada. Hoy dejamos Asturias, tan bella, y nos internamos en Galicia, tierra peregrina. Ya huele a Santiago, y quizá eso nos da fuerzas porque por primera vez vamos a completar tres etapas de las de a pie, en vez de dos. Nos queda sin embargo un último aprieto. Fonsagrada está en un alto que tenemos que subir. Por carretera... kilómetro y medio. Por el Camino, 600 metros. El desnivel a subir es el mismo... pero no es igual. Aguantamos 100 metros antes de bajarnos. Las pendientes del 25% con alforjas ... se hacen duras :-D
El albergue de Fonsagrada, espectacular. Todos los extras y super amables, la antigua Casa Cuartel.
La salida de Fonsagrada la hacemos entre niebla. Alternamos tramos de camino y carretera. Las partes por camino son por bosque, y eso nos encanta. Disfrutones, con su dureza pero muy bonitos. Se suceden en un contínuo sube y baja por el que avanzamos bastante rápido.
No obstante en una bajada Fernando se da cuenta de que a su horquilla le faltan tres tornillos (de cuatro). Seguramente cosa de las bajadas tan complicadas que hemos hecho tan cargados. Así que tenemos que buscar, tras un par de intentos, en O Cadavo (km 23) encontramos una ferretería donde reponerlos.
Aprovechamos para tomar un pequeño almuerzo que nos permita continuar.
Seguimos, de corredoira en corredoira, y Fer, que parece tener la negra este viaje de repente pega un frenazo (o eso creía yo). Una de las cinchas con que sujeta sus alforja se le ha metido en la rueda, el freno y le ha parado en seco. El transportín Thule se ha deformado y a duras penas consigue recolocarlo y enderezarlo, eso sí, a costa de cortar la cincha "por lo sano". La cosa parece, y es grave y podría haberle costado una caída de las gordas (seguramente la salvó por su pericia) pero afortunadamente el transportín parece que aguanta, a pesar del zapatazo que se ha llevado y del mucho, muchísimo peso que Fernando carga. A tener muy en cuenta los que uséis dobles, estos Thule son la caña.
Con el susto aun en el cuerpo, seguimos ruta hasta Castroverde. Allí paramos a comer (km 34). Un rico y abundante menú lo bastante copioso para que nos haga falta echar una cabezada en el bosque según salimos. Ya hemos decidido acabar etapa en Lugo, así que no hay prisa. Allí podremos descansar, reponer recambios para Fer, confirmar que todo en la bici está en su sitio y disfrutar de la ciudad.
El tramo es muy gallego: Corredoiras, prados, pero con mucho calor. Llegamos así a Lugo. Faltan 100 km para Santiago, como atestigua el monumento a su entrada. Nos acercamos a una tienda de bicis para que Fer pueda comprar radio y líquido Tubeless (no los va a usar, pero por si acaso) y unos guantes nuevos que le durarán 24 horas antes de perderlos... cosas que pasan.
El paseo por Lugo merece en todo caso la pena, y una cena de hamburguesa ayuda a que las penas pasen mejor. Y lo mejor está por llegar.
Antes de salir de Lugo damos, según indica nuestro Track, la vuelta completa a las murallas romanas. No es que sea IMPRESCINDIBLE, es OBLIGATORIO. Un paseo increíble, sobre este monumento, romano que hacemos sobre la bicicleta sacando innumerables fotos, antes de tomar por la Puerta de Santiago para seguir camino.
Bajada al Miño, que cruzamos por su puente, también romano y seguimos ruta.
Hoy el día amanece nublado, incluso chispea por momentos, pero casi se agradece, porque nos quita el calor y las corredoiras están aún más verdes y bonitas.
Los 100 km, ya menos a Santiago, tienen un efecto: Los peregrinos se han multiplicado, también por 100. Y por fin, primera vez en todo el viaje, vemos un ciclista. Nos acercamos a la confluencia con el camino "Frances" y eso se nota. En San Román echamos el pincho del día, esta vez de empanada (km 20) y seguimos. Por fin llegamos a la "autopista" del francés, al que nos unimos en Melide (km 49) . Allí paramos a comer otro buen menú (no estamos hoy para pulpo) y cogemos fuerzas. Falta nos hace porque sin darse uno cuenta, hemos sumado bastante desnivel.
Aun no sabemos donde pasaremos la noche. La experiencia "tormentosa" con las averías nos ha complicado las cosas en días anteriores, pero hoy vamos muy bien, y estamos ya en esa distancia que nos dice que mañana llegaremos a Santiago. Puede ser por poco, y que tengamos que quedarnos allí a pasar la noche (siempre es más caro) o muy sobrados y que podamos llegar más lejos, y así ganar tiempo, ya lo hemos decidido, para nuestra ruta a Finisterre.
Así que sin reservar, apretamos y ganamos tiempo, estirando la ruta. Hacemos 25 km más, ahora ya con bastante calor, y paramos a pedir agua en un bar. Rellenamos bidones y, no sabemos como, los guantes de Fernando desaparecen. Los buscamos durante un buen rato sin éxito (perdidos en 24 horas :-( ) y ya desesperados, emprendemos la marcha, preguntando a los peregrinos que hemos visto pasar si los encontraron. Eso nos retrasa un poco, a pesar de lo cual aun conseguimos sacarle otros 10 km a la ruta. Rompepiernas todos ellos, en los que, siendo ya de tarde, hay menos caminantes y apenas un par de ciclistas (a los que bromeamos con echarles la goma un rato, porque vamos algo "desatados").
Finalmente, llegamos a Pedrouzo. Sólo nos hemos dejado 21 km a Santiago. Una distancia muy cómoda para mañana
De Pedrouzo salimos lloviendo, vaya forma de hacer la llegada a Santiago. Lloviendo "de verdad" así que nuestras mejores galas quedan pronto embarradas, lo mismo que las bicis. Basamos por Lavacolla y bordeamos el aeropuerto por la enesima variante inventada por la Xunta para acoger la ruta jacobea en su tramo más multitudinario. Son oleadas de peregrinos las que dejamos atrás, pese a la hora tardía para los que salieron con intención de llegar hoy, y temprana para los que lo harán mañana.
Aún lloviendo llegamos al Monte do Gozo, donde se ha cambiado aquella horrible escultura del Xacobeo por unos peregrinos bastante más representativos. Nos asomamos antes de bajar a Santiago. Lo bueno de ésta masificación es que al menos, lo han acondicionado con andaderos y pasarelas de modo que ya no hay que hacer prácticamente nada por carretera.
Apenas entramos vemos una tienda de bicis y Fer aprovecha para hacerse con otros guantes (no le debían gustar los míos) y llegamos como debe ser a la plaza del Obradoiro. Es mi octava vez, y como digo siempre, me quedan muchas por llegar mientras como hoy, se me salten las lágrimas de emoción al hacerlo. Un Camino duro, pero bellísimo, éste Primitivo, los tramos Asturianos fueron realmente salvajes pero al tiempo amigables (me atrevo a decir que más que el Lebaniego o el del Salvador que le precedieron). Me acuerdo de mis padres, que se conocieron en Asturias y que pronto cumplirán 50 años de vida juntos, de Marta, de los enbiciados. Y me abrazo a Fernando, que siempre está ahí, para todas las locuras que se me ocurren. La "estancia" en la plaza no obstante se hace algo agobiante porque sendos grupos enormes de peregrinos sudamericanos la tienen tomada para sus cantos y bailes católicos. No se puede ni hablar del ruido que meten a golpe de guitarras tambores y canticos. Así que Fernando se agobia un poco y yo también y lejos de quedarnos a descansar en la Plaza, lo que hacemos es bajar para alejarnos, a la oficina de atención al peregrino y hacernos con la Compostela. Todo muy informatizado ahora, la conseguimos bastante rápido y tras un aperitivo decidimos no echar más tiempo en Santiago y seguir. Como ayer ganamos km, y hoy no nos hemos enrollado, los planes que teníamos , para romperlos, como siempre, cambian. Así que como ayer, le damos "zapatilla" a ver hasta donde podemos llegar.
Salir de Santiago cuesta. Nos esperan unas rampas que no por conocidas son menos empinadas. Lo bueno es que enseguida se sale a camino, y las inevitables corredoiras, con el frescor de la lluvia de la mañana, pero ya con sol se hacen divertidas (aunque eso sí, algo calurosas).
Tras la obligada parada a hacer fotos en Ponte Maceira, empezamos a pensar en donde comer. Negreira (km 44) es el lugar lógico, y ahí lo hacemos. Hemos superado de largo lo que iba a ser nuestro final de ruta de hoy, así que todo ya es tiempo extra. La comida nos lleva mucho tiempo, porque están desbordados, y lo malo es que no encontramos dónde quedarnos que nos guste y a una distancia "razonable". Así que seguimos, una vez más, a ver cual es la "razonabilidad" . Pasamos As Maroñas, el amblase de Fervenza y Olveiroa (otro destino lógico, km 78). Pero ahí no hay un alojamiento que nos convenza. Y vamos bien, y todo lo que ganemos es bueno y mejor avanzar hoy que mañana nunca se sabe y... cuando me pongo a mirar, hay un vacío entre donde estamos y el mar. Así que, hasta el mar. A Cee, o mejor dicho, a Corcubión. Y aunque llegamos un poco tarde y muy muy cansados porque es que le hemos dado caña, siento que es una locura "necesaria".
Más cuando por el Camino he visto los carteles que llevan a Muxia. y por ese mismo Camino he pensado ¿Y si? (Fernando me mata)
Y ya en el hostal en Corcubión, mientras Fer se ducha miro wikiloc, a ver como de locura sería, hacer la ronda Finisterre-Muxia-Santiago, al fin y al cabo, hemos ganado mucho y parece que estamos fuertes. Y en wikiloc, me encuentro con un Track, no podría ser otro, de un tal AALTO. Y sé que tenemos que hacerlo. Porque el Capi nos unió, y esta locura, que fue la suya, también tiene que ser nuestra. Así que en la cena se lo propongo a Fernando, y entre risas (y con dos vinos de más) nos ponemos a ello.
Pasamos al Plan C. Plan C, de Capi
Ya convencidos de nuestro nuevo plan, y tras un delicioso desayuno en nuestro hostal A Balea (absolutamente recomendable), salimos hacia Finisterre. Ayer en nuestro empeño lo dejamos tan cerca que casi da cosa. Rodeamos la bahía de Corcubión y seguimos ruta hacia el Cabo de Finisterre. El itinerario es de subida, como no, y aunque es por carretera y no es que estemos muy allá se hace agradable tenemos un tiempo excelente y sabemos que al menos de un momento esta parte es conocida después de Finisterre todo cambiará.
En el Faro, nos emocionamos un poco. Los dos tenemos recuerdos en este lugar, que es ante todo, final. Yo me emociono recordando que no pude estar con Antonio aquí y pienso en lo bonito que va a ser que nos guíe en lo que queda de ruta, y Fer, se acuerda de otra llegada a Fisterra en condiciones mucho peores anímicamente. En fin un abrazo lo cura todo, y a modo de símbolo, saco uno de mis lazos, le tiro una foto para el Capi, y renuevo con él el de mi casco. Finisterre, Muxía y este momento mágico me acompañaran una temporada.
Salimos de nuevo y tras bajar al pueblo de Finisterre, aprovechamos para tomar un pincho de tortilla y cogemos el desvío hacia Muxía. Recorreremos parajes de belleza agreste de la Costa da Morte que va quedando siempre a nuestra izquierda. La playa do Rostro, Buzan, y el Camino vuelve a meterse al interior. Entre bosques de eucalipto subimos y bajamos una y otra vez en una auténtica montaña rusa. Las piernas sin embargo, se quejan, y mucho de los esfuerzos de ayer, y cada repecho se me hace imposible. Éste día lo pasé realmente mal. Cruzamos Lires y su preciosa ría y empezamos la lenta y penosa subida hasta Pedra Grande. Sorpresa, arriba hay un campo de aerogeneradores y sorpresa, vamos hacia él. Creo que en todo el viaje, no hemos dejado de subir ninguno de los campos que hemos tenido a la vista. Lo que siempre es garantía de que vamos a tener una señora subida. No sé como, pero llego, casi arrastrándome.
Por fin, empezamos la bajada. A lo lejos queda el Parador de la Costa da Morte y llaneando llegamos, por fin a Muxia, eso sí, peleando contra el viento, que no va a haber ningún minuto de descanso.
Cruzamos Muxia (km 45) y buscamos donde comer, unos buenos jureles, pimientos del Padrón (error, no coger nunca en el almuerzo si vas a pedalear por la tade) y un pez de la zona, no me quedé con el nombre, parecido al rape. Descansamos, cogemos fuerzas, y cargamos las baterías mentales. Ya comidos, seguimos, rumbo a nuestro hito del día:
El Faro da Barca, y la Iglesia de nuestra Señora, y la Pedra dos Cadrils, ese otro "final" del Camino.
La sensación, ahora sí, es de misión cumplida. El Capi nos trajo hasta aquí, una vez más. Solo nos falta volver a Santiago, y como hace dos días, nuestro interés será avanzar todo lo que podamos, para dejar mañana una etapa corta que nos permita llegar a Compostela sin demasiado castigo. Hemos quedado allí con Olivares y su chica, y sobre la marcha, sabiendo que lo tenemos "a mano" compramos el billete de autobús de vuelta, para las 10 de la noche.
Así que no nos demoramos mucho en el Faro, además de que hay mucha, pero mucha gente, y salimos de Muxia por el Camino. Éste bordea la Praia da Cruz, muy bonita (me arrepiento de no haberme dado un chapuzón), pero de seguido empieza una de esas subidas infernales, imposible incluso fresco, mucho menos en mi condición actual. Así que me lo tomo con calma y echo pie a tierra a la primera oportunidad. Fer aguanta 200 m más. Pero es un poco la "puntilla". Desde aquí tiramos a la opción más fácil, para, como digo, avanzar.
Aun así, priorizando la carretera se nos hace difícil. Es un continuo sube y baja con desniveles importantes, en el que encima el viento no ayuda y le añadimos un calor sofocante, y una digestión difícil.
Aguantamos hasta Senande (km 62.9), y tomamos, un par de Coca Colas para coger fuerzas. En el bar, hablamos con el dueño e intentamos planificar nuestro alojamiento para ésta noche.
Será en O Logoso, prácticamente no nos queda otra si queremos conjuntar las comodidades que nos gustan estar cerca de Santiago, pero no tanto como para "reventar" por el Camino (voy justísimo). Porque desde Senande, va a ser casi todo subida durante 10 km, en los que alternamos carretera con el Camino en los puntos donde lo vemos claro. Pasamos Dumbria, donde se junta el camino con el que va a Finisterre, y por fin en una hora, llegamos a O Logoso. Una aldea muy pequeña a la que da vida el Albergue. Cena de menú y a dormir. ¡Ya casi está hecho!
¡Nuestro último día de viaje!
Nos toca madrugar, para asegurar que llegamos holgados a Santiago, pero también para evitar el calor que ayer nos hizo bastante daño. Así que tras un buen desayuno en O Logoso, tomamos camino.
En gran medida circulamos por carreteras secundarias, y aunque el perfil es gallego, de continuo sube y baja, avanzamos bastante bien. En tendencia ascendente hasta O Marco, para luego seguir por la DP-5603, que seguiremos en bajada hasta Negreira. Allí (km 34) hacemos parada para picar algo. Aunque queda lo más duro, haber avanzado (apenas llevamos 2 horas desde que salimos) nos da la tranquilidad de que llegaremos con tiempo.
Así que aprovechamos también en una Gasolinera para darle un manguerazo a las bicicletas. Viendo lo que nos queda, queremos adecentarlas un poco para cuanco haya que meterlas al autobús, y hoy no hay previsión de que por lluvia se vayan a ensuciar demasiado en lo que nos queda.
Dejamos la nacional, volvemos a las carreterillas y llegamos a Ponte Maceira (km 38). Soleado, el puente reluce espectacular.
Pero hoy no estamos para "turismos" y los dos lo conocemos bien. Desde ahí, cuesta arriba, dura, muy dura en algunos tramos, entre un precioso bosque. Son nuestras últimas corredoiras, y las hacemos con una mezcla de alegría y pena. Santiago se acerca. El viaje se acaba.
Una bajada rápida, y estamos en Aguapesada, con su puente romano.
Un buen tramo por la AC-453, nos facilita la mayor parte de la subida a Quintans. De nuevo salimos al bosque, y nos deleitamos con nuestros últimos tramos divertidos. Subidas, y bajadas entre la paz de los árboles, la sombra que nos protege del sol, ya en lo alto. A partir de aquí estamos en aldeas que son ya pequeñas urbanizaciones residenciales del propio Santiago. Sin embargo, sigue la Naturaleza desbordante y divertida a rabiar. Siempre me ha gustado eso de que Santiago desde aquí se alcance entre bosques. De vez en cuando lo adivinamos, a lo lejos. Pero cada metro, hay que ganarlo, y vivirlo. Subida apretada, najada divertida, Galicia, verde, siempre verde. Para vivirla con música celta en los oídos y pájaros de fondo.
Así llegamos por fin, a destino, el destino de todos los Caminos. Santiago de Compostela. Atravesamos el parque de la Alameda, y nos acercamos a la Plaza del Obradoiro. Ésta vez, bastante más tranquila, y esperamos a Olivares y Vero.
Allí, foto de grupo, y homenaje, siempre al Capi. Oli ha traído esa camiseta del Decathlón que es todo un símbolo.
Y el Camino, en familia, es más Camino.
Lo demás, por supuesto, una comida para celebrar que hemos acabado nuestros Caminos y toda una tarde disfrutando de Santiago hasta la hora de coger el autobús.
Sin duda, uno de los Caminos más bonitos y duros que he hecho. Paisajes mágicos, experiencias mágicas y un final igual de mágico en Familia.💚
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