Fe de agradecimientos
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"Siempre que se hace una historia
se habla de un viejo de un niño o de sí
Pero mi historia es difícil
No voy a hablarles de un hombre común
Haré la historia de un ser de otro mundo de un animal de galaxia"
Silvio Rodríguez
Hace sólo unas semanas, mientras bajábamos la Fuenfría, rumbo al Valle de Valsaín, me emocionaba, hasta las lágrimas, pensando: ¡Que absoluto regalo!. Porque mi madre me dio la vida, y mi padre me enseñó a montar y a amar la bicicleta. Pero paisajes, como ese, paisajes tan profundamente emocionantes, tan llenos de silencio, con sombras que son recuerdos y árboles que son amigos con los que hablar sin decir palabra, esos son regalo tuyo, Antonio. Son el regalo, uno de tantos, que me hiciste. Regalos...
Ver amanecer en la Bola del Mundo, abrazar a Niko, a Laura, y sonreir...
Subir la Morcuera, escuchar el agua cayendo en cascadas, y pensar en Zoila...y otras hadas con el pelo azul, o verde.
Salir de noche de casa, rodar por el carril de Colmenar, viendo salir el sol a mi derecha, coger la rueda de una flaca, soltarla, y pensar en la ruta que me queda por hacer, esa sí, en compañía, mientras la luz tiñe de oro las praderas del arroyo de Tejada....
Mirar el Escorial como una miniatura, abajo chiquitito, abrazar la Cruz de Abantos, agarrarme a ella como a un mástil en un día de viento, abrazar a otros amigos, respirar...
Pisar la nieve, nieve virgen, nieve en polvo, abrir camino sobre el manto blanco, oírla crujir bajo las ruedas, los árboles, las rocas, todo teñido de blanco, todo el campo en silencio, como aquella ruta, tú sabes cual...
La subida en silencio a la Cruz de Ferro, los abrazos, las confesiones, nuestras piedras, Santiago, Cabo da Roca, Finisterre...
Los bosques de la Morcuera en otoño, de mil colores, Canencia, el valle del Lozoya, y sí, las Cascadas del Purgatorio, la RUTA, el vuelo de los buitres sobre Alameda del Valle, y sentirte allí, ese es otro regalo.
La noche sin dormir, camino de Cuenca, aquel camino rumbo al sol, cerca de Uclés, un día naciendo, de plata y bronce, entre viñedos.
Los ríos, cruzarlos, ser un niño, sentirme de verdad, un niño, por una vez en mi vida, gamberro inocente, mojarme los pies, salpicar, olvidar el catarro de mañana, disfrutar, a manos llenas, a corazón abierto, agua en los pies, barro en la cara. Eso es felicidad, eso es un regalo...
Vivir las semanas pensando en el Jueves, y los jueves pensando en el sábado. Porque las semanas son lo que va entre una ruta y la siguiente. Porque los sábados hay cita con la Familia. Vivir los meses pensando en el próximo reto. ¿Qué locura se te ocurrirá esta vez Antonio? ¿Avila, Toledo, Segovia, Guadalajara, Cuenca? Nos queda Valladolid Antonio, y Soria, ¿para cuando?
La foto en el Oso y el Madroño, la de los grandes retos, nervioso, el grupo, enorme, acurrucarnos unos contra otros, mientras Madrid se despereza, se quita las legañas, empieza la resaca, nosotros no, nosotros tenemos mariposas en el estómago. Toca locura, la locura de Antonio, la ¡Bendita Locura!
Parar en cada semáforo, siempre, que si no Antonio se enfada, tu mirada hacia atrás, guiñas el ojo, "si nos lo saltamos, se me enfadan los urbanitas". Pues claro Antonio, nosotros no hacemos eso.
Ese "otro" Madrid, el de los pueblos desconocidos: Rascafría, Bustarviejo, Torrelaguna (¡Tu pueblo!), Morata, Chinchón, y Colmenar de Oreja
Hoy, Antonio, cumples 60. Sesenta benditos años, Capitán. Y aún no pasa un sábado que no te eche de menos cuando bajo al andén de Nuevos Ministerios, que no me sienta un poco tonto, cuando te busco para darte un abrazo.
Yo creo que por eso intento salir pedaleando siempre, para evitarme el dolor de no verte allí (por eso, y para regalarme un amanecer rodando de esos que nos compartías). Bueno, echarte de menos, lo hago siempre, en Nuevos Ministerios, o en cualquier lugar, pero, aunque duele, y no sé cómo puede doler tanto aun, cómo lo hacías todo tan fácil, cómo en solo tres años cambiaste mi vida, y no entiendo, no me sale entender cómo puede doler tanto siete años después de que te fueras, pero sigo sintiendo que te debo tanto, tanto que no hay dinero en el banco para pagar la deuda de tantos regalos. Porque los regalos, Capi, me siguen llegando. Me llegan al volver a recorrer aquellas rutas, las mismas que tú nos descubriste, hoy ya clásicas, en otras épocas, con otra luz, con otros colores. Pero sobre todo, con otros ojos, no los míos, sino los de otros.
Porque lo mejor, la trampa escondida, la carta marcada de tu baraja, es este grupo, es la familia, es la gente que sigue llegando, que arrima el corazón, y la sonrisa (esa tuya que sigo buscando cotilleando el Face de Alejandra).
Y mirar, disfrutar de todos esos, tus regalos con los ojos de Roberto, con la alegría de Lur, y los silencios ilusionados de Isidro, es volver a recibir el regalo, pero multiplicado por diez. La vibra de Ezequiel (te echo de menos hermano), una buena charla con David Durán, el humor de Marisa y la paciencia de Raúl, Paloma y su sensibilidad disfrazada de risa y Iván, que desde el primer día supe que era buena gente. Son regalos tuyos, Antonio, no lo olvido, o mejor dicho, intento no olvidarlo. Porque a veces sí, a veces echo de menos aquellos tiempos. Y pienso, si no nos estaremos haciendo viejos, y un poco cascarrabias. Ya no hacen enbiciados como los de antes... Y pienso en como serías tú, hoy, con 60. Si todavía perseguirías flacas con la misma energía, si te molestaría como hacemos las cosas (te prometo que lo hacemos lo mejor que podemos). Si pensarías que nos hemos ablandado. Porque cuando propongo una ruta loca, en vez de decir cuando vamos, me llaman loco, Antonio. Y no, no me acostumbro, a que no estés ahí, para decirme, venga, Agus, ponle fecha. Me faltas tú para coger esa, mi loquísima idea, y darle una vuelta más, hacerla absolutamente inverosímil a la vez que creíble. No me acostumbro a que no esté Niko, ni Alonso para acompañarme en la próxima locura, me duele no encontrarme a Felipe al acabar de subir un puerto. Y más aún, no encontrarte arriba. Puede que sí, puede que nos hayamos ablandado, puede que seamos más viejos, los de ayer, no somos los mismos. Muchos no están, y a otros nos duelen los huesos. Los de hoy, no conocen tu carisma para tirar del carro, ese que nos hacía confiar en lo imposible. Saltar al abismo nocturno, cruzar los desiertos nevados, rodar más allá de donde nace el viento. ¿Cómo era Antonio? Solo Fernando me sigue hoy en esos juegos, pero... es que él ya vino trastornado :-)
Hoy, Antonio, te miro en las fotos, y te imagino mayor, con alguna cana más, un poco más delgado, pero la misma energía interior. Ya lo decías, que de mayor querías ser como Herman. Y sé que cada sábado por el carril dejarías atrás a las flacas, y que ni Carliños podría seguirte si tú quisieras. Pero en vez de hacer eso, bajas el ritmo para que pueda charlar contigo. Para que te cuente mis miserias, las miserias de lo que hacemos, y dejamos de hacer, y te llore un poquito. Pero, a fuer de ser pesado, tú lo sabes bien, lo que más hago y seguiré haciendo, será darte las gracias. Por regalos como la Bola, y como la sincera amistad de Darío. Por el otoño en la Morcuera, y gracias por la sonrisa de Patricia. Gracias por cada amanecer pedaleando solo, y gracias, muchas gracias por Vir. Me dejo muchos, regalos, personas, días, noches, bosques, paisajes y cumbres nevadas. Y no, no me voy a enrollar más Capi, que sé que te dan corte los halagos y tengo que preparar la ruta del Sábado. ¿Quién sabe, nos vemos en casa, en la Bola?
En fin Capitán, Amigo, querido Compañero, Antonio, este Madrid echa de menos tu sentido común. Este blog echa de menos tus artículos llenos de verdad y compromiso.
Y yo, en nombre de esta familia, tu segunda familia, te deseo un muy Feliz cumpleaños.
Pd2. Sé que este no es un artículo al uso, y que poco, muy poco tiene de ciclismo, y mucho de sentimiento, pero es lo que hay. No haberme abierto la puerta, ya te dije que no sé escribir de otra forma.
Pd3. Te prometo que un día de estos, haré las paces con el Payo
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