Artículo de Ignacio Camacho, publicado en ABC el 30 de Mayo de 2013
El del casco de los ciclistas es uno de los pocos debates españoles que discurren ajenos al trincherismo ideológico
Al fin ha surgido en España un debate ajeno al trincherismo ideológico: el del casco de los ciclistas. Salvo para algunos ultraliberales de implacable credo antiintervencionista, es prácticamente imposible discernir un prejuicio político entre quienes están a favor o en contra de la chichonera obligatoria. Y no es una polémica tan trivial como parece; basta asomarse a las redes sociales o pegar el oído en la calle, en los bares y las oficinas, para apreciar que se trata de uno de esos asuntos que suscitan un enorme interés social por debajo de la espuma de una opinión pública saturada de agendas oficiales y poliquiterío al uso. La directora general de Tráfico -doctora en prevención de seguridad por Harvard, un respeto- ha logrado el raro privilegio de promover una intensa discusión ciudadana en la que la gente puede pronunciarse al margen del apriorismo doctrinario.
Y no es tan sencillo. Éste es un país fuertemente ideologizado, dominado por una percepción biográfica de lo político que tiene que ver con una toma de posición individual basada en la adopción previa de una identidad colectiva. El ciudadano medio se adscribe primero a una tendencia por razones de procedencia social, empatía emocional, evolución intelectual y hasta tradición familiar, y en función de ella conforma sus criterios unívocos sobre el debate público con una mirada prestada. Se llama sectarismo y no influye sólo en la decisión electoral y en los grandes temas políticos o legislativos; domina también la letra pequeña de las cuestiones de índole cultural o cívica. Controversias como la de las corridas de toros, la eutanasia, la prohibición del tabaco o incluso la velocidad de circulación vial discurren en España por los cauces tabicados de una mayoritaria alineación bipolar dictada por orgánicos maestros pensadores. Izquierdas en un bloque, derechas al otro y la calle de en medio abandonada para cuatro excéntricos sin que nadie ose cambiar puntualmente de acera.
Y no es tan sencillo. Éste es un país fuertemente ideologizado, dominado por una percepción biográfica de lo político que tiene que ver con una toma de posición individual basada en la adopción previa de una identidad colectiva. El ciudadano medio se adscribe primero a una tendencia por razones de procedencia social, empatía emocional, evolución intelectual y hasta tradición familiar, y en función de ella conforma sus criterios unívocos sobre el debate público con una mirada prestada. Se llama sectarismo y no influye sólo en la decisión electoral y en los grandes temas políticos o legislativos; domina también la letra pequeña de las cuestiones de índole cultural o cívica. Controversias como la de las corridas de toros, la eutanasia, la prohibición del tabaco o incluso la velocidad de circulación vial discurren en España por los cauces tabicados de una mayoritaria alineación bipolar dictada por orgánicos maestros pensadores. Izquierdas en un bloque, derechas al otro y la calle de en medio abandonada para cuatro excéntricos sin que nadie ose cambiar puntualmente de acera.
Esa dialéctica encorsetada se ha roto de repente en un litigio oblicuo sin banderas ni principios de obediencia. Por fin tenemos un asunto que enfocar desde la experiencia, el conocimiento o la intuición, desde el puro albedrío personal y sin correr el riesgo de perder la protección fetal de la matriz ideológica. Una polémica en la que es posible coincidir al margen de filiaciones progresistas o conservadoras y de condiciones de peatón, conductor o ciclista. Con plena transversalidad, a casco quitado, en el pleno ejercicio de una conciencia individual autónoma, no mediatizada por consignas ni dirigismos.
Es poca cosa, claro. Pero puede servir de ensayo para comprobar lo apasionante que resulta discurrir al margen de identidades tribales precondebidas y experimentar a pequeña escala la energía emancipadora de pensar por cuenta propia. Si fuese asunto mayor ya se ocuparían de él los fabricantes de prejuicios.
Enhorabuena por la introducción, Villarramblas, pero, por desgracia, creo que ni el debate del casco se libra de esa mediocridad intelectual que padecemos. Más bien, creo que en este caso los posicionamientos responden también a la variable "bicing": si la bici ni me va ni me viene, estoy a favor del casco obligatorio, si me interesa el tema pienso en mi ciudad, si tiene bici pública, estoy en contra, si mi ciudad no la tiene, estoy a favor. Pero seguimos pensando "de prestado".
ResponderEliminarNo me había dado cuenta de que no es tuyo, Villarramblas. Enhorabuena entonces por publicarlo ;)
ResponderEliminarTampoco veo tan claro el sectarismo. El número de votantes que históricamente han ido oscilando entre PP-PSOE en cada elección se estima en más de un millón de personas. Por tanto, sus puntos de vista han ido modificándose también según todo el razonamiento que se delega en estos movimientos ideológicos.
ResponderEliminarPor otra parte, estoy de acuerdo con Ignacio: hay unos trincherismos ideológicos de cada cual respecto al casco, pero no dependientes de la política, sino de otros parámetros (uso de la bici, sistemas de bici pública, etc.).
Tengo mis dudas sobre si esta controversia sobre el casco obligatorio será positiva para el ciclismo urbano. Creo que se está extendiendo aún más la imagen de que la bici es un vehículo inseguro.
ResponderEliminarMulta por no llevar casco 200 euros, el daño que hace al ciclismo urbanos estar debatiendo constantemente sobre la inseguridad/peligrosidad no tiene precio.
ResponderEliminarA ver si se zanja la tontería de una vez que cuanto mas se alergue mas daño hace.
Sí, a ver si acaba de una vez este dichoso culebrón y le damos a los pedales, que nos estamos quedando a la cola del pelotón.
ResponderEliminar¡200 euros por no usar casco!.Ahora quiero ver a policias siguiendo ciclistas por los pueblos o por la ciudad para multarlos.jjj Esto es una toteria enorme¡
ResponderEliminarme han rechazado el recurso, ahora toca pagar las tasa de gallardón...
ResponderEliminar¡Estupenda reflexión!
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