O de cuándo incumplir las normas para salvar el pellejo
El pasado martes circulaba yo con mi bici por el Paseo del Prado en sentido Cibeles cuando, de repente, un chaval que pedaleaba también sobre su bicicleta urbana comenzó a llamarme la atención a gritos: ¡salte fuera! ¡salte fuera!, advirtiéndome de que debía abandonar el carril bus e incorporarme al carril contiguo. No dejó de parecerme gracioso el hecho de estar en el otro lado, yo, que suelo ser el que da consejos a otros ciclistas urbanos cuando veo que están comprometiendo de alguna manera su seguridad o la de los demás o, simplemente, si les veo cometiendo una infracción.
Cierto es, efectivamente, que la normativa le llenaba de razón al muchacho, porque la Ordenanza de Movilidad de Madrid establece, a día de hoy, que las bicicletas no pueden circular por el carril bus, pero ese día yo decidí cometer esa infracción adrede, igual que otros muchos días, y por esa premeditación os debo una explicación, y esa explicación... os la voy a dar.