Etapa 9. Granja de Moreruela- Puebla de Sanabria
22 de AbrilDistancia: 117,9 km
Distancia acumulada: 777,20 Km
Desnivel positivo: 1232 m
Llevo ya tres caminos rumbo a Santiago en mis piernas. En todos ha llovido cuando estoy en Galicia. Es imposible que no te llueva en Galicia. Pues aún no estamos en Galicia, pero las previsiones dicen que a partir de ahora va a llover... tal vez con alguna tregua algún día.
Ahora que hemos deshecho los planes y nos hemos comido media etapa, me dispongo a contarle a Fernando que el destino que teníamos en la etapa siguiente es Puebla de Sanabria. Un destino de esos en los que merece la pena parar. Pero tal vez, dependiendo de la lluvia y cómo se dé el camino eso sea demasiado. Será mejor decidir sobre la marcha. Unos 120 kilómetros, 1200 de desnivel positivo, llevamos ya ocho días rodando y nos quedan unos cinco. No es plan de hacer derroche de energía... Yo se lo explico como algo ambicioso... Parece mentira que no conozca a mi compañero de viaje. Parece mentira que no me de cuenta de que ponerle un reto por delante es lo que puedo hacer para mi tranquilidad.
Así que salgo yo tranquila, con las nubes encima, y decidimos, además, dar un pequeño rodeo para visitar el Monasterio de Granja de Moreruela que sus habitantes denotan con orgullo “ Merece la pena el rodeo”. El Monasterio es uno de los primeros cistercienses de la península ibérica. Ha sufrido la destrucción y la falta de protección, por lo que apenas quedan unas ruinas, pero el conjunto, entre árboles, entre nubes y de mañana es para verlo. Hoy está cerrado, así que nos conformamos con hacer fotos entre árboles y no acercarnos más. Después veré que bien merecía la pena entrar. Hay maquetas por ahí que demuestran lo que era, fotos de su girola... que demuestran que hemos perdido un buen monumento. Zinazlti me regala este enlace:
http://www.moreruela.aguicamp.es/virtualizacion.html
Ahora que hemos deshecho los planes y nos hemos comido media etapa, me dispongo a contarle a Fernando que el destino que teníamos en la etapa siguiente es Puebla de Sanabria. Un destino de esos en los que merece la pena parar. Pero tal vez, dependiendo de la lluvia y cómo se dé el camino eso sea demasiado. Será mejor decidir sobre la marcha. Unos 120 kilómetros, 1200 de desnivel positivo, llevamos ya ocho días rodando y nos quedan unos cinco. No es plan de hacer derroche de energía... Yo se lo explico como algo ambicioso... Parece mentira que no conozca a mi compañero de viaje. Parece mentira que no me de cuenta de que ponerle un reto por delante es lo que puedo hacer para mi tranquilidad.
Así que salgo yo tranquila, con las nubes encima, y decidimos, además, dar un pequeño rodeo para visitar el Monasterio de Granja de Moreruela que sus habitantes denotan con orgullo “ Merece la pena el rodeo”. El Monasterio es uno de los primeros cistercienses de la península ibérica. Ha sufrido la destrucción y la falta de protección, por lo que apenas quedan unas ruinas, pero el conjunto, entre árboles, entre nubes y de mañana es para verlo. Hoy está cerrado, así que nos conformamos con hacer fotos entre árboles y no acercarnos más. Después veré que bien merecía la pena entrar. Hay maquetas por ahí que demuestran lo que era, fotos de su girola... que demuestran que hemos perdido un buen monumento. Zinazlti me regala este enlace:
http://www.moreruela.aguicamp.es/virtualizacion.html
Monasterio de Moreruela |
Volvemos sobre nuestro camino por la una carreterilla de cuidado asfalto por la que veníamos. De momento no llueve, así que tenemos que aprovechar. Nos dirigimos hacia el embalse de Ricobayo, pero antes de eso en un repecho nos encontramos a nuestro matrimonio británico. No suben mal, nada mal. Les adelantamos, pero entre paradas y paradas, nos alcanzan..y así seguiremos un buen rato, hasta Santa Marta de Tera. EL repecho no es poca cosa, pero nos devuelve a una carretera que desemboca en uno de los paisajes más bonitos que veremos en el día de hoy. El puente sobre el embalse, y el embalse. Difícil elegir imagen, todas son preciosas. Nos deleitamos con las fotos, sobre todo Fernando, porque mi cámara anda corta de batería... ¡a quién se le ocurre venir sin cargador! Compartimos con nuestros compañeros de viaje la impresión, y el momento foto.
Desde aquí la carretera gira hacia un camino que según dicen los locales, los del bar y albergue es difícil de subir, todo de piedras, poco ciclable. Nos planteamos si seguir camino original o tomar alternativa que proponen en nuestra guía por la carretera. Fernando lo tiene claro, vamos a intentarlo... igual no es para tanto. Y tenía razón. Una buena pendiente, subimos a una colina, pero las piedras no las vemos por ningún lado, esto es perfectamente ciclable, y una vez más vamos a dejar de fiarnos de los locales. Eso sí, aquí empieza el primer chaparrón. Ropa de lluvia, que esto no ha hecho más que empezar.
Una vez superada la colina, toca bajar, seguir camino llano una vez más, con todo el horizonte de fondo. Llueve, pero no machaca.
Eso nos permite ver una gran nube sobre nuestro siguiente destino, Faramontanos de Tábara e intuir que está cayendo “la del pulpo”. Paramos un momento a tomar algo caliente. Continuamos camino... la nube huye de nosotros hacia la montaña. Parece que le demos miedo y nosotros encantados. Por ahí hemos visto pasar a nuestros colegas, así que seguimos detrás de ellos. Insisto, nos encontraremos una y otra vez como si nos persiguiéramos. Así no es de extrañar que lleguemos al siguiente pueblo, Tábara, donde acababa de caer una buena, y estén haciendo su almuerzo bajo los soportales de la iglesia. Nos dan envidia, y vamos al supermercado en busca de víveres. A estas alturas nos hemos liquidado todos los frutos secos y barritas existentes. Decidimos seguir con nuestros víveres y comer más adelante. Aún tendremos que pasar por los mismos caminos rojos, rodeados una vez más de encinares, teniendo que subir la Picota, haciendo un poco de esfuerzo.
Llegamos a Santa Marta de Tera, donde terminaba nuestro programa del día de hoy. Vamos a comer y seguimos camino. Ahora no llueve, así que aprovechamos su plaza al lado de la iglesia para tomar un buen bocata. Ahí, una vez más vemos aparecer a nuestros amigos. Nos saludamos, sonreímos, y se van corriendo al bar. Después seguimos su rumbo, y tomando un café recogemos el parte meteorológico de los locales. Por la tarde va a llover. Hasta ahora hemos esquivado casi todos los chubascos, así que eso no nos achanta. Yo insisto en que nos podemos quedar antes de Puebla de Sanabria, pero Fernando lo tiene claro. Él ya se ha puesto un objetivo... ¿porqué no vamos a llegar? Santa Marta de Tera ha sido un lugar tradicionalmente de acogida de peregrinos, equipada con un monasterio mozárabe y una iglesia románica. Hoy es un pueblo bien pequeño, con todos los servicios en el pueblo adyacente, Santa Croya de Tera antes de cruzar su puente, y como si de dos países se tratara, con un albergue a cada lado del puente, lo que demarca la separación de los dos pueblos.
Así que salimos de ahí, y una vez metidos en el bosque empiezan los primeros chaparrones. Paramos bajo unos árboles y hacemos el ritual de la lluvia. Bolsas de basura envolviendo alforjas, chubasquero, pantalón de lluvia, que esto tiene pinta de venir fuerte...bueno, es que ya ha llegado. No sólo eso, sino que el camino nos va proporcionando su tierra húmeda. Vamos en paralelo al río Tera, con lo que no es de extrañar que a partir de aquí todos los pueblos sean “de Tera”. Se puede rodar la zona es llana, pero no es que sea lo más cómodo. Prueba de que llovía algo, es que apenas tenemos fotos de todos estos momentos, ni siquiera me quedan fotos mentales, pero sí rescato algún recuerdo pensando, “qué pena, si esto lo hiciéramos con buen tiempo...”. Eso sí, se puede observar que mi ropa no está seca, y que las nubes no nos abandonan, aunque nos den algunas treguas.
Con todo y con eso, yo insisto a mi compañero de viaje que tal vez en este momento esté dejando de tener sentido llegar hasta Puebla de Sanabria: ¿por qué no esperamos a mañana a ver si llueve menos? Se convertiría en una etapa larga y dura, y mañana sí que tenemos una etapa auténticamente dura, subida a dos puertos, posiblemente la más dura del camino. La respuesta de Fernando: ¿y si llueve más? Apenas estamos planteando estas cosas, cuando en Calzadilla de Tera nos encontramos a tres ciclistas que tratan de orientarse por el pueblo a ver donde sigue el camino... Prácticamente no intercambiamos palabras, pero no sé cómo nos enteramos de que han salido de Granja de Moreruela tres horas más tarde que nosotros. Y ya están ahí. Están retomando un camino de hace tiempo, y tienen pocos días, así que quieren hacer una media de 100 kilómetros diarios. Sus bicicletas además no son poca cosa, piden competitividad. Yo que no puedo soportar no tener un medio intercambio, me pongo a dar conversación, y saco y comparto algunas informaciones mientras Fernando se adelanta y veo que se aleja.
Les cuento nuestra vida, y que también salimos de Granja, y no sabemos dónde vamos a llegar... ”¡con esta lluvia!”. Como no quiero quedarme sola, arranco en busca de mi compañero, que acelera y acelera... Mierda! ¡Le ha invadido el espíritu del queso! Igual que yo tengo el espíritu de la montaña, a Fernando le puede el del queso. Ve que estos son dignos competidores de nuestras competencias y hay que emplearse a fondo. Pero no se acuerda de que yo soy del espíritu paquete, globera y todos los calificativos que le quieras poner, así que mis piernas no arrancan en pos de dar queso. Fernando, que sigue poseído, saca entonces lo que yo de aquí en adelante llamaré “el brazo poderoso”. Ya he probado de este brazo, y he visto cómo otros probaban de él. Pero en este caso puedo decir, que yo ya dejo de estar en el camino, y que Fernando, su brazo y un espectro de mí, avanzamos a todo lo que da y sin mirar atrás. Esos no nos pueden alcanzar, y nosotros llegamos como sea a Puebla de Sanabria. Yo, mientras en vano, trato de transmitir mi espíritu de relax ahora perdido... ”Fernando, no hay necesidad”. Con todo y con eso, pasamos un paisaje que sospecho hermoso, un carril bici asfaltado, pero pequeño y con encanto a los pies de un embalse del propio Tera... no hay tiempo que perder. Esa gente no nos ha dicho ni palabra y no se merecen adelantarnos.
Pasa un rato en el que nuestra media no baja de 20km/h, ya sea de subida o de bajada, y tengamos en cuenta que yo ahí casi no di pedales. Así es la fuerza de mi amigo, la tenía ahí guardada todos estos días, y esos tres le despertaron el espíritu del queso. Cuando se calma todo y la lluvia. Seguimos por otro camino que veo precioso, una vez más de bosque de encina y en lo alto. Nos tranquilizamos y recuperamos nuestro ritmo normal, y así llegamos a Rionegro del Puente para separarnos del Río Tera hasta Puebla de Sanabria. De aquí seguiremos 9 kilómetros más hasta Mombuey... y yo ya estoy agotada, la lluvia ha podido conmigo.
Llegados a Rionegro del Puente seguimos hablando sobre si llegar o no llegar. Aquí hay albergue, en Mombuey también lo hay... nos hemos mojado mucho, y a Puebla de Sanabria nos quedan más de 30 kilómetros. Decidimos seguir un poco más, pero yo ya tengo la mente puesta en que no hace falta más, sigo pensando en que el día de mañana va a ser duro. Pero entre que hablamos y hablamos avanzamos kilómetros. El paisaje es bonito, y queda aderezado por esos intervalos nubosos que van cargaitos, lo veo, van cargaitos. Apenas tenemos oportunidades de hacer fotos, ninguna de ellas reflejo del día de lluvia que nos cae, y que entre mi falta de batería, y que sacar la cámara es empaparla... mejor seguimos camino.
De Mombuey a Asturianos seguimos por un camino rural. Aquí también tenemos las obras del AVE, que nos hacen desviarnos del camino. No es el momento. A todo esto nos juntamos con un grupo de italianos dudosos que no saben qué hacer. Nosotros lo tenemos claro, y cruzamos la carretera, cogemos el desvío, pasamos por un túnel circular que no supera mi estatura, y desembocamos en un lago de fango. Creo que los italianos están felices de habernos seguido. Y nosotros de que pongan un AVE en nuestra vida. Al final en realidad no ha sido para tanto. Una aventura más, y poquito de prolongación y emoción en esta etapa ya emocionante de por sí. SI no hay fotos es porque ya se hace tarde, hay lluvia o amenaza, ya no sé en qué momentos de día llovía y en cuáles no... sólo deseamos llegar al siguiente pueblo, y ahí tomar la decisión final. ¿Vamos a Puebla de Sanabria?
Lo primero es parar. Repostar. Charlar con los habitantes del bar, cómo no!! Sólo quedan 15 kilómetros según lo que dice nuestra guía, pero hasta Otero de Sanabria por camino, que nuestra guía advierte con barro y piedras..¡con la que ha caído!! Es tarde ya, no sé si rondamos las siete de la tarde, tal vez no sea el momento de meternos en complicaciones. Es una lástima, pero en este tramo nos perderemos un robledal, un castañar, zona empedrada, que se ve recomendable. Pero hay que saber cuándo no das de más.
De nuestra charla con los chicos del bar concluimos que la carretera nos llevará por un llano con tendencia descendente, que los kilómetros que quedan los vamos a hacer de corrido, y que ya queda poco. Merece la pena llegar a un lugar tan bonito como Puebla de Sanabria, y disfrutarlo en la parada final del día.
¿Cuántas veces he dicho ya que no te fíes del del bar? Y lo mejor es que Fernando y yo seguimos siendo crédulos. A ver, hay que medir varias cosas, ya llevamos algunos kilómetros encima. Nos han caído chubascos uno tras otro sin avisar. Llevamos barro... y nos dicen que es llano!! ¡Pues no lo es! No estamos subiendo un puerto, pero vamos, no fueron kilómetros hechos de corrido. Y lo mejor de lo mejor está por venir. YO creía que había llovido un poco. Pero no. Ahora vuelve a pasar eso de la nube de los dibujos animados. Una tarde que se empezaba a prometer soleada, decide descargar sus últimas energías lluviosas sobre nosotros. Nos vuelve a caer el chaparrón del siglo y yo no puedo evitar preguntarme qué hago aquí, en este falso llano, bajo este chaparrón de cuidado y Jesús descansando en Zamora... bueno, ya está en Madrid.
Lo mejor de todo es que aún da tiempo a que se vuelva a despejar, a que salga un sol radiante, y a que nos sequemos y lleguemos a Puebla de Sanabria con una sonrisa. El albergue está casi a la llegada al pueblo, y la zona antigua, la preciosa, está sobre la colina.
Llegada, ducha, lavado de ropa... y a buscar donde cenar. Nos da hasta para dar un paseo por las inmediaciones, y decidimos dejar la visita turística imprescindible para mañana. Será la etapa más dura, pero la empezaremos con bellas vistas. De momento, toca la sorpresa de zamparnos el mejor pote sanabrés que nos podían dar. Rico hasta decir basta, y abundante... Fernando se toma dos. Cada vez que recuerdo ese pote... Pero esto no es todo, segundo plato, postre. El cuerpo se lo come todo sin rechistar, hoy hemos hecho esforzarse al cuerpo y hay que premiarlo como sea, que aún nos queda lo mejor. Hoy era la etapa sencilla y llana. Pero así es como una etapa sencilla y llana puede llegar a convertirse en un buen esfuerzo, también psicológico. Lo cierto es que dormimos como lirones y retomamos el día siguiente dispuestos a mucha más aventura. Que venga lo que caiga. Las previsiones dicen que mañana no va a llover. Mejor, porque subimos dos puertos: El Alto del Padornelo y el Alto de A Canda, donde ya se encuentra el límite entre Castilla y Galicia. Ahí es na.
Antes de irnos a la cama nos espera una última sorpresa. Nuestros ojos no nos engañan. Aquella pareja que nos encontramos a las puertas de Zamora, a quienes yo situé subiendo hacia Astorga, porque era imposible que llegaran el domingo a Santiago han llegado después que nosotros a Puebla de Sanabria. Esperas encontrarte con los pros a los que hoy hemos dado queso, y nos encontramos con esta pareja. Han llegado tarde, muy tarde. Han hecho una etapa posiblemente más larga que la nuestra, y bajo la lluvia como nosotros. Están agotados, pero están. Hoy, y en sucesivas ocasiones, nos contarán que su empeño es lo más importante, su objetivo de poder llegar el domingo a Santiago. El objetivo de ella. No tienen más tiempo y hay que llegar, da igual si no tenemos práctica sobre la bici (nos cuentan que no montan habitualmente), da igual si la forma física no es la más adecuada, y da igual si las bicis no son el mejor equipamiento que un ciclista pueda esperar. Insisten en que el empeño lo puede todo, y lo puede su objetivo (entiendo que han hecho una promesa en su peregrinación). Yo no puedo evitar pensar para mis adentros: “no hay necesidad”, y otra cosa, sobre la que reflexionaré más adelante: “no estamos preparados para el fracaso”.
Otra de las continuas preguntas que se hace un cicloperegrino cuando inicia su viaje es qué herramientas debe llevar. Ya se ha visto en más de un capítulo que Fernando es nuestro mecánico socorrido para todo, y que hasta una piedra le vale como método de arreglo inmediato.
Así que hemos contado con el asesoramiento del experto para que nos cuente qué herramientas llevó y para qué las utilizó:
Multiherramienta de mano con tronchacadenas incluido: esta es la que llevamos todos los ciclistas encima y que suele llevar llaves allen, destornillador, y llave para apretar los radios, dos puntas de thor (algunas bicis nuevas llevan este tipo de tornillería), dos útiles como llave fija de 8 o llave fija de 10.
Bomba de mano: esa la usamos todos para inflar en varios momentos nuestras ruedas.
Llave inglesa: para arreglar el cambio trasero porque ayudaba a coger la patilla y le permitía girarla. Se suelen utilizar para desmontar los conos de las ruedas.
Mordaza multiusos: para sujetar las piezas mientras trabaja con ellas.
Llave multimedida de extracción de conos: esta llave es más delgada de lo normal para poder entrar en las estrechas muescas para desmontan los ejes de las ruedas
Extractor de bielas de cuadradillo: se enrosca en la biela para atornillarlo a la biela y así el usillo interior puede sacar la biela. (2 cubitos... palo largo negra y con un c )
Extractor BB30 Hollowtech: (largo negro). Sirve para extraer ejes pedalier de rodamientos externos BB30, para desmontar los discos que van anclados con el mismo sistema. Fernando lo usó para apretar sus discos.
Extractor de piñones, grande y pequeño: para quitar piñones. Con uno se inmovilizan los piñones, y con el otro se extrae el casquillo que sujeta los piñones al núcleo
Llave de radios multimedida: sirve para ajustar radios.
Llave para quitar el tornillo de las bielas huecas.
La pregunta es ¿Cuántos de nuestros lectores saben utilizar todo eso? Y la siguiente ¿entonces para qué te lo vas a llevar? La conclusión es, si viajas con un manitas tan apañado como Fernando, déjale que lleve lo que él quiera, porque seguro que te va a ayudar a solucionar los problemas. Si no es así, usa lo básico y tira de teléfono o de la ayuda de las personas que te encuentres por el camino, de verdad que te ayudan. Y sí, todos deberíamos tener unas mínimas ideas para salir del paso.
Así que los básicos para los que casi ni sabemos cambiar una cámara (esto es obligatorio), deberían ser, una o dos cámaras, parches (mejor aprende a ponerlos antes de irte de viaje), desmontables de cubiertas, aunque hay quien lo hace con la mano; bridas de las buenas (búscalas en una ferretería), y los primeros de esa lista: bomba, multiherramienta, pastillas de freno, un cable de freno y de cambio trasero (que vale para los dos), y uno o dos cierres rápidos de la medida de tu cadena. Algunas de estas cosas no las sabrás usar, pero tal vez encuentres quien sí sepa.
Soy absolutamente ignorante en la materia, pero por si sirve, las averías que he tenido en mis viajes han sido rotura de tornillo de trasportín, que se habría evitado revisando cada día que los tornillos están bien ajustados, y lo solucionaron en dos ocasiones atando bridas de las buenas. En una ocasión, un grupo de Bilbao que me encontré por el camino y con muy buen humor me solucionaron el tinglao, de ahí aguantar hasta el taller y a perder un rato de la mañana siguiente. Otra rotura de tornillo se solucionó poniendo bridas que aguantaron los siguientes 1000 kilómetros que hice.
Otras averías que conozco, la ya mencionada desviación de mi cambio trasero, que se solucionó con una piedra, desajuste de radios, que nos ocurrió en el Camino de Madrid y fue de nuevo reparado por Fernando con la llave de radios multimedia y no sé qué otras cosas, rotura de tornillo del sillín, que implicó hacer una de “bicicletas sin sillín” y tener la fortuna de tener un taller de coches cerca, una rueda que quedó hecha un ocho, que implicó llamada a taxi y acercamiento a final de etapa...
Es decir, la mayor parte de las cosas no se solucionarán con las herramientas que llevas, salvo que lleves a un Fernando contigo, así que no lleves nada que pueda dejar de aligerar tu peso.
Desde aquí la carretera gira hacia un camino que según dicen los locales, los del bar y albergue es difícil de subir, todo de piedras, poco ciclable. Nos planteamos si seguir camino original o tomar alternativa que proponen en nuestra guía por la carretera. Fernando lo tiene claro, vamos a intentarlo... igual no es para tanto. Y tenía razón. Una buena pendiente, subimos a una colina, pero las piedras no las vemos por ningún lado, esto es perfectamente ciclable, y una vez más vamos a dejar de fiarnos de los locales. Eso sí, aquí empieza el primer chaparrón. Ropa de lluvia, que esto no ha hecho más que empezar.
Una vez superada la colina, toca bajar, seguir camino llano una vez más, con todo el horizonte de fondo. Llueve, pero no machaca.
Llegada a Tábara. Su iglesia románica de característica torre fue declarada bien de interés cultural en 1931 |
Eso nos permite ver una gran nube sobre nuestro siguiente destino, Faramontanos de Tábara e intuir que está cayendo “la del pulpo”. Paramos un momento a tomar algo caliente. Continuamos camino... la nube huye de nosotros hacia la montaña. Parece que le demos miedo y nosotros encantados. Por ahí hemos visto pasar a nuestros colegas, así que seguimos detrás de ellos. Insisto, nos encontraremos una y otra vez como si nos persiguiéramos. Así no es de extrañar que lleguemos al siguiente pueblo, Tábara, donde acababa de caer una buena, y estén haciendo su almuerzo bajo los soportales de la iglesia. Nos dan envidia, y vamos al supermercado en busca de víveres. A estas alturas nos hemos liquidado todos los frutos secos y barritas existentes. Decidimos seguir con nuestros víveres y comer más adelante. Aún tendremos que pasar por los mismos caminos rojos, rodeados una vez más de encinares, teniendo que subir la Picota, haciendo un poco de esfuerzo.
Llegamos a Santa Marta de Tera, donde terminaba nuestro programa del día de hoy. Vamos a comer y seguimos camino. Ahora no llueve, así que aprovechamos su plaza al lado de la iglesia para tomar un buen bocata. Ahí, una vez más vemos aparecer a nuestros amigos. Nos saludamos, sonreímos, y se van corriendo al bar. Después seguimos su rumbo, y tomando un café recogemos el parte meteorológico de los locales. Por la tarde va a llover. Hasta ahora hemos esquivado casi todos los chubascos, así que eso no nos achanta. Yo insisto en que nos podemos quedar antes de Puebla de Sanabria, pero Fernando lo tiene claro. Él ya se ha puesto un objetivo... ¿porqué no vamos a llegar? Santa Marta de Tera ha sido un lugar tradicionalmente de acogida de peregrinos, equipada con un monasterio mozárabe y una iglesia románica. Hoy es un pueblo bien pequeño, con todos los servicios en el pueblo adyacente, Santa Croya de Tera antes de cruzar su puente, y como si de dos países se tratara, con un albergue a cada lado del puente, lo que demarca la separación de los dos pueblos.
Iglesia de Santa Marta de Tera |
Así que salimos de ahí, y una vez metidos en el bosque empiezan los primeros chaparrones. Paramos bajo unos árboles y hacemos el ritual de la lluvia. Bolsas de basura envolviendo alforjas, chubasquero, pantalón de lluvia, que esto tiene pinta de venir fuerte...bueno, es que ya ha llegado. No sólo eso, sino que el camino nos va proporcionando su tierra húmeda. Vamos en paralelo al río Tera, con lo que no es de extrañar que a partir de aquí todos los pueblos sean “de Tera”. Se puede rodar la zona es llana, pero no es que sea lo más cómodo. Prueba de que llovía algo, es que apenas tenemos fotos de todos estos momentos, ni siquiera me quedan fotos mentales, pero sí rescato algún recuerdo pensando, “qué pena, si esto lo hiciéramos con buen tiempo...”. Eso sí, se puede observar que mi ropa no está seca, y que las nubes no nos abandonan, aunque nos den algunas treguas.
Con todo y con eso, yo insisto a mi compañero de viaje que tal vez en este momento esté dejando de tener sentido llegar hasta Puebla de Sanabria: ¿por qué no esperamos a mañana a ver si llueve menos? Se convertiría en una etapa larga y dura, y mañana sí que tenemos una etapa auténticamente dura, subida a dos puertos, posiblemente la más dura del camino. La respuesta de Fernando: ¿y si llueve más? Apenas estamos planteando estas cosas, cuando en Calzadilla de Tera nos encontramos a tres ciclistas que tratan de orientarse por el pueblo a ver donde sigue el camino... Prácticamente no intercambiamos palabras, pero no sé cómo nos enteramos de que han salido de Granja de Moreruela tres horas más tarde que nosotros. Y ya están ahí. Están retomando un camino de hace tiempo, y tienen pocos días, así que quieren hacer una media de 100 kilómetros diarios. Sus bicicletas además no son poca cosa, piden competitividad. Yo que no puedo soportar no tener un medio intercambio, me pongo a dar conversación, y saco y comparto algunas informaciones mientras Fernando se adelanta y veo que se aleja.
Río Tera |
Les cuento nuestra vida, y que también salimos de Granja, y no sabemos dónde vamos a llegar... ”¡con esta lluvia!”. Como no quiero quedarme sola, arranco en busca de mi compañero, que acelera y acelera... Mierda! ¡Le ha invadido el espíritu del queso! Igual que yo tengo el espíritu de la montaña, a Fernando le puede el del queso. Ve que estos son dignos competidores de nuestras competencias y hay que emplearse a fondo. Pero no se acuerda de que yo soy del espíritu paquete, globera y todos los calificativos que le quieras poner, así que mis piernas no arrancan en pos de dar queso. Fernando, que sigue poseído, saca entonces lo que yo de aquí en adelante llamaré “el brazo poderoso”. Ya he probado de este brazo, y he visto cómo otros probaban de él. Pero en este caso puedo decir, que yo ya dejo de estar en el camino, y que Fernando, su brazo y un espectro de mí, avanzamos a todo lo que da y sin mirar atrás. Esos no nos pueden alcanzar, y nosotros llegamos como sea a Puebla de Sanabria. Yo, mientras en vano, trato de transmitir mi espíritu de relax ahora perdido... ”Fernando, no hay necesidad”. Con todo y con eso, pasamos un paisaje que sospecho hermoso, un carril bici asfaltado, pero pequeño y con encanto a los pies de un embalse del propio Tera... no hay tiempo que perder. Esa gente no nos ha dicho ni palabra y no se merecen adelantarnos.
Pasa un rato en el que nuestra media no baja de 20km/h, ya sea de subida o de bajada, y tengamos en cuenta que yo ahí casi no di pedales. Así es la fuerza de mi amigo, la tenía ahí guardada todos estos días, y esos tres le despertaron el espíritu del queso. Cuando se calma todo y la lluvia. Seguimos por otro camino que veo precioso, una vez más de bosque de encina y en lo alto. Nos tranquilizamos y recuperamos nuestro ritmo normal, y así llegamos a Rionegro del Puente para separarnos del Río Tera hasta Puebla de Sanabria. De aquí seguiremos 9 kilómetros más hasta Mombuey... y yo ya estoy agotada, la lluvia ha podido conmigo.
Llegados a Rionegro del Puente seguimos hablando sobre si llegar o no llegar. Aquí hay albergue, en Mombuey también lo hay... nos hemos mojado mucho, y a Puebla de Sanabria nos quedan más de 30 kilómetros. Decidimos seguir un poco más, pero yo ya tengo la mente puesta en que no hace falta más, sigo pensando en que el día de mañana va a ser duro. Pero entre que hablamos y hablamos avanzamos kilómetros. El paisaje es bonito, y queda aderezado por esos intervalos nubosos que van cargaitos, lo veo, van cargaitos. Apenas tenemos oportunidades de hacer fotos, ninguna de ellas reflejo del día de lluvia que nos cae, y que entre mi falta de batería, y que sacar la cámara es empaparla... mejor seguimos camino.
De Mombuey a Asturianos seguimos por un camino rural. Aquí también tenemos las obras del AVE, que nos hacen desviarnos del camino. No es el momento. A todo esto nos juntamos con un grupo de italianos dudosos que no saben qué hacer. Nosotros lo tenemos claro, y cruzamos la carretera, cogemos el desvío, pasamos por un túnel circular que no supera mi estatura, y desembocamos en un lago de fango. Creo que los italianos están felices de habernos seguido. Y nosotros de que pongan un AVE en nuestra vida. Al final en realidad no ha sido para tanto. Una aventura más, y poquito de prolongación y emoción en esta etapa ya emocionante de por sí. SI no hay fotos es porque ya se hace tarde, hay lluvia o amenaza, ya no sé en qué momentos de día llovía y en cuáles no... sólo deseamos llegar al siguiente pueblo, y ahí tomar la decisión final. ¿Vamos a Puebla de Sanabria?
Lo primero es parar. Repostar. Charlar con los habitantes del bar, cómo no!! Sólo quedan 15 kilómetros según lo que dice nuestra guía, pero hasta Otero de Sanabria por camino, que nuestra guía advierte con barro y piedras..¡con la que ha caído!! Es tarde ya, no sé si rondamos las siete de la tarde, tal vez no sea el momento de meternos en complicaciones. Es una lástima, pero en este tramo nos perderemos un robledal, un castañar, zona empedrada, que se ve recomendable. Pero hay que saber cuándo no das de más.
De nuestra charla con los chicos del bar concluimos que la carretera nos llevará por un llano con tendencia descendente, que los kilómetros que quedan los vamos a hacer de corrido, y que ya queda poco. Merece la pena llegar a un lugar tan bonito como Puebla de Sanabria, y disfrutarlo en la parada final del día.
¿Cuántas veces he dicho ya que no te fíes del del bar? Y lo mejor es que Fernando y yo seguimos siendo crédulos. A ver, hay que medir varias cosas, ya llevamos algunos kilómetros encima. Nos han caído chubascos uno tras otro sin avisar. Llevamos barro... y nos dicen que es llano!! ¡Pues no lo es! No estamos subiendo un puerto, pero vamos, no fueron kilómetros hechos de corrido. Y lo mejor de lo mejor está por venir. YO creía que había llovido un poco. Pero no. Ahora vuelve a pasar eso de la nube de los dibujos animados. Una tarde que se empezaba a prometer soleada, decide descargar sus últimas energías lluviosas sobre nosotros. Nos vuelve a caer el chaparrón del siglo y yo no puedo evitar preguntarme qué hago aquí, en este falso llano, bajo este chaparrón de cuidado y Jesús descansando en Zamora... bueno, ya está en Madrid.
Lo mejor de todo es que aún da tiempo a que se vuelva a despejar, a que salga un sol radiante, y a que nos sequemos y lleguemos a Puebla de Sanabria con una sonrisa. El albergue está casi a la llegada al pueblo, y la zona antigua, la preciosa, está sobre la colina.
Llegada, ducha, lavado de ropa... y a buscar donde cenar. Nos da hasta para dar un paseo por las inmediaciones, y decidimos dejar la visita turística imprescindible para mañana. Será la etapa más dura, pero la empezaremos con bellas vistas. De momento, toca la sorpresa de zamparnos el mejor pote sanabrés que nos podían dar. Rico hasta decir basta, y abundante... Fernando se toma dos. Cada vez que recuerdo ese pote... Pero esto no es todo, segundo plato, postre. El cuerpo se lo come todo sin rechistar, hoy hemos hecho esforzarse al cuerpo y hay que premiarlo como sea, que aún nos queda lo mejor. Hoy era la etapa sencilla y llana. Pero así es como una etapa sencilla y llana puede llegar a convertirse en un buen esfuerzo, también psicológico. Lo cierto es que dormimos como lirones y retomamos el día siguiente dispuestos a mucha más aventura. Que venga lo que caiga. Las previsiones dicen que mañana no va a llover. Mejor, porque subimos dos puertos: El Alto del Padornelo y el Alto de A Canda, donde ya se encuentra el límite entre Castilla y Galicia. Ahí es na.
Clara muestra de que este día sí lució el sol |
Nuestros cuerpos se merecen un premio de los buenos |
De momento Puebla de Sanabria se convierte en una sombra tras el atardecer |
Antes de irnos a la cama nos espera una última sorpresa. Nuestros ojos no nos engañan. Aquella pareja que nos encontramos a las puertas de Zamora, a quienes yo situé subiendo hacia Astorga, porque era imposible que llegaran el domingo a Santiago han llegado después que nosotros a Puebla de Sanabria. Esperas encontrarte con los pros a los que hoy hemos dado queso, y nos encontramos con esta pareja. Han llegado tarde, muy tarde. Han hecho una etapa posiblemente más larga que la nuestra, y bajo la lluvia como nosotros. Están agotados, pero están. Hoy, y en sucesivas ocasiones, nos contarán que su empeño es lo más importante, su objetivo de poder llegar el domingo a Santiago. El objetivo de ella. No tienen más tiempo y hay que llegar, da igual si no tenemos práctica sobre la bici (nos cuentan que no montan habitualmente), da igual si la forma física no es la más adecuada, y da igual si las bicis no son el mejor equipamiento que un ciclista pueda esperar. Insisten en que el empeño lo puede todo, y lo puede su objetivo (entiendo que han hecho una promesa en su peregrinación). Yo no puedo evitar pensar para mis adentros: “no hay necesidad”, y otra cosa, sobre la que reflexionaré más adelante: “no estamos preparados para el fracaso”.
Cosas para llevar en los Caminos: Herramientas para llevar
Otra de las continuas preguntas que se hace un cicloperegrino cuando inicia su viaje es qué herramientas debe llevar. Ya se ha visto en más de un capítulo que Fernando es nuestro mecánico socorrido para todo, y que hasta una piedra le vale como método de arreglo inmediato.
Así que hemos contado con el asesoramiento del experto para que nos cuente qué herramientas llevó y para qué las utilizó:
Multiherramienta de mano con tronchacadenas incluido: esta es la que llevamos todos los ciclistas encima y que suele llevar llaves allen, destornillador, y llave para apretar los radios, dos puntas de thor (algunas bicis nuevas llevan este tipo de tornillería), dos útiles como llave fija de 8 o llave fija de 10.
Bomba de mano: esa la usamos todos para inflar en varios momentos nuestras ruedas.
Llave inglesa: para arreglar el cambio trasero porque ayudaba a coger la patilla y le permitía girarla. Se suelen utilizar para desmontar los conos de las ruedas.
Mordaza multiusos: para sujetar las piezas mientras trabaja con ellas.
Llave multimedida de extracción de conos: esta llave es más delgada de lo normal para poder entrar en las estrechas muescas para desmontan los ejes de las ruedas
Extractor de bielas de cuadradillo: se enrosca en la biela para atornillarlo a la biela y así el usillo interior puede sacar la biela. (2 cubitos... palo largo negra y con un c )
Extractor BB30 Hollowtech: (largo negro). Sirve para extraer ejes pedalier de rodamientos externos BB30, para desmontar los discos que van anclados con el mismo sistema. Fernando lo usó para apretar sus discos.
Extractor de piñones, grande y pequeño: para quitar piñones. Con uno se inmovilizan los piñones, y con el otro se extrae el casquillo que sujeta los piñones al núcleo
Llave de radios multimedida: sirve para ajustar radios.
Llave para quitar el tornillo de las bielas huecas.
La pregunta es ¿Cuántos de nuestros lectores saben utilizar todo eso? Y la siguiente ¿entonces para qué te lo vas a llevar? La conclusión es, si viajas con un manitas tan apañado como Fernando, déjale que lleve lo que él quiera, porque seguro que te va a ayudar a solucionar los problemas. Si no es así, usa lo básico y tira de teléfono o de la ayuda de las personas que te encuentres por el camino, de verdad que te ayudan. Y sí, todos deberíamos tener unas mínimas ideas para salir del paso.
Así que los básicos para los que casi ni sabemos cambiar una cámara (esto es obligatorio), deberían ser, una o dos cámaras, parches (mejor aprende a ponerlos antes de irte de viaje), desmontables de cubiertas, aunque hay quien lo hace con la mano; bridas de las buenas (búscalas en una ferretería), y los primeros de esa lista: bomba, multiherramienta, pastillas de freno, un cable de freno y de cambio trasero (que vale para los dos), y uno o dos cierres rápidos de la medida de tu cadena. Algunas de estas cosas no las sabrás usar, pero tal vez encuentres quien sí sepa.
Soy absolutamente ignorante en la materia, pero por si sirve, las averías que he tenido en mis viajes han sido rotura de tornillo de trasportín, que se habría evitado revisando cada día que los tornillos están bien ajustados, y lo solucionaron en dos ocasiones atando bridas de las buenas. En una ocasión, un grupo de Bilbao que me encontré por el camino y con muy buen humor me solucionaron el tinglao, de ahí aguantar hasta el taller y a perder un rato de la mañana siguiente. Otra rotura de tornillo se solucionó poniendo bridas que aguantaron los siguientes 1000 kilómetros que hice.
Otras averías que conozco, la ya mencionada desviación de mi cambio trasero, que se solucionó con una piedra, desajuste de radios, que nos ocurrió en el Camino de Madrid y fue de nuevo reparado por Fernando con la llave de radios multimedia y no sé qué otras cosas, rotura de tornillo del sillín, que implicó hacer una de “bicicletas sin sillín” y tener la fortuna de tener un taller de coches cerca, una rueda que quedó hecha un ocho, que implicó llamada a taxi y acercamiento a final de etapa...
Es decir, la mayor parte de las cosas no se solucionarán con las herramientas que llevas, salvo que lleves a un Fernando contigo, así que no lleves nada que pueda dejar de aligerar tu peso.
Elenco de herramientas que se lleva Fernando de viaje. La más importante no está, que no falte una piedra para enderezar el cambio |
¿Quieres seguir la historia? Aquí tienes las otras etapas:
Etapas 0 y 1, Etapa 2, Etapa 3, Etapa 4, Etapa 5, Etapa 6, Etapa 7, Etapa 8
No hay comentarios :
Publicar un comentario