Por Alaia y Rober
Nuestro mes de descanso en Agosto da para mucho. No, no es
que descansemos, es simplemente que nos tomamos un tiempo para descubrir nuevos
paisajes, otras rutas, y cargamos nuetras bicis con esas alforjas que les
sientan tan bien, para descubrir esos paisajes a otro ritmo, el que nos da la
bici.
Historias para ser contadas, y para animaros, porqué no, a
atreveros a descubrir esto que es el cicloturismo.
NUESTRO VIAJE DE CICLOTURISMO AL VALLE
DEL LOIRA Y PARÍS: UN VIAJE A CASTILLOS DE CUENTOS DE PRINCESAS Y A LA CIUDAD
DE LA LUZ
Hace algo más
de un año me hablaron por primera vez del Valle del Loira, en Francia, y por
alguna razón, entre unos y otros, a partir de entonces no paré de oír acerca de
las maravillas de esta ruta. Una ruta de ésas que sueñas hacer alguna vez en la
vida, pero que por alguna razón crees que nunca se alinearán los astros y nunca
podrás hacer.
Sin embargo,
la semilla que quedó sembrada en mi subconsciente aquella primera vez fue
creciendo y en ratos libres fui informándome, leyendo, viendo fotos, escuchando
comentarios, buscando opiniones, mirando tracks,… Incluso me compré la guía de
bici:map, que casualmente han actualizado y reeditado este año 2019.
¡Cualquiera diría que tenía ganas de ir! Sólo me faltaba convencer a mi pareja,
que parecía algo (muy) reticente porque se me ha hecho fan de los puertos de
montaña y en el Valle del Loira no hay ni uno. Para que os hagáis idea de los
mundos totalmente ajenos en los que estábamos, él quería hacer el Camino de
Santiago del Norte.
(La realidad
es que estaba deseando ir al Valle del Loira, pero aún no lo sabía…)
Teníamos
varias opciones para este verano. ¡Demasiados planes y demasiadas ideas para
tan poco tiempo! Cuando nos sentamos a terminar de decir qué hacer, puse toda
la carne en el asador y solté la pregunta que sabía que inclinaría la balanza:
“¿y si recorremos el Valle del Loira remontando el río hacia el interior de
Francia y después rodamos hasta París?”. Vi esa mirada que sabía que ya lo
tenía en el bote. Teníamos el plan de este verano. ¿Veis como en el fondo
estaba deseando ir? Sólo me costó la promesa de que algún día haremos el Camino
del Norte. No sé por qué me meto en estos líos…
En fin, a
partir de entonces vinieron muchas horas de organización y de logística. Muchas
más de las que nos podíamos imaginar, a pesar de que yo tenía muchas cosas
miradas previamente. Hacíamos la broma de que estábamos dedicando más horas a
organizar el viaje de las que íbamos a tardar en rodarlo.
Era nuestro
primer viaje de cicloturismo internacional y había mucho por encajar y cuadrar.
Lo primero fue, lógicamente, el track completo. Lo normal, al parecer, es que
los cicloturistas recorran el Valle del Loira desde un pueblo llamado Nevers,
en el interior de Francia, hasta una pequeña localidad en la costa oeste
francesa llamada Saint Nazaire. No hay ninguna explicación concreta, puesto que
el nivel de dificultad o facilidad es muy similar en uno u otro sentido, pero
se piensa que quizá sea por terminar el viaje viendo el mar.
Nos planteamos
empezar en París y recorrerlo hacia Saint Nazaire pero, en el fondo, la idea de
terminar en la Torre Eiffel tenía su punto y además queríamos aprovechar a
pasar unos días en París al terminar.
La logística
de llegar a Saint Nazaire era bastante complicada y después de buscar
información acerca de este pequeño pueblo, decidimos que lo mejor sería
sacrificar una etapa (los 60 últimos kilómetros del río) y no comenzar desde la
desembocadura, sino desde Nantes.
Para no
aburriros, no voy a explicaros la infinidad de posibilidades de transporte
público que barajamos para poder llegar hasta Nantes con la bici y por qué
fuimos descartando una a una, pero sí os diré cómo fuimos. Por cuestiones
familiares, esta vez salíamos desde Bilbao, así que el plan más lógico era un
autobús de Alsa Bilbao-Irún, cruzar la frontera hispano-francesa rodando
(apenas 2 kilómetros), coger un tren Hendaya-Burdeos y trasbordar a un último
tren Burdeos-Nantes. Sí… un infierno de viaje, pero os aseguro que era la mejor
de las opciones, además de la más barata, aunque tampoco fue el factor más
decisivo.
La vuelta, os
la adelanto ya, era algo mejor porque al menos nos ahorrábamos un tren. Cogimos
un tren de alta velocidad París-Hendaya, pedaleo cruzando la frontera y un Alsa
Irún-Bilbao.
Teníamos el punto de origen y el punto de fin, pero entre medias también
teníamos unas cuantas posibilidades. Incluso estuve hablando con un par de
compañeros del grupo, que en su día hicieron algo similar. La idea original era
hacer Nantes-Nevers, es decir, todo el Valle del Loira (quitando la etapa de su
desembocadura). Pero la forma de unir Nevers con París nos alargaba demasiados
kilómetros para los días que teníamos, así que la decisión final fue partir
desde Nantes, remontar el río Loira hacia el interior hasta un pueblo llamado
Briare y ahí desviarnos hacia el norte por la EuroVelo 3 hasta París. Total:
749 kms (aunque terminamos haciendo 800, luego os explicaré por qué).
Rodamos los 800 kms en un total de 14 días, a una media aproximada de unos 60
kilómetros diarios. Unos días algo más y otros días algo menos. Aunque es una
zona con muy poco desnivel y muy cómoda de rodar, que permitiría meter etapas
de bastantes más kilómetros, una cosa que teníamos clara es que, además de
pedalear, también queríamos “turistear”. Es una zona que no se puede visitar
sin hacerlo porque cada centímetro del Valle del Loira merece la pena, así que
las etapas las planteamos para poder tener tiempo para hacerlo. Queríamos
visitar las ciudades más importantes y queríamos, por supuesto, entrar en
algunos de los magníficos castillos que se asientan en torno al río Loira, que
hicieron a este valle ser declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO
desde el año 2000.
Con los días
que teníamos y el track ya preparado “sólo” quedaba decidir las etapas. La idea
inicial era no reservar alojamientos y que el día a día nos hiciera decidir
dónde dormir, pero siendo agosto en una zona bastante turística, tras
informarnos al respecto, decidimos que lo mejor era llevarlo todo reservado, a
riesgo, en caso contrario, de encontrarnos sin sitio donde dormir o con
disponibilidad tan sólo en los sitios más caros, lo cual queríamos lógicamente
evitar.
Llevar todo
cuadrado tiene el inconveniente de obligarte a llegar al punto final de la ruta
de ese día sí o sí y pase lo que pase, pero también da la tranquilidad de poder
llegar a un sitio seguro donde descansar. Conocimos a una pareja barcelonesa
que iban sin reservas y con el comodín de una tienda de campaña, dado que
Francia está plagada de campings. Nos los encontramos varios días en distintos
puntos. Siempre era una alegría poder charlar en español y siempre que nos
cruzábamos dedicábamos un rato a comentar las experiencias vividas desde el
último encuentro y uno de los días nos dijeron que la noche anterior no había
ningún hotel disponible en kilómetros a la redonda ni ningún hueco en ningún
camping de los de alrededor. Finalmente durmieron en uno de ellos porque una
familia que tenía una parcela para una autocaravana se apiadó de ellos y les
dejó un hueco a su lado para la tienda.
Por tanto,
para viajar al Valle del Loira, sobre todo en épocas que puedan estar más
saturadas, mi consejo es llevar las reservas hechas. En nuestro caso,
recurrimos a hoteles/hostales, chambres d'hôtes (similar a los
bed&breakfast) y Airbnb y nos salió por un precio medio similar al de los
alojamientos en España.
Con el track
completo, las etapas partidas, las reservas de alojamiento hechas y los
billetes de ida y vuelta comprados, ya sólo quedaba esperar al día de partida.
Hasta aquí, toda la organización y logística del viaje. Por supuesto, quedo a
disponibilidad de quien lea estas líneas para resolver dudas, contestar a
cualquier curiosidad, comentar experiencias y opiniones, pasar los kilos de
información que tengo e incluso los demás tracks de las distintas posibilidades
que planteamos, porque los pintamos todos. El track grabado que realmente
hicimos lo podéis ver aquí: https://es.wikiloc.com/rutas-cicloturismo/valle-del-loira-y-eurovelo-3-nantes-paris-41266652 (las vueltas
innecesarias por pueblos o las salidas de track para buscar comida y similares
están borradas).
El día antes
Antes de salir
de viaje hacia Nantes fuimos en coche Madrid-Bilbao y estuvimos por allí un par
de días. Como las bicis fueron en el portabicis, para no generar riesgo en la
carretera no llevábamos nada montado y la idea era poner las bicis a punto y
montar todo ya en Bilbao.
Salíamos
dirección a Nantes el 5 de agosto. Quizá pecamos de exceso de confianza y
cometimos un error de novatos. ¿Qué no se debe hacer antes de un viaje de
cicloturismo? Probar todo el día antes. ¿Qué hicimos nosotros? Probar todo el día
antes. Para colmo, era un domingo de agosto por la tarde sin, por supuesto,
nada abierto.
Lavamos las
bicis, engrasamos, ajustamos, probamos, vamos colocando todo y, de repente, veo
a Rober entrar en pánico. Un tornillo del transportín no agarraba porque uno de
los agujeros del cuadro estaba pasado de rosca. Empezamos a probar, aprieta
aquí, aprieta allá, coge este otro tornillo, pruebas para un lado y pruebas
para el otro. Cuando ya estábamos mirando talleres abiertos en Irún para el día
siguiente y echando cálculos de si nos daba tiempo a llegar al tren de Hendaya
con una parada intermedia, se me ocurre ir a mendigar ayuda a uno de los
vecinos.
Se apiada de
nosotros y saca su arsenal de tornillos y finalmente decide rehacer la rosca.
Aprieta el tornillo y parece que agarra e incluso nos da una solución más para
caso de emergencia. El aire empieza a entrarnos de nuevo en los pulmones hasta
que vemos al hombre completamente subido sobre el transportín empujándolo a lo
bruto para probar la resistencia del tornillo. Nos miramos y sabemos que a los
dos nos vuelve a faltar el aire pensando que iba a romper el tornillo nuevo y
también todos los demás, pero oye, el invento aguantó, no sólo hasta París,
sino también la prueba vasca de resistencia.
Terminamos de
montar todo y dejamos a nuestras compañeras de viaje listas para partir al día
siguiente.
Los “días
durante”
Creo que todos
los que lo practicamos estamos de acuerdo en definir el cicloturismo como
libertad, pero si, además, tuviera que describir este viaje con una sensación,
ésta sería la de “tranquilidad”. Si tuviera que describir sus paisajes con una
sola palabra, sería “impresionantes”. Y si tuviera que describir sus castillos,
los llamaría “de cuento de princesas”.
Un valle para
recorrer sobre dos ruedas, porque sobre cuatro te perderás infinidad de cosas y
de rincones e infinidad de sensaciones. Un río cuyas costas son para recorrer
en esta modalidad que llamamos ciclismo sin prisa. Unos atardeceres para
observar en silencio. Unos paisajes para llenar el corazón. Una tranquilidad
para rodar sin fin.
Os decía al
principio de esta crónica que, a pesar de llevar 749 kilómetros planteados
inicialmente, terminamos haciendo 800. No reconoceré errores de orientación si
no es delante de mi abogado, así que justifico esos 50 kilómetros de más con
las variantes que tomamos. El Valle del Loira está plagado de rutas de bici,
por lo que no se puede decir que tenga una ruta oficial establecida. Quizá la
más típica sería la que va más paralela al río, pero hay infinidad de
posibilidades. Ojo en las épocas de crecidas del río, que el nivel sube (y
mucho), y hay rutas de las más cercanas que recomiendan no tomar.
Siendo pleno
agosto, el track que llevábamos, salvo momentos puntuales y un apaño que
tuvimos que hacer para visitar un castillo, estaba planteado precisamente para
ir junto al río Loira. Pero cada día al llegar a destino nos estudiábamos la
ruta del día siguiente y en varias ocasiones decidimos tomar variantes que
proponía la guía de bici:map, que nos alejaban del río pero no pintaban nada
mal y que nos daban el plus de diversión de tener que orientarnos con el mapa
en la mano. A pesar de perder de vista el río, los paisajes no desmerecían lo
más mínimo, encontrándonos con bosques impresionantes, curiosas canteras o
viñedos que parecían no tener fin.
Ayer hablando
con Rober acerca de cómo plantear esta crónica me decía que si tuviera que
quedarse con una sola cosa de todo el viaje se quedaría con los túneles
infinitos de vegetación completamente cerrada que recorríamos durante
kilómetros en los que sólo podías ver verde a tu alrededor. Y es que el Valle
del Loira, cerca del río o alejado de él, es así, Naturaleza en estado puro.
Pero no todo
iba a ser rodar y ver el río y también tuvimos ocasión de conocer los pequeños
pueblos con encanto que se asientan en sus orillas y de visitar ciudades como
Nantes, Angers, Tours (con su catedral que, a sus pies, te deja con la boca
abierta), Blois u Orléans, donde por cierto coincidimos con un par de
compañeros del grupo, que esta vez habían dejado su bici en casa, pero no
perdimos oportunidad para compartir una buena comida y unas cuantas
experiencias junto a la impresionante catedral de Orléans. ¡Enbiciados por el
mundo!
Además del río
y sus paisajes y los pequeños pueblos y los no tan pequeños, no puede hablarse
del Valle del Loira sin hablar de sus castillos. No existe una lista oficial y
depende qué regiones se incluyan en la lista se dice que hay entre 40 y 70
castillos que se incluirían en los llamados “Castillos del Loira”. Lógicamente
no podíamos visitar todos, pero sí llevábamos una lista de los que no nos
queríamos perder. Planteamos el track para pasar por ellos y esos días las jornadas
de rodaje eran más cortas porque visitarlos por dentro lleva horas.
Vimos por
fuera los castillos de Saumur, Angers, Amboise, Blois, Ussé, Sully-sur-Loire o
Villandry, con sus preciosos y cuidados jardines. Mención especial al castillo
de Ussé, puesto que al parecer es en el que se basó Charles Perrault para el
castillo de La Bella Durmiente y también la factoría Disney para crear su
mítico logo.
Y entramos a
los castillos de Chenonceaux, Chambord, Azay-le-Rideau y Cheverny. Para este
último tuve que hacer un apaño en la ruta. Desde Amboise habíamos cogido ya una
variante hacia el sur del río para visitar el castillo de Chenonceaux y no
tenía sentido volver a subir hacia el norte para volver a bajar hasta Cheverny,
así que tracé una diagonal por carreteras secundarias y pistas que podéis ver
en el track para unir de forma directa ambos castillos (es la etapa 7:
Chenonceaux – Cheverny – Blois). Sería la única etapa que rueda por zona no
oficial.
Son los
castillos que nosotros elegimos ver dentro del tiempo del que disponíamos, pero
hay mucha información al respecto en cualquier guía o en internet. Tras un duro
debate con Chenonceaux y Chambord como claros finalistas, nuestro favorito fue
el Castillo de Chenonceaux, también conocido como “el castillo de las damas”,
construido sobre pilares sobre el río Cher, precioso y cuidado tanto por fuera
como por dentro y con un muy interesante papel en la historia de Francia y de
la Revolución Francesa.
El Valle del
Loira se trata, en definitiva, de una zona que creo que todos debemos visitar
una vez en la vida. Un viaje, en definitiva, 100% recomendable y al que las
fotos, las informaciones y las opiniones que puedas ver sentado delante de tu
ordenador no le hacen justicia. Tanto nos gustó que, a punto de entrar en
Briare antes de coger la EuroVelo 3, pasábamos por última vez sobre el río
Loira y sin siquiera hablarlo, los dos nos paramos en mitad del puente a
observarlo por última vez. Llegar hasta allí significaba el triunfo de haber
recorrido todo el valle y saber que ya nos enfocábamos hacia París, que
empezaba a sentirse ya cerca. Pero el cicloturismo tiene esa extraña sensación:
quieres llegar, cumplir el objetivo, pero a la vez no quieres llegar. Nos
despedimos del Loira en un día lluvioso, pero hasta con nubes grises sobre él
resulta imponente. Y allí nos quedamos un rato, en silencio, viendo el agua
correr. ¡Au revoir, mon ami!
Así como del
recorrido del Valle del Loira hay muchísima información disponible, la EuroVelo
3 era la perfecta desconocida. Hasta allí habíamos llevado un rodaje muy cómodo
y ligero, por zonas asfaltadas y pistas muy rápidas. Pero una vez alejados del
Loira, no teníamos ni idea de lo que nos íbamos a encontrar, sabiendo además
que esta zona de la EuroVelo 3 está en vías de desarrollo.
La EuroVelo 3
nos iba a llevar remontando los canales de Briare y del Loing hasta
Saint-Mammès, donde rodaríamos ya a orillas del Sena hasta entrar en París.
Ese “en vías
de desarrollo” significó algún que otro campo a través (nuevo test superado por
el tornillo del transportín de Rober) y algún que otro sendero divertido, pero
en general es una zona que no presentaba grandes dificultades. Pensábamos que
una vez dejado atrás el Loira esta zona desmerecería bastante y la esperábamos
bastante más urbana, pero nada más lejos de la realidad. Además, como es una
zona menos turística disfrutamos del silencio y de no cruzarnos con
absolutamente nadie durante horas, sabiendo que teníamos esos paisajes sólo
para nosotros.
Fuimos
superando etapas y recorriendo kilómetros cuando nos levantamos el día 14
sabiendo que sería el último con la emoción de llegar a París enfrentada con el
sentimiento de no querer terminar y de querer pedalear, pero en dirección
contraria. Por un lado, llevábamos un pedaleo en parte ansioso y ligero y, por
otro, hacíamos paradas sin sentido y más largas de lo habitual.
Y, así, a
orillas del Sena, entramos en la Ciudad de la Luz buscando inconscientemente la
Torre Eiffel en el horizonte. Y, por fin, apareció ante nuestra vista en el
Puente de la Concordia, donde nos fundimos en un abrazo y, por qué no decirlo,
corrieron las lágrimas.
Los días de
después
Como este
viaje de cicloturismo lo planteamos bajo la premisa de que queríamos tanto
ciclo como turismo y ya que estábamos en París, no podíamos irnos de allí sin
visitarlo y aprovechamos los últimos cinco días de nuestro viaje para
hacerlo.
Una ciudad
sencillamente impresionante a cada paso, que no se puede conocer si no es
pateándola de arriba a abajo y admirando la majestuosidad de sus edificios.
Recorrimos sus
lugares más emblemáticos y los no tan emblemáticos, nos empapamos de su
historia, subimos a la Torre Eiffel, nos dejamos perder por sus calles, miramos
con nostalgia Notre Dame, paseamos a orillas del Sena, comimos helados cada
tarde y jugamos con un barco de vela en los Jardines de Luxemburgo y al
futbolín en Galerías Lafayette.
Un viaje
perfecto de principio a fin, con lugares inolvidables, con imágenes grabadas a
fuego en nuestra retina y con experiencias que quedarán para siempre en nuestra
memoria.
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